Evangelio de Juan 2, 13-22
Como
ya estaba próxima la fiesta judía de la pascua, Jesús fue a Jerusalén. Y
encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los
cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del
templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó
las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: “Quitad esto de aquí: no
convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.” Sus discípulos se acordaron de
lo que está escrito: “El celo de tu casa me devora”. Entonces intervinieron los
judíos y le preguntaron: “¿Qué signos nos muestras para obrar así?” Jesús
contestó: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.” Los judíos
replicaron: “Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo
vas a levantar en tres días?” Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y cuando
resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había
dicho, y dieron fe a la Escritura y a la Palabra que había dicho Jesús.
Jesús expulsa a los mercaderes del Templo, El Greco |
Hoy los blogs hermanos intercambian miradas. Días de gracia le cede a Via Amoris su tono poético y Via Amoris visita los Días de Gracia para contemplar el Misterio con temor y temblor.(www.diasdegracia.blogspot.com ).
Jesús, Jesús,
Jesús…,
azote de
cambistas y de tibios,
cómo ha de transformarse
el corazón para
saber amar
como amas Tú...
Ya no sirven
los suaves
vaivenes de lo
cotidiano,
no sirve el
previsible
empalago de la
sensiblería,
ni el cambalache
“te doy porque me das”,
donde, creyendo
ganar,
perdemos todos,
perdemos Todo,
nos perdemos.
Ya no nos sirve
nada
de lo aprendido,
lo conocido
lo familiar,
lo estable y lo
seguro,
no nos sirve
nada,
no sirve.
La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular,
solo ella
sirve,
solo la Roca,
nada más sirve
para la Obra.
Es hora de
servir
cada uno a los
otros,
y todos al
Propósito;
servir
y recorrer,
el camino de
vuelta,
nuestros pies en Tus
huellas.
Es hora de
servir y de crear
contigo, en Ti,
no de pedir,
ni cambiar o
vender para seguir,
tahúres
tramposos,
trapicheando
vida,
olvidando la
Vida donde somos reales.
Se acabaron los
negocios
que dispersan y
confunden,
derribaste los
mercados,
con un gesto profético,
tan lleno de
significado,
de sentido
esencial
como todos los
tuyos,
como Tú.
La representación de este mundo se termina,
caen monedas,
caen mesas,
caen sueños,
experiencias repetidas,
caen mentiras,
caen fichas,
caen barajas
enteras
de naipes
somnolientos,
castillos tan
bonitos como falsos,
siempre a ras
de tierra,
círculos
planos, cansinos,
pues ni
siquiera castillos
en el aire nos
atrevimos a hacer…
Esos valdrían,
castillos invisibles
hacia Ti,
verticales y
dignos,
aire y
silencio,
espirales de anhelo.
espirales de anhelo.
Esos sí valen,
luz que regresa
decidida a la
Luz,
esos sí,
si el castillo o
la obra es cada uno,
si el castillo soy
yo,
mejor dicho, Tú en mí,
mejor dicho, Tú en mí,
y no le cuento
a nadie
cómo vas
elevándome,
espiral de
consciencia
que se mira en el Verbo,
si el castillo o
la obra que se entrega
soy yo, Tú en mí, y no le
digo a nadie
lo que es ni lo que era,
lo que solté, a
lo que renuncié
por el Tesoro
escondido en el
campo,
el que pierde
su vida, encuentra la Vida.
Jesús, Jesús,
Jesús…
cómo nombrarte,
si se vuelve de
oro
(pobre Midas)
celestial cada
letra,
cuando no
existe nada más que Tú.
Letras de oro,
pensamientos de
oro
ad-oro te devote,
ad-oro te devote,
fundiéndose en
una
sola Letra
alfa/omega,
y al final,
ninguna letra,
ningún sonido,
Unidad
primigenia recobrada.
Jesús, Jesús,
Jesús,
aún tengo boca
y voz para alabarte,
Tú que te
hiciste humano,
para hacernos divinos,
Tú, el solo
Santo,
sabes que canto
mi canción a quien conmigo va
mi canción a quien conmigo va
y Ese eres Tú,
desde siempre y
para siempre,
más que
siempre, eternamente Tú,
Jesús,
Jesús,
Jesús
…
Romance
del Conde Arnaldos, Amancio Prada
No
se entra en la vida de Cristo como a una pastelería, dispuestos a hartarnos de
dulzuras. Se entra en ella como en la tormenta, dispuestos a que nos agite, a
que ilumine el mundo como la luz de los relámpagos, vivísima, pero demasiado
breve para que nuestros ojos terminen de contemplarlo y entenderlo todo.
José Luis Martín Descalzo
No hay comentarios:
Publicar un comentario