Evangelio según San Juan 1, 35-42
En
aquel tiempo estaba Juan con dos de sus discípulos y fijándose en Jesús que
pasaba, dijo: “Este es el cordero de Dios”. Los dos discípulos oyeron sus
palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y al ver que lo seguían, les
preguntó: “¿Qué buscáis?” Ellos le contestaron: “Rabí (que significa Maestro),
¿dónde vives?” Él les dijo: “Venid y veréis”. Entonces fueron, vieron dónde
vivía, y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde. Andrés,
hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a
Jesús; encontró primero a su hermano Simón y le dijo: “Hemos encontrado al
Mesías (que significa Cristo)”. Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y
le dijo: “Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que significa
Pedro)”.
Mosaico de la Catedral de la Almudena, Marko Ivan Rupnik
A
tres semanas de haber renacido con el Niño, en Belén, después de haber
recordado su Bautismo en el Jordán y nuestro propio bautismo, hoy sentimos la
llamada a ser discípulos de Jesús y nos fijamos en Juan y Andrés, dos de los
que oyeron al Bautista y siguieron al Maestro. No hay mejor manera de avanzar
en el camino del cristiano que remitirnos a Jesús y Su Palabra. El Evangelio "sin glosa", decía preferir San Francisco. El Mensaje desnudo es el crisol que
nos transforma y nos prepara para seguirle e imitarle.
Venid y veréis, dice Jesús a Andrés y
Juan, al inicio del Evangelio del discípulo
amado. Ve a mis hermanos y diles…, dice a María Magdalena, al final de
este mismo Evangelio (Juan 20, 17).
Venid
y veréis, id a mis hermanos y decidles, nos invita a todos en esos dos
momentos; id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación, nos
encomienda al final del Evangelio de Marcos (Marcos 16, 15).
Saber
dónde vive es necesario para conocer el propósito de nuestra
existencia, porque saber dónde vive es vivir con Él, hacerse como Él, ser en Él.
Cuando decimos con San Pablo: no vivo yo, sino Cristo que vive en mí, ya hemos vuelto a Casa, sabemos dónde vive y podemos vivir y ser con Él www.diasdegracia.blogspot.com.
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Creemos porque vemos con los ojos del corazón, porque confiamos en
el testimonio de aquellos que vieron y, sobre todo, confiamos en el verdadero
Testigo del Padre, Jesucristo, Camino, Verdad y Vida. Él vive en el Padre, en la Gracia, en el Reino y, por amor a nosotros, en el mundo sin ser del mundo, como hemos de vivir nosotros.
Lo sepamos o no, nuestro anhelo más profundo es vivir en gracia, en la Casa de la Gracia, que es el mismo Jesucristo. Y para eso, el camino más directo es escucharle, mirarle, contemplarle donde está: en la Eucaristía, en las Sagradas Escrituras, en nuestro corazón que se abre a Él en la oración, que, como dice Santa Teresa, es tratar de amistad con aquel que sabemos que nos ama. Tratarle así para que el Niño que hemos adorado en el pesebre, sea tan íntimo, tan amigo, tan tú, que Lo encuentres en el día que hayas de dejar esta vida que es solo la antesala de la Vida verdadera.
Lo sepamos o no, nuestro anhelo más profundo es vivir en gracia, en la Casa de la Gracia, que es el mismo Jesucristo. Y para eso, el camino más directo es escucharle, mirarle, contemplarle donde está: en la Eucaristía, en las Sagradas Escrituras, en nuestro corazón que se abre a Él en la oración, que, como dice Santa Teresa, es tratar de amistad con aquel que sabemos que nos ama. Tratarle así para que el Niño que hemos adorado en el pesebre, sea tan íntimo, tan amigo, tan tú, que Lo encuentres en el día que hayas de dejar esta vida que es solo la antesala de la Vida verdadera.
Porque
si la Gracia y la Verdad encarnan en nosotros, el cuerpo ya no está destinado a
la corrupción y la muerte definitiva, sino que es materia lista para ser
glorificada y vivir eternamente. Por eso, como nos recuerda San Pablo en la segunda lectura (Corintios 6, 13c-15a.
17-20), damos gloria a Dios con nuestro cuerpo, comprado a precio de Sangre,
evitando que la tiniebla del pecado entre en él, para que la gracia nos inunde
y nos transforme. Eso es escuchar y obedecer, cuya raíz etimológica es ob-audire: oír atentamente. No es
sumisión ni sometimiento. Es respuesta, interacción con el Otro, el interlocutor
esencial del ser humano.
Samuel, en la primera lectura (1 Samuel, 3,
3b-10.19) aprende y nos enseña a escuchar y obedecer, a oír atentamente para asumir
la vocación, la respuesta a la llamada que nos hace nuevos. Mirarle, obedecerle,
tratarle de amistad, es así como trabajamos por el Reino, dejando que Él haga,
para que el hombre nuevo se imponga sobre el viejo. Llevar Su ley en las
entrañas (Salmo 39) solo es posible
si le conoces y te dejas conocer por él, que nos ha predestinado desde antes de
todos los siglos.
Juan
y Andrés eran discípulos del Bautista, que generosamente les muestra al único
Maestro. Juan es uno de los dos que abren el camino a los demás y no se
menciona a sí mismo; porque se siente amado no necesita otro reconocimiento.
Como la Virgen María, Juan guarda en su corazón la enseñanza, convertida en un latido
eterno de amor, el que escuchó en el pecho de Jesús en la Última Cena, la noche
del amor supremo. Por eso, el
discípulo amado menciona a Andrés y Simón con sus nombres y el suyo no lo
pronuncia porque no hace falta; lo lleva en las entrañas, en el corazón. Su nombre ya
está escrito en el cielo, como el de todos los que aceptan a Jesús, y Juan lo
sabe.
Y tú... Le has seguido, a veces con entusiasmo, a veces a
regañadientes, tantas veces pensando y afanándote en otras cosas…; pero le has
seguido durante años. Él te pregunta a menudo ¿qué buscas? Y tú
le has preguntado muchas veces ¿dónde vives? Ven y lo verás, te ha dicho, te
dice día tras día, ven y lo verás. Ya es hora de que vayas y lo veas y te
quedes con Él, en Él, y dejes que Él se quede a vivir para siempre en tu
corazón y tu cuerpo, que son Su templo.
Haz de Él tu vida, tu forma de ser y estar en el mundo, tu mente que dispersa
los pensamientos mezquinos, vanos o inútiles, tu corazón que te libera
de emociones vanas. Él, también tu cuerpo, que te vivifica y te restaura en lo que tienes de mortal, el Cuerpo glorioso que va modelando el tuyo para el día en
que puedas, en Él, expresar este amor que contiene todo amor.
Maestro, ¿dónde vives?, Hermana Glenda
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