28 de septiembre de 2024

El Camino del Cristiano

 

Evangelio según San Marcos 9, 38-48   

En aquel tiempo, dijo Juan a Jesús: “Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros”. Jesús respondió: “No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro. El que os dé a beber un vaso de agua, porque seguís al Mesías, os aseguro que no se quedará sin recompensa. Al que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. Si tu mano te hace caer, córtatela: más te vale entrar manco en la vida que ir con las dos manos al abismo, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te hace caer, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida que ser echado con los dos pies al abismo. Y si tu ojo te hace caer, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios que ser echado con los dos ojos al abismo, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga”. 

El camino del cristiano lo encontró Aquel que es “el camino” y es una felicidad encontrarlo. El cristiano no se pierde en los rodeos y es salvado felizmente para la gloria.
                                                      Soren Kierkegaard

Un post que colgué en hace tiempo, y enlaza con la reflexión que hacemos en el blog hermano www.diasdegracia.blogspot.com.

                               El filo de la navaja (1946), de Edmund Goulding

          ¡Qué estrecha es la puerta y que angosto el camino
          que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos.
                 Mateo 7, 14-16

                                                   Como el agudo filo de una navaja es el sendero.
                                                   ¡Estrecho es, y difícil de seguir!
                                                                                                       Katha Upanishad

Los héroes se convierten en budas con un solo pensamiento, pero a los perezosos se les entrega las tres  colecciones de los libros sagrados para que los estudien.
                                                                                                     Sutra Vimalakirti

Jesucristo aúna, concilia, integra todas las religiones y tradiciones, incluso para los que no han declarado su adhesión al cristianismo, o ni siquiera han oído hablar de Él, pero, gracias a la pureza de su corazón y la sinceridad de su búsqueda, logran conectar con Aquel que es el Camino, la Verdad, la Vida y se preparan para ser alter Christus. Como el impactante maestro y su discípulo, Larry Darrell, personajes de la novela de Somerset Maugham, que inspiró la película.

Cuántos buscadores de diferentes escuelas y caminos, muchos incluso de los que se creen cristianos, se quedan en el Yo seré de Moisés. Aún no se dan cuenta de que, aceptando a Jesucristo, uniéndose a Él o descubriendo que somos Uno en Él, estarían en el Yo Soy. Porque Él nos perfecciona en Sí, nos purifica y trasciende nuestras limitaciones, nos da el alimento espiritual que precisamos para ir alcanzando la Semejanza.

         No hay nada que hacer, ningún sitio al que llegar, ningún bien que merecer. Sólo hay que Ser, vivir lo que somos, aprendiendo a conjurar los condicionamientos, los pensamientos repetitivos e inútiles, las programaciones.

         Jesucristo nos ofrece el Único Camino, que integra cuerpo, mente, corazón, alma y espíritu, y nos da la clave que muchos han buscado en vano. Creer en Él, aceptar su amor incondicional y redentor es el verdadero "atajo", la clave decisiva que nos pone en marcha y, cuando queramos darnos cuenta, nos encontraremos a menos distancia de la meta que del inicio. Es Su fuerza, Su impulso, que nos lleva como en volandas.

         Dichoso el que crea sin haber visto, es la bienaventuranza de los hombres de hoy. Y, si nos fijamos bien, en ella están contenidas todas las demás. Si creemos de verdad, sin necesidad de apoyos sensibles, no con la mera “creencia” conformista, interesada, rutinaria de la mente, sino con la voluntad que nace de un corazón generoso y audaz, la voluntad humana tan pequeña, unida a la Divina Voluntad, estaremos siempre en presencia de Dios y esa conciencia luminosa y transformadora nos llevará directamente de regreso a Casa, porque nos dará la gracia necesaria para seguir amando hasta el final. Y el amor es mucho más que la fe, más que las obras y más que la fe con obras.

