25 de septiembre de 2021

Para entrar en el Reino


Evangelio según San Marcos 9, 38-48   

En aquel tiempo, dijo Juan a Jesús: “Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros”. Jesús respondió: “No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro. El que os dé a beber un vaso de agua, porque seguís al Mesías, os aseguro que no se quedará sin recompensa. Al que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. Si tu mano te hace caer, córtatela: más te vale entrar manco en la vida que ir con las dos manos al abismo, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te hace caer, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida que ser echado con los dos pies al abismo. Y si tu ojo te hace caer, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios que ser echado con los dos ojos al abismo, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga”. 

                                         El Sermón de la Montaña, Cosimo Rosselli

Si la Ley de Dios está escrita en tu corazón, no produce miedo (como en el Sinaí), sino que inunda tu alma de una dulzura secreta
                                                                                               San Agustín

El Evangelio de hoy nos pone nuevamente frente a dos actitudes. La de aquellos que necesitan sentirse integrados en un grupo, separados del resto, para poder decir de otros si son o no son de “los suyos”. Es la lógica del mundo, mediocre y cobarde que rompe y divide. Frente a esta actitud cobarde y ciega, está la de Jesús, generosa, la valiente, libre, que une, abre, confía… La primera es fuente de miedo y confusión; la segunda, de alegría y libertad, porque está fundamentada en la verdad que hace libres. Es la sabiduría del amor incondicional hacia todos, no solo hacia los que consideramos de “los nuestros”. Quien ama no teme, pues amor y temor nunca van unidos.

Ser valientes y libres, dejar atrás la falsa seguridad de la pertenencia a un grupo, supone haber conectado con ese nivel que no necesita referencias externas, ese centro de gravedad permanente donde no hay miedo ni recelo, sino acogida y confianza. Recordemos que el imperativo que más a menudo aparece en los Evangelios en boca de Jesús es: "No tengáis miedo".

Si tu mano, si tu pie, si tu ojo… Me libero de todo lo que me impide seguir al Maestro, aunque me duela. Si tu mano, si tu pie, si tu ojo… Córtatela, córtatelo, sácatelo… Es un símbolo, claro está, una metáfora del sacrificio necesario para elegir un bien mayor. Por el Reino renunciamos a todo lo que impide llegar a él. 

No queda tiempo para seguir dando vueltas como burros atados a la noria de las experiencias del mundo que pasa, que ya casi no es... Seguir girando en ese eje horizontal, tratando solo de mejorar la “zanahoria” o la cuerda que nos ata a la noria, sería la vía fácil, pero solo lleva a repetir circunstancias, acciones (córtate la mano), caminos sin salida (córtate el pie), perspectivas o proyectos (arráncate el ojo).

Solo hay una elección, el Reino que ya está entre los que  sueltan lo demás, lo que parece tan importante a veces y es solo escoria que va desprendiéndose. Ojo de aguja, camino estrecho, la apuesta que el joven rico no se atrevió a hacer… 

Es la única decisión; para escoger algo, hay que dejar algo, y ese sacrificio hace sagrado (sacer fare) lo que se escoge y también lo que se descarta, porque en Cristo, que vino a recapitular todo, lo que elijo y lo que suelto se funden, se integran en mí, por la gracia de Aquel que hace nuevas todas las cosas.

Como dice el general Lorens Loewenhielm de El Festín de Babette (la película que recordábamos en el post del domingo pasado), en el discurso cuyo vídeo y texto están abajo, al final tendremos todo, lo que elegimos y a lo que renunciamos…

Renunciamos a bienes efímeros, por el Bien; a la riqueza que roban y se apolilla, para la Riqueza imperecedera; a amores pequeños, condicionados, para el Amor. Y lo maravilloso es que el Bien incluye todo bien, pues es la plenitud; la Riqueza, incluye la riqueza, en una abundancia ilimitada; y el Amor, incluye el amor, todos los amores purificados. Y comprendemos lo de: El que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, mujer, hijos o tierras, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna. Mt 19,29.

El que no está contra nosotros está a favor nuestro. Si renuncio a lo que parece que está contra mí o me impide entrar en el Reino, descubro que estaba a favor mío, que siempre lo estuvo, y solo estaba representando un papel para ayudarme a escoger lo bueno y de lo bueno, lo mejor, esto es, lo Bueno. La Unidad se manifiesta en una aparente división. 

