29 de noviembre de 2014

Adviento. El Señor viene

 
Evangelio de Marcos 13, 33-37 

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje, y dejó su casa y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad, entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer: no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!




                                          Rorate Coeli, Canto gregoriano para el Adviento


Mira, estoy de pie a la puerta y llamo. Si alguien escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo.

                                                                               Apocalipsis 3, 20


Durmiendo yo, mi corazón velaba.
Y en esto, la voz de mi amado que llama…

                                                                                    Cantar de los cantares, 5, 2



Entre los primeros cristianos nació una expresión Maranatha, ¡Señor nuestro, ven! traducción al griego de una palabra  aramea. En indicativo, marán athá, el Señor viene. En esta expresión, que la liturgia repite continuamente estos días, se resume el sentido del Adviento.

Comprender y vivir el  Adviento consiste en descubrir que Él viene, que siempre está viniendo. Es darse cuenta de esta realidad, despertar del sueño que nos mantiene en una espera pasiva de que algo externo, a ser posible espectacular y evidente, nos salve.

Ya estamos salvados; llevamos la Salvación escrita en nuestro ADN desde el Misterio del Calvario. Él viene, está a la puerta y llama… La Salvación está ya en ti, en mí. No hay nada que hacer, ningún mérito que conseguir, solo despertar y darse cuenta de esta experiencia de salvación y liberación que ya Es. Emmanuel: Dios con nosotros

                                             MARANATHA                                             
            
            Si logro estar alerta, me descubro:
            soy atención serena y sostenida,
            soy la mirada fiel, soy el aliento
            de una respiración que me respira,
            devolviendo mi esencia al universo.
            Si logro estar alerta, Le descubro:
            es todo para mí,
            soy todo para Él.
            Soy real en el centro de mi ausencia,
            presencia Suya al fin
            y para siempre.
El dueño de la casa siempre está viniendo. Está a la puerta. Pero no le oímos, ni siquiera vemos que hay una puerta. Porque no es una puerta normal, no divide dentro y fuera, interior y exterior; no divide…  Es la puerta del darse cuenta, de estar atento, vigilante, despierto, la puerta de la consciencia que permite a cada uno/todos/Uno volver al Centro, desprenderse de lo falso para reconocerse en el Ser, único, indivisible, real, eterno.

La pereza, el exceso de comodidades el miedo y las falsas creencias nos roban la atención necesaria para mantenernos en el presente, que es  el amor consciente. Son los causantes del parloteo de la mente. Nos roba la capacidad de estar velando, manteniendo la consciencia, despiertos.

En espíritu y en verdad… Si traducimos literalmente del griego: en pneumati kai aletheia: en la respiración (en pneumati, de pneuma, el aliento, rouah en hebreo) y en la vigilancia (a-letheia, sin lethè, sin sueño, sin letargo). Hemos de vivir despiertos, vigilando, con una respiración consciente. Cobra así todo su sentido la exhortación a orar siempre de san Pablo.

Adviento, tiempo de oración continua, de vigilar y estar alerta como nunca, tiempo de velar. Porque cuando nos dormimos, volvemos a poner la mente y el corazón en los afanes del mundo, abandonando ese estado de vigilancia y verdad. Nos dejamos llevar de nuevo por la inercia, las creencias, lo conocido, los hábitos cansinos…

Porque la Fuente nunca nos abandona; somos nosotros los que podemos olvidarla. Si nos mantenemos atentos, despiertos, vigilantes, podemos ser conscientes de la Verdad en la que somos, esa que configura nuestra identidad, que nos llena de amor porque es más íntima a mí que yo misma. 

El Evangelio de hoy es una nueva llamada a despertar, vigilar, estar atentos, de pie, la cabeza levantada, el ánimo resuelto, porque el Libertador, el que era, el que es, el que viene (Apocalipsis 1, 8; 4, 8), está viniendo para todos.





