28 de diciembre de 2011

El gran Milagro



El Nacimiento de Jesucristo, Fra Angelico
 
               
                                                            Porque nada hay imposible para Dios.

                                                                                                 Lucas 1, 37


 
                                                            Una luz brilló desde detrás del sol; el sol
                                                            no fue tan agudo como para penetrar
                                                            hasta donde llegó esta luz.

                                                                                               Charles Williams


            El sol no puede llegar hasta donde llega la luz verdadera que alumbra a todo hombre (Jn 1, 9). Tampoco la mente puede llegar a explicar el misterio de la encarnación del Hijo de Dios. Conviene detenerse, hacer silencio, guardar todo esto y meditarlo en el corazón, como hizo María. Entonces podemos empezar a atisbar alguna pincelada de este hermoso retablo de Amor que contiene la respuesta a todas las preguntas y el sentido último de la existencia. Sencilla e inmensa escena de Belén donde todo es y está presente, nos integra a todos y nos transforma, si aprendemos a contemplarla con el corazón puro y libre del que ha logrado hacerse como un niño. Y surge el asombro agradecido, el amor auténtico, tan alejado de la sensiblería que ciega y ofusca.

              En Miracles, C. S. Lewis reflexiona sobre el Misterio de los misterios, el Milagro de los milagros:

            Nosotros no podemos concebir cómo el Espíritu Divino habita dentro del espíritu humano y creado de Jesús; pero tampoco podemos concebir cómo el espíritu humano de Jesús, o el de cualquier otro hombre, habita dentro de su organismo natural. Lo que podemos entender es que nuestra misma existencia compuesta no es la anómala participación que podría parecer que es, sino una débil imagen de la misma Encarnación divina, el mismo tema musical en una clave mucho menor.
            Podemos entender que si Dios desciende de este modo dentro de un espíritu humano y el espíritu humano desciende a su vez dentro de la Naturaleza y nuestros pensamientos dentro de nuestros sentidos y pasiones, y si mentes adultas (aunque solo las mejores de ellas) descienden hasta sintonizar con los niños, y los hombres hasta sintonizar con los animales, entonces todas las cosas se enganchan en su conjunto, y la realidad total, así la Natural como la Sobrenatural, en la que vivimos, es más multiforme y sutilmente armoniosa de lo que habíamos sospechado. Hemos conseguido así la visión de un nuevo principio que es la clave: el poder de lo superior para descender, el poder de lo más grande para incluir lo más pequeño.
            Según la explicación cristiana, Dios desciende para ascender. Él baja; baja, desde las alturas de su ser absoluto, al tiempo y al espacio; baja a la humanidad; baja más lejos todavía, si los embriólogos tienen razón, para verificar la recapitulación hasta el viejo útero y a las fases de la vida prehumanas, baja hasta las mismas raíces y al lecho oceánico de la Naturaleza que Él ha creado. Pero baja a lo profundo para surgir de nuevo y levantar a todo el mundo arruinado hacia arriba con Él.

24 de diciembre de 2011

Vino, viene, vendrá



La adoración de los pastores. Tintoretto
 

            Hoy los ángeles se alegran, hoy los pastores son iluminados, hoy la estrella se dirige desde el oriente hacia la sublime e inaccesible Luz, hoy los Magos se arrodillan y ofrecen sus regalos.

                                                                                 San Gregorio Nacianceno


Este hoy que repite San Gregorio Nacianceno expresa la presencia constante de Jesús en el mundo, como prometió antes de subir al Padre, y también  sus incesantes venidas a las almas. Porque vino, viene y vendrá. Vino en Belén, como un niño desvalido y humilde, vendrá de nuevo en gloria y majestad y, maravilla del Misterio, viene también todos los días. Porque Jesucristo es todo, es el que era, el que es y el que vendrá (Ap 1, 8; 4, 8).

             San Bernardo menciona tres descensos del Verbo: a los hombres (encarnación), en los hombres (inhabitación) y contra los hombres (juicio final). Los efectos de la tercera venida dependerán de los resultados obtenidos en la segunda, que es consecuencia de la primera.

