18 de noviembre de 2017

"Todo es nuestro, nosotros de Cristo y Cristo de Dios"


Evangelio de Mateo 25, 14-30

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: “Un hombre que se iba al extranjero llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata; a otro, dos; a otro, uno; a cada cual según su capacidad. Luego se marchó. El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. Al cabo de un tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: “Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco”. Su señor le dijo: “Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor”. Se acercó luego el que había recibido dos talentos, y dijo: “Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos”. Su señor le dijo: “Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor”. Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo: “Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces; tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo”. El señor le respondió: “Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Con que sabías que siego donde siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco para que al volver yo pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadlo fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes”.”


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Parábola de los talentos, Willem de Poorter


O trabajo hoy o jamás trabajaré. O vivo hoy o seré sólo un muerto que sueña y que recuerda.
                                                                                              José Luis Martín Descalzo
  

Ninguna acción surgida de un corazón renunciante es pequeña, y ninguna acción surgida de un corazón avaro es fructífera. 
                                                                                                            Ibn ‘Atâ ‘illâh

  
Porque al que tiene se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene… Algunos ven esta declaración como una de las más contradictorias de las que pronunció Jesús. Hay quien dice que se la han atribuido, pero que no puede ser suya, pues fomenta la imagen de un Dios justiciero, vengativo  e implacable…

Y, sin embargo, es una forma de expresar la verdadera justicia y el amor de Dios. Es una parábola destinada, como otras, a sacudir las conciencias y solo con una lectura literal o superficial puede parecer injusta.

Dios no es un contable, ni quiere que establezcamos con Él una relación de intercambio, mercantilista y fría. El temor de Dios al que se refiere el Salmo 127 que hoy leemos no es el miedo a un juez distante y ajeno a la suerte de los seres humanos. En esa expresión, al que tiene, encontramos "la perla" de esta enseñanza. ¿Qué es lo que "tiene"?, ¿qué "se le dará", realmente? Tiene y se le dará el vínculo con la Fuente de la prosperidad, la dicha y la bendición.

Uno tiene, y es, lo que ama, aquello donde pone su corazón. Hace poco oí a José Ignacio Munilla, el obispo de San Sebastián, decir: "Nunca se tiene suficiente de lo que no se desea". Si somos conscientes de desear el Bien verdadero, ya somos uno con Él y se nos dará más de eso que anhelamos, escogemos y somos, porque la verdadera abundancia no tiene límite. Si te miras en el Bien, la Verdad, la Belleza, que es Jesucristo, tienes todo. Sin embargo, si te obsesionas con la carencia, el miedo, la desconfianza y la tibieza, si pones tu corazón en lo que no vale nada, en lo que pasa y termina, eso tendrás y serás: la nada que has elegido, porque has negado el verdadero anhelo del corazón: lo bueno, lo eterno, lo verdadero.

Al que tiene se le dará. Recibes, tienes, eres de acuerdo con lo que anhelas, miras, sigues e imitas. Para reconocer ese anhelo esencial del corazón, la "Belleza siempre antigua y siempre nueva", que canta San Agustín, la Sabiduría sobre la que venimos leyendo estos días en la primera lectura de cada Eucaristía, hay que despertar y mantenerse despierto en un mundo donde abundan los dormidos que compran, venden, comen, beben, se casan, construyen (Lucas 17, 26-37) y nada más, un mundo de muertos que se creen vivos, enfrascados en afanes de lo efímero.

Miremos a lo alto y también hacia dentro, donde está el tesoro verdadero del corazón, la fuente inagotable de amor y de gracia, ese surtidor de agua que salta hasta la vida eterna (Juan 4, 14), que no es nuestro, pero se nos da si lo aceptamos. Seamos fieles servidores, que ponen a trabajar los dones y talentos que el Señor les ha confiado, apostando fuerte, apreciando las “inversiones” de alto riesgo, que son las que dan el Beneficio que satisface al corazón despierto. Gratitud, coherencia, confianza y altura de miras es a lo que hoy nos llama, como tantas veces, el Evangelio.

No nos quedemos a ras de tierra por cobardía o exceso de precaución. Los tibios son rechazados en el Apocalipsis, seamos fríos o calientes (Ap 3, 15-17), pero seamos, sobre todo, capaces de reconocer que todo es nuestro, nosotros de Cristo y Cristo de Dios (1 Corintios, 3, 23).

