Evangelio según san Mateo 5, 38-48
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Habéis oído que se dijo: “Ojo por ojo, diente por diente”. Yo, en cambio os digo: No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y a quien te pide prestado, no lo rehúyas.
Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo”. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos y manda la lluvia a justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”.
El Sermón del Monte, James Tissot
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Antes de tachar de cobarde al hombre que tiende la mano al que lo ha injuriado, haría falta que supiéramos que con esa misma mano ha querido estrangularlo y que le ha sido precisa una virilidad poco común para olvidar que su honor había sido escarnecido. El perdón es un acto de fortaleza; pero la fortaleza no es la dureza.
La vida presente es corta y os trae
ya los suficientes fastidios para que les añadáis unas penas inútiles. Olvidad,
sonreíd y gustad una de las mejores alegrías de la tierra: la alegría de haber
perdonado.
Georges Chevrot
Esta semana he vuelto a ver la película Tiempo de amar, tiempo de morir, cuyo final deja un poso de amargura inesperado. Somos testigos de una enorme injusticia: el beneficiado mata al benefactor, el salvado, en lugar de agradecer el bien recibido, la propia vida que iban a arrebatarle, asesina a su salvador y trunca su futuro, tan prometedor, su amor, su familia recién creada, sus sueños, sus esperanzas. Asoman pensamientos de venganza; piensas que el protagonista no tenía que haber impedido a su compañero que los matara y así, al menos, él, “el bueno”, se habría salvado.
Pero si lo piensas mejor, es así como “el bueno” se ha salvado, pero no al modo humano, sino al modo divino, porque da su vida por la justicia, la misericordia y la paz. El que da su vida, la gana…; ha ganado la Vida eterna y eso es lo que importa. En el mundo hay injusticias, traiciones, humillaciones, maldades, atrocidades, tragedias… Para los que sean contados como dignos de la Vida, solo hay justicia, premio, compensación, bondad, verdad, dicha infinita.
Amar como Jesús a los enemigos es no
separar, no hacer acepción de personas, no discriminar. Es el “giro” perfecto
que abarca todo, integra a todos. Es recoger, en lugar de desparramar, porque Jesús dio
Su Vida por toda la familia humana sin excepción, aunque no todos aceptan la Redención.
Por eso, igual que la liturgia se corrigió (volvió al origen, en realidad) y,
en la fórmula de la Consagración, las palabras: “por todos los hombres” pasaron
a “por muchos”, porque no todos dicen sí; podemos hacer realidad ese juego
infantil que, inspirado por la Sabiduría, decía “por mí y por todos mis
compañeros” y en ese “compañeros” están todos.
Dios se encargará de ordenarlo todo, no podemos decir a quién sí y a quién no. Porque el amor perfecto es amar a
Jesús en todos y a todos en Jesús, con Jesús, por Jesús, como Jesús, esto es,
sin distinción, sin condición, sin medida, y eso solo se entiende si se sabe
que el amor verdadero no es una emoción o un sentimiento, el amor verdadero es
la fidelidad a nuestra verdadera esencia, que es estar unidos con Dios en
perfecta correspondencia, para vivir la vida divina a la que estamos llamados.
Volviendo a la película, con final desolador si se ve con ojos humanos, el soldado Ernst Graeber ha amado perfectamente, acorde con lo que
ha comprendido al descubrir los horrores del nazismo por el que ha combatido. Ha
sido testigo de persecuciones injustas y crueles asesinatos, ha enterrado con
sus propias manos las cenizas de su suegro, ha conocido el odio y el amor, la
maldad y la generosidad. Ha amado bien y
esa elección le ha llevado a la muerte en el mundo y a la Vida en el Reino.
¿Quién puede entender esto, si no se mira
con los ojos de la fe, la esperanza y la caridad? Nadie tiene amor más grande
que el que da la vida por sus amigos. Y los amigos de Jesús son todos.
Los que le reconocen y los que le desprecian, los que le aman y los que le
odian, los que le siguen y los que le crucifican. Toda la familia humana de
todos los tiempos es “amiga” de Jesús, aunque sean pocos los que lo saben y
menos aún los que deciden vivir en consecuencia.
Ese amar a todos, incluyendo a los
enemigos, ese agradecer los males sufridos parece algo heroico, inalcanzable
para el corazón humano. Pero es posible si somos Uno con el Héroe, el único
Héroe; Sus méritos nos bastan. Amar al enemigo no es someterse a la
maldad, es renunciar al odio, a la injusticia, a la venganza. Es querer el Reino para todos, y no permitirse nada
que no sea digno de nuestro Padre y su Amor perfecto. www.diasdegracia.blogspot.com
No esperemos aquí recompensa por el bien que hagamos, porque, como le dijo la Santísima Virgen a Santa Bernardita: «No
te prometo hacerte feliz en este mundo, pero sí en el otro» Y Santa Bernardita, modelo de amor, perdón, aceptación, renuncia y perfecto abandono, entendió
bien el mensaje de la Inmaculada Concepción. Su "testamento" espiritual, que
incluyo a continuación, así lo demuestra.
