29 de febrero de 2020

Conversión


Evangelio según san Mateo 4, 1-11

En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al final sintió hambre. Y el tentador se le acercó y le dijo: “Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes”. Pero él contestó diciendo: “Está escrito: "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”." Entonces el diablo lo lleva a la Ciudad Santa, lo pone en el alero del templo y le dice: “Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: “Encargará a los ángeles que cuiden de ti y te sostendrán en sus manos para que tu pie no tropiece con las piedras”.”  Jesús le dijo: “También está escrito: “No tentarás al Señor, tu Dios”.” Después el diablo lo lleva a una montaña altísima y mostrándole todos los reinos del mundo y su esplendor, le dijo: “Todo esto te daré si te postras y me adoras”. Entonces le dijo Jesús: “Vete, Satanás, porque está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”.” Entonces lo dejó el diablo, y se acercaron los ángeles y lo servían.
  
Cristo en el desierto, Iván Kramskoï
El Miércoles de Ceniza comenzamos la Cuaresma, tiempo de transformación, de volver a lo esencial, abandonando todo lo que nos aparta del Camino, la Verdad y la Vida. Cuaresma, desierto, tiempo de soltar, dejar ir, tiempo de desnudarse, no solo de todo lo exterior a uno mismo, sino también, y sobre todo, desnudarse del yo (www.diasdegracia.blogspot.com).

Transformarse, convertirse, dejar de mirar solo lo temporal, lo material, las realidades perecederas del mundo, lo virtual, y con el simple gesto de dar media vuelta, que a veces cuesta sangre, sudor y lágrimas, mirar en la dirección contraria, hacia lo verdadero, lo eterno, lo Real.

Conversión, en griego metanoia, significa volverse, darse la vuelta hacia la versión original que somos y hemos olvidado, perdido, abandonado. Es un movimiento interior de transformación de mente, corazón y actitud, que cambia los significados y el sentido de la vida. 

Metanoia, teshuvá en hebreo, conversión, arrepentimiento… Todas estas palabras señalan a ese gesto o cambio de mente y de corazón que permite mirar de un modo nuevo, no ya a la manera egoísta del mundo, sino a la manera generosa, abierta y disponible de Jesús.

Solo se puede experimentar la conversión cuando se está dispuesto a dar ese paso decisivo, cuando uno se atreve a rechazar para siempre lo que sobra en su vida, para rehacerla en una nueva dimensión, la real, eterna.

La palabra arrepentimiento suscita a veces cierta repulsa, pero su significado verdadero, volverse, cambiar de mente, no tiene nada que ver con el remordimiento: volver a morder (se). El arrepentimiento consciente es el fuego purificador donde el ser humano se acrisola y se transforma. 

No podemos esperar a ser perfectos para amar lo bueno, lo bello, lo verdadero. De ese amor a lo Perfecto, desde nuestra evidente imperfección, nace el arrepentimiento consciente, sincero, transformador y liberador. 

Tentaciones de Jesucristo, Jan Brueghel

No te disperses, suelta, vacíate, desnúdate, adéntrate en el desierto, ve a la esencia, a lo Real, decidido, libre. El signo de infinito en horizontal es lo virtual, la dispersión en el mundo diabólico de infinitas posibilidades, el extravío. Conviértete en el signo de infinito en vertical, con la Única opción de los que ya no miran el Árbol del conocimiento del bien y del mal, sino el Árbol de la Vida. 

Es la Cruz que te eleva, te levanta, te iza, te realiza. Su trazado es el diseño del infinito Amor que te devuelve al Origen, te transforma en lo que olvidaste: eternidad, Vida verdadera, pregunta y respuesta unidas para siempre, correspondencia perfecta en la Unidad de la Luz de Dios, donde vivimos, nos movemos y existimos.

Somos el negativo
de una figura eterna,
anhelando esa luz que nos devuelva
el perfil esencial,
bajo un cielo fiel que nos bendiga,
nos haga aparecer.