           Es la Vida la que está en juego, y urge prepararnos porque, como dice la segunda Lectura (1 Tesalonicenses, 5-6), el Día del Señor llegará como un ladrón en la noche. Velemos con prudencia y sensatez, como veíamos el domingo pasado, alimentando el anhelo de eternidad que nos mueve y nos impulsa, porque estamos en el mundo pero no somos del mundo (Juan 17, 14), sino hijos de la luz.

            Saltemos sin red, apostando por la Vida, por el Reino y su justicia, tan alejada de las seguridades y la justicia mediocres del mundo. Vivamos de una vez el verdadero amor, la llama de amor viva, bien distinto del falso amor, consumido bajo las cenizas.
Alma, ¿qué has hecho de tu pobre huerto?, se lamenta Machado en uno de sus poemas   www.diasdegracia.blogspot.com  Que no sean esas palabras las que digamos o pensemos cuando llegue la hora. Ocupémonos del huerto, con los talentos de jardineros fieles que nos han sido dados, ahora que aún tenemos luz y pueden florecer las más hermosas flores. Ahora que hay luz y el suelo es fértil, las manos aún fuertes y el pulso firme para esparcir las semillas, remover la tierra y esperar a que llegue la Primavera de donde vinimos.
Mediocridad y tibieza es optar por lo fácil, lo cómodo o lo seguro. Valentía es atreverse a dar un salto para llegar más alto y más lejos, sin pretender conservar lo que se cree tener o lo se cree haber ganado, porque eso supone perderlo.

            Apostemos por el verdadero tesoro, con el valor y la devoción de un samurái o de un caballero templario, pues guerrero y monje son los dos. Arriesguemos por amor, un inmenso amor a la Verdad y a los que la buscan con nosotros, sin miedo, con alegría, pues, como dice Pascal, si La buscamos, es porque ya la hemos encontrado.


                                Sé Tú mi riqueza, Salomé Arricibita y Teresa Nécega

El que no recoge conmigo, desparrama (Mateo 12, 30), dice otro pasaje del Evangelio. El que tiene, recoge con Él, es consciente de Él, en su mente, en su corazón, en su espíritu. El que tiene, recibirá, porque está unido a la fuente inagotable de la abundancia.
            Y al que no tiene, cree estar separado, el miedo le impide conectar con Aquel de donde todo nace y todo confluye, por eso no es capaz aún de recibir.
            Seamos de los que tienen, conscientes de ser en Él, hasta poder decir: Ya no vivo yo, es Cristo que vive en mí (Gálatas 2, 20).

  RECOGER CONTIGO

Recoger contigo es alinearse
hacia Ti, elevar todo mi ser
para que se caiga como piel muerta
todo lo que no es Tú,
todo lo que no puede
llegar a parecerse a Ti.

Recoger contigo es pensarte,
sentirte, dejar que vivas en mí,
que uses mis sentidos y talentos
y vivir yo en Ti, sin que nadie
ni nada distraiga mi atención.

Recoger contigo es escapar
de cuantas fantasías me separan
de la vida verdadera,
que no es otra que Tú, Verdad y Vida.

Recoger contigo es esperarte
cada día, cada instante,
como si estuvieras siempre a punto de venir,
que siempre estás viniendo si recojo contigo,
que siempre estás aquí.

Tú, mi cosecha abundante,
mi fruto bueno,
mi lote y mi heredad,
mi campo infinito donde nada se pierde,
porque recojo contigo,
   y no vuelvo a desparramar.


Con el Nombre de Dios se puede preparar una obra todavía más grandiosa. Del mismo modo que el banquero crea a partir de la nada la riqueza, así quien acumula e invierte su capital de fe y juega con cada oscilación, puede crear a partir de la nada (a partir de una vida hecha de días acumulados uno tras otro, sin nexo, destinada a la muerte) una realidad metafísica.
Por otra parte, todos los discursos de Cristo están tramados de recuerdos bancarios, de reclamos al comercio, a la técnica de las inversiones, a los mandatos de negocios y a sus terribles leyes, por las cuales el fiduciario que simplemente se guarda la moneda, al modo arcaico, es ferozmente condenado.
                                                                                              Elémire Zolla

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