Estoy a la puerta y llamo, Jesed



Algunos pensamientos de Imitación de Cristo de Thomas Kempis, que nos animan a velar:

            Así habías de conducirte en toda obra y pensamiento, como si hoy hubieses de morir.
            Si no estás dispuesto hoy, ¿cómo lo estarás mañana? Mañana es día incierto; y ¿qué sabes si amanecerás mañana?
            ¡Ojalá hubiéramos vivido siquiera un día bien en este mundo!
            Bienaventurado el que tiene siempre la hora de la muerte delante de sus ojos y se dispone cada día a morir.

22 de noviembre de 2014

El Rey y los súbditos


Evangelio de Mateo 25, 31-46 

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: “Cuando venga en su gloria el Hijo del Hombre y todos los ángeles con él se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: “Venid, vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme”. Entonces los justos le contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?” Y el rey les dirá: “Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis. Y entonces dirá a los de su izquierda: “Apartaos de mí, malditos; id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis”. Entonces también éstos contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel y no te asistimos?” Y él replicará: “Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de estos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo.” Y estos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna.” 



            Esto escribíamos el año pasado en www.diasdegracia.blogspot.com reflexionando sobre la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo. Lo releemos aquí, ahora, porque la reflexión de esta semana ha resultado una continuación de la serie "Banda Sonora del Retorno", que allí nos va saliendo.
              Era otro el pasaje del Evangelio que la liturgia proponía. Pero la esencia del mensaje es la misma: el Amor, la Unidad, la entrega, las apuestas valientes y decisivas por el Reino, lo Real, lo Verdadero, lo Eterno...


Evangelio de Lucas 23, 35-43

En aquel tiempo, las autoridades y hacían muecas a Jesús, diciendo: “A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido”. Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo: “Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo”. Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: “Este es el rey de los judíos”.Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo: "¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros". Pero el otro lo increpaba: “¿Ni siquiera temes tú a Dios estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, este no ha faltado en nada”. Y decía: “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”. Jesús le respondió: “Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso”.


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                                              La Crucifixión, Duccio di Buoninsegna


EL PRIMER SÚBDITO

Conocemos su nombre, Dimas, por los evangelios apócrifos. Es aquel al que la tradición llamaría el "Buen Ladrón", uno de los “malhechores” que mueren junto a Jesucristo. El primer santo, y el único canonizado directamente por el Maestro, no quiere salvarse por miedo, como tantos a lo largo de la historia, tantos aún hoy. En realidad, ni siquiera aspira a salvarse, su humildad se lo impide, se siente tan indigno… Sólo quiere un recuerdo del Jesús cuando llegue a Su Reino.

No solo es el primer santo, es también el primer contemplativo. Reconoce a Jesús como el Mesías, y se conforma con un recuerdo suyo, un eco de Su dicha. Qué lucidez la suya en esa frase inmortal que vale por la salvación y por el Reino. Logra lo más alto en apenas un instante.
            Me recuerda a un samurái valeroso y decidido que, antes de la batalla, se da por vencido, y así, no teniendo nada que ganar ni nada que perder, se siente libre del miedo, se sabe libre, y vence.


El primero en entrar en el Reino, después de Jesús, es un paria, un ladrón, un delincuente, o solo un pobre hombre, como todos, pero un hombre con el alma muy pura y una humildad sencilla y transparente.

Seguramente Dimas lamentara en su agonía no tener tiempo para seguir a Jesús, ser Su discípulo y dar la vida por Él, pero, al mirarle y escucharle, comprendería que en un instante vivido junto a la Verdad cabe toda una existencia. Qué conversión tan rápida y tan profunda, tan radical como para recibir el premio equivalente a una vida de entrega y devoción.

            Todos hemos de pasar por la cruz antes o después, y muchos, como Dimas, sabemos que lo merecemos. Pedimos un recuerdo, una mirada del Hijo de Dios, pues así Lo reconocemos. Y en ese reconocimiento, y en la tristeza y el arrepentimiento, Él nos otorga la plenitud de Su gracia y nos ensalza, borrando todo lo malo de nuestro pasado, haciendo que se convierta en un sueño, dejando solo la humildad lúcida, la pureza, la inocencia que Él ensalzará hasta completar una vida perfecta para nosotros, la que no supimos vivir y Él nos devuelve, restaurada y completa, plena, irreprochable.

