29 de abril de 2012

Santa Catalina de Siena



Santa Catalina de Siena
Matrimonio místico de Sta. Catalina y Jesús, Zurbarán
                                                             

                                                      Nos creaste, Señor, para Ti y nuestro corazón
                                                      está inquieto hasta que no descansa en Ti.

                                                                                               San Agustín



                                            En tu naturaleza, Deidad eterna, conoceré la mía.
                                            Y ¿cuál es mi naturaleza, Amor inestimable?
                                           Es fuego, porque tú no eres otra cosa que fuego de amor.
                                           A todas las cosas y criaturas, las hiciste por amor.

                                                                                     Santa Catalina de Siena


           Santa Catalina de Siena se decía novia de Jesucristo. Le pidió tantas veces que se llevara su corazón y su voluntad que, en una visión, su Amado extrajo el corazón de su pecho. Desde entonces, afirmaba que vivía sin corazón.
            Un tiempo después, en una nueva visión, el Señor vino a ella, llevando en sus manos un corazón resplandeciente. Era Su propio corazón, que daba a Catalina a cambio del suyo. Abrió su pecho y dejó allí tan divino don. Hay testigos que dicen haber visto la cicatriz que ese intercambio milagroso dejó en su pecho.
            Desde muy joven, se volcó en el estudio y la oración para alcanzar un doble conocimiento, que constituye el núcleo esencial de su legado: el conocimiento de sí misma y el conocimiento de Dios, que consideraba el fundamento de toda vida interior. Esta constante en sus escritos fue fruto de otra experiencia espiritual que la transformó profundamente. Así la relata su director:
            Al principio de sus visiones, se le había aparecido Nuestro Señor durante la oración y le había dicho:
- "Has de saber, hija mía, lo que eres tú y lo que soy Yo. Si aprendes estas dos cosas, serás feliz. Tú eres lo que no es, y Yo soy el que Soy. Si tu alma se penetra de esta verdad, jamás te engañará el enemigo, triunfarás en todas sus trampas, nada harás contra mis mandamientos y adquirirás fácilmente la gracia, la verdad y la paz."
- "Y, ¿qué he de hacer?"
- "Piensa en Mí. Y Yo pensaré en ti."
             El Señor dio a María Magdalena, la que tanto había amado, como madre espiritual a Catalina, quien  murió a los treinta y tres años, después de una vida ascética, entregada a la contemplación y el amor de su divino Esposo.


            Incluso en los momentos más dichosos de nuestra vida, hay siempre un vacío que nada ni nadie puede llenar, solo ese Alguien que colma sin medida, porque lo que sentimos es precisamente el vacío de Su amor.


                                 MARANATHA

                                              
                                                                  Vi a mi Señor con el ojo del Corazón.
                                                                  Pregunté: “¿Quién eres?” Respondió: “Tú”
                                                                                                              Al-Hallaj
                                Si logro estar alerta, me descubro:
                                soy atención serena y sostenida,
                                soy la mirada fiel, soy el aliento
                                de una respiración que me respira,
                                devolviendo mi esencia al universo.
  
                                Si logro estar alerta, Lo descubro:
                                es todo para mí,
                                soy todo para Él.
                                Soy real en el centro de mi ausencia,
                                presencia Suya al fin
                                y para siempre.


21 de abril de 2012

Los que aman viven para siempre



                        Devuelve al polvo ese cuerpo que era polvo,
                        y modela un cuerpo hecho de su propia luz antigua.

                                                                                                         Rumi


            Después de una corta y devastadora enfermedad, Alicia Larrea, amiga del alma, ha decidido irse. Ayer fuimos a decirle hasta pronto, porque no cabe un último adiós en un grupo de personas que han comprendido que estamos en el mundo, pero no somos del mundo.
            Nunca había asistido a un velatorio tan consciente y sereno. Personas velando, en el más real sentido de la palabra, despiertas, unidas. Nadie lloraba ni se angustiaba, mientras Alicia nos hacía un último regalo con este reencuentro alegre. ¿Alegre ante un féretro? Sí, alegre, como ella: una mujer joven y vital, generosa y atenta, audaz y libre. Ni un atisbo de desesperación, solo respeto y gratitud, aceptación, serenidad.
            Nadie hablaba de Dios, nadie rezaba, aparentemente, es probable que no haya funeral religioso, pero nunca he sentido con tanta intensidad la presencia de Dios en un tanatorio. Tal vez sea porque Alicia, su familia, sus amigos, han vivido, viven, para experimentar y compartir a Dios. Y el que cree en el Dios-Amor y lo experimenta aquí, el que ha muerto al egoísmo, lo falso y lo accesorio antes de morir, no muere para siempre. Por eso, no hace falta rezar cuando el encuentro es ya una oración de gratitud, presencia y amor.
            Un velatorio sin lágrimas, con pocas y bien escogidas flores, un ataúd sencillo y cerrado, porque entre los que conocemos y queremos a Alicia no hay morbo que alimentar. Un ataúd cerrado, donde cada uno puede verse a sí mismo y recordar que la muerte es solo una transición, un cambio de plano, una puerta que espero atravesar consciente y serena, como Alicia, que no se ha ido, aunque no podamos verla con los ojos del cuerpo, tan limitados.
            Morir, dormir, tal vez soñar… La muerte no es más que un sueño, una sombra de ilusión para quien ha desenmascarado el sueño, la ilusión, la Maya de este mundo.
             Echaremos de menos a Alicia con los sentidos físicos pero no con el corazón, que sabe, porque lo siente, que el amor nunca muere. Y los que aman viven para siempre.