Esa persona, circunstancia, posibilidad, que te distrae (dis-tracción), te dispersa (dis- persión), a veces te divierte (di-versión) y otras te divide (di-visión) no está contra ti, al contrario, está a tu favor, ayudándote a hacer la única elección legítima: la apuesta por el Reino. Cuando renuncias, sueltas, te desapegas de ello, descubres que no solo no estaba contra ti, sino contigo, y que ha sido impecable en su papel. Y l0 recuperas con una plenitud que no imaginabas, ya no te impide que percibas el Reino atemporal donde eres, es, soy, somos Uno con el Único.

Discurso del General Lorens Loewenheilm, inspirado en el Salmo 85,
en El Festín de Babette (1987), Gabriel Axel

La misericordia y la verdad se han encontrado. La justicia y la dicha se besarán. El hombre, en su debilidad y falta de visión cree que debe tomar decisiones en su vida. Tiembla ante los riesgos que corre. Conocemos el miedo…. Pero, no; nuestra decisión no tiene importancia. Llega el día en que nuestros ojos se abren, y descubrimos que la misericordia es infinita. Solo es necesario esperarla con confianza y recibirla con gratitud. La gracia no impone condiciones. Y, he ahí que todo lo que hemos elegido nos es concedido, y todo lo que rechazamos también nos es concedido. Sí, también recibimos lo que rechazamos. Porque la misericordia y la verdad se han encontrado. Y la justicia y la dicha se besarán...

Porque cuando uno encuentra esa misericordia y esa verdad dentro, y la justicia y la dicha besándose en su corazón, se encuentra también consigo mismo, su auténtico Sí mismo, y con los demás, todos hermanos, aunque algunos se empeñen, en vano, en decir que no son de “los nuestros”.

18 de septiembre de 2021

Acoger al niño


Evangelio según san Marcos 9, 30-37

En aquel tiempo, instruía Jesús a sus discípulos. Les decía: “El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará”. Pero no entendían aquello; y les daba miedo preguntarle. Llegaron a Cafarnaún, y una vez en casa les preguntó: “¿De qué discutíais por el camino?” Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: “Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”. Y acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: “El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado”.

Jesús y los niños, Carl Bloch

Cuando el hombre se humilla, Dios en su bondad, no puede menos que descender y verterse en ese hombre humilde, y al más modesto se le comunica más que a ningún otro y se le entrega por completo. Lo que da Dios es su esencia y su esencia es su bondad y su bondad es su amor. Toda la pena y toda la alegría provienen del amor.
                                                                                                              Meister Eckhart

En la escena del Evangelio de hoy, vemos cómo los apóstoles tienen miedo a saber. No quieren ni oír hablar de la cruz. Están llenos de prejuicios y de miedo, muy lejos de la valentía y la libertad, que son signo del discípulo de Jesús. No solo eluden el anuncio de la cruz, sino que tampoco preguntan sobre la resurrección que se les está anunciando, parecen indiferentes a una promesa tan cierta, y se quedan a ras de tierra, tibios, interesados, divididos, esclavos del mundo y sus criterios mezquinos, enzarzados en una discusión mediocre.

Los apóstoles llegarán a comprender. Su cercanía al Maestro les irá abriendo el corazón y el entendimiento. Nosotros lo tenemos más fácil. Sabemos que Su muerte en cruz es antesala de la resurrección, sabemos que Él se ha quedado con nosotros. Somos los pequeños que el Señor quiere a su lado. Somos el niño que pone en el centro y lo abraza, el niño que hemos de acoger dentro de cada uno, y también fuera.  

No nos dejemos llevar por la aversión a la cruz. Es el Camino a la Vida. La cruz permite abrazar a todos y a todo, sin perder la unidad con Cristo y el Padre. Porque Jesús y el que Le ha enviado son Uno. Vayamos más allá de nuestras comodidades y mediocres certezas. Ánimo, soy yo, no tengas miedo, nos dice siempre el Maestro.

