19 de julio de 2011

El que hace la voluntad de mi Padre



            En el camino espiritual, ¿todo es gracia, don gratuito?, ¿o esfuerzo necesario y trabajo sobre uno mismo? ¿Excluye una alternativa la otra? ¿Son niveles o peldaños sucesivos del camino? ¿O se dan simultáneamente? 
            Llevo meses dando vueltas a esta cuestión porque la respuesta está, en su sencillez, llena de matices. Pronto iré colgando en el blog una serie de reflexiones sobre el tema.
          Como anticipo, después de unos días de gracia y esfuerzo, de trabajo consciente y dones inmerecidos junto al mar, incluyo el comentario al Evangelio de hoy de Santa Teresita del Niño Jesús, la joven doctora de la iglesia, inmensa en su pequeñez y tan elevada en su humildad.


Mateo 12, 46-50.

          Todavía estaba Jesús hablando a la gente, cuando su madre y sus hermanos se presentaron afuera, tratando de hablar con él.  Alguien le dijo: "Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren hablar contigo".  Pero él contestó al que le avisaba: "¿Quién es mí madre y quiénes son mis hermanos?". Y, extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: "Estos son mi madre y mis hermanos. El que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre".


El que hace la voluntad de mi Padre, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre

        «Mis pensamientos no son vuestros pensamientos», dice el Señor (Is.55,8). El mérito, no consiste en hacer mucho o en mucho dar, sino en recibir, en amar mucho. Se ha dicho, que «es mucho más dulce dar que recibir» (Hch. 20,35), y es verdad; pero cuando Jesús quiere reservarse para sí la dulzura de dar, no sería delicado negarse. Dejémosle tomar y dar todo lo que quiera, la perfección consiste en hacer su voluntad, y el alma que se entrega enteramente a él es llamada por Jesús mismo «su madre, su hermana» y toda su familia. Y en otra parte: «Si alguno me ama, guardará mi palabra» (es decir, hará mi voluntad) y «mi Padre le amará y vendremos a él y haremos en él nuestra morada» (Jn 14,23).
        ¡Oh, qué fácil es complacer a Jesús, cautivarle el corazón! No hay que hacer más que amarle, sin mirarse una a sí misma, sin examinar demasiado los propios defectos... Los directores hacen progresar en la perfección, imponiendo un gran número de actos de virtud, y llevan razón; pero mi director, que es Jesús, no me enseña a contar mis actos, me enseña a hacerlo todo por amor, a no negarle nada, a estar contenta cuando él me ofrece una ocasión de probarle que le amo; pero esto se hace en la paz, en el abandono, es Jesús quién lo hace todo, y yo no hago nada.

                                                                      Santa Teresita del Niño Jesús


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