31 de diciembre de 2015

Bendecir con el Nombre sobre todo nombre


Lucas 2, 16-21

En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, les contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les decían los pastores. Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho. Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.
 

Bartolomé Esteban Murillo (Pérez) - La Adoración de los pastores
 
                                              Adoración de los pastores. Murillo

 
                                                       Bendecid, que para esto hemos sido llamados,
                                                       para ser herederos de la bendición.

                                                                                                           1 Pe 3, 9
            
Dice Henry Nouwen que dar una bendición crea aquello que pronuncia. La bendición tiene que ver con la afirmación de la bondad original del otro. Tal vez por eso me gusta tanto y me mueve por dentro la Bendición de El Libro de los Números, que la liturgia propone para recibir el nuevo año:

El Señor te bendiga y te proteja,
ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor.
El Señor se fije en ti y te conceda la paz.

                                            Números 6, 24-26


Entremos en 2016 con alegría y confianza, saliendo definitivamente de los sueños con que nos soñamos unos a otros y que nos impiden reconocer nuestro origen y nuestra bondad esencial ( www.diasdegracia.blogspot.com ). Acojamos con gratitud y buen ánimo la bendición que el Señor nos ofrece sin cesar, conscientes de que Él, fiel a su promesa, está con nosotros siempre (Mt 28, 20), en cada acontecimiento, cada encuentro, cada ausencia, cada palabra, cada silencio, cada alegría y cada tristeza, porque nada ni nadie nos puede separar de Su amor (Rom 8, 38-39).
 
Teniéndole a Él de nuestra parte, nada logrará abatirnos ni robarnos la paz. Entonces, como decía la optimista y audaz Juliana de Norwich, hace más de seiscientos años, todo irá bien, y todo irá bien, y toda clase de cosas irán bien (all shall be well, and all shall be well, and all manner of things shall be well).



                                               Gloria, El Nombre sobre todo nombre
 
 
La mejor, más efectiva y poderosa bendición que podemos dar y darnos tiene que ver con lo que hoy leemos en el Evangelio: y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción (Lc 2, 21).

Si dudamos de que todo irá bien, podemos recordar las palabras de San Bernardo y pronunciar, compartir, pensar y sentir este Nombre nuevo y antiguo, Nombre eterno, que no separa ni divide como el resto de los nombres, sino que ilumina, transforma y da la Vida:

El nombre de Jesús no es sólo luz, también es alimento. ¿No te sientes reconfortado siempre que lo recuerdas? ¿Hay algo que sacie tanto el espíritu del que lo medita? ¿O que pueda reparar tanto las fuerzas perdidas, fortalecer las virtudes, fomentar el amor?
Que el Nombre de Jesús nos bendiga cada día de nuestra vida y que seamos capaces de conservar la gracia y los dones recibidos, meditándolos en el corazón, como hacía María, Madre de Dios, misterio que hoy celebramos para iniciar el nuevo año a la luz misericordiosa de su mirada. Que ella nos guíe por el camino de la Misericordia en el jubileo, este Año Santo lleno de potenciales de paz, perdón, amor y dicha para todos.
  

23 de diciembre de 2015

Tregua de Navidad


Evangelio de Juan 1, 1-1

En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio junto a Dios. Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en la tinieblas, y la tiniebla no lo recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz. El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo. En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció. Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron. Pero a todos los que lo recibieron, les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios. Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo: «Este era de quien yo dije: el que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo». Pues de su plenitud todos hemos recibido gracia tras gracia. Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado.


Nacimiento de Jesús
                                              Nacimiento de Jesús, Giotto


Una vez más, un cruce de miradas de los dos blogs, que quieren fundirse en la mirada de ese otro "blog" que quiero escribir en el Vacío con el lenguaje de los pájaros o el idioma primordial, donde la Palabra, el Verbo, Es desde siempre y nos crea una y otra vez.
Nos despedimos aquí hasta el Año Nuevo, que será un comenzar definitivo desde ese Origen Santo que es inicio y es a la vez meta. Alfa y Omega, resignificación de todo a la luz de la Luz que nos transmite la Vida verdadera y hace nuevas todas las cosas.