Los niños saben sorprenderse y acoger estas verdades, tan profundas y sencillas sin buscar seguridades vanas. Seamos como niños, inocentes, capaces de descubrir el Reino en cada circunstancia de nuestra vida, sin medir o comparar, sin buscar ventajas ni provecho, dando la vuelta a los criterios cobardes y tibios del mundo.

En la película El Festín de Babette, que ya ha salido por aquí otras veces, se nos muestra esta actitud generosa, valiente y creativa de los que han elegido la única opción en el camino de regreso a Casa: servir y darlo todo, para vivir de verdad, que es infinitamente más que sobrevivir, mientras logramos la Obra que hemos venido a ser y a entregar.  

No es uno mismo el que perfecciona esa Obra, que es culminación de una existencia, propósito y sentido, pregunta y respuesta unidas al fin, sino la Unidad de voluntades, la nuestra, insignificante, fundida con la Voluntad Divina. Nada somos y nada podemos, pero podemos Ser, obrar, crear, en Comunión con el verdadero Autor. Otra mirada sobre esa Gracia, esa maravilla que nos cuesta creer y vivir,  en diasdegracia.blogspot.com.

                El Festín de Babette (1987), Gabriel Axel, Escena final

11 de septiembre de 2021

¿Quién decimos que es Él?


Evangelio según san Marcos 8, 27-35

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Filipo; por el camino, preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que soy yo?» Ellos le contestaron: «Unos, Juan Bautista; otros, Elías; y otros, uno de los profetas.» Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy?» Pedro le contestó: «Tú eres el Mesías.» Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y empezó a instruirlos: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días.» Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Jesús se volvió y, de cara a los discípulos, increpó a Pedro: «¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!» Después llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo: «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará.»




Si alguien pudiera demostrarme que la verdad está fuera de Cristo y que realmente Cristo está fuera de la verdad, preferiría estar con Cristo antes que con la verdad.                                                                                                                                                               Dostoievski                                                  

La trascendencia de lo que Jesús está preguntando se anuncia ya en el inicio de la escena, narrada por los tres evangelistas sinópticos. No se trata de una conversación como cualquier otra. En Lucas, Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos. La cuestión surge de la oración, de la comunión con el Padre, y se dirige al corazón de los discípulos, a nuestro corazón. En Mateo y Marcos van de camino, se dirigen a Cesarea de Filipo, que no es un lugar cualquiera. Jesús ha escogido bien el tiempo y el lugar de la Revelación que hoy nos ofrece, porque es "hoy" cuando quiere que le digamos Quién es Él para cada uno de nosotros. 

Los apóstoles ya le habían reconocido como Mesías, después de que manifestara Su poder contra los elementos, al apaciguar la tempestad. Pero la doble pregunta es planteada en un momento crítico, pues muchos discípulos han decidido no seguir, porque el camino les resulta demasiado duro e incomprensible. Son los que no han sido capaces de ver que solo Él tiene palabras de vida eterna. Además, han empezado a recrudecerse las hostilidades contra un Mesías incómodo para tantos. 

Cesarea de Filipo se encuentra a los pies del monte Hermón. Un lugar hermoso, refrescante, con ciervos, como canta el Salmo 42: “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?”. Todo habla del Mesías anhelado, si estamos atentos a estas claves. Cesarea de Filipo está también muy cerca del Mar de Galilea En Isaías 9:1, leemos: “Mas no habrá siempre oscuridad para la que está ahora en angustia, tal como la aflicción que le vino en el tiempo que livianamente tocaron la primera vez a la tierra de Zabulón y a la tierra de Neftalí; pues al fin llenará de gloria el camino del mar, de aquel lado del Jordán, en Galilea de los gentiles.”

Después de que Pedro responda con espontaneidad y contundencia, en nombre de los doce, Jesús les pide que no lo digan, que guarden silencio para que sigan ahondando en sus corazones hasta llegar al sentido último de esta respuesta, y también para que asimilen el nuevo anuncio de la pasión y las condiciones para ser verdadero discípulo. Ahora, callad para que todo se cumpla; luego, hablad para que el mundo lo sepa. Los anuncios de su pasión y muerte son siempre privados, en la intimidad del grupo más cercano. 

