Evangelio según san Mateo 5, 1-12a
En estos días de pandemia y plandemia, nos sentimos vulnerables, con el aliento de la muerte en las espaldas. Muchos temen morir, otros lloran la muerte de seres queridos que han dejado un vacío desolador. Algunos, los menos en una sociedad de culto al placer y la individualidad, empiezan a ver la muerte como la "hermana muerte" que cantaba San Francisco, que lleva al reencuentro con "la pura eternidad de cuanto amo", como se reza en la Liturgia de las Horas.
En todos nosotros, seamos más o menos conscientes de ello, palpita un deseo de eternidad. La buena noticia es que Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, hace posible con su muerte y su resurrección el triunfo de la vida para toda la humanidad. Como el cuerpo muerto de Jesús se transformó en el cuerpo glorioso que apareció ante María Magdalena, y después ante el resto de los discípulos, a nosotros también nos espera esa gestación prodigiosa.
Desde ese momento, verdaderamente actual, vivimos en el tiempo de la gracia, y la muerte ya no tiene poder sobre nosotros. Sufrimos y morimos como una circunstancia temporal sobre la que nos alzamos (Jesús nos elevó, al ser elevado en la cruz y después resucitar), a fin de alcanzar nuestro destino de seres creados para vivir eternamente. Así lo expresa San Pablo en la Primera Carta a los Corintios (1 Cor 55): La muerte ha sido absorbida por la victoria. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón? En esa epístola también se explica cómo la resurrección nos transformará, de corruptibles, en incorruptibles; no seremos espíritus puros como los ángeles, sino que seremos espiritualizados (1 Cor 15), cuerpo glorioso, alma y espíritu, plenitud del ser humano que Dios creó para la Vida.
La Resurrección de Cristo es garantía de nuestra resurrección. Si para Dios no hay tiempo, ya hemos recibido el cuerpo del hombre nuevo, hemos resucitado y estamos junto a Él en el Padre, aunque aún tengamos que simultanear esa dicha inmensa con la travesía por aguas turbulentas de la gran tribulación. diasdegracia.blogspot.com
¿Cómo vivir cuando has logrado ser consciente de que has sido rescatado del mundo de muerte y destrucción por Jesucristo? ¿Puedes, entonces, volver a molestarte por tonterías? ¿Puedes ser superficial o hacer las cosas con desgana? ¿Puedes ser áspero con alguien? ¿Puedes recrearte en los placeres físicos? ¿Puedes obsesionarte con problemas que la mente agiganta? ¿Puedes, sabiéndote rescatado del mundo, poner el corazón en las cosas del mundo? ¿Puedes seguir desperdiciando la vida verdadera, los días que te dieron para amar, a cambio de una ensoñación o de un triunfo mundano y, por tanto, efímero? ¿Puedes desesperarte por las tragedias que acontecen, cuando sabes que, si das la vuelta a la alfombra, no son tales, sino purificaciones, victorias de combates invisibles, días de Gracia y Salvación? ¿Puedes perder el tiempo evocando momentos del pasado y desperdiciar la Vida, que siempre es ahora?
Y la Vida, solo se puede apreciar, acoger y transmitir, viviéndola como resucitados, con todos los sentidos, los físicos y los espirituales, despiertos, atentos, en comunión con Aquel que nos ha liberado.
Se
trata, pues, de vencer la muerte, hoy mismo.
El cielo
no está allí: está aquí;
el más
allá no está detrás de las nubes,
está por
dentro.
El más
allá está por dentro,
como el
cielo está aquí, ahora.
Es hoy
que la vida debe eternizarse,
es hoy
que somos llamados
a vencer
la muerte, a volvernos fuente y origen,
a
recoger la historia, para que
a través
de nosotros empiece de nuevo.
Hoy,
tenemos que dar
a
cualquier realidad una dimensión humana
para que
el mundo sea habitable,
digno de nosotros y digno de Dios.
Maurice Zundel
No hay comentarios:
Publicar un comentario