6 de junio de 2011

Oración Centrante. Basil Pennington. I



Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará. Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso.

                                   Mateo, 6, 6-7


            Llevo varios años practicando la oración contemplativa. No concibo la vida sin esos dos ratos, mañana y tarde, dedicados por entero al regreso a la Fuente, al abrazo de Dios. Es algo que no se puede enseñar, se debe vivir, pero es bueno conocer la experiencia de otros oradores o meditadores, sobre todo en periodos de aridez espiritual, o cuando surgen dudas sobre el estado de nuestra oración. Adentrarse en este camino es una aventura maravillosa, un proceso de transformación que va impregnando toda nuestra existencia.

            Hace unos meses me prestaron el libro Oración Centrante de Basil Pennington. Como está agotado hace años, he preparado un resumen que iré insertando en el blog, con la etiqueta de Oración Centrante, para compartir las reflexiones y citas de otros “contemplativos” con aquellos a quienes pueda interesar. Las fuentes de inspiración de Pennington son La nube del no–saber, los padres de la Iglesia, los staretz del cristianismo ortodoxo y los grandes místicos clásicos y contemporáneos.

            La oración centrante es una buena herramienta en este Via Amoris en el que nos adentramos, porque la meta es siempre el amor, a través de Aquel que nos anunció que Dios es amor y que estamos llamados a vivir como hijos Suyos. La vida contemplativa es una vida para la unidad porque el contemplativo anhela trascender las divisiones y la separación.

            Esta oración incluye todo lo bueno de la meditación propia de las tradiciones orientales, y lo sublima y completa al centrarse en lo esencial, donde convergen todas las búsquedas y todas las formas de conocimiento: el amor.

En los años que llevo orando/meditando he practicado muchos “métodos”. He usado mantras, mudras, me he sentado en la posición del loto, he practicado ejercicios de calma y de presencia, lo he combinado con movimientos de antiguas tradiciones milenarias… En la oración contemplativa cristiana no echo de menos nada de esos métodos, porque integra la esencia de todas las tradiciones verdaderas y perfecciona sus técnicas, ya que supedita todo a esa relación de amor con el Otro, con un Tú que está en el origen y en la meta de nuestra búsqueda. Una relación que supone una actitud humilde, abierta y disponible, que, en sublime paradoja, te eleva hasta transformarte en Aquello que amas, Uno con Él. 

            Decía John Main, otro “contemplativo” contemporáneo:
            La Encarnación es Dios en Jesús, tomando todas las limitaciones humanas y aceptándolas al convertirse en una persona humana como nosotros. La Encarnación es la reducción de Dios a hombre, de manera que el hombre pueda entrar a la divinidad a través de Jesucristo.
            Todo el propósito de la meditación cristiana es seguir el camino de Jesús. Debemos ser reducidos a la actividad única de ser. Debemos ser reducidos a nada para que podamos avanzar, para convertirnos en todo.”

            Jesús es la máxima expresión de la Verdad; por eso el que cree en Él, y vive en consecuencia, tiene vida eterna. La Encarnación es Dios en Jesús.

            La oración contemplativa o meditación cristiana no es incompatible con la oración verbal o, sin ir más lejos, con esa maravillosa oración, sencilla y completa como pocas, que es el Santo Rosario, de la que hablaré en otro post. Son formas de mirar a Dios, y, sobre todo, de ser mirados por él,  que se enriquecen y complementan unas con otras.

            Comienzo a insertar los apuntes y reflexiones suscitados por el libro Oración centrante, de Basil Pennington:


Está más allá de nosotros, pero es nuestro

            La clave de don gratuito versus esfuerzo personal, uno de los temas sobre los que vengo reflexionando últimamente. Si todo es don, si todo es gracia, ¿dónde queda el esfuerzo necesario para transformarnos, del que hablan todas las tradiciones espirituales? En aceptar, reconocer, acoger, vivir, que no es tan fácil como puede parecer.
            Dice Pennington: “A lo que estamos llamados está, de hecho, mucho más allá de nosotros, y sin embargo, por virtud de nuestro bautismo ya es nuestro. Sólo tenemos que apropiárnoslo y disfrutarlo. Este es el “trabajo” de la oración centrante.”


Un don del desierto

            La oración de Jesús u oración del corazón es un prodigio de sencillez y profundidad. De las diferentes versiones que existen, no conocía la que propone Basil Pennington: “Oh Dios, ven en mi ayuda;
                     Señor, apresúrate a socorrerme.” (del Salmo 69)
La versión que yo utilizo es: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios,
                                              ten misericordia de mí, pecador.”
A veces la sustituyo por la invocación del ciego Bartimeo:  “Jesús, Hijo de David,
                                                                                              ten compasión de mí.”
            Pero lo cierto es que, como le sucedía a Pennington, la oración se va aligerando, simplificando aún más. A veces se queda en la simple mención del nombre de Jesús, ante el que toda rodilla se dobla en el cielo, la tierra y el abismo. A veces el silencio se hace luz y queda un intercambio de amor, una respiración compartida, un latido común.