Pedro ha manifestado el sentimiento de los apóstoles, madurado en esa íntima cercanía con el Maestro, pero solo después de la Pasión y de la venida del Paráclito, tendrán un conocimiento total y profundo de Quién es Él. diasdegracia.blogspot.com 

Jesús nos lleva a ahondar en nuestro propio corazón porque la experiencia del encuentro con Él es personal; de ahí que la pregunta vaya de lo exterior a lo interior. De la respuesta que demos, depende cómo sigamos el camino de discípulo, con qué entusiasmo, con qué compromiso. En la segunda parte de este Evangelio, pone todas las cartas sobre la mesa para que el que decida seguirle sepa a qué se enfrenta.

Él no deja de interpelarnos: ¿Quién decís que soy? ¿Permanecéis en mí y mis palabras en vosotros? (Juan 15, 7) ¿Os sentís tan unidos a mí que vuestra tristeza se convierte en alegría? (Juan 16, 20) ¿Lográis recordar, en las luchas, que Yo he vencido al mundo? (Juan 16, 33).

Mirar a Jesucristo, contemplar su vida, escuchar su enseñanza, asistir a su sacrificio supremo, es la mejor vía para llegar a comprender qué es el reino de los cielos en la tierra. Porque en Él confluyen todos los caminos que hasta su nacimiento querían llegar hasta Dios. Y ya no es que Él sea un atajo, bien claro lo dijo: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Lo anterior a Jesucristo es promesa, anuncio; lo posterior es incorporación, unión con Él. Y el que se une a Cristo, se consagra a su seguimiento, vive ya en al reino de los cielos. Siendo uno con Él, lo que Él realizó nos pertenece, forma parte de nuestra nueva naturaleza. 

Poco después, como respuesta a la confesión de fe de Pedro en nombre de todos los apóstoles, tres de ellos: el mismo Pedro, Juan y Santiago, serán testigos de la gloria de Jesús en el Tabor, que prefigura la luz pascual de la Resurrección.



                                   Ven, Señor, Jesús, Hermana Glenda


RESPONDE EL CORAZÓN

La gente dice que eres un gran profeta, como Juan el Bautista, como Elías, como los más grandes de la antigüedad. Algunos creen que eres un avatar, como Buda o Mahoma, o como Zaratustra. Hay quien afirma que eres el mismo Moisés retornado a la vida. Un hombre bueno, el mejor, dicen los solidarios. Un sabio, los que ni siquiera se acercan a tu Palabra de Verdad y Vida. Otros opinan que eres un terapeuta, un mago, un hechicero. Un chamán, por lo del barro y la saliva, dicen los naturistas. El primer socialista, el verdadero. Un loco, un exaltado, un chivo expiatorio, un pobre fracasado. Un arquetipo, un símbolo sublime, un ideal. Alguno hasta sostiene que vienes de un planeta de seres avanzados. Y se agotan sus libros, va por veinte ediciones, en las librerías-best seller de los hipermercados. Un maestro ascendido, para los seguidores de la nueva era de Acuario, que está por suceder a la de Piscis. Un revolucionario incomprendido, un gran líder, al final desencantado. Un hombre, en definitiva, más íntegro y sincero, eso sí, pero solo uno más, con lo mismo de hombre y lo mismo de Dios que tiene cada hijo de vecino. Un predicador que arriesgó demasiado, porque era bueno y generoso. 

Y nosotros, ¿quién decimos que eres? Dejadme hablar a mí en nombre de todos, compañeros, dejadme hablar a mí, aunque todos sepamos la respuesta que hemos de manifestar para que el corazón la vaya haciendo carne y sangre, cruz y luz para los doce. Dejadme, hermanos, ser el más decidido esta vez, para que cuando toque ser cobarde no me muera de pena. Dejadme abrir el corazón en público para la posteridad; este corazón apasionado, que sabe y siente lo mismo que vosotros, porque nos alimentamos de la misma Luz y del mismo Pan: Aquel cuya Palabra basta para sanarnos, la fuente del amor. 