                                    Silent night, Andrea Bocelli y Frank Sinatra

Silent night, dice la canción de Navidad… ¿Estamos preparando esa noche silenciosa y serena donde nacerá el Niño Divino en cada uno de nuestros corazones? Dice Anselm Grüm que un buen criterio para valorar la veracidad de una persona es su capacidad y su disposición a exponerse a la quietud y al silencio. Porque muchos, casi todos a veces, encubrimos la verdad con palabras. Ocultamos el silencio, lo arrinconamos en vidas llenas de cháchara, vanidad y mentiras. ¿Cómo salir en ese estado al encuentro de la Verdad y la Vida?

Noche silenciosa, Noche santa que viene para los que puedan vivirla… Hace falta callar, vaciarse, pacificarse por dentro para estar disponibles, preparados para recibir y acoger el Misterio.  

¿Estamos listos para callar? ¿Estamos receptivos para escuchar? ¿A los demás, al propio corazón, al Misterio? ¿O la Navidad pasará de largo, al ver las guerras interiores y exteriores, que son siempre eco, reflejo, consecuencia de las primeras?


                         Algunos de los soldados que vivieron la "Tregua de Navidad"
          
           El día 24 de Diciembre de 1914 transcurrió con una inédita calma en el frente occidental, la artillería no sonaba y no se produjo ninguna ofensiva importante. Por la noche las trincheras alemanas se iluminaron con todos los adornos navideños llegados al frente por orden del Kaiser, que quería elevar la moral de su ejército. Tras las luces llegaron los villancicos, y el inevitable, "Noche de paz". Los soldados británicos y franceses, sorprendidos, pronto se unieron a los cantos y las dos trincheras fueron turnándose, intercambiando villancicos y felicitaciones.
           A la mañana siguiente, 25 de Diciembre, Navidad, el espíritu de paz y armonía prosiguió. Los soldados alemanes salieron de sus trincheras ondeando banderas blancas. Los británicos salieron a su encuentro.
              Estamos unidos, aunque no seamos conscientes de ello y, como siempre sucede, lo que uno piensa, siente y hace tiene repercusiones en los demás y en esa Unidad que somos. Por eso, el espíritu navideño se extendió por buena parte del frente occidental. En algunos sectores, la tregua siguió hasta Año Nuevo e incluso hasta febrero.

La tregua de navidad de 1915 durante la 1ª Guerra Mundial
                                              Daily Mirror, 5 de enero de 2015

Hace un año encontraron la carta que Willie Loasby, el soldado británico, escribió a su madre en 1914, contándole cómo, venciendo el miedo, propuso a los soldados alemanes atrincherados a escasos metros de los británicos, una tregua de un día para celebrar juntos la Navidad. Su iniciativa detuvo la guerra. Sí, la paró un hombre solo, al menos la batalla en la que él combatía, que es lo que importa, y lo que podemos hacer cada uno de nosotros.

                              La carta que Willie Loasby escribió a lápiz a su madre

Todos podemos detener la guerra que sucede dentro y fuera de nosotros. Basta pensarlo, quererlo y actuar en consecuencia. Pactemos una tregua allí donde nacen las hostilidades que asolan el planeta: en tu corazón y mi corazón. Porque la Paz viene a nuestro encuentro en la figura de un Niño. Que no nos avergoncemos al sentir su mirada sobre nuestra locura. Aún estamos a tiempo de recuperar la calma. Preparemos el Silencio de la Noche Santa.


                           Feliz Navidad (2005). Escenas de la película de Christian Carion


              Que Jesús nazca en nuestros corazones y se quede para siempre. Él hará todo nuevo y habitaremos la nueva tierra de paz, amor, justicia y libertad que el Padre soñó antes de todos los tiempos.
              Digamos con Zacarías: Nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz (Lucas 1, 78-79).


                                             Adeste fideles, Juan Diego Flórez

19 de diciembre de 2015

Bendito el fruto de tu vientre

 
Evangelio de Lucas 1, 39-45
 
María se puso en camino y fue aprisa a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, la criatura saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: "¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá."
 

La Visitación, Van der Weyden 


COMUNIÓN DE LAS AGUAS
 
María e Isabel, dos senos llenos de Vida. 
Uno, virginal, de mujer muy joven, casi niña,
fecundado por el Espíritu.
El otro, de mujer cansada,
desierto de carne seca,
que el Espíritu empapa y hace fértil,
para que la semilla de hombre fructifique.
 
Manos que se cruzan en los vientres,
miradas que manan amor reverente,
éxtasis de asombro.
Cuerpos que se encuentran e intercambian
los latidos nuevos.
Signo de infinito, dar y recibir.
Fiat, hágase.
 
