Evangelio de Marcos 16, 15-20
En
aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: Id al mundo entero y
proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice, se
salvará; el que se resista a creer, será condenado. A los que crean, les
acompañarán estos signos: echarán los demonios en mi nombre, hablarán lenguas
nuevas, tomarán serpientes en sus manos, y si beben un veneno mortal, no les
hará daño. Impondrán las manos a los enfermos y quedarán sanos. El Señor Jesús,
después de hablarles, ascendió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos
fueron y proclamaron el evangelio por todas partes, y el Señor actuaba con
ellos y confirmaba la Palabra
con los signos que los acompañaban.
¿Dónde está sentado Cristo? No está
sentado en ninguna parte. Quien lo busca en algún lugar, no lo encuentra. Su
parte menor se halla por doquier, su parte superior no está en ningún lugar.
La señal de que alguien ha resucitado
por completo con Cristo consiste en que busca a Dios por encima del tiempo.
Busca a Dios por encima del tiempo quien busca sin tiempo.
Meister Eckhart
No
hay mejor manera de avanzar en el camino del cristiano que remitirnos a Jesús y
Su Palabra. El Mensaje desnudo es el crisol que nos transforma y nos prepara
para seguirlo. Porque el Evangelio, la buena nueva de Cristo resucitado, es el Camino (1
Cor 15, 1-11). Id al mundo
entero y proclamad el Evangelio a toda la creación, nos encomienda hoy.
Porque es a nosotros a quienes está hablando a través de ese
prodigio de Arte Objetivo que es el Evangelio. Sí, a ti y a mí nos dice: id y proclamad la Buena Nueva… Es la misión a la que estamos llamados,
ser nuevos apóstoles, testigos de Cristo.
Antes
de la muerte y resurrección del Maestro, los discípulos anunciaban la
proximidad del Reino. Después, son testigos de Jesucristo, proclaman el
Evangelio con hechos ya consumados, dan testimonio.
En
la escena que hoy contemplamos, reciben poderes mucho más elevados de los que
recibieron los 72 que fueron enviados con una detallada lista de recomendaciones
y preceptos (Lc 10, 1-9). Ahora reciben poderes y consignas de orden espiritual;
es Su muerte y Su resurrección lo que marca la“frontera” divisoria entre una
misión y otra.
Pero
antes y después son / somos enviados sin apenas recursos materiales, a corazón
descubierto, libres de apegos, con la libertad que Él nos otorga y la plena
confianza en que no estamos solos ni desamparados, pues tenemos la paz y el
amor del Señor. Por eso sabemos lo importante que es la actitud interior; las
obras surgen a partir de esa actitud de entrega y confianza.
Jesús
puede transmitir facultades a sus elegidos, porque Él es dueño y Señor de estas
potencias y virtudes. Pero esos poderes no son lo esencial ni son duraderos,
pues se ejercen en el mundo que pasará. Solo Sus Palabras no pasarán (Mt 24,
35); por eso nada del mundo es comparable a cumplir Su Palabra y ser Sus
testigos. Todo lo demás es anecdótico, incluso vencer a los demonios.
Las
verdaderas señales de estar progresando en el Camino son la pureza de la
intención y la sinceridad en la entrega. No pretendemos ser hechiceros, nada
más lejos de la esencia del cristiano; el mismo Jesucristo quitaba importancia
a los milagros y solo los realizaba para cubrir necesidades. Que Lázaro
resucitara es infinitamente menos importante que el hecho de que el verdadero
nombre de Lázaro esté inscrito en el Cielo.
Es
bueno que sepamos cuáles son los riesgos de quedarnos en lo superficial o
anecdótico, que puede estancar y confundir, cuando no hacer caer en la letal
soberbia de espíritu. El gran peligro de cada logro espiritual es que el ego
siempre tiende a apropiárselo y a jactarse de ello. Por eso conviene repetirse
lo de: “somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer” (Lc 17,
10).