Tú lo sabes todo, pero para los nuevos y para los escépticos, diremos en voz alta que Tú eres el Mesías, el Cristo, el Hijo de Dios vivo. El Verbo, que vino a su casa y los suyos no lo recibieron. El rostro de Yahvé sobre la tierra, el resplandor más cierto de Su luz. Sol de Justicia, Rey de reyes, Príncipe de la Paz, fuerza para seguir amando hasta el final. Verdadero Dios y verdadero Hombre. Nuestro padre (Jn 13, 33), nuestro hermano (Jn 20, 17), y nuestro esposo (Mt 9, 15). Alfa y omega, principio y fin (Ap 21,6). Piedra angular (Ef 2, 20), nuestro juez (Jn 5, 22) y nuestro abogado (1 Jn 2, 1). Sol invicto, la misericordiosa mirada del Padre en los ojos del hombre, para que nos miremos en Ti y un día, Dios lo quiera, Tú lo quieras, nos veamos en Ti. El hijo de David y el Señor de David, sublime paradoja, como todas las Tuyas, para que comprendamos. El que nos acompaña cada día; Camino, Verdad, y Vida. El Nombre que quisiera que pronuncien mis labios cuando llegue la hora. El amor derramado por un Dios que es amor, el nuevo Adán para levantarnos: amor crucificado por amor, amor resucitado por amor. Aquel que en un sepulcro nuevo y prestado fue estrenando, durante apenas tres días, todas las sepulturas que por Ti serán solo refugio pasajero, antes de la vida eterna que nos has regalado. Porque Tú eres el que era, el que es, el que viene (Ap 1, 8), el que sentado en el trono dice: “He aquí que hago nuevas todas las cosas” (Ap 21,5).


                                                   

7 de septiembre de 2021

Aurora que anuncia el Día de la Luz y de la Gracia

Evangelio según san Mateo 1, 18-23

El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: "José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su Pueblo de los pecados". Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por el Profeta: “Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que  significa: "Dios con nosotros".


Nacimiento de María, Zurbarán

La dicha de María ha sido mayor porque Dios nació espiritualmente en su alma que porque nació de ella según la carne.
     San Agustín 

María es mucho más que una criatura fiel a la Voluntad de Dios, que aceptó ser la madre del Verbo encarnado. Nuestra Madre del Cielo, cuyo Nacimiento hoy celebramos, es el Paraíso de Dios, el gozo de la Santísima Trinidad desde su misma Inmaculada Concepción. Si Dios ama al ser humano después de la caída es a través de la Santísima Virgen, por ella y en ella. Por eso se dice que es la intercesora entre Dios y las criaturas y medianera de todas las gracias.

Contemplando el misterio de la Virgen-Madre, una con Su Hijo desde el Sí que hizo posible la Salvación, descubrimos que, unidos a ella, nos unimos a Él. Por eso María es porta coeli y camino seguro hacia la vida eterna. diasdegracia.blogspot.com

Este es uno de los consejos de San Maximiliano María Kolbe: "Ámala como Madre, con toda generosidad; Ella te ama hasta sacrificar al Hijo de Dios; en la anunciación te acogió como Hijo, Ella te hará semejante a sí misma, te hará cada vez más inmaculado, te nutrirá con la leche de su gracia. Déjate sólo guiar por ella, déjate plasmar cada vez más libremente por ella".

En los escritos La Reina del Cielo, dictados por nuestra Madre y Reina a Luisa Piccarreta, es la propia María quien nos relata su prodigioso nacimiento.

Miguel Cabrera: Creación del alma de María. | Imágenes de jesus, Imágenes  religiosas, Arte
Creación del alma de María, Miguel Cabrera

Es el alba que pone en fuga la noche del querer humano, es la aurora que anunciaba a los corazones el día suspirado de la Luz y de la Gracia.

El alma a la reina del cielo: ¡Mamá Santa, hoy vengo a contemplar el admirable portento de tu nacimiento! Me postro delante de tu cuna, ante la cual se encuentran arrobados tu madre Ana y tu padre Joaquín. Tu dulce mirada, el movimiento de tus manitas me atraen irresistiblemente hacia Ti y me muestran que Tú quieres abrazarme y estrecharme a tu Corazón lleno de amor. Tú que eres el alba precursora del FIAT Divino en la tierra inúndame de luz divina y pon en fuga de mi alma y del mundo entero la tenebrosa noche del querer humano.

