Evangelio
de Juan 10, 27-30
En aquel tiempo, dijo Jesús: “Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las
conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para
siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado,
supera a todos y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Yo y el Padre
somos uno.
Alma noble, noble criatura, ¿por qué
buscas fuera de ti lo que está en ti todo entero y del modo más verdadero y manifiesto?
San
Agustín
El verdadero dogma central del
cristianismo es la unión íntima y completa de lo divino y lo humano, sin
confusión ni separación.
Vladimir Soloviov
Mientras reflexionaba sobre este
breve y profundo fragmento del Evangelio de Juan, buscando un apunte de hace
días en mi agenda, encuentro unas líneas que escribí una mañana, nada más
despertar. Como siempre que tiene que ver con Jesucristo, nada es casual, sino
causal, o providencial. Lo transcribo tal cual lo escribí.
OTRO DON
Esta noche he tenido un sueño que me
ha hecho comprender de forma viviente lo que es el Pan de Vida y también el
Cuerpo de Cristo. Me he sentido totalmente parte de Él, una con Él y con el
resto de Sus miembros. Respirando Su aire, alimentándome de una misma sangre
que se me representaba transparente, como una savia muy sutil. ¡Y estaba dando
flores! Unas flores raras, con pétalos blancos y azules, alguno violeta. El
gozo que sentía, la paz que me embargaba, la confianza que se respiraba en
aquel no-lugar idílico no los había sentido nunca. Tuve la certeza de estar
donde debía estar, por siempre y para siempre; donde, en realidad, ya estoy,
ya estamos si queremos. Y también sé que puedo revivir esos momentos de Comunión
absoluta, de plenitud y alegría. Cada vez que me sienta desfallecer en este
mundo del que no soy, conectaré con la verdadera realidad, a la que pertenezco,
volveré a alimentarme de Vida eterna y sentiré cómo, a través de mí, se alimentan y vivifican todos
los que han hecho posible que yo esté aquí, firmemente injertada en el Cuerpo
de Cristo, dando flores y frutos en sazón.
TODOS LOS HOMBRES Y NINGUNO
Si
me miras, nunca me hallarás sino en Él, para Él y por Él.
Y si me presento, jamás
me encontrarás, salvo con Él, ¿no ves?
Rabi’a al ‘Adawiyya
"Intimior intimo meo."
San Agustín
Camino por la calle
Desengaño
de la mano de ese Hombre
que es todos los hombres y ninguno.
Camino por la calle Desengaño
de la mano del Amor.
Esta noche, cuando abandone el cuerpo
en el colchón frío de enero
y me disponga a atravesar consciente
los velos del sueño,
lo haré deshojando un pensamiento
agradecido y fiel
hacia ese Hombre,
que es todos y ninguno,
al que nunca, nunca, abandonaré,
porque Él es más íntimo a mi ser
que los latidos de mi corazón.
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