26 de junio de 2021

Cristo será tu luz


Evangelio según San Marcos 5, 21-43

En aquel tiempo Jesús atravesó de nuevo a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al lago. Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y al verlo se echó a sus pies, rogándole con insistencia:
–Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva.
Jesús se fue con él, acompañado de mucha gente que lo apretujaba.
Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. Muchos médicos la habían sometido a toda clase de tratamientos y se había gastado en eso toda su fortuna; pero en vez de mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando que con solo tocarle el vestido, curaría.
Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias y notó que su cuerpo estaba curado. Jesús, notando que había salido fuerza de él, se volvió en seguida, en medio de la gente, preguntando:
–¿Quién me ha tocado el manto?
Los discípulos le contestaron:
–Ves cómo te apretuja la gente y preguntas: «¿quién me ha tocado?»
Él seguía mirando alrededor, para ver quién había sido. La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado, se le echó a los pies y le confesó todo. Él le dijo:
–Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud.
Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle:
–Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?
Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga:
–No temas; basta que tengas fe.
No permitió que lo acompañara nadie más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encontró el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos. Entró y les dijo:
–¿Qué estrépito y qué lloros son estos ? La niña no está muerta, está dormida.
Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos, y con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo:
–Talitha qumi (que significa: contigo hablo, niña, levántate).
La niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar –tenía doce años. Y se quedaron viendo visiones.
Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña. 


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Curación de la hemorroísa. Catacumbas de Roma


                      Él tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades. 
                                                                                                                   Isaías 53, 4

Doce años de vida de una niña al borde de la muerte. Doce años de agonía en otra mujer, adulta, abocada también al abismo, pues la exclusión en el pueblo judío era peor que la muerte, y la esterilidad, una verdadera condena. Pero ambas se han encontrado con Aquel capaz de vencer la enfermedad y la muerte, poniéndose por encima de las leyes, cuando las leyes ignoran la Ley del amor. Tocar a un muerto estaba prohibido, tocar a una mujer con flujos de sangre, también.

Dos figuras femeninas, una mujer enferma y una muchacha muerta; ambas ligadas además por el número doce: los años de sufrimiento de la mujer y los años de vida de la muchacha. Un episodio aparentemente complejo en su composición literaria, en el que las dos historias se hilvanan en un canto a la sencillez. Jairo sólo quiere que su hija viva. La mujer quiere el cese de sus flujos de sangre y, además, quiere vida verdadera, la que procede del amor, pero no del que crea hijos para el mundo y para la muerte, sino del amor que regenera, que transforma lo yermo en fértil, el crepúsculo en alba de oro.

La doble cara de la naturaleza humana: la pura e inocente, por un lado, y la impura y corrompida del pecado que nos desangra… La pura e inocente, en la casa, en lo escondido; la impura, en paradoja aparente, con la inocencia de mostrarse ante todos. Jesús sana a una mujer y resucita a una niña y, en realidad, es lo mismo; lo mismo, siempre nuevo, porque como canta el salmo de hoy (Salmo 29), ensalzamos al Señor, porque con Él superamos las contradicciones. Y por Él, todo es integrado, armonizado, nivelado, como dice la segunda lectura  (Corintios 8, 7.9.13-15).

A Jairo se le está muriendo su hija, su deseo de perpetuarse, su descendencia. A la mujer, la posibilidad de tener hijos se le ha convertido en un flujo de sangre muerta, podrida, turbia. Pero Jesús es la fecundidad, el Verbo creador y todo lo que toca lo hace fértil, portador de Vida diasdegracia.blogspot.com .

La mujer pasa por encima del bullicio de los que apretujan por acercarse al Maestro y, callada, toca delicadamente el borde de Su manto. Jesús echa de la casa de Jairo a todos los que causan estrépito… Hace falta mucho silencio y mucha calma para darnos cuenta de los milagros que él está haciendo con nosotros cada día. Silencio y calma para despertar, volver a la vida y dar testimonio de las maravillas que Él hace en tu vida, en mi vida.