El "Buen Ladrón" llegó a la plenitud de la santidad en un momento, con un gesto de humildad y sinceridad. Y la misericordia del Señor borró todas sus culpas.

            Gestas (el otro "malhechor", también según los apócrifos) y Dimas son símbolo de toda la humanidad. Son el hombre que se niega a ver y el hombre que quiere ver; el hombre de corazón cerrado y el hombre que ha logrado abrir el corazón, los dos arquetipos en cada uno de nosotros. Uno es el hombre perdido, el que renuncia a aceptar la Salvación, el otro, ya está en el Reino hoy, y para Dios siempre es hoy. Lo logra en el momento en que demuestra el nivel de comprensión al que ha llegado y reconoce al Rey de su corazón.


MORIR POR ÉL O MORIR CON ÉL

            Quién tuviera una vida por delante para morir por Él… Pero muchos pueden morir por Él. Intuyo que serán miles los que mueran por Él; y solo Gestas y yo tenemos el privilegio de morir con Él. Pero Gestas lo desprecia, su corazón de piedra no podría valorar tal don. Yo, Dimas, durante treinta años ciego, ahora veo Su luz, Lo reconozco y muero con Él.
Quién pudiera vivir un poco más, unos años más, unos días más. Nunca he tenido apego a la vida, la mía ha sido tan miserable que no merece ser llamada vida. Pero este hombre, que es mucho más que un hombre, me está enseñando con su muerte que hay una forma más digna de vivir.
Susana estuvo en aquel monte, escuchándole de cerca, y desde entonces no fue la misma. Ojalá hubiera escuchado yo también sus palabras. Y seguirle, aunque fuera de lejos, verle caminar, aprender sus enseñanzas.
Tanto dolor en un rostro…, pero tan sereno a pesar de la sangre y los ojos hinchados por los golpes. A mí no me han lastimado tanto antes de clavarme al madero. ¿Qué tienen contra Él? ¿Tan peligroso es lo que ha enseñado y ha hecho?
INRI, han puesto en su Cruz, “Jesús Nazareno, Rey de los Judíos”, ha dicho ese soldado que le mira con seriedad, puede que con respeto. Creo que esa inscripción mal tallada es lo más cierto que he leído jamás, pues solo un rey puede morir así, entre criminales, desnudo, humillado, sin perder su majestad, esa expresión tan digna y serena en su agonía.
Si me atreviera a hablarle, si pudiera dirigirme a Él, aunque solo sea para que sepa que no le desprecio como ese infame…, pobre Gestas…
            Vamos Dimas, es tu hora, para eso estás aquí, díselo, que tú crees en él aunque no seas digno de morir a su lado, venga, dile que te recuerde, a ti que no mereces entrar en su Reino, que al menos se acuerde de ti… Ánimo, Dimas, díselo ya…


                         Las siete palabras de Cristo en la Cruz. Segunda Palabra, J. Haydn

               
EL REY

Ahora miremos al Rey que ha logrado transformar con su presencia y su mirada a un delincuente, o solo un pobre desgraciado, en un santo. El Rey que tiene como trono una cruz. Rey del Universo, Rey de Reyes, Rey de los judíos ¿Cómo se le “honró” en aquellos tiempos como rey?
Aclamándole con palmas en su entrada a Jerusalén a lomos de una borriquilla. Homenaje tan poco sincero, o tan inconsciente, que los mismos que le vitorean, pedirán la condena a muerte días después.
Escarneciéndole y burlándose de Su majestad: corona de espinas lacerantes, manto rojo, báculo de caña… Ecce homo por siempre… Varón de dolores…
Con un letrero en su infame patíbulo INRI: Jesús Nazareno, Rey de los Judíos.
Allí, en el Calvario, el Rey volvió a experimentar las tentaciones. El Adversario hace un último intento vano de que claudique, a través de las burlas e ironías de las autoridades, de los soldados, del malhechor crucificado a su izquierda, y, con ese susurro sibilino que siempre se escucha, si estamos atentos, detrás de cada sufrimiento, cada desamparo, cada soledad. Y el Suyo es el sufrimiento más absoluto, porque en esa cruz está clavado todo el dolor, todo el desamparo, la soledad, el pecado y la muerte, asumidos por Aquel que viene a liberarnos de tanta tiniebla por amor.