            Dice Pennington sobre la oración de Jesús: 
“Así, hoy, la expresión "oración de Jesús" es como un paraguas que cubre una variedad de métodos. (…) El nombre utilizado por los sufís era Alá, mientras que el empleado por los cristianos ortodoxos era el nombre de Jesús. Este método a su vez reproduce el método de meditación utilizado por los budistas en el siglo XI. No tenemos que postular necesariamente una dependencia. Puede ser que los maestros espirituales surgieran de culturas relacionadas y desarrollaran métodos parecidos.”

7 comentarios:

  1. Querida Eugenia, no sé si tu lo percibes, pero incluso en los textos más "rompedores" del cristianismo surgidos de la pluma de místicos, clérigos o teólogo, yo siempre acabo dándome en las narices con el muro del dualismo; casi imperceptible, casi invisible, pero ahí está. El cristiano tiene tanto pánico a adoptar una consciencia a-dvaita, no-dual...

    Todavía seguimos enunciando el nacimiento de Jesús como Encarnación de Dios en el mundo, que se "abajó" para "hacerse como nosotros".

    También se "abajó" cuando tú naciste Éugenia, cuando naci yo...

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  2. Gracias, Marco. Qué regalo poder compartir.

    Estoy de acuerdo contigo, siempre acaba apareciendo ese muro dualista, aunque no creo que los místicos cristianos, audaces por esencia, como los místicos de otras tradiciones, tengan miedo al no-dualismo. Es la incapacidad del pensamiento para argumentar sobre lo Real, no-dual.

    Solo yendo más allá de la mente podemos percibirLo. El pensamiento es por naturaleza dualista, solo puede funcionar diferenciando y separando, porque lo hace a partir de la dualidad observador-observado.

    Cuando el místico se pone a escribir, intentando argumentar sus experiencias para compartirlas, vuelve sin querer al dualismo, porque Lo Que Es no se puede expresar. Solo la imagen poética, metáfora, paradoja... pueden atisbarLo o vislumbrarLo.

    Somos imagen de Dios y hemos de ser Cristo. No es tan fácil alcanzar y mantenerse en la semejanza, el Nombre, nuestra naturaleza profunda, partícipe de la naturaleza divina, aunque a veces recibamos el don de experimentarlo, como intuyo que tú ya has hecho. Un poema de Enrique Martínez Lozano, que recoge esta experiencia, acaba así:

    Acallada la mente,
    venimos a la Presencia,
    caemos en la cuenta del Misterio
    y nos dejamos ser-en-Él:
    al tomar distancia del yo separador,
    y acceder al presente,
    descubrimos que "somos tú"
    -siempre lo habíamos sido-,
    Jesús de Nazaret.

    Por eso, no veo problema en dirigirse al Tú o al Otro, al orar, meditar, escribir, hablar.... Es solo una cuestión de forma o de lenguaje cuando se ha vislumbrado esa verdad no-dual que integra realidad y apariencia, unidad y multiplicidad de la manifestación.

    En el judaísmo no-dual, el Tanya y el Zohar contemplan esa contradicción, solo aparente, ese proceso dialéctico entre "yesh" y "ayin". Como dice un seguidor del Cuarto Camino: "Si soy libre, no hay contradicción."

    Si me escribes a eugeniaantares@hotmail.com, te envío un vídeo muy clarificador y un libro descatalogado sobre estas cuestiones.

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  3. Estoy también interesado en el tema No dualidad - Dios.
    Podrias compartir ese libro del que hablas?

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  4. Estimado Moncho, el libro de Basil Pennington, está agotado, y los apuntes que fui tomando de él, cuando me lo prestaron, los he ido metiendo en el blog. Busca las otras entradas que hacen referencia a Oración Contemplativa. Puedes enviarme un correo y te envío más información sobre el tema. ¡Feliz Navidad!

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  5. quisiera saber como obtener un ejemplar del libro o fotocopias. lo leí hace mucho y no recuerdo los cinco tipos de pensamiento que se te presentan durante la oración. gracias.

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  6. quisiera saber como obtener un ejemplar del libro o fotocopias. lo leí hace mucho y no recuerdo los cinco tipos de pensamiento que se te presentan durante la oración. gracias.

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  7. Es un libro agotado. Se puede conseguir en librerías de segunda mano, físicas y on line. Por ejemplo, en www.todocoleccion.net

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