Evangelio de Marcos 13, 33-37
En
aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo
es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje, y dejó su casa y dio
a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad,
entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o
a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer: no sea que venga inesperadamente
y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!
Rorate Coeli, Canto gregoriano para el Adviento
Mira, estoy de pie a la puerta y llamo. Si alguien escucha mi voz
y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo.
Durmiendo
yo, mi corazón velaba.
Y
en esto, la voz de mi amado que llama…
Cantar de los cantares, 5, 2
Entre
los primeros cristianos nació una expresión Maranatha,
¡Señor nuestro, ven! traducción al griego de una palabra aramea. En indicativo, marán athá, el Señor viene. En esta expresión, que la liturgia
repite continuamente estos días, se resume el sentido del Adviento.
Comprender
y vivir el Adviento consiste en
descubrir que Él viene, que siempre está viniendo. Es darse cuenta de esta
realidad, despertar del sueño que nos mantiene en una espera pasiva de que algo
externo, a ser posible espectacular y evidente, nos salve.
Ya estamos salvados; llevamos la Salvación escrita en nuestro ADN desde el
Misterio del Calvario. Él viene, está a la puerta y llama… La Salvación está
ya en ti, en mí. No hay nada que hacer, ningún mérito que conseguir, solo
despertar y darse cuenta de esta experiencia de salvación y liberación que ya
Es. Emmanuel: Dios con nosotros
MARANATHA
Si logro estar alerta, me descubro:
soy atención serena y sostenida,
soy la mirada fiel, soy el aliento
de una respiración que me respira,
devolviendo mi esencia al universo.
Si logro estar alerta, Le descubro:
es todo para mí,
soy todo para Él.
Soy real en el centro de mi ausencia,
presencia Suya al fin
y para siempre.
El dueño de la casa siempre está
viniendo. Está a la puerta. Pero no le oímos, ni siquiera vemos que hay una
puerta. Porque no es una puerta normal, no divide dentro y fuera, interior y
exterior; no divide… Es la puerta del
darse cuenta, de estar atento, vigilante, despierto, la puerta de la
consciencia que permite a cada uno/todos/Uno volver al Centro, desprenderse de
lo falso para reconocerse en el Ser, único, indivisible, real, eterno.
La
pereza, el exceso de comodidades el miedo y las falsas creencias nos roban la
atención necesaria para mantenernos en el presente, que es el amor consciente. Son los causantes del
parloteo de la mente. Nos roba la capacidad de estar velando, manteniendo la
consciencia, despiertos.
En espíritu y en verdad… Si traducimos literalmente del griego: en pneumati kai aletheia: en la
respiración (en pneumati, de pneuma, el aliento, rouah en hebreo) y en la vigilancia (a-letheia, sin lethè,
sin sueño, sin letargo). Hemos de vivir despiertos, vigilando, con una
respiración consciente. Cobra así todo su sentido la exhortación a orar siempre
de san Pablo.
Adviento,
tiempo de oración continua, de vigilar y estar alerta como nunca, tiempo de
velar. Porque cuando nos dormimos, volvemos a poner la mente y el corazón en
los afanes del mundo, abandonando ese estado de vigilancia y verdad. Nos
dejamos llevar de nuevo por la inercia, las creencias, lo conocido, los hábitos
cansinos…
Porque la Fuente nunca nos abandona; somos nosotros los que
podemos olvidarla. Si nos
mantenemos atentos, despiertos, vigilantes, podemos ser conscientes de la
Verdad en la que somos, esa que configura nuestra identidad, que nos llena de
amor porque es más íntima a mí que yo
misma.
El Evangelio de hoy es una nueva llamada
a despertar, vigilar, estar atentos, de pie, la cabeza levantada, el ánimo
resuelto, porque el Libertador, el que era, el que es, el que viene
(Apocalipsis 1, 8; 4, 8), está viniendo para todos.
Estoy a la puerta y llamo, Jesed
Algunos pensamientos
de Imitación de Cristo de Thomas Kempis, que nos animan a velar:
Así habías de conducirte en toda obra y pensamiento, como si hoy hubieses de
morir.
Si no estás dispuesto hoy, ¿cómo lo estarás mañana? Mañana es día incierto; y
¿qué sabes si amanecerás mañana?
¡Ojalá hubiéramos vivido siquiera un día bien en este mundo!
Bienaventurado el que tiene siempre la hora de la muerte delante de sus ojos y
se dispone cada día a morir.
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