El Hijo de Dios tiene su título de Rey en la cruz donde se desangra y agoniza. Y nosotros, pobres criaturas, incapaces, limitados, llenos de miserias, ¡qué importancia damos a títulos, vanidades, prestigios, apariencias, casi siempre irreales!

El Hijo de Dios, desnudo, clavado a la cruz bajo su título de Rey, y las paredes de nuestras madrigueras exhibiendo los títulos de nuestras naderías, y nuestros cuerpos disfrazándose de “títulos” aún más insustanciales para aparentar poder, distinción, elegancia, atractivo efímero para un mundo de sombras, agazapadas tras falsos destellos: Armani, Prada, Gucci, Versace, Calvin Klein…
El Hijo de Dios, nuestro Rey, no tiene nada ni quiere nada ni necesita nada para salvarnos con su sufrimiento cuajado de amor.



                                    King of Glory, King of Peace, Walford Davies
                    

OTROS SÚBDITOS

Hace un año conocí al padre Enrique González. Nada más verle, supe que estaba ante uno de los poquísimos auténticos seguidores de Jesucristo. Sus pies, amoratados por el frío (venía de la sierra, de ayudar, como siempre), en unas viejas sandalias; un jersey sencillo y unos vaqueros gastados, cubriendo un cuerpo más que delgado. Su mirada brillante, sus manos grandes, su rostro destilando paz y compasión, su abrazo sincero, tan cálido que aún lo recuerdo cuando se me enfría el alma.
Pude ver retazos de su obra: camastros sencillos, sábanas y mantas en cajas de plástico trasparente, con nombres rotulados en cada una, esperando a sus pobres usuarios, cajas de galletas…, y un hombre, solo uno a esa hora de la sobremesa para quien tiene mesa y comida sobre ella, acostándose en uno de los camastros azules para echar un sueñecito y descansar u olvidar por un rato su injusta condición. Y en ese hombre de mediana edad, que me dio las buenas tardes con voz ronca mientras se abrigaba con la manta, una de las sonrisas más bellas y sinceras que recuerdo.

El padre Enrique y su obra, Evangelio en acción, Palabra encarnada, discípulo fiel, digno súbdito del Rey del universo y de su corazón.
¿Cómo vivir en este mundo absurdo, de opulencia para pocos, de imagen y superficialidad, de figurines vacíos, cartón piedra que camina por las calles con pasos de pasarela, mecánicos y fríos? ¿Cómo vivir entre zombis, sin que te muerdan y te conviertan en uno de ellos?
Si recordamos que nuestro Rey mostró sus credenciales a toda la humanidad clavado a un madero, intentaremos vivir como el padre Enrique, en el mundo sin ser del mundo. Que nuestro afán no sea comer, beber, comprar, vender, sembrar, construir o casarnos o descasarnos (Lc 17, 26-37). Pero, si algo de esto hemos de hacer, que el corazón no se vaya tras los afanes del mundo. Como dice san Pablo, “queda como solución que los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran, como si no lloraran; los que están alegres, como si no se alegraran; los que compran, como si no poseyeran, los que negocian en el mundo, como si no disfrutaran de él. Porque la representación de este mundo se termina” (1 Co 7, 29-31).