  
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Resurrección de la hija de Jairo, Vasily Polenov


TALITA QUMI

Ya soy una mujer, me casé y tuve tres hijos, pero sigue en mí la niña de doce años que aquel rabbi despertó. No sé bien lo que soñé antes de que él me tocara y me hablara. Fue algo bonito y alegre, lleno de luz, pero quedó borroso, como un paisaje al amanecer. 
Al despertar sentí un hambre rara, como si nunca hubiera comido o como si volviera de un larguísimo viaje. Por eso él dijo que me dieran de comer. 
Nada me sació totalmente desde entonces, solo el recuerdo de su mano cogiendo mi mano, su mirada y su voz haciéndome nueva, recreándome. La misma niña, ya casi mujer, la misma niña, pero despierta. 
Su voz era tan clara y profunda como las aguas del lago de Genesaret. Y su mirada también hablaba, de amor ilimitado y confianza, de vida verdadera. 
Cómo no despertar si esos ojos te miran, esa mano te toca y esa voz te dice: Talitha qumi, que significa: "niña, levántate". 
Sigo despierta, en este mundo donde casi nunca se está completamente despierto, pero le sueño, evoco su presencia y anhelo el momento en que vuelva a encontrarle, para dejarme despertar por Él y que esta vez sea para siempre. 
Incluso años después, mi madre siempre contaba que aquel hombre era muy misterioso, no entendía por qué hizo salir a todos de la habitación antes de acercarse a mí. Yo sí lo entiendo, ahora entiendo mucho más de lo que puedo contar. Él no quería ser aclamado ni exhibir el poder que emanaba de sus manos, de su voz y sus ojos, de su presencia. Él no quería que nadie le siguiera por sus milagros, sino por él mismo. Quería despertarme, y despertar a todos, con firmeza y cuidado, con sencillez y hondo silencio, solo interrumpido por las palabras precisas, sin ostentación ni alboroto.
La vida no tiene sentido si no sabes por qué estás aquí. Yo ya lo sé y lo vivo plenamente cuando despierto cada mañana, cuando contemplo y admiro la belleza efímera de una flor, o cuando de noche escucho el silbido del viento expresando todo el dolor y toda la dicha del mundo a la vez. Lo sé cuando pienso en él y vuelvo a oír Talitha qumi: "niña, levántate".
Sigo despierta, vivo despierta, soñándole, esperando el despertar definitivo.


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Jesús cura a la homorroísa. Paolo Veronese


EL BORDE DE SU MANTO

Marcos contó mi historia en mitad del capítulo que narra la resurrección de la hija de Jairo. Fui incómoda hasta para eso, incómoda para todos, hasta para hacerme conocer por las generaciones venideras. Legalmente impura por sufrir de hemorragias. Doce años perdiendo sangre, perdiendo vida, sintiendo cómo se debilitaba mi cuerpo y mi alma… La impura, la invisible, la insignificante, la que lleva en las entrañas muerte y podredumbre, la rechazada… 
Siempre fui una mujer solitaria e incomprendida, pero desde que enfermé de hemorragias la soledad se hizo terrible. Abandonada y despreciada por todos. Ningún hombre me había amado, y ya nadie me amaría jamás…
Pero en lo más angustioso de mi estado le encontré a Él, el único capaz de amar de verdad con un amor infinito. En un solo instante recibí tanto como para vivir el resto de mi vida; recuperé la salud y mucho más… Podía encontrar a alguien que quisiera estar a mi lado, acompañarme, cuidarme… Pero ¿quién quiere volver a caer en una ilusión de amor cuando se ha encontrado el amor incondicional que no acaba, ni siquiera cuando la vida en este plano de luces y sombras haya desaparecido?
Cuando confesé haber tocado el borde de su manto, Él me miró con el asombro y la ternura con que se mira a un recién nacido y sentí la libertad del que ve su pasado rehecho, perfecto, sin mancha ni sombra, listo para ser olvidado y empezar una vida nueva.
Si conocierais el arameo, comprenderíais la ternura de las palabras con que Él me habló. Lo han traducido mal, porque lo que dijo fue: “hijita mía de mi corazón”… Eso era lo que busqué a lo largo de toda mi vida y de mis doce años de desangrarme de tristeza y soledad. Buscaba que alguien me reconociera, como lo que soy en realidad, una niña inocente y pura, la hijita querida del corazón del único capaz de amar y de salvar. Él me sanó y me amó a la vez, y yo solté mi mal, lo olvidé, para mirarle solo a Él, amarle eternamente solo a Él. 

