7 de septiembre de 2020

Natividad de María


Evangelio según san Mateo 1, 18-23

El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: "José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su Pueblo de los pecados". Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por el Profeta: “Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que  significa: "Dios con nosotros".

[Nacimiento de la Virgen María de Giotto]
Nacimiento de la Virgen María. Giotto

María es icono de la Iglesia, símbolo y anticipación de la humanidad transfigurada por la gracia, modelo y esperanza segura para cuantos avanzan hacia la Jerusalén del cielo.

                                                                        San Juan Pablo II

Hoy celebramos el nacimiento de la más excelsa de las criaturas, la que hace posible el cumplimiento de la Historia de la Salvación, la segunda y definitiva creación. Hoy nace la Virgen María, en cuyo seno purísimo encarnará el Hijo, la "solución" más generosa a todos nuestros males. Porque si la causa de todos nuestros males es la ausencia de Dios, la fuente de todos los bienes y la razón de la esperanza, la paz y la alegría es la presencia de Dios, el Emmanuel, Dios con nosotros.

La venida del Mesías fue promesa para las generaciones anteriores a Jesús. Sin María, la doncella de Nazaret, la profecía no se habría cumplido y no podríamos conmemorar el nacimiento de Aquel que nos abrió las puertas de la Vida. ¿Cómo no considerarla corredentora? www.diasdegracia.blogspot.com

Por ella fue posible que Dios naciera como hombre, para ser hermano nuestro y elevarnos por amor a la dignidad de hijos de Su mismo Padre. ¿Cómo no amar a María, madre de Dios y madre nuestra, y agradecerle infinitamente que haya hecho posible este asombroso Misterio?

Llena de gracia, es el título que la otorga el arcángel Gabriel (Lucas 1, 28), lo que quiere decir que en ella todo había sido renovado desde el inicio de los tiempos. Su alma, diáfana para dejarse traspasar por la Luz, su espíritu, eternamente puro, hasta los átomos de su cuerpo, todo había sido preservado de cualquier mancha de egoísmo.

María es nuestro modelo, la primera criatura en la que se produjo el misterio del “nacimiento interior del Cristo”, pues, como dice San Agustín, antes de que encarnara en su vientre, lo concibió en su corazón. Si seguimos la estela de su Luz, llegaremos a la meta. El camino pasa necesariamente por hacernos humildes, disponibles, vacíos de ego, libres del mundo y sus afanes, llenos de amor para poder entregarnos y servir.

Aunque ningún otro ser humano nació en el estado de pureza primordial que hizo de María la Inmaculada, también nosotros estamos llamados a dar a luz a Cristo. Él quiere ser concebido y nacer en nuestras almas.

¿Cómo ha de ser una madre espiritual de Dios? ¿En qué debemos transformarnos para poder dar a luz a Cristo? En vírgenes de alma, disponibles sin reserva, mental y emocionalmente liberados de las seducciones de lo material, de la figura, imagen o representación de este mundo que ha de pasar, que ya está pasando para quien puede percibirlo.

Otra clave para imitar a María es el abandono confiado, ser conscientes de que solos no podemos hacer nada, abrirnos y aceptar que se haga la Voluntad de Dios en nosotros. Y después, dar un paso más, el definitivo: que la Divina Voluntad sea nuestra vida. Y entonces, callar para que en el silencio del corazón, libre ya de ruidos, de palabras inútiles, del bullicio de los vanos deseos, pueda encarnar la Palabra.

                                197. Diálogos Divinos. María ¿Corredentora?

¿Quién es ésta, dice el Espíritu sobre María, que despunta como el alba, hermosa como la luna, refulgente como el sol? Ella surge como la aurora. En el esplendor del mediodía, nuestro primer padre fue hecho a imagen y semejanza de su Creador (Gn1,26). ¿Qué más glorioso para la criatura que parecerse al Creador? Le ha dado la imagen eterna; la semejanza era necesaria: es necesario que el hombre sea similar a su Creador. Sin embargo rechazó el honor de este privilegio..., estaba destinado a la muerte, con toda su descendencia, en las tinieblas. Las tinieblas cubrían toda la tierra, hasta que vino la Virgen. Nadie nos podía sacar de las tinieblas, nadie las podía disipar... Pero con la Virgen surge la Aurora: María anuncia la luz verdadera; por su Natividad hace brillar la más resplandeciente mañana. Es la estrella de la mañana... Es la Aurora que sigue -o bien de la cual nace- el sol de justicia (Ml 3,20), que es el único que la sobrepasa en esplendor. «A ti, Señor, el día» donde Adán ha sido creado; «a ti la noche» (Sal. 73,16) donde fue expulsado de la luz. Eres Tú el que ha creado la Aurora, es decir a la Virgen María, y al Sol, este Sol de justicia que se ha levantado de su seno virginal. Como la Aurora anuncia el final de la noche y marca el inicio del día, así la Virgen disipó la noche sin fin. Y día tras día, proporciona a la tierra al que ha germinado de su Virginidad.          
                                                                                                  San Pedro Damián     


                                   O virtus sapientiae, Hildegard von Bingen

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