14 de abril de 2012

Dichosos los que crean sin haber visto



La incredulidad de Santo Tomás, Caravaggio


            ¾ Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.
            Contestó Tomás:
            ¾ ¡Señor mío y Dios mío!
            Jesús le dijo:
            ¾ ¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.

                                                                                                           Juan 20, 27-29



            Lo reconocimos y desapareció… Reconocer es conocer dos veces, una fuera y otra dentro. ¿Qué más podíamos pedir? Nos dejó su imagen y su voz, grabadas en el corazón, antes de desaparecer de nuestra vista.
Se quedó con nosotros cuando el día iba de caída. Se quedó para siempre, cuando ya atardecía en el paisaje del camino y en el paisaje del alma. Qué regalo nos hizo el Maestro antes de subir al Padre…
Aunque se fue, nunca se ha ido. Se alejó y nunca ha estado tan cerca. Solo el Hijo de Dios podía hacer posible estas aparentes contradicciones. Solo Él pudo hacernos tan libres, capaces de trascender esas paradojas en una realidad nueva. Solo Él lo hacía, lo hace todo nuevo, por amor.
Cómo ardía nuestro corazón cuando nos explicaba las Escrituras, cómo sigue ardiendo… Y cuando el corazón arde es por algo. Esas llamas y su luz han de ser compartidas para que no se apaguen. Hay que buscar a Tomás y a cuantos como Tomás no pueden creer lo que no ven, porque les ciega la soberbia de los ojos y la mente, los que aún no han comprendido que la bienaventuranza de los pobres en el espíritu se refiere a aquellos que han renunciado a todo y han encontrado Todo.
Tomás vio y creyó. Dejemos ver la hoguera de nuestros corazones, mostremos esas llamas de amor vivas, seamos verdaderos testigos, pruebas vivientes para los que, como Tomás, necesitan pruebas, certezas, confirmaciones.
Jesucristo resucitado ha salido a nuestro encuentro para acompañarnos en el camino, ahora que atardece. Y nosotros, renacidos en Cristo, salimos al encuentro de aquellos que han perdido la esperanza y caminan en penumbra, para encender en sus corazones la luz de la Vida, el fuego del Amor.


                                 TODO

Los héroes se convierten en budas con un solo pensamiento, pero a los perezosos se les entrega las tres colecciones de los libros sagrados para que los estudien.
                                
                                                                                                                             Sutra Vimalakirti


Lo que vemos: el cuatro por cien de lo real.
  ¿Cuándo mereceremos verlo todo?
    ¿Cuándo podremos ver?
  ¿Cuándo?
                  ¿?
Ahora,
si mira el corazón.
Dichoso el que cree sin haber visto.
Bienaventurados los pobres en el espíritu.


8 de abril de 2012

Resucitar con Él


Antonio Allegri Da Correggio's Noli Me Tangere
Noli me tangere, Correggio


            Pero aún no se dieron mucha cuenta de que el mundo había muerto en la noche. Lo que aquellos contemplaban era el primer día de una nueva creación, un cielo nuevo y una tierra nueva. Y con aspecto de labrador, Dios caminó otra vez por el huerto, no bajo el frío de la noche, sino del amanecer.
                                                                                              Chesterton