            Ojalá podamos todos usar siempre las formas verbales: vino, viene, vendrá; y no estas otras, tan dolorosas: vendría, hubiese venido…

             Siempre vivimos en Adviento, en permanente espera (como siempre es Cuaresma, llamada a la conversión, y siempre es Pascua, porque ya hemos resucitado con Cristo). Quienes todavía no conocen a Jesús, lo esperan sin saberlo, y aquellos a los cuales ya ha descendido, debemos abrir más y más nuestros corazones para seguir acogiéndole, cada vez mejor.

            El tiempo implacable, la enfermedad y la muerte nos siguen amenazando y golpeando, pero la victoria ya es nuestra porque Jesús, el Niño que nació en Belén hace dos milenios, venció por todos los hombres. Los años siguen transcurriendo, pero ya no giran en torno al sol, sino alrededor de ese “Sol invicto” que es Jesús, en un movimiento circular y constante que prefigura un presente eterno.

            Cada año, en Navidad, al evocar la encarnación y el nacimiento del Hijo de Dios, celebramos los esponsales de la Segunda Persona con la naturaleza humana. El alma que ha recibido y aceptado el anillo de boda intuye las relaciones que median entre anillo y año –annulus y annus–, entre el banquete eucarístico y el banquete nupcial al que estamos convocados, entre las nupcias espirituales y el amor de un Dios que se ha hecho hombre para que podamos recuperar la semejanza con Él.

 

21 de diciembre de 2011

Un pesebre en cada alma



El Nacimiento de Jesús, Correggio



            El pueblo que andaba en tinieblas, vio una luz grande. Sobre los que habitaban en la tierra de sombras de muerte, resplandeció una brillante luz.
                                  
                                                                                              Isaías 9, 2
                                                                      

            Cristo es verdadero Dios y verdadero hombre. Cristo se eleva con el sol. Cristo, engendrado antes de los siglos y nacido en Belén, que significa la “Casa del Pan” es, como decía Fray Luis de León, “el niño ancianísimo” que nos alimenta y nos da la vida.

            Al celebrar la Navidad de Belén, evocamos también la Navidad en el seno del Padre, una Navidad cronológica y otra intemporal. Y hay también una Navidad que no acaba: el nacimiento de Jesús en cada una de nuestras almas. Dice San Pablo en Gálatas 4, 19: “Hijos míos, por quienes sufro de nuevo dolores de parto hasta ver a Cristo formado en vosotros”.

            Cristo sigue naciendo, no ha dejado de nacer desde aquel primer Nacimiento, hace más de dos mil años en Belén. Su Madre, que es la nuestra, nos ayuda a dar a luz a su hijo. Ella misma lo da a luz en nosotros. Por eso, ya lo dijo Cabodevilla, todo hombre se llama también “María”.

18 de diciembre de 2011

Hágase en mí, según tu palabra




                                   Retablo de la Anunciación, Simone Martini

 
Lucas 1, 26-38

            A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.
            El ángel, entrando en su presencia, dijo:
¾ Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú entre las mujeres.
            Ella se turbó ante estas palabras, y se preguntaba qué saludo era aquél.
            El ángel le dijo:
¾ No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.
            Y María dijo al ángel:
¾ ¿Cómo será eso, pues no conozco varón?
            El ángel le contestó:  
¾ El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios.
            Ahí tienes a tu pariente Isabel que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.
            María contestó:
¾ Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra.



Comentario al Evangelio de hoy, Domingo IV de Adviento, por  San Bernardo:

No temas, María

          Oíste, Virgen, que concebirás y darás a luz a un hijo; oíste que no era por obra de varón, sino por obra del Espíritu Santo. Mira que el ángel aguarda tu respuesta, porque ya es tiempo que se vuelva al Señor que lo envió. También nosotros, los condenados infelizmente a muerte por la divina sentencia, esperamos, Señora, esta palabra de misericordia. Se pone entre tus manos el precio de nuestra salvación; en seguida seremos liberados si consientes. Por la Palabra eterna de Dios fuimos todos creados, y a pesar de eso morimos; mas por tu breve respuesta seremos ahora restablecidos para ser llamados de nuevo a la vida... No tardes, Virgen María, da tu respuesta. Señora Nuestra, pronuncia esta palabra que la tierra, los abismos y los cielos esperan. Mira: el Rey y Señor del universo desea tu belleza, desea no con menos ardor tu respuesta. Ha querido suspender a tu respuesta la salvación del mundo. Has encontrado gracia ante de él con tu silencio; ahora él prefiere tu palabra. El mismo, desde las alturas te llama: «Levántate, amada mía, preciosa mía, ven...déjame oír tu voz» (Cant 2,13-14) Responde presto al ángel, o, por mejor decir, al Señor por medio del ángel; responde una palabra y recibe al que es la Palabra; pronuncia tu palabra y concibe la divina; emite una palabra fugaz y acoge en tu seno a la Palabra eterna... Abre, Virgen dichosa, el corazón a la fe, los labios al consentimiento, las castas entrañas al Criador. Mira que el deseado de todas las gentes está llamando a tu puerta. Si te demoras en abrirle, pasará adelante, y después volverás con dolor a buscar al amado de tu alma. Levántate, corre, abre. Levántate por la fe, corre por la devoción, abre por el consentimiento. «Aquí está la esclava del Señor, -dice la Virgen- hágase en mí según tu palabra.»

14 de diciembre de 2011

San Juan de la Cruz



JohnCross.jpg
Pintura anónima del s. XVII


                                                                            A la tarde te examinarán en el amor.


                              ¡Qué bien sé yo la fonte que mana y corre, aunque es de noche!

                                                             

                                                                                   San Juan de la Cruz









Canción de la Hermana Glenda,
inspirada en El Cantar de los cantares




                                               DOS FUEGOS
                                                                             
                        Dos fuegos hay en mí: uno se apaga
                        por cualquier golpe de viento;
                        el otro, invisible,
                        no dejará de arder
                        cuando yo me haya ido.

                        Hay dos fuegos en mí; uno es eterno
                        y observa compasivo cómo el otro
                        se consume tan lejos de la vida,
                        creyendo que es la vida quien lo inflama.
           
                        Dos fuegos hay en mí; uno, artificio,
                        el otro, llama que arde inextinguible
                        con deseos de arder más
                                                             y más alto,
                                                                          más hondo,
                                                                                          más real.


                                                                    Eugenia Domínguez

                                                                    La música de las esferas

8 de diciembre de 2011

La Inmaculada Concepción





 
La Inmaculada Concepción, El Españoleto



            No temas María, porque has encontrado gracia ante Dios.

                                                                                              Lucas 1, 30
   
            Como lirio entre los cardos
            es mi amada entre las doncellas.

                                                                       Cantar de los cantares 2, 2


            Eres totalmente hermosa
            y en ti no hay mancha alguna ni defecto.

                                                                                  Cant. 4, 7



            Porque en alma maliciosa no entrará la sabiduría
            ni morará en cuerpo esclavo del pecado.

                                                                      Sabiduría 1, 4

     
       ¿Pudo Dios preservar a ciertos ángeles de toda mancha de pecado, y no podía preservar a su propia Madre? ¿Pudo Dios crear a Eva sin mancha de pecado, y no iba a poder crear el alma de María sin esa mancha? Y si pudo hacerlo y le convenía hacerlo, ¿por qué no iba a hacerlo?
                                                                                              San Anselmo


            Jesucristo eligió a María por Madre, no en la tierra, sino ya desde el cielo, y para morar en Ella y nacer de Ella y vivir acompañado por Ella, la llenó totalmente de santidad y de pureza.
                                                                                              San Ambrosio


            El fruto declara qué tal es el árbol que lo produjo. Si el fruto del vientre de la Virgen María fue Jesús, el totalmente puro, el Inmaculado y Santísimo, así la Madre que lo engendró debió ser totalmente pura, inmaculada y santísima. Sólo María fue digna de ser Madre de tal Hijo, y sólo Jesús fue digno de ser Hijo de tal Madre.

