Evangelio de Mateo 22, 15-21
En
aquel tiempo, los fariseos se retiraron y llegaron a un acuerdo para
comprometer a Jesús con una pregunta. Le enviaron unos discípulos, con unos
partidarios de Herodes, y le dijeron: “Maestro, sabemos que eres sincero y que
enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie,
porque no te fijas en las apariencias. Dinos, pues, qué opinas: ¿es lícito
pagar impuesto al César o no?” Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús: “¡Hipócritas!,
¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto.” Le presentaron un
denario. Él les preguntó: “¿De quién es esta cara y esta inscripción?” Le
respondieron: “Del César.” Entonces les replicó: “Pues pagadle al César lo que
es del César y a Dios lo que es de Dios.”
Lo que solemos llamar nuestra vida es una cosa tan
circunstancial, tan determinada, tan improbable, que sólo es como un vestido
que se pusiera el alma a cada instante.
Juan
Ramón Jiménez
¿Dónde
estás cuando no estás contigo?
Y
después de haber discurrido por todas las cosas, ¿qué has ganado si de ti te
olvidaste?
Thomas
de Kempis
Los fariseos vuelven a desplegar sus
malas artes, sibilinas e hipócritas, para intentar acorralar a Jesús, pero el
Maestro aprovecha la ocasión para desenmascararlos una vez más, y para invitarnos
a avanzar en una espiritualidad integradora, no dualista, encarnada, como la
que veíamos en San Francisco de Asís hace dos domingos.
Nos anima a ser valientes, decididos,
radicales como Él en ese anhelo de Absoluto, de lo profundo y vertical que
somos en esencia, trascendiendo los límites de nuestra condición. En esa
verticalidad no hay pares de opuestos, no se trata por tanto de escoger algo y
soltar algo, sino de soltar todo para escoger Todo, renunciar a la falsa imagen
que no somos, la del César, y asumir lo que Somos: la imagen de Dios.
Porque lo real, lo que Es, lo de Dios…,
no está en el “qué”, sino en el “cómo”. Lo que hacemos, como expresión externa
de la vida, es insignificante frente a lo que Somos, que se manifiesta en cómo
hacemos, decimos, pensamos, sentimos… Atendiendo al “cómo”, todo puede ser del
César o de Dios. Limpiar, comer, orar en el templo, reír, ayunar, bailar, dar
limosna, jugar…; nada es sagrado, nada es mundano por sí mismo, sino por la
actitud con que lo hagamos.
¿Cuál es la mejor actitud, el mejor
“cómo”, nuestro “CÓMO”? Con Jesucristo, en
Él y Él en cada uno. Con Cristo, como Cristo, Uno con el Padre, salimos de la
mentira de lo que creemos que somos, para entrar en la Verdad, lo que Somos
realmente. Es el Camino de retorno a Casa.
Todos acumulamos y nos aferramos a
falsas monedas, visibles e invisibles, por miedo e inseguridad, pero el miedo
es una fantasía nacida de la ignorancia, que nos impide recordar que somos
amor. Miedo y deseo, dos notas falsas que entonan la melodía desafinada de
nuestra vida, hasta que descubrimos nuestra verdadera nota, limpia, clara, y la
ponemos al servicio de la sinfonía de la Vida. Es hora de invertir valores y
poner nuestra confianza y seguridad en Dios, el único apoyo firme, el único
verdadero. Realicemos el Reino en la tierra, para vivir ya como hijos de Dios,
los seres infinitos y eternos que somos.
Hoy
Jesús vuelve a recordarnos que no somos del mundo, aunque
estemos en el mundo; no somos del César, sino de Dios. Nuestro "lugar" no está
aquí abajo, en estos planos inferiores, limitados, horizontales, sino arriba,
en lo alto y profundo, en lo interior. Vivamos en vertical, demos a Dios lo que
es de Dios: nosotros mismos, que somos imagen Suya, nuestra esencia original.
Solo así alcanzaremos la semejanza perdida.
Cuando no somos, buscamos nuestra
identidad fuera, en cosas, personas, proyectos, circunstancias..., en el César
y sus secuaces… No solo los bienes materiales nos hipnotizan y nos esclavizan.
Hay en el ser humano dos inercias que atan: la de buscar experiencias y la de buscar
seguridad. Todo se disfraza y se distorsiona por esas tendencias compulsivas a
acumular experiencias (siempre inútiles) y seguridades (siempre ilusorias). Nos
escudamos en proyectos nobles, ambiciones loables o altruistas, pero en el
fondo es todo producto del miedo y el
deseo. (Ver www.diasdegracia.blogspot.com)
Acaparar o soltar... Hay quien cree
que el egoísmo y la codicia está en acaparar "monedas" materiales, dinero,
posesiones... Pero hay una codicia más sutil que lleva a acaparar todo. Jesús
se refiere a lo material, pero también y sobre todo a esa "red" de miedos,
deseos, proyecciones, auto justificaciones y expectativas que vamos tejiendo todos alrededor como
arañas ciegas. Hay quien acumula monedas de oro con la esfinge del César y
quien va acuñando monedas invisibles que enmarañan su alma e impiden que entre
la luz. Y al final, muchas veces nos comportamos como niños inconscientes y
caprichosos, perdidos en un bosque en mitad de la noche, mientras los lobos
aúllan, las sombras crecen y el corazón se encoge,
vacío, cerrado todavía.
“Dar al César lo que es del César y a
Dios lo que es de Dios”. No hay mejor manera de expresar esta realidad
dramática que condiciona nuestras vidas. Es otra expresión del cielo y el infierno
que todos llevamos dentro. Quedarnos en lo material, en lo falso, en lo que no
somos, en el César y su mundo, que nos encanta como las sirenas a Ulises, es
atender únicamente al infierno. Descubrir los trucos del César, su impostura
esencial, e intuir la Verdad es optar por el Cielo y hacer realidad el Reino
aquí, ahora, en nosotros, el único lugar donde es posible.
Demos al César lo suyo: lo falso, lo
efímero, el miedo, lo separado, lo que se quemará, lo que no es, la nada de plata que no nos pertenece; y
demos a Dios lo verdadero, lo consciente, lo perdurable, lo que Somos: Suyos.
Que seas mi universo, Jesús Adrián Romero
La
fuerza de César está en el sueño de los hombres, en la enfermedad de los
pueblos. Pero ha llegado el que despierta a los durmientes, el que abre los
ojos a los ciegos, el que restituye la fuerza a los débiles. Cuando todo se
haya cumplido y se haya fundado el Reino –un Reino que no ha menester de
soldados, jueces, esclavos ni moneda, sino únicamente de almas nuevas y
amantes– el imperio de César se desvanecerá como un montón de cenizas bajo el
hálito victorioso del viento.
Mientras
dure su apariencia podremos darle lo que es suyo. El dinero, para los hombres
nuevos no es nada. Demos a César, prometido a la nada, esa nada de plata que no
nos pertenece.
Giovanni
Papini
Ha habido demasiados lutos por resistirnos a los
Romanos. Al César yo le daría lo que nos pide. A nosotros nos queda la
inmensidad de nuestro Único y Solo, que ellos no pueden conocer. Elevan a los
altares a un emperador, un trozo de sangre y carne que no tardará en ser pasto
de los gusanos. Démosle a ese César lo suyo y quedémonos con lo que no puede
quitarnos.
Erri de Luca
En
el nombre de la madre
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