18 de enero de 2020

Este es el Hijo de Dios


Evangelio según san Juan 1, 29-34 

En aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: “Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije: “Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo”. Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel”. Y Juan dio testimonio diciendo: “He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que ha de bautizar con Espíritu Santo”. Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios”.

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El Bautismo de Jesús, Verrocchio

Aún no se ha manifestado lo que hemos de ser.
Sabemos que, cuando se manifieste, seremos
semejantes a Él, porque lo veremos tal cual es.
                                                                                           
                                                                                                1 Juan 3, 2

El Domingo pasado nos experimentamos como Hijos amados, predilectos del Padre, llenos de su Espíritu para dar testimonio de la Buena Nueva: que Dios es Amor, y nos quiere con Él para vivir una correspondencia de Amor eterna. Las lecturas de hoy hablan de escucha y disponibilidad, de salvación, universalidad y unidad en el origen y en el regreso a lo que somos, por el Cordero de Dios que Juan nos señala. Unidad en Alfa y Omega, que es Cristo.

Porque Jesús sumerge en las aguas al viejo Adán, y al salir del agua, eleva con él a todo el universo, divinizando al ser humano y abriendo el Reino de Dios a todos. Es la nueva creación, un mundo nuevo, no regido ya por la ley, sino por el Amor. Pasamos así del Antiguo Testamento, al Evangelio, de la antigua, a la Nueva Alianza, del símbolo, a lo Real. Por eso dice San Pablo: "os habéis despojado del hombre viejo, con sus obras, y os habéis revestido de la nueva condición que, mediante el conocimiento, se va renovando a imagen de su Creador, donde no hay griego y judío, circunciso e incircunciso, bárbaro, escita, esclavo y libre, sino Cristo, que lo es todo y en todos." (Colosenses 3, 9-11).

Pasamos de la separación y el egoísmo que inició la caída primera, a la Unidad, mirándonos en Jesús, conociéndonos en Él. Cristo no está dividido, y sus seguidores tampoco podemos estar divididos. El fuego que trae el Espíritu fundirá las diferencias para que seamos Uno, como El Hijo y el Padre son Uno, pues Jesús es el Verbo, anterior a todo (www.diasdegracia.blogspot.com). El Espíritu Santo y el fuego con que Cristo nos bautiza van transformando en espíritu todo lo que es puramente material, en luz, las sombras, en paz, los conflictos, en gozo, el sufrimiento.

Ver, dar testimonio, conocer... Son las claves del Evangelio de hoy y del camino cristiano. El que ha visto puede dar testimonio. Pero ver con los ojos no es conocer, para conocer es necesario mirar más allá del sentido físico, mirar con el corazón, el único que, mirando, ve y conoce, vive la alegría y la confianza en plenitud. Solo así se puede cumplir la Voluntad del Padre, que es otra de las claves de las lecturas de hoy, y, más aún que cumplir: vivir en la Voluntad de Dios, con nuestra voluntad humana trenzada con la divina, una sola Voluntad. Es la Comunión con Cristo, que nos libera de lo que no somos y nos recuerda nuestra esencia de Hijos amados.


2. Diálogos Divinos. "Destellos de Santidad Divina"


Cuando se ha comprendido que Dios nos ama, sólo queda una cosa que hacer: ofrecerse al amor para que él haga de nosotros lo que quiera. 
                                                                                           Jean Lafrance

Hoy el Señor vuelve a decirme que la tarea empieza por disminuir y dejar de mirarme a mí con mi miseria, mis errores, mis pecados, para señalar al Cordero de Dios, y reconocerme en Él. Entonces puedo dejar de ser yo, para ser en Él, y en Él encuentro lo que yo debería ser, ya realizado, cumplido, esperándome desde toda la eternidad para que lo tome. 

Y encuentro esta reflexión de Benedicto XVI:

“San Juan Bautista nos recuerda que toda nuestra vida está siempre «en relación con» Cristo y se realiza acogiéndolo a Él, Palabra, Luz y Esposo, de quien somos voces, lámparas y amigos (cf. Jn 1, 1. 23; 1, 7-8; 3, 29). «Es preciso que él crezca y que yo disminuya» (Jn 3, 30). Estas palabras del Bautista constituyen un programa para todo cristiano. Dejar que el «Yo» de Cristo ocupe el lugar de nuestro «yo». San Pablo escribió de sí mismo: «Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí» (Ga 2, 20). Antes que ellos, y que cualquier otro santo, vivió esta realidad María Santísima, que guardó en su corazón las palabras de su Hijo Jesús. Que su intercesión nos obtenga ser siempre fieles a la vocación cristiana.”

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