Por la pobreza en la que vivieron papá y
mamá, por los fracasos que tuvimos, porque se arruinó el molino, por haber
tenido que cuidar niños, vigilar huertos frutales y ovejas; y por mi constante
cansancio... te doy gracias, Jesús.
Te doy las gracias, Dios mío, por el
fiscal y por el comisario, por los gendarmes y por las duras palabras del padre
Peyremale...
No sabré cómo agradecerte, si no es en el
paraíso, por los días en que viniste, María, y también por aquellos en los que
no viniste. Por la bofetada recibida, y por las burlas y ofensas sufridas; por
aquellos que me tenían por loca, y por aquellos que veían en mí a una
impostora; por alguien que trataba de hacer un negocio..., te doy las gracias,
Madre.
Por la ortografía que jamás aprendí, por
la mala memoria que siempre tuve, por mi ignorancia y por mi estupidez, te doy
las gracias.
Te doy las gracias porque, si hubiese
existido en la tierra un niño más ignorante y estúpido, tú lo hubieses
elegido...
Porque mi madre haya muerto lejos. Por el
dolor que sentí cuando mi padre, en vez de abrazar a su pequeña Bernardita, me
llamó "hermana María Bernarda"..., te doy las gracias.
Te doy las gracias por el corazón que me
has dado, tan delicado y sensible, y que me colmaste de amargura...
Porque la madre Josefa anunciase que no
sirvo para nada, te doy las gracias. Por el sarcasmo de la madre maestra, por
su dura voz, por sus injusticias, por su ironía y por el pan de la
humillación... te doy gracias.
Gracias por haber sido como soy, porque la
madre Teresa pudiese decir de mí: "Jamás le cedáis lo suficiente"...
Doy las gracias por haber sido una
privilegiada en la indicación de mis defectos, y que otras hermanas pudieran
decir: "Qué suerte que no soy Bernardita"...
Agradezco haber sido la Bernardita a la
que amenazaron con llevarla a la cárcel porque te vi a ti, Madre... Agradezco
que fui una Bernardita tan pobre y tan miserable que, cuando me veían, la gente
decía: "¿Esa cosa es ella?" la Bernardita que la gente miraba como si
fuese el animal más exótico...
Por el cuerpo que me diste, digno de compasión y putrefacto... por mi enfermedad, que arde como el fuego y quema como el humo, por mis huesos podridos, por mis sudores y fiebre, por los dolores agudos y sordos que siento... te doy las gracias, Dios mío.
Por el cuerpo que me diste, digno de compasión y putrefacto... por mi enfermedad, que arde como el fuego y quema como el humo, por mis huesos podridos, por mis sudores y fiebre, por los dolores agudos y sordos que siento... te doy las gracias, Dios mío.
Y por el alma que me diste, por el
desierto de mi sequedad interior, por tus noches y por tus relámpagos, por tus
rayos... por todo. Por ti mismo, cuando estuviste presente y cuando faltaste...
te doy las gracias, Jesús.
Santa Bernardita
El colmo
del Amor,
amor hasta
el extremo:
amar al que
te odia,
al que te
ataca,
al que mira
indiferente
cómo sangra
la herida
que su
envidia infligió
en tu piel
inocente
o en tu
confianza.
Amar al que
traiciona,
al que
ignora tu voz
implorando su
ayuda.
Amor sin
medida,
ni condición.
También al
que se porta
como
enemigo cruel,
sin razón
ni motivo,
al que ofende y se burla,
al que te
hace caer,
al
rencoroso…
La paradoja
santa,
valor que
abrasa el odio
y enciende
el corazón.
Amor
purificado
que dignifica,
y te hace fuerte,
libre
para seguir
amando hasta el final
como el
Maestro.
Amor total,
Amor,
fuego divino
inflamando
la tierra,
espada de
doble filo,
arrancándonos
el miedo
con tajo
firme,
cirujano
preciso,
dolor que
se transforma
en amor si
le damos
peso de
eternidad,
y todo,
hasta el pecado,
tiene
sentido, feliz la culpa
que mereció
tal Redentor.
Amor que
salva
clavado en
una Cruz.
De la Cruz a la Luz,
del dolor al amor,
para la Vida.
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