23 de junio de 2021

Juan es su nombre

 

Evangelio según san Lucas 1,57-66.80

A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella. A los ocho días, vinieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre dijo: "¡No! Se va a llamar Juan". Ellos le decían: "No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre". Entonces preguntaron por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: "Su nombre es Juan". Todos quedaron admirados. Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios. Los vecinos quedaron sobrecogidos, y se comentaban todos estos hechos por toda la montaña de Judea. Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían: "¿Qué llegará a ser este niño?". Porque la mano del Señor estaba con él. El niño iba creciendo y se fortalecía en el espíritu, y vivió en lugares desiertos hasta el día en que se manifestó a Israel.

El arte de ser madre: Nacimiento de San Juan Bautista | Gentileschi
Nacimiento de Juan el Bautista, Artemisia Gentileschi

No es solamente en aquel tiempo que «los caminos fueron allanados 
y enderezados los senderos» sino que todavía hoy el espíritu y la 
fuerza de Juan preceden la venida del Señor y Salvador.  

                                                                                          Orígenes  

Vosotros mismos sois testigos de que yo dije: “Yo no soy 
el Mesías, sino que he sido enviado delante de Él.” 
(…) Él tiene que crecer, y yo tengo que menguar. 

Juan 3, 28, 30 
 
La Iglesia celebra el nacimiento de Juan como algo sagrado, por eso es Solemnidad. El único de los santos cuyo nacimiento se festeja. Celebramos el nacimiento de Juan, el de la Santísima Virgen y el Nacimiento de Jesús. Juan nace de una anciana estéril; María de un matrimonio de castidad ejemplar, Jesús de una joven Virgen. Zacarías no creyó el anuncio de Gabriel y se quedó mudo; la Virgen creyó, y su “Fiat” concibió a Jesús por el Espíritu Santo.

Poco antes de morir, Chesterton afirmó: "El asunto está claro ahora: entre la luz y las sombras, cada uno debe elegir de qué lado está." La Luz es Jesucristo, que nació en el solsticio de invierno, cuando los días empiezan a ganar tiempo a la noche. San Juan Bautista, el heraldo de la Luz, nace en el solsticio de verano, a partir del cual los días comienzan a disminuir, para recordarnos que hemos de dar paso a la Luz en el mundo y en nuestras vidas. 

Es necesario que Juan, el hombre, disminuya, para que el Hijo de Dios crezca. Disminuimos con el gozo del que sabe que, muriendo a sí mismo, se acerca a la verdadera grandeza, su condición de hijo de Dios, su naturaleza restaurada. Lo humano es así la antesala de lo divino, lo temporal, de lo eterno, la condición de hijos de mujer, frágiles y terrenales, precede a la condición de ciudadanos del Reino de los Cielos. 

Es el sentido de la conversión que predica Juan, con la aspereza y rigor de su temperamento de asceta, necesario en aquel momento para el pueblo judío, que aún no conocía el poder transformador del amor que Jesús vino a predicar. Juan predicaba la conversión, dejar de mirar solo las realidades perecederas del mundo y mirar hacia la realidades eternas.

El mayor de los nacidos de mujer (Mateo 11,11), la voz que clama en el desierto (Juan 1, 23), Juan el Bautista, el último de los profetas de la Antigua Alianza y el Precursor de Jesucristo, la Nueva Alianza de Dios con la humanidad.  Él tiene que crecer, y yo tengo que menguar…, dirá Juan. ¿Qué debe menguar y qué debe crecer en nosotros para dejar de ser ciudadanos del mundo, hijos de mujer, y comportarnos como los ciudadanos del Reino de los Cielos, que somos por el Bautismo?

Que mengüe lo que no somos, el ego, las máscaras, los frutos de la soberbia, y crezca nuestra verdadera realidad de hijos en el Hijo.  Cada día, cada instante, podemos escoger entre ser solo hijos de mujer, de los que Juan el Bautista es el mayor, o ciudadanos del Reino, seguidores de Cristo y, por la gracia de su amor infinito, hijos de la Luz, imagen de Dios y, por fin, semejanza restaurada.

Desde el seno de mi madre me llamaste, cantamos con el Salmo de hoy. Dios nos soñó antes aún de que fuéramos concebidos. Nos conoce y nos ama desde siempre y nos llama por un nombre que aún no conocemos y que no es el nombre que nos dieron nuestros padres biológicos. 

Juan es su nombre, dijo Zacarías a sus parientes, tras recuperar el habla. Es el nombre que Dios mismo, a través de su ángel, había escogido, que en hebreo significa "favor de Dios" y también “fiel a Dios”. San Juan Bautista, favorecido por Dios desde el seno materno, es modelo de fe; abandona lo mundano y se retira al desierto a preparar el camino del Señor. Es modelo de humildad; renuncia a sus discípulos para que sigan al único Maestro. Y es también modelo de fidelidad y coherencia hasta la entrega de su vida por la Verdad, de la que es testigo y mensajero.