           Jesucristo es Camino, Verdad y Vida; lo sé desde que tengo uso de razón. Pero cuánto me ha costado asimilarlo con todo mi ser y empezar a vivirlo, siendo consecuente con mi herencia y mi destino. Todos los trabajos interiores, las prácticas, los aprendizajes, las escuelas, los libros, se dirigían hacia Él, todo acaba en Él. Por eso, dando la mano a Jesús, mirándole, viviéndole, ...¡siendo otro Jesús!, lo que necesitaría años de estudio, profundas diatribas filosóficas y teológicas, esfuerzo, trabajo constante, disciplina, se hace accesible a nuestro limitado entendimiento. Pero para vivir a Cristo, para ser Él, es necesario un corazón sencillo, humilde, libre de soberbia y vanidad. 

            El camino del cristiano es el camino de los héroes, que no se pierden en rodeos, como coinciden en señalar Kierkegaard y el Sutra Vimalakirti. El Padrenuestro, sin ir más lejos, contemplado con esta libertad y limpieza, abarca todas las verdades que muchos pretendidos sabios y también muchos acumuladores de "méritos", no logran siquiera vislumbrar.

            Y orar en el silencio interior, con la sencillez de aquel campesino que menciona el cura de Ars (“yo Lo miro, Él me mira, y estamos contentos”), puede borrar abismos de ignorancia. No es devoción sensiblera, pues permite alcanzar las más elevadas cimas de la espiritualidad. Pero sin retórica, sin ruido ni calificativos. Con solo una mirada de amor y confianza, capaz de abarcar un mundo.

        Volviendo a la escena de El filo de la navaja, como ya casi nada es casual, sino causal, el Evangelio de hoy viene a darnos más luz. En las primeras líneas, leemos:
"No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro".

            Jesús vuelve a demostrarnos que los verdaderos discípulos están por encima de reglamentos y exclusiones.
        El discípulo falso, mezquino, inseguro, acaso por ignorancia o inmadurez, que, en lugar de amar a Dios, se ama a sí mismo, delimita bandos y exige normas y fronteras, pues teme perder su identidad, su parcelita, que es lo que en el fondo defiende.
         Los discípulos auténticos saben que el Espíritu sopla donde quiere, son capaces de expandir sus horizontes sin miedo y aprecian la bondad, la verdad, la belleza que hay en todas las vías sinceras de acercamiento a Dios, pues todas acabarán confluyendo en el Camino, la Belleza tan antigua y tan nueva. Pero esos discípulos de corazón sincero y humilde no caen en el relativismo del todo vale y lo políticamente correcto. Esa entrega libre y confiada, agradecida de haber sido llamados por Aquel que anhelaba nuestro corazón, es la que nos transforma y nos convierte en héroes, salvados felizmente para la gloria por el único Salvador.


Discurso del General Lorens Loewenheilm, inspirado en el Salmo 85,
en El Festín de Babette (1987), Gabriel Axel

La misericordia y la verdad se han encontrado. La justicia y la dicha se besarán. El hombre, en su debilidad y falta de visión cree que debe tomar decisiones en su vida. Tiembla ante los riesgos que corre. Conocemos el miedo…. Pero, no; nuestra decisión no tiene importancia. Llega el día en que nuestros ojos se abren, y descubrimos que la misericordia es infinita. Solo es necesario esperarla con confianza y recibirla con gratitud. La gracia no impone condiciones. Y, he ahí que todo lo que hemos elegido nos es concedido, y todo lo que rechazamos también nos es concedido. Sí, también recibimos lo que rechazamos. Porque la misericordia y la verdad se han encontrado. Y la justicia y la dicha se besarán...

Porque cuando uno encuentra esa misericordia y esa verdad dentro, y la justicia y la dicha besándose en su corazón, se encuentra también consigo mismo, su auténtico Sí mismo, y con los demás, todos hermanos, aunque algunos se empeñen, en vano, en decir que no son de “los nuestros”.

21 de septiembre de 2024

Servir para Ser

 

Evangelio según san Marcos 9, 30-37

En aquel tiempo, instruía Jesús a sus discípulos. Les decía: “El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará”. Pero no entendían aquello; y les daba miedo preguntarle. Llegaron a Cafarnaún, y una vez en casa les preguntó: “¿De qué discutíais por el camino?” Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: “Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”. Y acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: “El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado”.

