Tomaron a Jesús, y cargando él mismo con la cruz, salió al sitio llamado "de la Calavera" (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: "Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos".
Juan 19, 16-19
del ábside del siglo XII de la Basílica de San Clemente de Roma
Vedado
está el arribo a este reino de aquel que no ve en Cristo, en la cruz, después y
antes, al Dios vivo. Mas mira: muchos gritan “¡Cristo, Cristo!” que en el
juicio serán menos cercanos a Él que alguno que no conoce a Cristo.
DanteCanto XIX del “Paraíso”
Hoy contemplamos a un Rey crucificado,
coronado de espinas, que agoniza entre dos ladrones por amor. En todo el
universo, se escucha la antífona: “Mirad
el árbol de la Cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo. ¡Venid a
adorarlo!”.
El único Sacrificio de Cristo ofrecido
en el Gólgota, en el altar de la Cruz, se actualiza en cada Eucaristía por una
misteriosa eficacia divina, y es ciertamente Su cuerpo entregado y Su sangre
derramada por nosotros. Verdadero alimento que, en lugar de transformarse en
nuestro cuerpo, como sucede con el alimento material, una vez ha sido asimilado,
nos transforma en Él, nos va integrando en la divinidad de Cristo hasta que
podamos decir con San Pablo: “Vivo, pero no yo: es Cristo quien vive en mí”
(Gal 2, 20). Hombres nuevos, nacidos de agua y espíritu, dispuestos a entregarse
como Él.
Estamos en el camino más sublime, el
que integra todos los caminos. No lo desvirtuemos, ni lo convirtamos en un
camino “descafeinado”. Sigamos a Aquel que no tenía dónde reposar la cabeza, el
que pasó cuarenta días en el desierto y venció las tentaciones, el que recorría
aldeas y caminos sin descanso, el que ayudaba, perdonaba y amaba hasta el
extremo. El que, por amor y fidelidad, llego hasta la Cruz .
Es tiempo de austeridad, de vigilar y
estar alerta como nunca. Es hora de velar.
Sí,
ha muerto… Nuestro Dios, nuestro hermano Jesús ha muerto…, es decir, estamos
vivos, es decir, estamos salvados, es decir, ahora ya podemos con justicia y
con derecho entrar eternamente en la casa de Dios. Estamos vivos
para estar vivos, no para dormirnos, no para vivir un feto de cristianismo, no
para ser mediocres, sino para estar vivos…
Por las llagas de Cristo, por la agonía de Cristo, ¡no hagamos inútil la Pasión
del Señor, no malgastemos las siete palabras que él dijo para nosotros! ¡Por
las llagas de Cristo, que cuando él vuelva no nos encuentre dormidos!
José Luis Martín Descalzo
A cambio del árbol que
provocó la muerte,
crecido en medio del Paraíso,
llevaste sobre los hombros el árbol de la Cruz,
hasta el lugar llamado Gólgota.
Alivia mi alma, derribada en el pecado
y que lleva una carga tan pesada;
alíviala gracias al "yugo suave"
y gracias a la "carga ligera" de la Cruz.
El viernes, a las tres,
el día en que el primer hombre fue seducido,
fuiste clavado, Señor, sobre el madero,
al mismo tiempo que el ladrón criminal.
Tus manos, que habían creado la tierra,
las extendiste sobre la Cruz,
a cambio de las manos de Adán y de Eva que se habían extendido
hacia el árbol donde habían recogido la muerte.
Yo que pequé como ellos,
e incluso los sobrepasé…,
perdóname mi delito
como a ellos en la región en donde la esperanza está desterrada.
Subiste sobre la Santa Cruz,
eliminaste la transgresión de los hombres;
y al enemigo de nuestra naturaleza
lo clavaste allí.
Fortifícame bajo la protección
de este santo signo, siempre vencedor,
y cuando se levante en Oriente,
ilumíname con su luz.
Al ladrón que estaba a tu derecha
abriste la puerta del Paraíso;
acuérdate también de mí cuando vuelvas
con la realeza de tu Padre.
Que también yo pueda escuchar
la respuesta que hace exultar:
“¡hoy, estarás conmigo en el Edén,
en tu primera patria!"
crecido en medio del Paraíso,
llevaste sobre los hombros el árbol de la Cruz,
hasta el lugar llamado Gólgota.
Alivia mi alma, derribada en el pecado
y que lleva una carga tan pesada;
alíviala gracias al "yugo suave"
y gracias a la "carga ligera" de la Cruz.
El viernes, a las tres,
el día en que el primer hombre fue seducido,
fuiste clavado, Señor, sobre el madero,
al mismo tiempo que el ladrón criminal.
Tus manos, que habían creado la tierra,
las extendiste sobre la Cruz,
a cambio de las manos de Adán y de Eva que se habían extendido
hacia el árbol donde habían recogido la muerte.
Yo que pequé como ellos,
e incluso los sobrepasé…,
perdóname mi delito
como a ellos en la región en donde la esperanza está desterrada.
Subiste sobre la Santa Cruz,
eliminaste la transgresión de los hombres;
y al enemigo de nuestra naturaleza
lo clavaste allí.
Fortifícame bajo la protección
de este santo signo, siempre vencedor,
y cuando se levante en Oriente,
ilumíname con su luz.
Al ladrón que estaba a tu derecha
abriste la puerta del Paraíso;
acuérdate también de mí cuando vuelvas
con la realeza de tu Padre.
Que también yo pueda escuchar
la respuesta que hace exultar:
“¡hoy, estarás conmigo en el Edén,
en tu primera patria!"
San Nersés Snorhali
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