                            203. Diálogos Divinos. El demonio desde la Divina Voluntad I


Después de esto estaba siguiendo mi giro en el Fiat Divino, y siguiendo a Jesús cuando tomó el camino del desierto pensaba: “¿Y por qué Jesús tomó el camino del desierto?  Aquí no había almas que convertir, sino soledad profunda, mientras que eran almas lo que Él buscaba”.  Pero mientras esto pensaba, mi dulce Jesús moviéndose en mi interior me ha dicho: “Hija mía, la compañía rompe la pena y la disminuye, en cambio el aislamiento la concentra, la duplica y la recrudece, y Yo quise ir solo al desierto para sentir en mi Humanidad toda la crudeza del aislamiento que había sufrido mi Divina Voluntad por tantos siglos por parte de las criaturas.  Mi Humanidad debía ascender en el orden divino y descender en el orden humano para poder encerrar las penas del uno y del otro, y tomando Yo toda la parte penosa que dividía al hombre y a Dios, hacerlos entrar de nuevo al abrazo, al beso de su Creador.  Pero no fue solo esta la finalidad de mi ida al desierto, tú debes saber que nuestra Majestad adorable, al formar la Creación, establecía que todo debía estar poblado de habitantes, la tierra debía ser fertilísima, rica de abundantes plantas, de modo que todos debían abundar de sus bienes.  En cuanto pecó el hombre, se atrajo la indignación de la Justicia divina, y la tierra permaneció desértica, infecunda, y en muchos lugares despoblada, imagen de aquellas familias estériles donde no hay sonrisas, ni fiestas, ni armonía, porque sin prole no hay quien rompa la monotonía de dos cónyuges, y sobre su ánimo pesa la opresión del aislamiento que les lleva la tristeza, en cambio donde hay prole hay siempre qué hacer, qué decir y ocasión de festejar, tal fue la familia humana. Mira cómo el cielo está poblado de estrellas, la tierra debía ser el eco del cielo, llena de habitantes y debía producir tanto como para volverlos ricos y felices a todos. Entonces, en cuanto el hombre se sustrajo de mi Voluntad cambió su suerte, y Yo quise ir al desierto para volver a llamar las bendiciones de mi Padre Celestial, y volviendo a llamar a mi Voluntad a reinar, restablecer la tierra, poblarla en todas partes y fecundarla, de modo que la tierra producirá otras semillas más bellas para volverla centuplicada, más fecunda y de belleza deslumbrante”.
                                                                                Libro de Cielo, 25 Junio 1928


                              204. Diálogos Divinos. El demonio desde la Divina Voluntad II

22 de febrero de 2020

Sed perfectos


Evangelio según san Mateo 5, 38-48

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Habéis oído que se dijo: “Ojo por ojo, diente por diente”. Yo, en cambio os digo: No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y a quien te pide prestado, no lo rehúyas.
Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo”. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos y manda la lluvia a justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”.

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El Sermón del Monte, James Tissot


Antes de tachar de cobarde al hombre que tiende la mano al que lo ha injuriado, haría falta que supiéramos que con esa misma mano ha querido estrangularlo y que le ha sido precisa una virilidad poco común para olvidar que su honor había sido escarnecido. El perdón es un acto de fortaleza; pero la fortaleza no es la dureza. 
La vida presente es corta y os trae ya los suficientes fastidios para que les añadáis unas penas inútiles. Olvidad, sonreíd y gustad una de las mejores alegrías de la tierra: la alegría de haber perdonado.

                                                                                                       Georges Chevrot

Esta semana he vuelto a ver la película Tiempo de amar, tiempo de morir, cuyo final deja un poso de amargura inesperado. Somos testigos de una enorme injusticia: el beneficiado mata al benefactor, el salvado, en lugar de agradecer el bien recibido, la propia vida que iban a arrebatarle, asesina a su salvador y trunca su futuro, tan prometedor, su amor, su familia recién creada, sus sueños, sus esperanzas. Asoman pensamientos de venganza; piensas que el protagonista no tenía que haber impedido a su compañero que los matara y así, al menos, él, “el bueno”, se habría salvado. 