                                                 El lavatorio de pies, Tintoretto

¡Vanidad de vanidades -dice Qohelet-; vanidad de vanidades, todo es vanidad. ¿Qué provecho tiene el hombre de todos los esfuerzos con que se afana bajo el sol? (...) Todas las cosas cansan y nadie es capaz de explicarlas. ¿No se sacian los ojos de ver, ni el oído de oír? Lo que pasó, eso pasará; lo que se hizo, eso se hará: nada hay nuevo debajo del sol
                                                                                    Eclesiastés 1,2-9 

Cómo se transforman los apóstoles viviendo junto al Maestro...; de ambiciosos, mezquinos, cobardes, tal como se muestran en el pasaje de hoy, cuando aún no han comprendido que los criterios de Jesús no son los del mundo, pasarán a ser dignos, sencillos, fuertes y libres. De nuevo, se nos presenta la única elección posible, el camino estrecho, no seguirle el juego a esas voces que dentro y fuera de nosotros nos incitan a la ambición, a los criterios del mundo: ganar, competir, acumular, triunfar...  

Para comprender a Jesús, hace falta recorrer el camino descendente de la humildad. Ser discípulo Suyo, seguirle en su coherencia y su destino de cruz y gloria, nos hace ser valientes y aceptar el abandono, la traición y el menosprecio. Para nosotros, todo se suaviza, porque Él ya lo sufrió en nuestro lugar. Por eso, la humildad es el signo distintivo del discípulo.

Si Jesucristo, Dios que se hace hombre, vulnerable y limitado, por amor, fue capaz de servir sin condiciones y amar hasta el extremo, sus discípulos hemos de estar dispuestos, no solo a ser últimos, sino a amar ese "descenso", que no es masoquismo, sino contrapunto de la vanagloria (vana gloria) del mundo, una de las astutas consignas de adversario, el separador. Como el verdadero pobre de espíritu, que no tiene nada ni quiere nada, ese abajamiento ha de ser un ponerse a ras de tierra, humus, auténtica humildad.

El despreciado y rechazado, el cordero llevado al matadero, la oveja que enmudece (Is 53, 3-7), el gusano, oprobio de los hombres, desprecio del pueblo (Sal 22, 7)... Así anunciaban a Cristo las Escrituras antes de la Encarnación. No nos escandalicemos ni miremos a otro lado, o a esas imágenes que disfrazamos con encajes y túnicas de seda. Sí, el "gusano"; ¿es posible más humildad del mismo Dios? Hasta ahí llegó Su amor. ¿Hasta dónde llega el nuestro?

Si decidimos seguir a Jesús con todas las consecuencias, iremos siempre más lejos, más profundo, más vertical, a la verdadera raíz, al Acto único de Dios que sostiene todo, que parece desplegarse en el tiempo, pero es atemporal. Entonces podemos, con una nueva lucidez que viene de la luz primigenia (Fiat Lux) contemplar con desapego y sin engaño la tramoya que sostiene el drama de nuestras vidas, y desde ahí ver cómo se suceden todas las actitudes y todos los personajes dentro de uno mismo. Ambiciosos y desapegados, primeros y últimos, prepotentes y sencillos, obsesionados por la apariencia y siervos fieles que encuentran su dignidad sirviendo, discretamente, en esa aparente vulgaridad de lo cotidiano.

Porque, la verdadera sencillez y la verdadera humildad no necesitan manifestarse. Cuántos, aparentemente humildes, hacen alarde de una falsa virtud. El verdaderamente humilde ni siquiera necesita saber que lo es, porque se sabe nada y por eso puede llenarse del Todo. 

Cuando comprendes que Dios quiere darse por completo y quiere ser Uno contigo, sabes que no tienes que defenderte de nada o prevalecer sobre nadie. Lo que mueve el mundo: deseos de aceptación, reconocimiento, admiración, poder…, ya no importa; ni siquiera aparecen esos conceptos de inseguridad, miedo, egoísmo y separación, en este nuevo lenguaje claro y transparente del servicio, de la entrega, del amor, de la donación libre y total. Donación, don..., perdón, el colmo del don (per-don) y del amor. Porque hemos sido perdonados, amamos mucho, como veíamos en el Evangelio del jueves.