                                                                                               Hugo de San Víctor



 Nieve y azul, bandera de diciembre. 
Algo se mueve en medio del adviento.
Se insinúa una brisa, un soplo, un tiento
suavísimo... La nieve descendiendo inmaculada...
... la nieve en flor y madre de María.

                       Gerardo Diego


4 de diciembre de 2011

El tiempo del corazón




   
           El hombre no se da cuenta de que no es y de que es de nuevo a cada “soplo”.

                                                                                   Muhyi – d – dîn Ibn ‘Arabî


            Lo que yo llamo "corazón" no es el sentimentalismo contemplativo de la monja de clausura. Es también eso, sí, pero además son todos los sentimientos, todos los amores, todos los odios, todas las alegrías, todos los dolores, las risas, las lágrimas, las melancolías, la hinchazón del músculo para el esfuerzo, las emociones de la adolescencia, las ambiciones de la madurez.
                                                                                                              Paul Sédir
                                                                                                                     


            Veo un documental sobre la España de hace cuatro décadas. Está hecho a base de entrevistas y programas de la época. Alternan escenas de ayer con momentos de la última década, e intuyo que no hay unos más reales que otros, ni siquiera más avanzados que otros. Percibo a todos en el mismo plano, un plano irreal e ilusorio que me hace recordar el mito de la caverna de Platón. Y, al mismo tiempo, concibo un plano superior donde cada escena encuentra un referente ideal que, en aparente contradicción, es más real porque está conectado con lo imperecedero.

            El tiempo y la eternidad están en la conciencia, voy comprendiéndolo y viviéndolo. Mis padres me traen la antigua y querida máquina de escribir. La toco con respeto casi reverente; tantos trabajos que hice con ella, mis ilusiones infantiles, mis sueños dorados, la casa iluminada… El maletín que la alberga tiene un bolsillo grande; veo asomar papeles amarillentos. Intuyo que allí hay tesoros para un buscador de lo real. Los saco y se confirma mi intuición: un poema torpe y luminoso de la niña que fui sobre una ostra y un caracol (¡como en la escena censurada de Espartaco, vaya con la niña!), un cuento escrito por mi hermana (no conocía su faceta literaria) y hojas en blanco que dicen mucho más de lo que cualquiera puede pensar. Sale también un sobrecito con tippex usados. Rastreo… ¿Qué palabras, qué claves, qué enseñanzas me trae la niña que fui, que soy, que es? Letras misteriosas y una palabra completa: “asignatura”. Borré con los viejos tippex la palabra “asignatura” por completo; ¿por qué?, ¿era una apuesta temprana por la libertad?, ¿o era un dejar para más adelante, acaso para ahora, algo que aún no podía asumir?
            Toco la máquina, la limpio, presiono las teclas, desplazo el carril hasta que suena la campanilla. Sonidos familiares que me llevan a esa época o traen a esta aquellos tiempos. Queridos sonidos de siempre vuelven a revelar que el tiempo es vencido por el poder de la atención cuando esta conecta con el corazón, y recuerdan que el amor está por encima de la ley.

            Poetas y filósofos bienintencionados pueden acercarse a este misterio, pero solo los que tienen una verdadera experiencia de Dios (aunque no la reconozcan como tal) pueden llegar a captarlo y comprender, vivir, lo que es el tiempo y la eternidad. Jesucristo es eternidad; por eso, si tienes una experiencia de Dios a través de Su Hijo Jesucristo, tienes ya una experiencia de eternidad.

            Ojalá aprendamos a valorar el tiempo del corazón, el que conecta con nuestro Ser auténtico y nos invita a vivir ya en la eternidad. Al igual que hay unos sentidos sutiles que trascienden, completan y subliman los sentidos físicos, hay un tiempo sutil o más real, el tiempo del corazón, que nos trasforma y dignifica, porque nos permite vivir conectados con la fuente de la que venimos y hacia la que vamos.



¿Será que el corazón
ya había despertado,
sin que te dieras cuenta,
absorbida en tu sueño
         de espejos juguetones         
y brillos falsos?

¿Será que el corazón
conoce ya los Nombres
que tú sigues buscando
febril y despistada?