Pero si lo piensas mejor, es así como “el bueno” se ha salvado, pero no al modo humano, sino al modo divino, porque da su vida por la justicia, la misericordia y la paz. El que da su vida, la gana…; ha ganado la Vida eterna y eso es lo que importa. En el mundo hay injusticias, traiciones, humillaciones, maldades, atrocidades, tragedias… Para los que sean contados como dignos de la Vida, solo hay justicia, premio, compensación, bondad, verdad, dicha infinita.

Amar como Jesús a los enemigos es no separar, no hacer acepción de personas, no discriminar. Es el “giro” perfecto que abarca todo, integra a todos. Es recoger, en lugar de desparramar, porque Jesús dio Su Vida por toda la familia humana sin excepción, aunque no todos aceptan la Redención. Por eso, igual que la liturgia se corrigió (volvió al origen, en realidad) y, en la fórmula de la Consagración, las palabras: “por todos los hombres” pasaron a “por muchos”, porque no todos dicen sí; podemos hacer realidad ese juego infantil que, inspirado por la Sabiduría, decía “por mí y por todos mis compañeros” y en ese “compañeros” están todos. 

Dios se encargará de ordenarlo todo, no podemos decir a quién sí y a quién no. Porque el amor perfecto es amar a Jesús en todos y a todos en Jesús, con Jesús, por Jesús, como Jesús, esto es, sin distinción, sin condición, sin medida, y eso solo se entiende si se sabe que el amor verdadero no es una emoción o un sentimiento, el amor verdadero es la fidelidad a nuestra verdadera esencia, que es estar unidos con Dios en perfecta correspondencia, para vivir la vida divina a la que estamos llamados. 

Volviendo a la película, con final desolador si se ve con ojos humanos, el soldado Ernst Graeber ha amado perfectamente, acorde con lo que ha comprendido al descubrir los horrores del nazismo por el que ha combatido. Ha sido testigo de persecuciones injustas y crueles asesinatos, ha enterrado con sus propias manos las cenizas de su suegro, ha conocido el odio y el amor, la maldad y la generosidad. Ha amado bien  y esa elección le ha llevado a la muerte en el mundo y a la Vida en el Reino. 

¿Quién puede entender esto, si no se mira con los ojos de la fe, la esperanza y la caridad? Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Y los amigos de Jesús son todos. Los que le reconocen y los que le desprecian, los que le aman y los que le odian, los que le siguen y los que le crucifican. Toda la familia humana de todos los tiempos es “amiga” de Jesús, aunque sean pocos los que lo saben y menos aún los que deciden vivir en consecuencia. 

Ese amar a todos, incluyendo a los enemigos, ese agradecer los males sufridos parece algo heroico, inalcanzable para el corazón humano. Pero es posible si somos Uno con el Héroe, el único Héroe; Sus méritos nos bastan. Amar al enemigo no es someterse a la maldad, es renunciar al odio, a la injusticia, a la venganza. Es querer el Reino para todos, y no permitirse nada que no sea digno de nuestro Padre y su Amor perfecto. www.diasdegracia.blogspot.com

No esperemos aquí recompensa por el bien que hagamos, porque, como le dijo la Santísima Virgen a Santa Bernardita: «No te prometo hacerte feliz en este mundo, pero sí en el otro» Y Santa Bernardita, modelo de amor, perdón, aceptación, renuncia y perfecto abandono, entendió bien el mensaje de la Inmaculada Concepción. Su "testamento" espiritual, que incluyo a continuación, así lo demuestra. 