Perdonados, amados, transformados desde la esencia, capaces de perdonar y amar. Ya no buscamos destacar o ser valorados, ni necesitamos reforzar ninguna imagen mental propia o ajena. Esta es la base de la auténtica libertad que Cristo nos enseña continuamente porque nos quiere libres. La Verdad nos hace libres y Él es la Verdad.

Ya no somos buenos o malos, generosos o egoístas, soberbios o humildes, primeros o últimos; hemos trascendido el mundo transitorio de la dualidad, y somos nada, es decir, somos todo con Jesucristo y en Él, que es la fuente de la auténtica Bondad, de la Verdad y la Vida, alcanzamos la plenitud. 

La cruz, que es antesala de la resurrección, el sacrificio, la elección difícil (y fácil porque no hay otra en realidad para el que quiere alcanzar la Vida verdadera y eterna) hace posible que la obra sea entregada, la misión, cumplida. 

Esa plenitud, donde ya somos reales y libres,  la cruz aceptada que lleva a la Vida, nos recuerda el propósito de la existencia, lo que hace que las experiencias tengan sentido como combustible para el retorno, el camino de regreso a Casa. Pero, a ese no-lugar infinito, solo se accede por el camino estrecho, por el ojo de aguja del desapego y la humildad. Para ser grandes, hemos de ser pequeños, para ser primeros, hemos de ser últimos, para ser herederos del Reino hemos de ser siervos que hacen lo que han de hacer, sin esperar recompensa, por "amor al Arte", por Amor.

14 de septiembre de 2024

¿Quién soy yo para Él?


Evangelio según san Marcos 8, 27-35

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Felipe; por el camino, preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que soy yo?» Ellos le contestaron: «Unos, Juan Bautista; otros, Elías; y otros, uno de los profetas.» Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy?» Pedro le contestó: «Tú eres el Mesías.» Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y empezó a instruirlos: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días.» Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Jesús se volvió y, de cara a los discípulos, increpó a Pedro: «¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!» Después llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo: «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará.»


                                                                 Domine Iesu Christe
           
El camino del cristiano lo encontró Aquel que es “el camino” y es una felicidad encontrarlo. El cristiano no se pierde en los rodeos y es salvado felizmente para la gloria.
                                                             Soren Kierkegaard

¿Qué buscaba Jesús planteando esta doble pregunta? ¿Qué resortes internos pretendía activar? De sobra sabe lo que dicen de Él, y conoce también lo que sienten los apóstoles. Siendo ellos débiles e inseguros, confesar la fe fortalecerá el compromiso necesario para la noche que se cierne sobre todos ellos; y sobre nosotros, habitantes del reino, exiliados en la gran tribulación.

Responder a la pregunta lleva a revisar mente, alma y corazón, para que, al manifestar Quién es para nosotros, podamos decirnos, a la vez, quiénes somos para Él. Supone salir de la tibieza que nos mantiene aletargados en nuestras comodidades. Responder es despertar, y bien sabe Jesús que para seguirle hay que estar despierto. Mientras uno no es capaz de plantearse para qué sigue a Cristo, en realidad no Le sigue, se deja llevar por la inercia, como en una manifestación masiva, en la que te ves arrastrado e incapaz de salir o de cambiar el rumbo.

Por eso me atraen y me inspiran los testimonios de los conversos, modelo de sinceridad y consciencia. Puestos a escoger, me quedo con el cardenal Newman, Chesterton y C. S. Lewis. Por la misma razón, no me dejo llevar por la tristeza que me embarga cuando pienso en los años que pasé aparentemente lejos de Jesucristo. No solo porque sé que la decisión de volver a seguirle es lo mejor que he hecho, sino porque Él siempre acaba demostrándome que, en realidad, nunca estuvo lejos, que siempre permaneció su imagen luminosa, su cruz y su Palabra en el centro de mi vida, como raíz, como horizonte, como sentido y meta.

Aquel proceso que me llevó a plantearme Quién es Él para mí, me obligaba a averiguar quién soy yo. Y la pregunta que me sigo haciendo para no volver a perderme es ¿quién soy yo para Él? Porque, si algo tengo claro después de tanto tiempo, tanta ausencia, tantos dones, es que sin Él no soy nada y con Él soy todo, así que mi destino es ser Suya y vivir por y para Él.