La obra entregada que,
aceptada y transformada,
se convierte en Obra.
Propósito y existencia,
materia iluminada por el Verbo increado,
que se hace carne para elevar y transmutar la carne.
 
Placenta primordial y placenta humana
agitándose de asombro.
Crisol atemporal, espiral eterna, 
lazo infinito que perpetúa la Salvación.
Mengüemos a lo que no somos,
para crecer a lo que Somos
por Él, con Él y en Él.
 
Jesús salva.
Preparemos Su Camino,
fundiéndonos con Él
en  abrazo sagrado,
entrelazando luz, con Luz,
agua de la experiencia con el agua de la Vida,
Comunión de las aguas para Ser.


 
 
Ave María, Schubert, María Callas
 

12 de diciembre de 2015

La Buena Noticia


Evangelio de Lucas 3, 10-18

En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan: “¿Entonces, qué hacemos?” Él contestó: “El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo”. Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron: “Maestro, ¿qué hacemos nosotros?” Él les contestó: “No exijáis más de lo establecido”. Unos militares le preguntaron: “¿Qué hacemos nosotros?” Él les contestó: “No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie, sino contentaos con la paga”. El pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: “Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego; tiene en la mano el bieldo para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga”. Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba la Buena Noticia.
 

Vídeo que muestra el encuentro con Jesús de Juan el Bautista, último profeta de la Antigua Alianza. Mi gratitud a Mosén José Aguilella, párroco de Sant Jaume, en Oropesa del Mar, siempre generoso, testigo fiel del Maestro.


El mundo puede cambiar si vosotros cambiáis. Si os convertís en el hombre nuevo, haréis posible al mundo nuevo; y en el Evangelio tenéis todas las luces y las fuerzas necesarias para crear, el uno por medio del otro, al hombre nuevo y al mundo nuevo.
Padre Gatry

 
En el Evangelio del domingo pasado, Lucas insistía en demostrar con nombres y geografía que Jesús nació aquí, en la tierra, en nuestro mundo de límites, para transformarlo y transformarnos, para conducirnos a la Unidad de lo Ilimitado. Se hace uno de nosotros, se mezcla con nosotros, el Infinito viene a lo finito por Amor.

El Incondicionado, el Verbo increado, decide nacer en este mundo de criaturas condicionadas. Nace entre nosotros y vive entre nosotros, con la gran diferencia: Él no se cree este escenario, tan hermoso y a la vez tan terrible, no se deja arrastrar por las múltiples posibilidades, sabe que es una representación con fecha de caducidad. Nos lleva al desierto una y otra vez, para que soltemos disfraces, proyecciones, fantasías y reencontremos la Esencia desnuda de lo que somos, imagen y semejanza Suya.

Volvamos al desierto a escuchar la voz que anuncia la llegada de Jesús. Volvamos al silencio, a la esencia que no está en lo que el mundo valora, sino en lo humilde, lo sencillo. Como la Madre, María Inmaculada, que celebrábamos el martes, día 8, y no es por casualidad la fecha, nada es por casualidad, el Infinito vertical encarnado en una mujer, la única criatura verdaderamente libre, inocente, capaz de acoger el Misterio en su seno.

Juan Bautista anuncia la lógica del amor. Es el final de la lógica divergente, de la división y la comparación, de la lucha y la defensa. Juan es el puente entre ambas visiones, una para el mundo, la otra, para el Reino. Él ya sabe que el que viene a juzgar el universo viene, a la vez, a perdonarlo, integración de opuestos, que transforma y crea una nueva Realidad, haciendo nuevas todas las cosas. Es la maravillosa paradoja del amor, que da la vuelta a los criterios humanos. Acaban las posibilidades, esos futuribles que nos apartan del único Futuro posible ya, que es volver a Casa. Acaba el seréis como dioses y todas sus diabólicas versiones (dia-bólicas, separadoras), con las di-versas posibilidades que nos convierten en "expertos" en fantasear, en lugar de vivir. Llega el tiempo de la conversión, la vuelta a la única Versión, con todo el equipaje de miseria, error y confusión que El que vino, viene, vendrá transforma en combustible para ese viaje de retorno.

Como nos proponían las lecturas del segundo domingo de Adviento: allanemos lo escabroso, enderecemos lo torcido, torsionemos la dis-tor-sión para volver a Sión alegres y confiados, libres de los vestidos de luto y aflicción. Alegrándonos y gozando, libres, sin temor, como dice la primera lectura de hoy (Sofonías 3, 14-18a).