La
contundencia del mensaje de Cristo y la constante llamada a la humildad, de la
que Él es el mejor ejemplo, son nuestra salvaguarda. Porque, si el ego nos
sabotea continuamente, cuando este ego se ha “espiritualizado”, el peligro es
mayor aún. Y hay que ponerle en su sitio, para que no olvide que todo nos viene
del único Todopoderoso.
Hemos
de dar testimonio de palabra y con nuestra forma de vida, pero sin esperar
resultado, como ese siervo que hace lo que tiene que hacer y eso le basta.
Es
anecdótico que se nos sometan los espíritus, pisotear serpientes y escorpiones
o ser inmunes al veneno, si lo comparamos con el regalo inmenso de que nuestros
nombres están inscritos en el cielo.
Hemos
de gloriarnos en nuestra debilidad, como dice San Pablo (2 Cor 12, 9-10). Por
muy admirables que puedan parecer nuestras obras somos simple canal del poder
de Dios y sin Él no somos nada. Nuestro único mérito es la adhesión a la cruz
de nuestro Señor (Gál 6, 14) y la entrega incondicionada que nos permite ser
cauce de la voluntad divina. Si se nos someten los espíritus, es por el poder
del nombre de Jesús, ante el que toda rodilla se dobla en el cielo, en la
tierra y en el abismo (Fil 2, 10).
Estamos
llamados a fundirnos con Él, para que nos ampare y nos transforme, nos libere y
proteja, nos fortalezca y defina, al oír cómo nos llama por nuestro nombre. No
el que nos pusieron nuestros padres, sino el nombre verdadero, el que nos dio
el Padre y hemos olvidado, el que nombra el ser nuevo que somos, a imagen y,
por fin, también semejanza (1 Jn 3,2). Porque Él, que inscribió nuestros
nombres en el cielo, nos ha de llevar a la dimensión más elevada de nosotros
mismos. Esa es la razón de nuestra alegría: podemos entrar
en comunión con Jesucristo a cada instante, y gozar de Su presencia en ese
eterno presente donde ya somos uno con Él.
Como
dice san Pablo en la segunda lectura de hoy (Ef 1, 17-23), nuestro verdadero
cometido es reconocer a Jesucristo como la fuente de todo poder y toda
plenitud, para seguirle sin condiciones.
Esa es la fuente de la paz y de la alegría: saber que somos de los Suyos.
Porque la verdadera alegría del cristiano es el encuentro con Aquel que hace de
nosotros hombres nuevos.
Porque Cristo ascendió para que ascendamos con Él y
podemos empezar a ascender ya aquí, ahora, en este buscarle y seguirle sin
tiempo que dice Meister Eckhart en la cita de inicio, soltando lastre,
aligerándonos, dejando de dis-traernos, dis-persarnos, para mirarle solo a Él,
centrarnos solo en Él, referenciarnos en Él.
Jesucristo, asecendido y glorificado es el verdadero
“Original” de los seres virtuales que somos cuando vivimos en la Matrix
de inconsciencia. Él nos devolverá (nos devuelve ya) nuestra vida, para que la
revivamos a la luz eterna del más allá–más acá, pero con una claridad distinta,
con una densidad diferente, la materia al fin iluminada.
Ascendemos a nuestro Yo real y eterno porque en
Cristo no hay disolución, sino consunción, no hay divergencia, sino
convergencia. ¿Quién asciende?, ¿cómo asciende?, ¿en qué se asciende? Esencia,
centro, corazón, alma inmortal, sueltos al fin los viejos patrones y programas,
Original que ha bajado a nuestro encuentro para elevarnos… Ascendemos con nuestra
apariencia eterna, la de nuestra verdadera juventud, que es nuestro ser más
profundo, el impulso de todo aquello que hemos sido, incorporado (in-corpore)
y trascendido….
Laudate Dominum, Taizè
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