Lección de la Reina del Cielo: Hija mía, ¡si tú supieras cuánto gozo siento al verme tan amada por ti! Tú quieres que Yo ejerza en tu alma mi oficio de Mamá y de Reina y que te enseñe el modo de vivir en el Reino de la Divina Voluntad. Acércate a Mí y escúchame: mi nacimiento en la tierra fue también prodigioso y constituyó el alba que puso en fuga la noche del querer humano. En ese día los Cielos quedaron estupefactos, el sol me dio su luz, el Universo exultó de alegría, los ángeles, en competencia rodearon mi cuna para glorificarme y para estar prontos a mis deseos. Sí, todas las cosas me ofrecieron su propia alabanza, todas quisieron festejar mi nacimiento; nacimiento portentoso como nunca había habido ni nunca habrá. El Sol de la Divina Voluntad estaba encerrado en la bendita y santa tierra de mi humanidad, la cual debía producir las más inesperadas floraciones. Aun recién nacida Yo constituía el máximo prodigio, porque el Querer Divino, reinando en Mí, encerraba en mi alma un cielo más sereno, un sol más refulgente que el mismo de la Creación y un mar de gracia sin fin. Estando dotada de razón y de ciencia infundida en Mí por el Creador, Yo sentí ante todo el deber de adorar con toda la efusión de mi alma a la Santísima Trinidad. En la hoguera de mi amor hacia una Majestad tan excelsa, Yo languidecía y deliraba por el deseo de encontrarme entre sus brazos, abismada en un recíproco y ternísimo abrazo. En cuanto abrí los ojos a la luz, los dirigí a este bajo mundo y fui en busca de todos mis hijos, para darles mi afecto materno, para regenerarlos a nueva vida de amor y de gracia, para hacerlos entrar en el Reino del FIAT Divino. Ninguno de ellos escapó de mi vista y también tú, hija mía, estabas presente. Como Reina y como Madre encerré a todos mis hijos en mi Corazón, para ponerlos a salvo de cualquier peligro. Pero... ¿cuál no sería mi dolor al ver que los hombres vivían como inmersos en un abismo de tinieblas, porque se dejaban dominar de su propio querer? Consumiéndome entonces en amor, me elevé hasta la Trinidad Adorable y le supliqué: “Divino Padre, Hijo y Espíritu Santo, Yo me siento feliz; me siento Reina, pero entre tanto una pena de intensa amargura tortura mi Corazón; sufro por mis hijos que son infelices... porque son esclavos de su voluntad rebelde. ¿Cómo podría gozar sabiendo que ellos están por ser arrollados por un huracán de debilidades, de peligros, de caídas en el mal? Tened piedad, Padre y Señor mío;” y suplicaba de nuevo: “completad mi gozo, salvad a estos pobres hijos, haced descender a vuestro Verbo Eterno a la tierra y todo será reparado. Yo no me iré, no me desprenderé de vuestro abrazo hasta que me hayáis acordado el Decreto de Gracia por medio del cual pueda llevar a los hombres la buena nueva de su Redención”. Establecía así un admirable comercio entre el Cielo y la tierra y formaba en torno a Mí la aurora que extendiéndose al mundo entero, anunciaba a cada corazón humano la venida del Verbo. ¿Comprendes ahora, hija mía, cuánto me costó tu alma? Por ella derramé mis primeras lágrimas inocentes y tuve amargado el océano infinito de mis gozos. Debes saber que cada vez que haces tu voluntad no sólo formas en ti misma una obscura noche que te envuelve, te paraliza en el bien, te hace perder la luz divina y meridiana del Querer Santo, sino que además te hace causa de penas indecibles a mi Corazón de Madre. Por el afecto que te tengo, te pido que renuncies a tu voluntad y te sometas en todo a la Voluntad de tu Sumo Creador.

El alma: Mamá Celestial, sintiéndome enseñada por Ti, apenas recién nacida, lecciones tan santas, yo quedo al mismo tiempo raptada por la profundidad de tu amor y temerosa por el peligro al cual estoy continuamente expuesta. Frente a tu cuna y por el misterio de tu nacimiento prodigioso, te suplico que hagas descender en mí y en todos los hijos la potencia, el amor y las alegrías que inundan tu Corazón, a fin de que nuestro querer pueda ser uno, como el tuyo con el Santo Querer de Dios.

                          198. Diálogos Divinos. María, ¿Corredentora? II