Podríamos pasar toda una vida o mil vidas de sueño e indolencia sin preguntarnos por nuestra más profunda identidad. Hacernos la pregunta esencial ¿quién soy yo?, que sucede de forma natural a ¿Quién es Él?, supone despertar y prepararse para vivir en el Reino. Así saldremos de las casualidades, lo accidental, lo inconsciente y mecánico, para edificar sobre roca una vida consciente y perdurable. Y no nos dejaremos arrastrar por la corriente, sino que seremos timoneles de nuestro destino.

Cuesta ahondar, claro que cuesta, por nuestra naturaleza caída, que nos encadena a lo superficial a través de sensaciones, comodidades, seguridades… Pero antes o después hemos de tomar partido y escoger un sendero frente a otro. ¿Por qué no hacerlo ahora, que todavía hay luz? ¿Por qué no hacerlo antes de que sea demasiado tarde?

Preguntando Su nombre, pues ese es el fondo del doble interrogante de hoy, nos está preguntando nuestro nombre. Él podría decírnoslo, pero no nos serviría. Es necesario  despojarnos de esa piel muerta de serpiente que nos asfixia y nos confunde con lo que ya no somos. Jesús quiere escuchar la confesión sincera y desnuda de los apóstoles, para que ellos/nosotros la escuchemos y la aprendamos para siempre. Porque, al decir Quién es Él, decimos a la vez quién somos, nuestro nombre verdadero, el nombre interior que anima nuestro ser, y esa respuesta consciente fortalece e inspira, nos confirma en la Misión. Pronunciar nuestro nombre verdadero es negar el viejo nombre y renunciar a la vida para salvar la Vida. 

De igual modo, confesar Quién es Él conlleva coger la cruz cada día y seguirle, para amar como Él hasta el final y demostrar con las obras lo que hemos manifestado con la boca, con el pensamiento y con el corazón. No hay vuelta atrás para el que es sincero y consecuente; nuestra vida ya no nos pertenece, por eso nuestro cometido no es protegerla o conservarla, sino ofrecerla gratuitamente como Jesucristo. 

Cada sufrimiento, grande o pequeño, cada frustración, cada angustia, cada ausencia, cada traición, vividos con consciencia y compromiso, supone atravesar con Él uno de sus desiertos o acompañarle, velando, en Getsemaní.

Como cristianos, debemos ponernos en cuestión a nosotros mismos y las creencias y prejuicios que nos condicionan y nos alejan de la Luz que es Jesucristo. Si nos resistimos a morir a las tinieblas de lo que creíamos ser, no podemos nacer por segunda vez para ser Sus discípulos. El auténtico y bienaventurado pobre de espíritu ha de estar dispuesto a negarse a sí mismo, para afirmarse en Jesús para poder decir como San Pablo: "vivo, pero no soy yo, sino Cristo que vive en mí" (Gál 2, 20). Solo entonces encontramos la fuerza necesaria para cargar cada día con nuestra cruz y seguirle.



7 de septiembre de 2024

Natividad de María

 

Evangelio según san Mateo 1, 18-23

El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: "José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su Pueblo de los pecados". Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por el Profeta: “Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que  significa: "Dios con nosotros".

[Nacimiento de la Virgen María de Giotto]
Nacimiento de la Virgen María. Giotto

María es icono de la Iglesia, símbolo y anticipación de la humanidad transfigurada por la gracia, modelo y esperanza segura para cuantos avanzan hacia la Jerusalén del cielo.

                                                                                    San Juan Pablo II

Hoy celebramos el nacimiento de la más excelsa de las criaturas, la que hace posible el cumplimiento de la Historia de la Salvación, la segunda y definitiva creación. Hoy nace la Virgen María, en cuyo seno purísimo encarnará el Hijo, la "solución" más generosa a todos nuestros males. Porque si la causa de todos nuestros males es la ausencia de Dios, la fuente de todos los bienes y la razón de la esperanza, la paz y la alegría es la presencia de Dios, el Emmanuel, Dios con nosotros.