El mismo Jesús afirma que la ley y los profetas llegaron hasta Juan, símbolo de lo antiguo que anuncia lo nuevo. Por ser el último eslabón de lo antiguo, nació de un matrimonio de ancianos. Y por ser el heraldo de lo nuevo, fue santificado en el seno de su madre, la anciana Isabel, por Jesús desde el seno de Su Madre, la Virgen María. Y la gracia  recibida le hizo saltar de alegría en el vientre materno diasdegracia.blogspot.com.

El silencio de Zacarías es mucho más que un castigo por su incredulidad. Es un signo de que, en esta transición misteriosa entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, el sentido de las profecías quedaba en “suspenso”, velado, latente hasta el Nacimiento del que da cumplimiento a todas las profecías y todas las promesas, Jesucristo, nuestro Señor. Cuando nace Juan y recibe el nombre que Dios le ha dado, la voz del que clama en el desierto está lista para anunciar al Salvador, y Zacarías recupera el habla. Porque Juan era la voz y Jesús es la Palabra eterna que en el principio ya existía (Juan 1, 1). 


TEMOR Y TEMBLOR

Temor y temblor en el regazo oscuro
cuando la luz atraviesa 
el útero como un rayo
para mostrarme el Camino.

Dos embriones se encuentran;
uno, de hombre,
otro, divino,
acostumbrándose a la sangre,
haciéndose carne para poder tocar,
acariciar, derribar mesas de cambistas,
bendecir, sanar, resucitar a los muertos,
resucitar, Él Mismo, al tercer día.

¡Y ya lo veo!
Cómo no saltar en el seno de mi madre,
Isabel, Isha bethel, que significa:
mujer, casa de Dios;
cómo no agitarme
viendo, presintiendo mi latido de non nato
el drama, entero, consumándose
más allá del tiempo y del espacio… 

Gigantesco Jesús,
inmenso desde el seno virginal,
deja que mengüe,
que disminuya desde ahora, 
aunque mi cuerpo siga creciendo
para ser el asceta rudo
que se va formando desde el vientre
tan cercano al más puro
que te gestó, gesta, gestará infinitamente.

Es mi madre también,
más que ninguna después de la tuya,
Isha Bethel, mujer, casa de Dios.
Dioses sois recordará el Maestro,
yo lo seré, si Tú quieres,
en Ti, por Ti, contigo,
en ese reino de Hijos que vienes a anunciar.

Pero deja que antes disminuya, que mengüe,
que descienda, que desande,
me desnude de formas y ritos,
desaprenda los dulces pasatiempos,
renuncie a los goces de la carne,
que se forma en el seno de mi madre,
sorprendida de ver en el rostro de su prima,
la luz dulcísima, la belleza infinita
y eterna de la madre de Dios,
y madre nuestra.


                                        Benedictus, 2 Cellos, Karl Jenkins

19 de junio de 2021

"No os pido más que Le miréis."


Evangelio de Marcos 4, 35-41

Aquel día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: “Vamos a la otra orilla”. Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó un fuerte huracán y las olas rompían contra la barca, hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón. Lo despertaron diciéndole: “Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?” Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago: “¡Silencio, cállate!” El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo: “¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?” Se quedaron espantados y se decían unos a otros: “¿Pero, quién es este? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!”

 
            Cristo en la tormenta del Mar de Galilea, Jan Brueghel el Viejo
 
 
Aquel que invoque el nombre del Señor será salvado.” El nombre es la persona misma. El nombre de Jesús salva, cura, arroja los espíritus impuros, purifica el corazón. Se trata de llevar constantemente en el corazón al muy dulce Jesús, de ser inflamado por el recuerdo incesante de su nombre bienamado y por un innegable amor hacia él.
                                                                                               Paisij Velichkovsky


Para adentrarnos con paso firme en el Camino de regreso a Casa, hace falta haber mirado cara a cara nuestros miedos y haberlos vencido. Como hemos repetido a menudo, creyente es el que no teme y un discípulo de Cristo ha de ser valiente, porque el miedo atenaza, paraliza, impide amar.

