20 de febrero de 2021

Desierto, encuentro

 

Evangelio según San Marcos 1, 12-15

En aquel tiempo el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre las fieras y los ángeles le servían. Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios; decía: “Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio”.


                                        Las tentaciones de Cristo,
Botticelli
                         

Desierto, encuentro con uno mismo en el silencio y la soledad. Allí fue donde Jesucristo se planteó cómo debía llevar a cabo su Misión. Allí debemos ir para saber cómo reorientar nuestras vidas, qué cambios debemos hacer para cumplir la vocación y seguirle a Él siempre, hasta el final. 

Vayamos al desierto con valentía porque allí se libra el combate interior. No se va al desierto para estar tranquilos, sino para mirar de frente nuestro lado oscuro y soltar, con la fricción con que las serpientes se desprenden de su vieja piel, al hombre viejo que ya no queremos ser.

                               Jesús vence las tentaciones, William Hole

Cuaresma, tiempo para aprender a vivir, sentir, pensar, actuar de un modo nuevo. Conversión: encuentro con la versión original de lo que estamos llamados a ser. El nuevo hombre no puede ser como el viejo Adán, entregado a su ambición y su egoísmo. En el desierto comprendemos que no sólo de pan (materia, contingencia, inmanencia) vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

Jesucristo, el Verbo encarnado, fue tentado en lo más esencial de su misión: su mesianismo. Y nosotros somos tentados continuamente en la esencia de nuestra misión de discípulos. Somos tentados a no ser fieles, a seguirle a medias, a cambiar las enseñanzas de Jesús, que son Palabra de Vida para acomodarlas a nuestros intereses.

Porque las tentaciones hoy se han sofisticado mucho, tienen que ver a menudo con esa vida mundana y hedonista que nos anestesia. Queremos todo y lo queremos ya, nos rodeamos de cosas, proyectos y posibilidades, no vaya a ser que nos perdamos algo…. Y por no perdernos nada, nos perdemos lo único importante. Como Esaú, renunciamos a la primogenitura por un plato de lentejas. Por salvar la vida, ese puñadito de años, y vivir lo mejor posible, evitando no ya el sufrimiento, sino incluso cualquier molestia, perdemos la Vida verdadera, el alma y mucho más que el alma. 

Qué bien nos hace el desierto en este panorama tan desalentador… El desierto fortalece, ensancha los horizontes, enseña a renunciar, a soltar, a vaciarse. El desierto purifica, eleva y transforma, nos muestra la insignificancia de los afanes por los que nos desvivimos.

                           Jesús es tentado por el diablo, Juan de Flandes

Salir de Egipto, emprender el camino, errantes, como dice el Libro del Deuteronomio ( Dt 26, 4-10), es liberarse de tantas esclavitudes que nos ciegan y alienan, para encontrar la tierra prometida. A esa meta se llega atravesando el desierto, negándose, muriendo a uno mismo, renunciando al mundo para ganar el alma… Seamos valientes, políticamente incorrectos en un mundo de falsa corrección, mentira y desatino, en el que la consigna es no renunciar a nada, acaparar todas las posibilidades para el bien-estar, olvidando el bien-ser. Valoremos el esfuerzo, el sacrificio (sacer fare, hacer sagrado), el ascetismo, la humildad. 

Si nos asusta la inmensidad del desierto, ese vacío árido, esa ausencia de estímulos e impresiones, recordemos que no caminamos solos. Jesucristo está en el hermano que sufre y también en nuestro propio corazón atribulado, caminando junto a nosotros en cada uno de los desiertos que vamos atravesando.

El desierto, de arena, de agua, de hielo, de silencio, de confusión, de soledad, de angustia, de abandono, de tristeza…., es lugar de encuentro, más que de búsqueda, porque ya hemos encontrado, y el que ha encontrado no necesita seguir buscando, sino profundizar en ese encuentro, perfeccionándolo, haciéndolo cada vez más real y auténtico. diasdegracia.blogspot.com

Ayuno, sobriedad, desprendimiento, soltar… No se trata de sacrificarse sin sentido o de forma masoquista. Recuerdo un cuento sobre un asceta que subía una montaña empinada con su discípulo, sin beber durante horas. El discípulo le decía: “Maestro, bebe, ¿qué pasa porque bebas? ¡No pasa nada!” Y el maestro respondió: “Ya lo sé. Si bebo, no pasa nada, pero si no bebo, pasan muchas cosas.” 

Las tentaciones que sufrió Jesús en el desierto se relacionan con las "consignas" de la cuaresma: ayuno, limosna y oración. En esta cuaresma intentaremos practicarlas con consciencia, profundizando en su verdadero significado.

                                  51. Diálogos Divinos. Tentaciones


AYUNAR ES SOLTAR

¿Quieres ser verdaderamente rico? Abandona lo que se interpone entre tú y la Verdad, entre tú y la Libertad.

¿Qué te llevarás? ¿Qué podrás considerar tuyo el día de tu muerte? ¿Habrán valido la pena el tiempo y la energía invertidos en los afanes del mundo?

Los niños pequeños (antes de ser "abducidos" por la sociedad de consumismo y competencia) no acumulan. Si les regalan algo que ya tienen, dicen con energía y convicción: “Yo ya lo tengo”.

Hay lastre en nuestra vida: demasiados objetos, tareas, compromisos vanos, posesiones… Pero el lastre más pesado está dentro: actitudes, prejuicios, emociones negativas, obsesiones, compulsiones, miedo, angustia…

Una caña vacía puede transformarse en flauta musical.

Mira bien dónde pones tu corazón, porque eres lo que amas.

Esta vida es un peregrinaje y hemos de vivir como peregrinos, prestos a reemprender la marcha, solo con lo necesario.


AYUNO DE PALABRAS 

Aprende a callar si las palabras no son imprescindibles.

Callen también los pensamientos, las expectativas, los condicionamientos, las inercias.        

El arte de callar: un verdadero trabajo interior.

En medio del ruido, valora el heroísmo del silencio y la discreción.

Las palabras tapan la verdad. El silencio es el termómetro de tu veracidad.

Andamos como autómatas, arrastrando un cargamento de fruslerías que expresamos con palabras huecas.

Si el vaso sigue lleno de palabras, no puede derramarse en él lo que está más allá del lenguaje.

La verdad está siempre más allá de las palabras; las palabras son como el dedo que señala la luna.

Solo palabras útiles, las necesarias, como dardos de luz al centro de ti mismo.

Si estás atento, despierto, vigilante, no puedes hablar de más ni puedes hablar de menos.

Di: sí, cuando es sí; y no, cuando es no, como el Maestro. 


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