Evangelio de Marcos 12, 38-44
En
aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a la gente dijo: “¡Cuidado con los
escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en
la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos
en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas con pretexto de largos
rezos. Éstos recibirán una sentencia más rigurosa. Estando Jesús sentado
enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero:
muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos monedas
de muy poco valor. Llamando a sus discípulos, les dijo: “Os aseguro que esa
pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás
han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo
lo que tenía para vivir”.
El óbolo de la viuda, San Apolinar Nuevo, Rávena
Darse del todo al Todo, sin hacernos
partes.
Santa Teresa de Jesús
Ninguna
acción surgida de un corazón renunciante es pequeña, y ninguna acción surgida
de un corazón avaro es fructífera.
Ibn ‘Atâ ‘illâh
La
figura simbólica de la viuda se nos presenta como modelo de la desnudez, el
desprendimiento total que, en lugar de cerrar el corazón, lo abre. De nuevo, no
es cuestión de tener más o menos bienes materiales, sino de actitud, de no reservarse nada para
uno, como María de Betania con el valioso frasco de perfume, del que derrama hasta la última gota sobre Jesús. Es lo que Él le pidió al joven rico, y
lo que nos pide a cada uno: que no seamos tacaños, que no seamos tibios, sino
fríos o calientes, según el momento. Es ese hablar claro que nos pide el
Maestro: sí, sí, o no, no… (Mt 5, 37).
Hoy la
reflexión va a ser anticipo de la del domingo próximo. Porque la liturgia es
conducida por Mano sabia y, si los pasajes que leíamos esta semana nos iban
preparando para comprender este darse total y sin reservas de la viuda pobre,
que ya veo como una princesa del Reino, enjoyada con oro de Ofir (Salmo 45,
10), el pasaje de hoy enlaza sin discontinuidad, como todo lo verdadero, con
las lecturas del próximo domingo, de contundencia apocalíptica, atemorizante
según la lógica del mundo, de separación y juicio, luminosa y esperanzadora
para la lógica del camino de regreso, que sueña con la plenitud del Origen.
Solo los
humildes para el mundo pueden ser realmente generosos, porque solo se puede dar lo que no
se tiene. Al que tiene se le dará (Mt
13, 12). En el lenguaje paradójico e integrador de Jesús, el tener de Dios es
muy diferente del tener del mundo. El tener del mundo es apropiarse,
identificarse, acumular para conservar, asegurar y competir, coleccionando
posibilidades y alternativas, ese “por si” que nace del miedo. El tener de Dios,
en cambio, es Ser.
La viuda
renuncia a las posibilidades, porque ha comprendido en carne propia que son
ilusiones inconsistentes de un mundo condenado a desaparecer. Por eso se da por
entero y se somete a la única Voluntad, escoge la única opción, se mira en el
único espejo.
Es nuestra
lección pendiente: aprender a soltar lo que nos mantiene esclavos del mundo y
sus seducciones. Cuando se sabe, más allá de la mente y sus teorías ramplonas,
que no se es de este mundo, se renuncia a guardar ases en la manga.
En el
Evangelio que leíamos el miércoles (Lc 14, 15-24) veíamos cómo los invitados
que prefieren atender a sus minucias, tan importantes para el mundo, no tienen
tiempo ni disponibilidad para el Gran Banquete. La viuda no tiene tierras, ni
bueyes, ni esposo que atender, no tiene nada y por eso puede dar todo, es vaso
vacío, preparado para ser llenado, la pura disponibilidad.
Si el
ciego Bartimeo pedía, la viuda da; ella es de las verdaderas ricas del
Evangelio, por eso da todo al templo que para ella es dárselo a Dios. Hoy celebramos el verdadero templo,
que es el corazón, no como músculo que bombea sangre, sino como centro del Ser,
el no lugar infinito donde adorar en espíritu y en verdad.