Sosiégate y sabe que Yo Soy Dios, dice el Salmo 46. Lograr la calma y conocer a Dios; no tenemos que hacer nada más que eso. Ponerse a tono con la Mente Infinita, saber que Jesucristo es el Señor, vivir en Su Presencia nos protege y nos libera también ahora, en estos tiempos raros, como hace dos mil años en Galilea. Es cuestión de permitir y de entregar. Sosiégate y sabe que Yo Soy Dios es la clave para serenarse y saber que Jesús, el Señor, salva.

Qué diferente es el miedo inquieto, angustioso y desasosegado, del santo temor, que es respeto y amor, el temor y temblor que Kierkegaard estudió en su libro. Tan diferentes como el dolor ciego e histérico lo es del sufrimiento consciente y sereno. Velad, estad despiertos…. Jesús nos quiere conscientes y libres, seguros y valientes. Un estado que solo se logra y se mantiene si se vive más allá de lo intelectual, con todo nuestro ser despierto. 

Lo ilustra muy bien este cuento que recoge Krishnamurti:

Le preguntaron cierta vez a Uwais, el Sufí:
–¿Qué es lo que la Gracia te ha dado?
Y les respondió:
– Cuando me despierto por las mañanas, me siento como un hombre que no está seguro de vivir hasta la noche.
Le volvieron a preguntar:
– Pero esto ¿no lo saben todos los hombres?
Y replicó Uwais:
– Sí, lo saben, pero no todos lo sienten.

No basta con saber que Jesús salva, hay que sentirlo, vivirlo, integrarlo en uno mismo. Y la manera más rápida y efectiva es la que nos recuerda Santa Teresa: No os pido más que Le miréis.
 
Si, después de mirar cara a cara nuestros temores e inquietudes, dejamos de mirarnos el ombligo, de obsesionarnos con las viejas y repetidas canciones del ego y su existencia virtual y miramos hacia arriba, a Él, nuestro Origen y Destino, Alfa y Omega, conoceremos la Verdad, y la Verdad nos hará libres del miedo y sus sombras que no son nada, porque desaparecen cuando encendemos la luz del Amor. diasdegracia.blogspot.com

Jesús se lo decía a Luisa Piccarreta, para decírnoslo a todos nosotros: "no te encorves". Si nos miramos a nosotros mismos, nos encorvamos, perdemos de vista la realidad y nuestra Meta. Porque estamos llamados a vivir de Cielo. Los necios lo dejan para después de la muerte, cuando, tal vez, ya no puedan lograrlo. Los sabios se entrenan ya aquí, viven con los pies en la tierra, pero el corazón y la mirada en el destino de Gloria al que estamos llamados.

Él nos acompaña siempre, incluso cuando creemos caminar solos y perdidos, como en el poema Footsprints que adapta así Leona Lewis:
 


Siempre acompañándonos, guiándonos, llevándonos en sus brazos cuando nos faltan las fuerzas... Siempre a nuestro lado, Presencia silenciosa que nunca nos abandona, como canta con asombro T. S. Lewis en La Tierra Baldía:
¿Quién es el tercero que anda siempre a tu lado?
Cuando cuento, solo estamos tú y yo, juntos,
pero cuando miro hacia adelante, en el camino blanco,
siempre hay otro que anda a tu lado.
 
                                                            T. S. Eliot

12 de junio de 2021

El Reino es Jesús

 

Evangelio de Marcos 4, 26-34

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: “El reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega”. Dijo también: “¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después brota, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas”. Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía en parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.


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La entrada en el Reino exige un deseo vivo y continuo, una aceptación 
constante y actual de la voluntad de Dios sobre nosotros. Es un “sí” 
continuamente repetido, que ha de vencer a nuestra infidelidad práctica

Yves de Monteheuil

Con parábolas, para que le entiendan todos, y con su vida, Jesús anuncia el Reino de Dios, insistiendo en que no es un Reino lejano e inalcanzable, sino que está dentro de nosotros (Lucas 17,21), dentro y cerca (Marcos 1,15), y se actualiza en Él y en cada uno de los que acogen la Buena Nueva (Mateo 20,28). Porque el Reino es Jesucristo y la Buena Noticia que anunciamos es también Él. 

¿Por qué no vemos ese Reino tan cercano, tan íntimo, tan personal?  Porque está en la eternidad y, mientras seguimos en el devenir temporal, solo podemos vislumbrarlo en ese instante sagrado en que, abiertos al Misterio, conectamos con el Eterno, Jesucristo, el Verbo increado.