Por la pobreza en la que vivieron papá y mamá, por los fracasos que tuvimos, porque se arruinó el molino, por haber tenido que cuidar niños, vigilar huertos frutales y ovejas; y por mi constante cansancio... te doy gracias, Jesús.
Te doy las gracias, Dios mío, por el fiscal y por el comisario, por los gendarmes y por las duras palabras del padre Peyremale...
No sabré cómo agradecerte, si no es en el paraíso, por los días en que viniste, María, y también por aquellos en los que no viniste. Por la bofetada recibida, y por las burlas y ofensas sufridas; por aquellos que me tenían por loca, y por aquellos que veían en mí a una impostora; por alguien que trataba de hacer un negocio..., te doy las gracias, Madre.
Por la ortografía que jamás aprendí, por la mala memoria que siempre tuve, por mi ignorancia y por mi estupidez, te doy las gracias.
Te doy las gracias porque, si hubiese existido en la tierra un niño más ignorante y estúpido, tú lo hubieses elegido...
Porque mi madre haya muerto lejos. Por el dolor que sentí cuando mi padre, en vez de abrazar a su pequeña Bernardita, me llamó "hermana María Bernarda"..., te doy las gracias.
Te doy las gracias por el corazón que me has dado, tan delicado y sensible, y que me colmaste de amargura...
Porque la madre Josefa anunciase que no sirvo para nada, te doy las gracias. Por el sarcasmo de la madre maestra, por su dura voz, por sus injusticias, por su ironía y por el pan de la humillación... te doy gracias.
Gracias por haber sido como soy, porque la madre Teresa pudiese decir de mí: "Jamás le cedáis lo suficiente"...
Doy las gracias por haber sido una privilegiada en la indicación de mis defectos, y que otras hermanas pudieran decir: "Qué suerte que no soy Bernardita"...
Agradezco haber sido la Bernardita a la que amenazaron con llevarla a la cárcel porque te vi a ti, Madre... Agradezco que fui una Bernardita tan pobre y tan miserable que, cuando me veían, la gente decía: "¿Esa cosa es ella?" la Bernardita que la gente miraba como si fuese el animal más exótico...
Por el cuerpo que me diste, digno de compasión y putrefacto... por mi enfermedad, que arde como el fuego y quema como el humo, por mis huesos podridos, por mis sudores y fiebre, por los dolores agudos y sordos que siento... te doy las gracias, Dios mío.
Y por el alma que me diste, por el desierto de mi sequedad interior, por tus noches y por tus relámpagos, por tus rayos... por todo. Por ti mismo, cuando estuviste presente y cuando faltaste... te doy las gracias, Jesús. 
                                                                                                  Santa Bernardita

                             Tiempo de amar, tiempo de morir (1958), Douglas Sirk

 El colmo del Amor,
amor hasta el extremo:
amar al que te odia,
al que te ataca,
al que mira indiferente
cómo sangra la herida
que su envidia infligió
en tu piel inocente
o en tu confianza.
Amar al que traiciona,
al que ignora tu voz
implorando su ayuda. 

Amor sin medida,
ni condición.
También al que se porta
como enemigo cruel,
sin razón ni motivo,
al que ofende y se burla,
al que te hace caer,
al rencoroso… 

La paradoja santa,
valor que abrasa el odio
y enciende el corazón.
Amor purificado
que dignifica,
y te hace fuerte, libre
para seguir amando hasta el final
como el Maestro.

Amor total, Amor,
fuego divino
inflamando la tierra,
espada de doble filo,
arrancándonos el miedo
con tajo firme,
cirujano preciso,
dolor que se transforma
en amor si le damos
peso de eternidad,
y todo, hasta el pecado,
tiene sentido, feliz la culpa
que mereció tal Redentor.

Amor que salva
clavado en una Cruz.
De la Cruz a la Luz,
del dolor al amor,
para la Vida.

15 de febrero de 2020

Palabras de Vida


Evangelio según san Mateo 5, 17-37

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe, será grande en el reino de los cielos. Porque os digo que si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será reo de juicio. Pero yo os digo: todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “necio”, merece la condena de la gehenna del fuego.  Por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y luego vuelve a presentar tu ofrenda. Con el que te pone pleito, procura arreglarte enseguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo. Habéis oído el mandamiento “no cometerás adulterio”. Pues yo os digo: todo el que mira a una mujer casada deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su interior. Si tu ojo derecho te hace caer, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echando entero en el abismo. Si tu mano derecha te hace caer, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero al abismo. Está mandado: “El que se divorcie de su mujer, que le dé acta de repudio”. Pues yo os digo: el que se divorcie de su mujer –no hablo de unión ilegítima– la induce al adulterio, y el que se case con la divorciada comete adulterio. Sabéis que se mandó a los antiguos: “No jurarás en falso” y “Cumplirás tus juramentos al Señor”. Pues yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro uno solo de tus cabellos. Que vuestro hablar sea sí, sí, no, no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno.”