¿Cómo allanar, cómo enderezar, como transformar todo transformándonos? Convirtiéndonos (con–versión), para renacer, hombres y mujeres nuevos, resucitados, porque hemos muerto con Cristo y  hemos resucitado con Él.

Estemos alegres, que nada nos preocupe, nos recuerda la 2ª lectura (Filipenses 4, 4-7). Dice al respecto san Gregorio Magno, con palabras de plena actualidad: “¿Qué es esta vida mortal sino un camino? ¡Qué locura, hermanos míos, agotarse en el camino, no queriendo alcanzar el fin!... Así, hermanos míos, no améis las cosas de este mundo, que, como vemos según los acontecimientos que se producen alrededor nuestro, no podrá subsistir por mucho tiempo”.

Y Chesterton, también actual, siempre lúcido, con una afirmación  que hizo justo antes de morir y que deberíamos repetir hoy (siempre es hoy): "El asunto está claro ahora. Está entre la luz y las sombras, cada uno debe elegir de qué lado está." Y la Luz que viene es Jesucristo, que ilumina el camino regreso a la Esencia Original, al sueño de dicha y plenitud que Dios soñó para cada uno de nosotros. Él es la Luz del mundo y las sombras son el mundo, este laberinto a veces tan hermoso de posibilidades, algunas tan apetecibles y buenas. Pero ¿quién quiere lo bueno cuando tiene lo Bueno? Las sombras, las posibilidades, tan legítimas y plausibles a veces..., cantos de sirena que nos entretienen girando en círculo, como burros atados a la noria, para que no veamos la espiral que eleva, la única posibilidad, el regreso a Casa.

Alegría y confianza nos transmiten la primera y segunda lectura. Se acabó el recrearse en los remordimientos que nos anclan al pasado y solo crean más pasado. Es hora de crear futuros, o, mejor dicho, el mejor futuro, el único en realidad, que ya existe, ya Es, lo creó para todos Jesucristo, y Juan lo vio y lo anunció. Nosotros solo tenemos que aceptarlo y vivirlo.

Adviento, tiempo de espera llena de esperanza porque la promesa ya está cumplida. Espera en tensión, pero tensión buena, de estar alerta, despiertos, conscientes. TEN-SIÓN, que es un  querer que venga, sabiendo que ya viene, que ya está y regresamos con Él, apartando lo que nos dificulta la marcha.

Todos las instrucciones que da Juan para responder a la pregunta ¿qué tenemos que hacer?, están muy bien, pero ya no se trata de mal o bien… se trata de por qué lo hacemos y, sobre todo, desde dónde lo hacemos.

Compartir ropa y comida es muy bueno. Ser honesto es buenísimo. Dar limosna es bueno, pero puede ser Bueno. Depende de cómo y desde dónde lo hagas, podría llegar incluso a ser malo. ¿Quién da? ¿A quién ves cuando das? ¿Ves al mendigo al que tratas inconscientemente de mantener en su triste y mísera condición? ¿O ves su esencia original, y la honras compartiendo?  ¿Ves tu esencia  original en él pues es la misma? ¿Os veis unidos en el amor?

Las verdaderas buenas obras nacen de la asunción necesaria de uno mismo desde el Sí mismo donde ya somos. Superar las propias miserias de criaturas condicionadas, superar incluso el alma ya aquí, pues somos más, infinitamente más que el alma. Superar límites, condiciones, instrucciones para sobrevivir en el mundo, desvalidando, neutralizando, soltando, viendo, acogiendo al que ya viene, al que ya llega, al que nunca deja de venir, la Luz del mundo. Preparémonos para recibirle, apartémonos de las tinieblas que nos impiden verlo, reconocerlo y reconocernos en su mirada de amor. Jubileo de la Misericordia, tiempo de seguir e imitar a la Divina Misericordia que tanto amó al mundo como para hacerse uno de nosotros, en el mundo para vencerlo y trascenderlo, llevándonos a todos con Él de regreso a nuestro verdadero Hogar.
 


                                     La Virgen sueña caminos, Carmelo Erdozain

5 de diciembre de 2015

Mujer, casa de Dios.


Evangelio de Lucas 1, 26-38

A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú entre las mujeres”. Ella se turbó ante estas palabras, y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo: "No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin". Y María dijo al ángel: “¿Cómo será eso, pues no conozco varón?” El ángel le contestó: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible". María contestó: “Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”.