No es contradictorio decir "venga a nosotros tu Reino" y saber que el Reino es anterior a la creación y perdurará después del final de los tiempos. El Maestro hablaba de ello en parábolas porque es difícil expresar con palabras unos misterios tan inalcanzables para la mente limitada, atada al tiempo y al dualismo (dentro, fuera; anterior, posterior; superior, inferior…).

Jesús nos eleva hasta Él para que comprendamos sin necesidad de argumentos intelectuales. Como un latido, como un abrazo de amor verdadero, como una respiración. Nos hace vivir el Reino en el presente atemporal, que es plenitud, es coherencia y es potencia infinita. Como la semilla, que ya lleva en sí el potencial de lo que llegará a ser.

Jesús es la semilla del Reino y es también el sembrador en la tierra fecunda que somos si confiamos y nos abrimos a Él. “Desterrarnos del cuerpo y vivir junto al Señor”, nos propone San Pablo en la segunda lectura de hoy (Corintios 5, 6-10). Desterrados del mundo, del que no somos, del cuerpo mortal, aunque siga sirviéndonos como vehículo, como instrumento,  vemos crecer el Reino dentro de nosotros, con la alegría y la confianza del que sabe que hay Alguien que abona, riega, vela por las semillas que también somos, como Él fue la primera semilla. Solo cabe esperar, confiar, recordar que la única tarea verdaderamente importante en es dejarnos cuidar, amar y transformar por Él.

Las parábolas que hoy contemplamos nos recuerdan que el Reino se manifiesta en lo pequeño, lo discreto, lo desapercibido; y no en lo brillante, ni lo evidente, ni lo triunfal. Al Reino, no se llega por el camino asfaltado ni por la escalera lujosa, sino por el camino descendente y estrecho de Aquel que se abajó para elevarnos. diasdegracia.blogspot.com 

Es el sacrificio (sacer fare: hacer santo, sagrado) de lo discreto, lo normal, lo cotidiano. Ofrecemos todo con naturalidad, cada día, en cada gesto en cada encuentro, cada pensamiento y cada sentimiento. Nuestras vidas son la gota de agua que se une al vino en la Consagración para disolverse en la Sangre de Cristo. Nuestras voluntades, sufrimientos, esfuerzos y anhelos se hacen Sangre redentora, vida eterna. Y todo al estilo de Jesucristo: con discreción, silencio, constancia, fidelidad. 

Jesús es el Reino y quiere que lo seamos nosotros también. El Reino se halla en lo más íntimo y profundo de nosotros mismos, y no hay nada sensible que pueda evidenciarlo. Pero sí hay signos de pertenecer al Reino: la docilidad, la confianza y, sobre todo, la fidelidad a la Voluntad de Dios hasta el punto de hacer de esa Voluntad nuestra propia vida. 

Morir a uno mismo para unirnos al Sacrificio de Cristo con humildad, confianza y fidelidad, porque el amor confía, es fiel y no teme, pues sabe que frente a lo circunstancial y temporal está lo eterno; vivámoslo ya con ojos de eternidad.

                                        El Reino es hoy, Salomé Arricibita

Hermanos, habéis aprendido como el reino de los cielos, con su grandeza, se compara a un grano de mostaza. No nos dejemos desconcertar por las palabras del Señor. Si, en efecto, la debilidad de Dios es más sabia que el hombre, esta pequeña cosa, que es propiedad de Dios, es más espléndida que toda la inmensidad del mundo. Nosotros solamente podemos sembrar en nuestro corazón esta semilla de mostaza, de modo que llegue a ser un gran árbol del conocimiento, sobrepasando su altura para elevar nuestro pensamiento hasta el cielo, y desplegando todas las ramas de la inteligencia.
Cristo es el reino. A manera de una semilla de mostaza, ha sido sembrado en un jardín, el cuerpo de la Virgen. Creció y llegó a ser el árbol de la Cruz que cubre la tierra entera. Después de ser triturado por la pasión, su fruto produjo sabor para dar su buen gusto y su aroma a todos los seres vivos que lo tocan. Porque, mientras la semilla de mostaza permanezca intacta, sus virtudes quedan escondidas, pero despliegan toda su potencia cuando la semilla es molida. De igual modo, Cristo quiso que su cuerpo fuera molido para que su fuerza no quedara escondida. Cristo es Rey porque es el principio de toda autoridad. Cristo es el reino porque en él reside toda la gloria de su reino. 
                                                                                           San Pedro Crisólogo