Evangelio de Lucas 1, 39-45
La Visitación, Icono bizantino
Trabajad por vuestra salvación con temor y temblor,
porque es Dios quien activa en vosotros el querer
y el obrar para realizar su designio de amor.
Filipenses 2, 12-13
TEMOR Y
TEMBLOR
Temor y
temblor en el regazo oscuro
cuando la
luz atraviesa
el útero
como un rayo
para
mostrarme el Camino.
Dos
embriones se encuentran;
uno, de
hombre,
otro,
divino,
acostumbrándose
a la sangre,
haciéndose
carne para poder tocar,
acariciar,
derribar mesas de cambistas,
bendecir,
sanar, resucitar a los muertos,
resucitar,
Él Mismo, al tercer día.
¡Y ya lo
veo!
Cómo no
saltar en el seno de mi madre,
Isabel, Isha
Bethel, que significa:
mujer,
casa de Dios;
cómo no
agitarme
viendo,
presintiendo mi latido de non nato
el drama,
entero, consumándose
más allá
del tiempo y del espacio…
Gigantesco
Jesús,
inmenso
desde el seno virginal,
deja que
mengüe,
que
disminuya desde ahora,
aunque mi
cuerpo siga creciendo
para ser
el asceta rudo
que se va
formando desde el vientre
tan
cercano al más puro
que te
gestó, gesta, gestará infinitamente.
Es mi
madre también,
más que
ninguna después de la tuya,
Isha
Bethel, mujer, casa de
Dios.
Dioses
sois recordará el
Maestro,
yo lo
seré, si Tú quieres,
en Ti, por
Ti, contigo,
en ese
reino de Hijos que vienes a anunciar.
Pero deja
que antes disminuya, que mengüe,
que
descienda, que desande,
me desnude
de formas y ritos,
desaprenda
los dulces pasatiempos,
renuncie a
los goces de la carne,
que se
forma en el seno de mi madre,
sorprendida
de ver en el rostro de su prima,
la luz
dulcísima, la belleza infinita
y eterna
de la madre de Dios,
ya madre
nuestra.
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