Evangelio de Juan 10, 11-18
En
aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: “Yo soy el buen Pastor. El buen pastor
da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las
ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estragos y
las dispersa; y es que al asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen
Pastor, que conozco a las mías y las mías me conocen, igual que el Padre me
conoce y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además,
otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y
escucharán mi voz y habrá un solo rebaño, un solo Pastor. Por eso me ama el
Padre: porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita,
sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder
para recuperarla. Este mandato he recibido del Padre.
Para que nosotros, seres relativos, podamos volver al
Absoluto, es preciso que el Absoluto descienda y nos tome. Ese descenso es
justamente la encarnación del Verbo; ese tomarnos es Jesucristo, el Hijo único
de Dios. He aquí el evangelio.
Paul Sédir
Jesucristo,
el Cordero y el Buen Pastor, otra luminosa paradoja con la que lo inefable se
nos acerca, para que comprendamos que lo Absoluto se nos hace concreto por amor.
Buen Pastor, Cordero, Piedra angular, como dice la primera lectura (Hechos 4,
8-12), Camino, Verdad y Vida, Resurrección y Vida… Todos los nombres, todos los colores, todos
los matices, todos los silencios están contenidos en el nombre de Jesús. En las
Escrituras Sagradas vamos encontrando, si estamos atentos, esos nombres, esa
plenitud de significados que solo es posible en Aquel que es verdadero Dios y
verdadero hombre, en Aquel que es todo.
José
María Cabodevilla hace una síntesis de todos los nombres, facetas y colores que
están en Jesucristo y que se encuentran repartidos en el Antiguo y en el Nuevo
Testamento:
Jesús es monte grande por su divinidad y
monte pequeño por su humanidad desvalida; es piedrecilla que se hace monte (Dan
2, 44-45). Es estrella (Núm 24, 17) que se hace sol (Ap 21, 23). Es el fuerte
(Is 9, 6) y el degollado (Ap 5, 9). Es un cedro frondoso (Ez 17, 23) y una
humilde raíz de tierra seca (Is 53, 2). Es nuestro padre (Jn 13, 33), y nuestro
hermano (Jn 20, 17), y nuestro esposo (Mt 9, 15). Es Padre del siglo futuro (Is
9, 6) y a la vez fue engendrado desde el principio (Miq 5, 2-4). Alfa y omega
de la eternidad, alfa de un tiempo y omega de otro, circunferencia y centro.
Vino, viene, vendrá y no se mueve. Es piedra de tropiezo (I Pe 2, 6) y piedra
angular de la casa (Ef 2, 20). Es Señor de los ejércitos (Jer 2, 16) y es
nuestra paz (Ef 2, 14). Es león (Is 31, 4) y cordero (Jn 1, 29). Es nuestro
juez (Jn 5, 22) y nuestro abogado (1 Jn 2, 1).
Cristo lo es todo. Es el nuevo Noé que
sobrevivió al diluvio y ha sido constituido padre de una nueva humanidad; es el
arca donde hallamos refugio, es el pez de los anagramas, es el agua que quita
toda sed. Es agua y vino que engendra vírgenes. Es el vino que santamente
embriaga, es la uva pisada en el lagar del Calvario, es la cepa que vivifica
los sarmientos, es la viña fértil que nunca da agraces, es el viñador que
arranca las ramas secas y poda las fecundas. Es pasto y pastor, y puerta del
redil y cordero. Cordero pastor: "el Cordero, que está en medio del trono,
los apacentará.” (Ap 7, 17) Es camino a recorrer, es nuestro guía para todo el
camino, es el viático para el camino, es la patria adonde el camino conduce. Es
la luz que veremos y la luz mediante la cual veremos la luz. Es el sembrador
que arroja la simiente en nuestros pechos, y es la semilla que murió y produjo
lozana espiga, y es la única tierra donde germina lo santo. Es el alimento y
nuestro comensal. Es el templo y el que mora en el templo. Es el ungido y el
óleo. Es el esposo y el vestido de bodas. Es el legislador y la ley. Es el que
premia y el único premio que se goza. Es el que mide y es la medida de todo. Es
el médico y la medicina. Es el maestro y la verdad. Es el rey y el reino. Es el
sacerdote y la hostia.
Es la piedra preciosa que vale más que
todas las haciendas y es la piedra blanca en que está escrito el nombre nuevo
(Ap 2, 17). Y este nombre es Jesús.
El Buen Pastor Niño, Murillo
Desde otro
"instante sagrado", más allá del tiempo y del espacio, el poeta José
Miguel Ibáñez Langlois canta con precisión y belleza la esencia del camino del
cristiano: que Jesucristo no es un maestro más ni un avatar, que Él es la
Fuente de la Vida, el Camino, la Luz, el Hijo de Dios que viene a liberarnos.
Él no es un iluminado porque Él
es la Luz.
Él no ha buscado la verdad porque
es la Verdad.
No es un héroe del verbo porque
es el Verbo.
Él no se ha descubierto ni a sí
mismo.
Jesús de Nazaret, qué diantres,
con la voz de la infinita
humildad, simplemente susurra antes de morir:
yo soy la resurrección y la vida,
yo soy la luz del mundo,
Yo Soy El Que Soy,
Yo Soy.
No tenemos que
hacer un duro trabajo interior, solos, con pocas esperanzas y una meta lejana e
incierta… Cristo ha hecho el trabajo por nosotros. Solo nos queda reconocerlo,
creyendo en Él, y aceptar agradecidos tan alto don. Entonces, el cristiano
actúa en consecuencia y, si es sincero, no teme nada porque el Buen Pastor, fiel
a Su promesa, está con él todos los días hasta el fin del mundo. El cristiano
no tiene que lograr un alma porque Él nos la ha regalado con todo Su Amor. El
cristiano solo tiene que aceptar ese Amor y corresponder, glorificando a Dios
con su vida.
Es el sentido de la pobreza de espíritu, la infancia
espiritual consciente y libre. Hacerse como niños es ser capaces de lo que no
logró el joven rico: renunciar a todo y seguir al Maestro, con la confianza del
que se sabe guiado por el Buen Pastor, siempre atento y vigilante para que
ninguno de los Suyos se pierda.
¿Somos de los Suyos? ¿Queremos serlo? Yo sí quiero serlo,
con toda mi alma, hasta el punto de decir con Dostoievski: si alguien pudiera demostrarme que la verdad está
fuera de Cristo y que realmente Cristo está fuera de la verdad, preferiría
estar con Cristo antes que con la verdad.
Cara a cara, Marcos Vidal
Cara a cara, Marcos Vidal
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