El Sermón de la Montaña, Carl Bloch

                                              Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto.
                                                                                                       Mateo 5, 48

El Evangelio de hoy puede parecer exagerado, sobre todo en estos tiempos de "tolerancia" y relativismo. ¿Por llamar necio a tu hermano vas al fuego? Sí, lo dice el Maestro. No nos quedemos en lo literal, vayamos a la esencia del mensaje. Llamar imbécil o necio a tu hermano es signo de división, de separación, de lo diabólico… Es la crispación que vemos hoy con tanta claridad.

Mirar a una mujer casada deseándola es adulterio... ¿Exagerado? No, porque Jesucristo quiere que cuestionemos nuestra actitud, que vayamos al corazón donde nace la impureza. Quiere sacarnos de la inercia para mostrarnos la importancia de ser comprometidos y fieles. ¿Sacarse un ojo, cortarse una mano o un pie? Simbólico, claro, pero signo de coherencia y claridad.

Qué listón tan alto, la perfección de la ley, el “más difícil todavía”, que solo el amor hace posible: perdonar al que te hiere, ser impecable en pensamientos, actitudes y sentimientos. Para que entendamos, el Maestro recurre a la hipérbole y a la paradoja que crea nuevas realidades, conciliando opuestos: amigo-enemigo se concilian en el Amor; herida-consuelo, en Amor; pérdida-ganancia, también en el Amor. 

Nos impulsa a dejar de buscar, esperar y confiar aquí abajo, en el mundo limitado y distorsionado de los hombres, para encontrar / ser encontrado por Aquel que nos creó perfectos y del que nos separamos. Jesús olvida todo, perdona todo, asume en Sí mismo todas las consecuencias de nuestra soberbia y vano anhelo de autosuficiencia, de tal modo que convierte la separación en un mal sueño.

Jesús, nuevo Moisés que nos entrega la ley del Amor, la libertad, la confianza… Amar a todos, incluso a los que te hacen daño. Y dejar todo lo que nos encadena al mundo y su lógica diabólica, separadora. Si tu ojo, si tu mano, si tu pie…, arrancarnos apegos, lo que nos hace vivir sin recordar a Dios, orgullosos, endiosados, al borde del precipicio...

Jesucristo viene a perfeccionar la Ley; gracias a Él somos sal y luz del mundo como veíamos el domingo pasado, porque Él lo es, y nosotros somos Su reflejo. Perfectos, como dice la segunda lectura (1 Corintios2, 6-10), porque reflejamos Su perfección. ¿Cómo? Escogiendo seguirle, decidiendo ser fieles en el seguimiento. Es otra justicia, otro orden de leyes, otra sabiduría, la verdadera, como vemos en www.diasdegracia.blogspot.com. Es lo contrario al relativismo que nos rodea; está todo tan contaminado de egoísmo y tibieza que cuesta verlo en uno mismo. 

Hablar sí, sí, no, no…; y pensar y sentir… Se trata de elegir a cada instante a quién o qué seguimos. La vida consiste en escoger, decidir, soltar, optar, ejercicio de la libertad que se nos dio. Es precisamente lo que propone la primera lectura (Eclesiástico 15, 16-21). Qué inspirada la liturgia… La Palabra de Dios está viva, no está congelada; su significado transforma. ¿A quién vamos a ir si solo Él tiene palabras de vida eterna? Porque la verdadera libertad es vivir en Jesucristo.

