Llegó Jesús a Cafarnaúm, y cuando el
sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su
enseñanza, porque no enseñaba como los letrados, sino con autoridad. Estaba
precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso
a gritar: “¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con
nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios”. Jesús lo increpó: “Cállate y sal de
él. El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos
se preguntaron estupefactos: “¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es
nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y lo obedecen”. Su fama se
extendió enseguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de
Galilea.
Jamás ha hablado nadie
como ese hombre.
Jn 7, 46
El verdadero dogma central del cristianismo es la unión
íntima y completa de lo divino y lo humano, sin confusión ni separación.
Vladimir Soloviov
Si tu espíritu no está confundido por
cosas inútiles, es que te hallas en la mejor fase de tu existencia.
Wu Wei
“Descansa
solo en Dios, alma mía”, dice el Salmo 62… Si descansas en Él, si haces de Él
el centro de tu vida, dejas de estar disperso, sin control, sin centro, sin
autoridad. Si descansamos en Él y hacemos de Él el centro, seremos
fuertes, poderosos, sabios y libres en Él. Y nada nos detendrá en el Camino
de vuelta a casa, Sión añorada, después de tanta distorsión.
Si fuéramos conscientes
de que con Él podemos todo y sin Él nada, no nos desviviríamos en afanes del
mundo. Esa dispersión que nos confunde y nos ciega,
haciéndonos olvidar quiénes somos y hacia dónde vamos nace del miedo a la
muerte, que menciona la primera lectura (Deuteronomio 18, 15-20).
Se
acabó la confusión, el andar divididos del que nos previene la segunda lectura
(1 Corintios 7, 32-35), el dejar muchas opciones abiertas, que descentran,
falsifican y generan agotamiento. Si vives en el centro, vertical, sin
opciones, eligiendo la única opción, que es regresar a Casa, no hay dispersión,
sino concentración, fina energía, luz, inmortalidad… Mucho más…, resurrección,
pues no queremos ser inmortales, sino resucitados, la materia iluminada, el
retorno a la Esencia.
Acaparar o
soltar... Hay quien cree que el egoísmo y la codicia está en acumular
"monedas" materiales, dinero, posesiones... Pero hay una codicia
más sutil que lleva a quererlo todo, es esa "red" de miedos,
deseos, proyecciones, auto justificaciones y expectativas que vamos
tejiendo todos alrededor como arañas ciegas.
Respira,
detente, respira, quieto, respira, atento, siempre en el centro donde Eres y te
conecta con tu esencia original. Muere a lo falso, resucita en lo Real. De
la experiencia a la existencia. De la existencia a la esencia. De la esencia al
SER, absoluto e inmutable.
Quien
mantiene sus ojos fijos en Él no pierde nada, porque la perspectiva se amplía
hasta lo infinito, y todo se va transfigurando, iluminando, realizando. Y
entonces surge la maravilla, y como dice Alejandra Casado, pasamos de “tontos a
brillantes”, de virtuales a reales. Cuando soltamos todo y morimos a nosotros
mismos, renacemos en Él con su autoridad, su hablar sí cuando es sí, no cuando
es no, su poder, su Palabra de vida eterna.
La palabra “autoridad” proviene del verbo
latino “augere”, que significa aumentar, hacer crecer, elevar. Jesús
habla con autoridad porque hace crecer al que le escucha. Él tiene autoridad y
nosotros también cuando conectamos con Él, Vida nuestra, Esencia Original.
Y esa conexión
consiste en unificar, integrar, unir. Es ser de Dios, como Dios. Eso es tener
autoridad, unificarse, verticalizarse.
El propio Marcos,
un poco más adelante, nos cuenta el encuentro con Jesús de otro endemoniado
(Marcos 5, 1-20). Muestra cómo vive un hombre que no es dueño de sí ni se ha
puesto bajo la influencia de lo Real. “Vivía entre los sepulcros”, entre
recuerdos, afanes que no llevan a la vida, sino a la muerte, corrupción,
miseria espiritual… Cepos y cadenas”; “gritando e hiriéndose con piedras”… Así vivimos tantas
veces, sobre todo cuando estamos en la queja, somos ruidosos, estamos
descentrados, poseídos por nuestras pasiones…, pero también por nuestros
miedos, angustias e inseguridades. Lo bueno es que vemos a Jesús y lo
reconocemos, y también somos capaces de reconocer lo lamentable de nuestro
estado. Y ¡a veces queremos seguir así!; somos capaces de lo que sea, con tal de
no renunciar a ese estado de posesión y dependencia.
Pero
si reconocemos la Esencia, dejamos atrás el tiempo, el espacio y la separación; llegamos a nuestra fuente y estamos en el ser de quien salimos y en quien
siempre estamos. El auténtico y bienaventurado pobre de espíritu está dispuesto
a a vencerse y doblegarse, a morir a sí mismo, a las tinieblas de lo que no
somos, para poder decir como San Pablo: "vivo, pero no soy yo, sino Cristo
que vive en mí". Y si es Cristo quien vive en mí, puedo hablar, actuar,
callar y ser como Él, con la autoridad verdadera, la que no viene del mundo
sino del Reino.
Porque
la Verdad no es una idea o un concepto, ni siquiera un estado o nivel de
conciencia que haya que buscar, encontrar o alcanzar. La Verdad es una Persona,
Jesucristo, que te llama, te busca y te encuentra; una Persona en la que, por
Amor, ya somos Uno.
Como San Pablo, nos gloriamos en nuestra debilidad, y no permitimos que nuestras
carencias y mediocridades nos frenen. Nos ponemos en camino como si ya fuéramos
libres y capaces de todo, dando por descontado que Él es la fuente de nuestra
libertad y nuestra fuerza. Su Palabra es nuestra luz y nuestra entereza, la
fuente de toda autoridad.
Ponerse a tono con lo Real, sosegarse y
saber que Él es Dios, como canta el Salmo 46, 10, vivir en la Presencia,
cumplir Su voluntad para que el Padre y Él hagan morada en nosotros..., es la
Comunión de las aguas que nos libera de lo que no somos, y nos recuerda nuestra
esencia de Hijos amados, predilectos.
¿Cuándo hablo con autoridad? Cuando dejo de ser yo.
Entonces es Él en mí. Tengo autoridad cuando pronuncio la Oración de Jesús, o
del Corazón: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios ten misericordia de mí, pecadora.”
De “tonta a brillante” (www.diasdegracia.blogspot.com)
. El que se humilla será ensalzado. Los últimos serán los primeros.
"Ordet", La Palabra, C. T. Dreyer (1955)
De tonto a brillante, de loco a cuerdo, de despreciado y compadecido, a hombre sano, íntegro, capaz de hablar con autoridad y obrar milagros, porque se pone bajo la Única Influencia legítima, la del Ser, encarnado en Jesucristo, Nombre sobre todo nombre.
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