9 de febrero de 2012

Abandono y confianza







ORACIÓN DEL ABANDONO

Padre mío,
me abandono a Ti.
Haz de mí lo que quieras.
Lo que hagas de mí te lo agradezco.
Estoy dispuesto a todo,
lo acepto todo,
con tal de que tu voluntad se haga en mí
y en todas tus criaturas.
No deseo nada más, Dios mío.
Pongo mi vida en tus manos.
Te la doy, Dios mío,
con todo el amor de mi corazón.
Porque te amo
y porque para mí amarte es darme, 
entregarme en tus manos sin medida,
con una infinita confianza, 
porque tu eres mi Padre.

                                                                                 
                                                                                           Carlos de Foucauld


            Es fácil pronunciar con agrado y confianza una oración como esta cuando los vientos de la vida soplan a favor. Cuesta más si estamos atravesando una situación difícil. ¿Cómo se acepta una ausencia irremediable, una traición, un fracaso inesperado, la indiferencia de un amigo o el sufrimiento de alguien a quien amas?            
           Es en esas circunstancias cuando más necesitamos abandonarnos a Aquel que es Padre, Hermano y Esposo, Amigo que nunca falla. El abandono confiado y la aceptación consciente son entonces el mejor escudo, nuestro Yelmo de Mambrino, que es bálsamo y alivio, que cura y nos restaura.



            Esa actitud de entrega y confianza sin condiciones es la que mantenía San Alfonso María de Ligorio cuando escribió:

            Mi querido Redentor, he aquí mi corazón, te lo doy entero; ya no me pertenece más, es tuyo. Entrando en el mundo, te ofreciste al Padre eterno, con toda tu voluntad. De la misma manera, mi querido Salvador, te ofrezco hoy toda mi voluntad que en otro tiempo te fue rebelde. Ahora siento de todo corazón el uso que hice de ella, todas las faltas que me privaron de tu amistad. Me arrepiento profundamente, y esta voluntad te la consagro sin reserva. Señor, dime qué me pides: estoy dispuesto a hacer todo lo que deseas. Dispón de mí y de lo que me pertenece como gustes: lo acepto todo, consiento en todo; sé que buscas mi mayor bien. Pongo totalmente mi alma en tus manos. Por tu misericordia, ayúdala, consérvala, haz que te pertenezca siempre, y sea toda tuya, ya que la rescataste, Señor, al precio de tu sangre.



            Ninguna acción surgida de un corazón renunciante es pequeña, y ninguna acción surgida de un corazón avaro es fructífera.
                                                                                                              Ibn 'Atâ 'Illâh





Bridge over troubled water (Puente sobre aguas turbulentas)
Simon and Garfunkel, Concierto del Central Park


                Para mí, Él fue siempre el Puente oportuno sobre las aguas turbulentas, el Amigo fiel, el inseparable Compañero de travesía. Y sigue siéndolo, ahora que, a pesar de las sombras y las tribulaciones, los días empiezan a brillar y nuestros mejores sueños se convierten en realidad. 


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