 Como el padre Enrique los que puedan; para ellos serán las moradas más cercanas al Maestro en Su Reino. Los demás, los que no son perversos, ni malintencionados, ni siquiera tibios, pero, como el joven rico, no se atreven a soltar todo y apostar a lo grande, que vivan con la dignidad necesaria para seguir a distancia a un Maestro desnudo y azotado, para ser súbditos de un Rey crucificado, coronado de espinas, que por amor agoniza entre dos ladrones.
Como el padre Enrique, los valientes que aún estén a tiempo, o como Dimas los que hayan desperdiciado su vida, pero conserven una fe tan limpia, tan libre, tan sólida, que sean capaces también de soltar todo, darlo todo, reconocer sus miserias y suplicar una mirada, un recuerdo del Rey.
Entonces Él dirá: “En verdad te digo que hoy estarás conmigo en el Paraíso”. Y todo habrá tenido sentido, hasta los errores, felix culpa, que han preparado el alma para aceptar al Redentor.

15 de noviembre de 2014

"Al que tiene se le dará..." El secreto de la abundancia


Evangelio de Mateo 25, 14-30

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: “Un hombre que se iba al extranjero llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata; a otro, dos; a otro, uno; a cada cual según su capacidad. Luego se marchó. El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. Al cabo de un tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: “Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco”. Su señor le dijo: “Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor”. Se acercó luego el que había recibido dos talentos, y dijo: “Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos”. Su señor le dijo: “Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor”. Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo: “Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces; tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo”. El señor le respondió: “Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Con que sabías que siego donde siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco para que al volver yo pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadlo fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes”.”

 



O trabajo hoy o jamás trabajaré. O vivo hoy o seré sólo un muerto que sueña y que recuerda.
                                                                                              José Luis Martín Descalzo
  
 

Ninguna acción surgida de un corazón renunciante es pequeña, y ninguna acción surgida de un corazón avaro es fructífera. 
 
                                                                                                            Ibn ‘Atâ ‘illâh

  
 
Porque al que tiene se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene… Algunos ven esta declaración como una de las más crueles, absurdas, injustas de las que pronunció Jesús. Y llegan a decir que se la han atribuido, pero no puede ser suya, porque subraya la idea del perfeccionismo, la rigidez, la imagen de un Dios justiciero, vengativo  e implacable…

Y, sin embargo, es una forma de expresar la verdadera justicia y el amor de Dios, que nos recuerda una ley de orden superior. Es una parábola destinada a sacudir las conciencias y solo con una lectura literal o superficial puede parecer injusta.

Dios no es un contable, ni quiere que establezcamos con Él una relación de intercambio, mercantilista y fría. En esa expresión, al que tiene, encontramos la perla, la enseñanza. ¿Qué tiene?, ¿qué se le dará, realmente? La consciencia de ser, que es la verdadera abundancia.

Uno tiene todo lo que es consciente de ser. Si eres consciente de ser fiel, diligente, servicial, valiente, generoso, atento…, es que lo eres.

Al que tiene (aquello que es consciente de ser) se le dará. Recibes, tienes, eres de acuerdo con lo que eres consciente de ser. El que muere da fruto, pero para morir hay que estar vivo, ser consciente de la vida en uno mismo. Y para ser consciente, hay que despertar y mantenerse despierto en un mundo de dormidos, de muertos que se creen vivos, mientras se entierran unos a otros.

Ser conscientes, fieles, “útiles” para el Reino y su Justicia…, apostando fuerte, apreciando las “inversiones” de alto riesgo, yendo a por todas. Coraje, confianza y altura de miras es a lo que hoy nos llama, como tantas veces, el Evangelio, para que decidamos no ser tibios ni mediocres.