            María Magdalena es la primera testigo de la Resurrección, por eso puede dar testimonio de ella. Nosotros también somos testigos de cómo el poder del Resucitado nos sigue rescatando de las fauces voraces del egoísmo, el hedonismo, la vanidad y la mentira. Es el mismo poder, la misma fuerza salvífica que nos anima, nos ayuda a levantarnos cada vez que caemos y dar a nuestras vidas un sentido cada vez más acorde con nuestra verdadera identidad.
Dichosos los que crean sin haber visto. Y creer es realizar en la propia vida la misma experiencia de la vida de Jesús. Creer es sentir su presencia en nuestras vidas, recordando que Él está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo y que, antes de subir al Cielo, dijo: no temáis, pues yo he vencido al mundo. Si Él ha vencido al mundo por nosotros, también lo hemos vencido con Él.
La Resurrección, ese misterio inexplicable, se vuelve accesible cuando, con el corazón abierto, expandimos la consciencia y aprendemos a mirar más lejos, más alto, más hondo. Entonces recuperamos los ojos que ven y los oídos que oyen, y descubrimos que el labrador no es tal, y, al oír nuestro nombre en Su voz recuperada, volvemos a nacer, resucitamos.
            Si creer en Él supone, como desveló a Marta, no morir para siempre, creer en su Resurrección es ya resucitar. Creer en Él, tratar de vivir como Él, hacer nuestra Su experiencia… María fue la primera testigo de la resurrección, la primera resucitada. El Suyo es el Cristo Resucitado, porque también supo hacer suyo al Jesús que recorría los caminos polvorientos y enseñaba, curaba, ayudaba, perdonaba, Aquel que no tenía donde reposar la cabeza. Pero, sobre todo, porque hizo suyo al Jesús crucificado, siendo fiel hasta el final, como casi nadie, como la Madre, como Juan, el apóstol amado, con quien tanto comparte la discípula amada.
            Resucitar con Él para seguir amando y ayudar a los demás a alumbrar la nueva vida, para vivir de verdad, porque hemos perdido demasiado tiempo sobreviviendo o dormitando. Dice Thomas Keating: “La segunda venida de Cristo puede ocurrir de dos maneras: con el final de los tiempos (sólo Dios sabe cuándo) o por nuestro acceso a la dimensión eterna dentro de nosotros.”
Cuando uno descubre, como María, que no puede vivir sin Él porque sin Él no es nada y con Él lo es todo, empieza a buscarle dentro, hasta que logra acceder dentro de sí a la dimensión en la que ya es uno con Él y con los hermanos. 
Resucitar con Él, hoy y cada día, hasta la definitiva Resurrección.

7 de abril de 2012

Las tinieblas que preceden a la Luz




                                                     Entierro de Jesús, Fra Angelico


            Cuando menos lo esperes, será la parte más oscura de la noche. No es nuestra súplica la que trae de regreso al Maestro; Él viene cuando ve que hemos completado nuestra preparación. El sufrimiento de esperar está en proporción al gozo de la resurrección.

                                                                                               Thomas Keating


Jesús es introducido en un sepulcro nuevo, como nuevo e intacto fue el vientre inmaculado, escogido para su primera concepción, pues el enterramiento de Cristo es el comienzo de una segunda, breve y maravillosa gestación.
La carne humana de Jesús, su cadáver, se transforma milagrosamente en el cuerpo glorioso que aparecerá ante María Magdalena, y después ante el resto de los discípulos más cercanos.
A nosotros también nos espera esa gestación callada y prodigiosa. Precisamente cuando todo parezca haber acabado, comenzará lo nuevo, porque nuestra carne ha heredado, por Él, el mismo destino de transmutación en cuerpo glorioso, inmortal e imperecedero.
            En todos nosotros, seamos más o menos conscientes de ello, palpita un deseo de resurrección. Y para todos los que siguen a Jesucristo y quieren imitarle, la vida es un cortejo con la muerte. Vamos asumiéndola, afrontándola, venciéndola para alcanzar el alba de la Resurrección. Por Él y con Él, vamos aprendiendo a unir la Cruz, inevitable en este mundo de sombras y noches largas, con el anuncio alegre de la Pascua.

6 de abril de 2012

Morir con Él


            ¿Nos atrevemos a morir con Él para poder resucitar y alumbrar nueva vida? ¿Nos dejamos fascinar, llenar y transformar por su enseñanza y su ejemplo, hasta el punto de seguirle hasta el final?
            No van a torturarnos ni a clavarnos a una cruz, solo se nos pide que le sigamos en el amor y que, como Él, perdonemos sin límite y amemos sin reservas. Pero para amar de verdad, con el corazón abierto y generoso de los hijos de Dios, para vivir el amor consciente e incondicionado que somos, hace falta que algo muera en nosotros, precisamente lo que no somos en esencia, lo que nos lastra y esclaviza, lo que nos mantiene aferrados a la representación de este mundo, que ha de pasar, que ya está pasando.
Creemos en Jesucristo, le amamos como podemos o sabemos, queremos ser sus discípulos… Pero a casi todos nos falta un “empujón final”, una asignatura pendiente e imprescindible que nos permita comprender el mensaje del Maestro en toda su profundidad, el amor a Dios y el amor al prójimo, que a veces nos queda tan grande, tan lejano, o solo tan incómodo para nuestro egoísmo.
Para poder asimilar la dimensión de la resurrección a la que estamos llamados, y empezar a experimentarla ya, ahora, con su poder transformador, necesitamos haber atravesado la muerte previa a la muerte física, la que hace posible el segundo nacimiento del que Jesús habló a Nicodemo, y a todos nosotros. Tenemos que mirarnos por dentro, sin excusas ni mentiras, implacablemente, y renunciar, aunque cueste, aunque duela, a todo aquello que sobra, que estorba, que nos falsea y deforma, que endurece y cierra el corazón.
Solo así, muriendo antes de morir, podemos llegar a ser verdaderos discípulos, dispuestos a beber Su cáliz, necesario para experimentar la aurora de un nuevo día.