Viuda desvalida,
así la ven los pobres fariseos, tan ignorantes. Nosotros vemos a la mujer poderosa y valiente que lo da todo porque
apuesta fuerte, como los samuráis, como los héroes… Mucho más audaz y generosa que
Zaqueo, que solo dio una parte de su riqueza, ella alcanza lo que no logró el
joven rico, lo que no alcanza ningún discípulo varón en todo el Evangelio. Los
apóstoles también acabarán dándolo todo, pero antes de la Pasión sólo
encontramos esta generosidad incondicionada en las mujeres, y la viuda es hoy
símbolo de esas mujeres que se dan por entero, Isa Bethel, mujer, casa de Dios corazón
inmenso. En www.diasdegracia.blogspot.com, el post sobre estas mujeres en las que nos miramos.
La mujer
enigmática que hoy contemplamos, no solo es metáfora de la
entrega total, es símbolo y figura también de la virginidad espiritual hacia la
que nos dirigimos. Una viuda ha vivido todo lo que una mujer vivía, experimentaba,
en la Galilea de la época. Cuando uno siente que ya ha vivido todo, que la
película le aburre, como decíamos el domingo pasado, que siempre pasa lo mismo,
que es siempre el mismo drama repetido, aunque sea hermoso a los ojos del
mundo. Siempre los mismos encuentros, pérdidas, conflictos, con distintos rostros y detalles… Y le cansa, y ya no
quiere repetir una vez más la misma ronda de experiencias… Entonces uno da todo
lo que tiene para vivir, pues ya no quiere vivir, sino Vivir; ya no quiere
experimentar sino Ser. Esa es la única opción, el ojo de aguja, el camino
estrecho. Qué sabia esta mujer despreciada por el mundo…; ella sabe que no hay
alternativas entre las que elegir, mientras los demás siguen en la ilusión,
desviviéndose con proyectos, actividades frenéticas y futuribles que son
callejones sin salida. Ella lo ha visto, lo ha comprendido, y por eso ha
escogido el único Camino, el que lleva de regreso a la Vida.
La viuda, con
su última monedita, se está dando a sí misma, y esa es la demostración de su infinita
riqueza. Porque para darse, hay que tenerse, y pocos se tienen, muy pocos son
dueños de sí mismos… Al que tiene, se le dará… ¿Qué tiene?, ¿qué se le dará, realmente? La consciencia de
ser, que es la verdadera abundancia.
Al
que tiene (aquello
que es consciente de ser) se le dará (Mateo, 13, 12; Lucas 19, 26; Marcos 4, 25). Qué importante ha
de ser esta enseñanza para que aparezca, a veces por partida doble, en los tres
sinópticos. Recibes, tienes, eres de acuerdo con lo que eres consciente de ser.
Y para ser consciente, hay que despertar y mantenerse despierto en un mundo de
dormidos, de muertos que se creen vivos, mientras se entierran unos a otros. Ser
conscientes, fieles, “útiles” para el Reino y su Justicia…, apostando fuerte,
yendo a por todas. Confianza y altura de miras es a lo que hoy nos llama, como
tantas veces, el Evangelio, para que decidamos no ser tibios ni mediocres. Y
para ello escoge una mujer que no tiene nada más que a sí misma y por eso lo
tiene todo y se lo da al Todo, con la discreción de los sabios. Secretum meum mihi, dice el profeta
Isaías (Is 24, 16). Porque el secreto, el Misterio, no se cuenta, se manifiesta, se hace
Vida.
Los ricos de espíritu, los que tienen apegos en el mundo y están
sometidos a sus alternativas, disyuntivas, múltiples posibilidades, no conocen
ese secreto y por eso no pueden pasar por la puerta estrecha, el punto central,
neutro, invisible, que da acceso al Reino y hoy se nos muestra como una mano
discreta de mujer anónima que echa una monedita, la última que tiene para
vivir, en las arcas del templo.
El pobre de espíritu no solo se ha desprendido de posesiones
materiales; además, en escala ascendente, o descendente, se ha desapegado de su
propia mente: conocimientos, saberes, creencias, proyectos …, se ha liberado
incluso de la necesidad de saber y de hacer, y, por último, de la necesidad de
ser como individuo separado. Es la muerte de la identidad, renunciar al mundo
para ganar el alma, perder la vida para ganar la Vida, morir a uno mismo para
nacer al Sí mismo.
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