Imitemos a Jesús en su dignidad, coherencia y valentía; ¡en todo! No nos quedemos a ras de tierra por cobardía o exceso de precaución. Jesús vomita a los tibios en el Apocalipsis…; seamos fríos o calientes, pero seamos sobre todo conscientes y libres, dueños de nosotros mismos para poder apuntar alto, ser fieles y servir.
           Es la Vida la que está en juego…; prudentes…, sí, pero alimentando el anhelo de Absoluto y eternidad que nos mueve y nos impulsa, porque estamos en el mundo pero no somos del mundo…
            Saltemos sin red, apostando por la Vida, por el Reino y su justicia, tan alejada de las seguridades y la justicia mediocre del mundo. Vivamos de una vez el verdadero amor, la llama de amor viva, bien distinto del falso amor, consumido bajo las cenizas.
Alma, ¿qué has hecho de tu pobre huerto?, se lamenta Machado en uno de sus poemas (www.diasdegracia.blogspot.com )… Que no sean esas palabras las que digamos o pensemos cuando llegue la hora. Ocupémonos del huerto, con nuestros talentos de jardineros fieles, ahora que aún tenemos luz y pueden florecer las más hermosas flores. Ahora que aún tenemos luz y el suelo es fértil y las manos fuertes y el pulso firme para esparcir las semillas, remover la tierra y esperar a que llegue la Primavera de donde vinimos.
Mediocridad y tibieza es optar por lo fácil, lo cómodo o lo seguro. Valentía es atreverse a dar un salto para llegar más alto y más lejos. Atravesando las espesas capas de sueño e indolencia, de cansancio aparente, sin pretender conservar lo que se cree tener o lo se cree haber ganado, porque eso supone perderlo.
            Apostemos por el verdadero tesoro, con el valor de un samurái, guerrero y monje. Arriesguemos por amor, un inmenso amor a la verdad y a los que la buscan con nosotros, porque en realidad, como dice Pascal, si la buscamos es porque ya la hemos encontrado, unidos en el Único.
 

 
                                        El miedo y los talentos, Salomé Arricibita
 
 
El que no recoge conmigo, desparrama… Esta advertencia nos inspiraba la semana pasada y nos sigue inspirando hoy.
            El que tiene recoge con Él, es consciente de Él, en su mente, en su corazón, en su espíritu. El que tiene recibirá, porque está unido a la fuente inagotable de la abundancia.
            Y el que no tiene cree estar separado, el miedo le impide conectar con Aquel de donde todo nace y todo confluye, por eso no es capaz aún de recibir.
            Seamos de los que tienen, conscientes de ser en Él, hasta poder decir: Ya no vivo yo, es Cristo que vive en mí (Gál 2, 20).
 
 

  RECOGER CONTIGO
 
Recoger contigo es alinearse
hacia Ti, elevar todo mi ser
para que se caiga como piel muerta
todo lo que no es Tú,
todo lo que no puede
llegar a parecerse a Ti.
 
Recoger contigo es pensarte,
sentirte, dejar que vivas en mí,
que uses mis sentidos y talentos
y vivir yo en Ti, sin que nadie
ni nada distraiga mi atención.
 
Recoger contigo es escapar
de cuantas fantasías me separan
de la vida verdadera,
que no es otra que Tú, Verdad y Vida.
 
Recoger contigo es esperarte
cada día, cada instante,
como si estuvieras siempre a punto de venir,
que siempre estás viniendo si recojo contigo,
 
que siempre estás aquí,
mi cosecha abundante,
mi fruto bueno,
mi lote y mi heredad,
mi campo infinito donde nada se pierde,
porque recojo contigo,
   y no vuelvo a desparramar.


 
Con el Nombre de Dios se puede preparar una obra todavía más grandiosa. Del mismo modo que el banquero crea a partir de la nada la riqueza, así quien acumula e invierte su capital de fe y juega con cada oscilación, puede crear a partir de la nada (a partir de una vida hecha de días acumulados uno tras otro, sin nexo, destinada a la muerte) una realidad metafísica.
Por otra parte, todos los discursos de Cristo están tramados de recuerdos bancarios, de reclamos al comercio, a la técnica de las inversiones, a los mandatos de negocios y a sus terribles leyes, por las cuales el fiduciario que simplemente se guarda la moneda, al modo arcaico, es ferozmente condenado.
                                                                                              Elémire Zolla