 
                                                            La Inmaculada, Velázquez


La dicha de María ha sido mayor porque Dios nació espiritualmente en su alma que porque nació de ella según la carne.

       San Agustín


Mientras preparamos nuestro hogar interior para poder recibir y acoger a Aquel que viene, que siempre está viniendo, celebramos la fiesta de la Inmaculada Concepción.

María, la nueva Eva, como la vieron los Padres de la Iglesia, es inmaculada desde que fue concebida por Joaquín y Ana; no necesitó purificación ni transformación. Nació sin mancha para poder ser el receptáculo humano del Verbo, el seno virginal donde se gestó el Hijo de Dios.

Porque María era completa y absolutamente virgen. No solo no conocía varón, como dijo al ángel con transparencia, algo que está al alcance de cualquier criatura, sino que, además, y sobre todo, era esencialmente virgen, originalmente virgen, eternamente virgen.

Dios se había reservado una criatura incontaminada para que fuera la madre de Su Hijo. En palabras del Maestro Eckhart: “Virgen indica alguien que está vacío de toda imagen extraña, tan vacío como cuando todavía no era. Libre y vacío, por amor de la voluntad divina, para cumplirla sin interrupción.”

Llena de gracia, es el título que la otorga el arcángel Gabriel (Lucas 1, 28), lo que quiere decir que en ella todo había sido renovado desde el inicio de los tiempos. Su alma, diáfana para dejarse traspasar por la Luz, su espíritu, eternamente puro, hasta los átomos de su cuerpo, todo había sido preservado de cualquier mancha de egoísmo.

Ninguna otra criatura nació en ese estado de pureza primordial. Sin embargo, también nosotros estamos llamados a dar a luz a Cristo. Podemos y debemos lograr que Él nazca espiritualmente en nuestras almas. ¡Qué plenitud de sentido puede darnos tan maravillosa misión!

¿Cómo ha de ser una madre espiritual de Dios? ¿En qué debemos transformarnos para poder ser casa de Dios y dar a luz al Cristo interior? En vírgenes de alma o de espíritu, disponibles sin reserva, mental y emocionalmente liberados de las seducciones de lo material, de la figura, imagen o representación de este mundo que ha de pasar, que ya está pasando para quien puede percibirlo.

Y nacerán los cielos nuevos y la tierra nueva, porque esa virginidad del alma va unida a una fecundidad prodigiosa como la de María, mujer, virgen y madre. Una fecundidad que, si se alcanza, se desborda para ser compartida, se expande gozosa sin límite ni obstáculo.

María, la Inmaculada, es nuestro modelo por excelencia, la primera criatura en la que se produjo el misterio del “nacimiento interior del Cristo”. Si seguimos la estela de su Luz llegaremos a la meta. El camino pasa necesariamente por imitar sus virtudes y hacernos humildes, disponibles, vacíos de ego, libres del mundo y sus afanes, llenos de amor para poder entregarnos y servir. En www.diasdegracia.blogspot.com más claves para aprender esta disponibilidad que da libertad e inocencia.

Nada hay en la fiesta que celebramos hoy, o en el culto de hiperdulía que damos a la Virgen, de sensiblero o almibarado, como a veces parecen sugerir quienes aún no pueden abrirse al Misterio inefable que es Jesucristo, y que también es Su Madre, el rayo de lo Absoluto más cercano a la tierra y al ser humano.

A pesar de la confusión que pueda crear cierta iconografía, María está muy alejada del remilgo o la cursilería. Siempre atenta, audaz y coherente, ya lo dijo todo en los Evangelios. Basta con evocar sus contadas y fundamentales apariciones en los textos sagrados, o con recitar de vez en cuando esa oración alegre, entusiasta y revolucionaria que es el Magníficat (Lucas, 1, 46-55).

Si unimos ese maravilloso himno de alabanza, amor y subversión de lo injusto, a la valiente aceptación inicial: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra” (Lucas 1, 38), al imperativo “Haced lo que Él os diga” en Caná (Juan 2, 5), y a su presencia silenciosa ante la Cruz (Juan 19, 25) y en Pentecostés (Hechos 1, 14; 2, 1), tenemos el legado de nuestra Madre, la más sencilla y completa guía de Vida.


Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador;
porque ha mirado la humildad de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí;
su nombre es santo
y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos,
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Lucas 1, 46-55



Guardabas en tu corazón, Hermana Glenda