La venida del Mesías fue promesa para las generaciones anteriores a Jesús. Sin María, la doncella de Nazaret, la profecía no se habría cumplido y no podríamos conmemorar el nacimiento de Aquel que nos abrió las puertas de la Vida. ¿Cómo no considerarla corredentora? www.viaamoris.blogspot.com 

Por ella fue posible que Dios naciera como hombre, para ser hermano nuestro y elevarnos por amor a la dignidad de hijos de Su mismo Padre. ¿Cómo no amar a María, madre de Dios y madre nuestra, y agradecerle infinitamente que haya hecho posible este asombroso Misterio?

Llena de gracia, es el título que la otorga el arcángel Gabriel (Lucas 1, 28), lo que quiere decir que en ella todo había sido renovado desde el inicio de los tiempos. Su alma, diáfana para dejarse traspasar por la Luz, su espíritu, eternamente puro, hasta los átomos de su cuerpo, todo había sido preservado de cualquier mancha de egoísmo.

María es nuestro modelo, la primera criatura en la que se produjo el misterio del “nacimiento interior del Cristo”, pues, como dice San Agustín, antes de que encarnara en su vientre, lo concibió en su corazón. Si seguimos la estela de su Luz, llegaremos a la meta. El camino pasa necesariamente por hacernos humildes, disponibles, vacíos de ego, libres del mundo y sus afanes, llenos de amor para poder entregarnos y servir.

Aunque ningún otro ser humano nació en el estado de pureza primordial que hizo de María la Inmaculada, también nosotros estamos llamados a dar a luz a Cristo. Él quiere ser concebido y nacer en nuestras almas.

¿Cómo ha de ser una madre espiritual de Dios? ¿En qué debemos transformarnos para poder dar a luz a Cristo? En vírgenes de alma, disponibles sin reserva, mental y emocionalmente liberados de las seducciones de lo material, de la figura, imagen o representación de este mundo que ha de pasar, que ya está pasando para quien puede percibirlo.

Otra clave para imitar a María es el abandono confiado, ser conscientes de que solos no podemos hacer nada, abrirnos y aceptar que se haga la Voluntad de Dios en nosotros. Y después, dar un paso más, el definitivo: que la Divina Voluntad sea nuestra vida. Y entonces, callar para que en el silencio del corazón, libre ya de ruidos, de palabras inútiles, del bullicio de los vanos deseos, pueda encarnar la Palabra.

                           197. Diálogos Divinos. María ¿Corredentora?

¿Quién es ésta, dice el Espíritu sobre María, que despunta como el alba, hermosa como la luna, refulgente como el sol? Ella surge como la aurora. En el esplendor del mediodía, nuestro primer padre fue hecho a imagen y semejanza de su Creador (Gn1,26). ¿Qué más glorioso para la criatura que parecerse al Creador? Le ha dado la imagen eterna; la semejanza era necesaria: es necesario que el hombre sea similar a su Creador. Sin embargo rechazó el honor de este privilegio..., estaba destinado a la muerte, con toda su descendencia, en las tinieblas. Las tinieblas cubrían toda la tierra, hasta que vino la Virgen. Nadie nos podía sacar de las tinieblas, nadie las podía disipar... Pero con la Virgen surge la Aurora: María anuncia la luz verdadera; por su Natividad hace brillar la más resplandeciente mañana. Es la estrella de la mañana... Es la Aurora que sigue -o bien de la cual nace- el sol de justicia (Ml 3,20), que es el único que la sobrepasa en esplendor. «A ti, Señor, el día» donde Adán ha sido creado; «a ti la noche» (Sal. 73,16) donde fue expulsado de la luz. Eres Tú el que ha creado la Aurora, es decir a la Virgen María, y al Sol, este Sol de justicia que se ha levantado de su seno virginal. Como la Aurora anuncia el final de la noche y marca el inicio del día, así la Virgen disipó la noche sin fin. Y día tras día, proporciona a la tierra al que ha germinado de su Virginidad.          

                                                                                                         San Pedro Damián     

O Virtus Sapientiae, Hildegarda de Bingen