Qué fácil es escoger ahora, en estos tiempos de crepúsculo y zozobra, qué clara la elección cuando se ve con claridad  la tramoya del gran teatro del mundo, como lo llamó Calderón de la Barca…. Ojalá hubiera escogido antes, cuando era joven, cuando era niña, en lugar de pasar años escuchando palabras mortales y no las Palabras de Vida… Cuántas veces escogí muerte, mentira, humo, ceniza que el viento esparce… O, ¡tal vez no! ¿Cómo iba a escoger muerte si Él me escogió a mí antes aún de que mi madre me concibiera? Tal vez lo que parecía error, fracaso, desvarío, eran penas y carencias "de oficio", sufrimientos necesarios para soltar, purificar, dejar el camino despejado para ver bien la Meta.

Muchos son los llamados y pocos los elegidos… Todos elegidos, predestinados, inscritos en el Libro de la Vida desde siempre y para siempre. Solo hace falta reconocerlo y decir Sí a esa elección que precede a todo… Solo un Sí se nos pide. María lo dio pronto, impecable, perfecto Sí… Dimas lo dio en el último momento de una vida turbia y aparentemente inútil… Y aun así fue el primero en llegar al Paraíso, junto al Señor de la Vida. Cómo no volverse loco de amor por un Dios que ama con locura…

El perfeccionamiento de la ley…, parece imposible cumplir, pero con Él es posible… Sin mí no podéis nada, resuena en el Monte de las Bienaventuranzas y en el Tabor y en el Gólgota… Es el abrazo infinito, el lazo vertical que nos eleva, la maravilla de la Redención, que nos recuerda la profecía de Ezequiel (Ez 36, 25-27):

Derramaré sobre vosotros un agua pura
que os purificará:
de todas vuestras inmundicias e idolatrías
os he de purificar
y os daré un corazón nuevo,
y os infundiré un espíritu nuevo;
arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra,
y os daré un corazón de carne.
Os infundiré mi espíritu,
y haré que caminéis según mis preceptos,
y que guardéis y cumpláis mis mandatos.
Y habitaréis en la tierra que di a vuestros padres.
Vosotros seréis mi pueblo,
y yo seré vuestro Dios.

Mucho más que la Redención, toda la obra de Dios: Creación, Redención y Santificación, se nos da en un Acto Único, infinito y eterno para que podamos pasar de la Santidad humana, muy loable y meritoria, pero insuficiente, a la Santidad Divina para la que fuimos creados. Así lo expresaba Benedicto XVI, en la Solemnidad de Todos los Santos de 2010: "La eternidad no es un continuo sucederse de días del calendario, sino algo así como el momento pleno de satisfacción, en el cual la totalidad nos abraza y nosotros abrazamos la totalidad del ser, de la verdad, del amor."

2. Diálogos divinos. Destellos de Santidad Divina

Señor mío y Dios mío, te ofrezco todo lo que Tú me has dado. No tengo nada para darte, pues soy nada, pero Tú lo eres todo y me has dado todo, por eso puedo dártelo yo a Ti, y Tú me lo devuelves en correspondencia de amor. Me fundo con tu Voluntad Divina, me uno tan estrechamente a Ti que no se me ve, casi desaparezco, y con tus modos e intenciones, Te doy toda la Creación, en mi nombre y en nombre de toda la familia humana, reparando por los que se creen dioses y han pretendido apropiársela. Te doy la Redención, incluyendo a todos los que la han rechazado o despreciado, agradeciéndote y amándote en nombre de todos por tu entrega. Te doy la Santificación, todas las santidades desde el inicio del tiempo de la Gracia, incluyendo a todas las generaciones pasadas, presentes y futuras en esa excelencia que quieres para todos: la Santidad Divina a la que estamos llamados. Reparo por todas las distracciones, las ambiciones, los olvidos y las atracciones mundanas que nos han alejado de esta Unidad contigo, este Sí recíproco, esta acogida definitiva de lo Bueno, lo Bello, lo Verdadero, lo Perfecto, lo Santo que eres Tú, Vida mía, Vida nuestra.

            ¿En qué consiste el órgano de percepción de la verdad? ¿Qué hace al hombre capaz de recibirla? La simplicidad de corazón; pues la simplicidad sitúa el corazón en una posición adecuada para recibir, con pureza, el rayo de la razón, que organiza el corazón para recibir la luz.  
                                                               Karl von Eckartshausen