Evangelio según san Mateo 10, 37-42
En aquel tiempo, dijo
Jesús a sus apóstoles: «El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no
es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de
mí; y el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí. El que encuentre su
vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará. El que os recibe
a vosotros me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado; el
que recibe a un profeta porque es profeta tendrá paga de profeta; y el que
recibe a un justo porque es justo tendrá paga de justo. El que dé a beber,
aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos, sólo
porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro.»
Charles de Foucauld |
Seguir desnudo a Cristo desnudo.
San Jerónimo
A finales de mayo,
conocíamos la noticia de la futura canonización del beato Charles de Foucauld,
uno de los más fieles seguidores de Cristo. Con su vida y su obra nos muestra
que ser discípulo supone, además de escuchar la Palabra e imitar a Jesús, estar
dispuesto a renunciar de tal modo a la personalidad, gustos, aversiones,
proyectos, anhelos del hombre viejo (Romanos 6, 6-8), que acabas configurándote con
el Maestro, hasta el punto de poder decir con San Pablo: “vivo, pero no soy yo
el que vive, es Cristo quien vive en mí” (Gálatas 2, 20).
No se trata de una simple
asimilación de la enseñanza de Jesús; asumir e integrar Su mensaje implica
reconstruirnos, recrearnos por Él, para ser en Él y Él en nosotros www.diasdegracia.blogspot.com.
La meta es unirnos totalmente a Cristo para que Su vida sea la nuestra y nuestra pobre vida mortal quede
clavada en Su cruz, integrada en Su Vida. Entonces la pérdida se transforma en
una ganancia inimaginable; la negación de sí, en un hallazgo del verdadero Sí
mismo; toda renuncia, en el Encuentro decisivo; la muerte del ego, en la Vida
verdadera.
El amor humano es un
tesoro, verdadero don de Dios, pero es infinitamente más valioso si se
subordina al amor divino. Es preciso abrirse a la Verdad para que el amor se
vaya purificando, desnudando, liberando de lastre y ataduras hasta ser puro
Amor, incondicionado, infinito y eterno.
Entonces ya no amas a tu
padre solo porque es “tu” padre –eso
sería un mero querer, aferrar, apropiarse–,
sino que amas a tu padre (o a tu madre o a tu amigo) por sí mismo, en ese
Sí mismo que comparte con todos los padres, madres, amigos, con todos los hombres
y mujeres, muchos y Uno, manifestaciones del Ser Único de Dios.
La multiplicidad,
sublimada e integrada en la Unidad; la dualidad, transfigurada y ascendida a la
no-dualidad. A eso hemos venido, a elevar con Él y por Él lo contingente, a
trascender y eternizar lo perecedero, a unificarlo todo en Él.
Cuando comprendes el
sentido de tu existencia, lo aceptas y te pones manos a la obra con los ojos y
el corazón fijos en Aquel que nos da el sentido y la misión, empiezas a
reflejar en tu rostro la luz y los rasgos de Jesucristo, porque ya no eres un
ego separado, que se afana, se defiende y acapara, sino Cristo, vida nuestra
(Colosenses 3, 4).
Oración
del abandono
Padre mío,
me abandono a Ti.
Haz de mí lo que quieras.
Lo que hagas de mí te lo agradezco,
estoy dispuesto a todo,
lo acepto todo.
Con tal que Tu voluntad se haga en mí
y en todas tus criaturas,
no deseo nada más, Dios mío.
Pongo mi vida en Tus manos.
Te la doy, Dios mío,
con todo el amor de mi corazón,
porque te amo,
y porque para mí amarte es darme,
entregarme en Tus manos sin medida,
con infinita confianza,
porque Tu eres mi Padre.
Charles de Foucauld
Charles de Foucauld
Pongo mi vida en tus manos, Luis Guitarra
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