31 de diciembre de 2020

La Vida Nueva que nos viene de María, Madre de Dios


Lucas 2, 16-21

En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, les contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les decían los pastores. Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho. Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.


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                                     La Adoración de los pastores, Mengs


Una vez en nuestro mundo hubo un establo, 
y lo que estaba en ese establo 
era más grande que todo nuestro mundo.

C.S. Lewis

Dos viejas leyendas muy conocidas, la segunda en el blog hermano, diasdegracia.blogspot.com , nos ayudan hoy a contemplar la Vida que viene a salvarnos, a bendecirnos con el Nombre de Jesús, y a reflexionar sobre el sentido de la gran Fiesta que el primer día de cada año celebramos.

El 1 de enero no es para los cristianos el estreno de un nuevo año civil, sino la Solemnidad de Santa María Madre de Dios, la más importante de las advocaciones marianas, porque es el primer y mayor privilegio de María; mayor aún que ser Inmaculada. Santa María, madre de Dios, repetimos una y otra vez en cada Avemaría del Santo Rosario, con el que contemplamos con la mirada de María los Misterios de la existencia terrena de Aquel que es la Vida y vino a darnos Vida.

Año nuevo, vida nueva, pensarán y dirán muchos. Y es cierto que empieza un año civil y para muchos es solo un paso más, una etapa más en su historia personal y en la historia que recogen los anales. Historia cronológica que pasa y acabará, tarde o temprano, en el abismo del olvido, como acabó el templo de Jerusalén, del que no quedó piedra sobre piedra.

Más verdad que la historia que se enseña en colegios, universidades y enciclopedias, son a veces las leyendas, los poemas, los cantos de amor que esa contemplación de la Verdad-Palabra inspira. La humildad, la inocencia y el asombro son su tono, el latido que los hace perdurar cuando la historia muestra sus costuras, sus errores, sus mentiras.

Contemplemos en estas leyendas el Misterio de Jesús, Palabra eterna del Padre, que nos viene a través del "Sí", eterno también de María, madre de Dios y madre nuestra.


EL QUE NO TENÍA NADA

Cuenta una antigua leyenda que en tiempo del Rey Herodes, la noche en que nació Jesús, cuando los pastores recibieron el aviso del nacimiento del Mesías y todos decidieron acercarse a Belén llevando algún presente para el Niño, uno de ellos no se atrevía a ir porque no tenía nada para ofrecer. 

Sus compañeros insistieron y le convencieron para que les acompañara. Y hacia Belén caminó con el grupo, el único de ellos que iba con las manos vacías. 

Al llegar al portal de Belén donde había nacido el Salvador, según el anuncio de los ángeles, encontraron a una jovencísima doncella con un niño recién nacido en los brazos. Los pastores se fueron acercando para dar los regalos: queso, lana, dátiles y otros frutos.

La joven madre no podía coger los regalos porque sostenía al Niño en su regazo, pero, al ver a un pastor con las manos vacías, puso al Niño en esas manos, esos brazos temblorosos que no llevaban nada y en un instante se llenaron de Todo, porque sostenían la Vida, el Amor, la Luz del mundo.


                                    El tamborilero, Los chicos del coro

26 de diciembre de 2020

"Nunc dimittis"

 

Evangelio de Lucas 2, 22-40

Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: “Todo primogénito varón será consagrado al Señor”, y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: “un par de tórtolas o dos pichones”. Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: “Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel”. Su padre y su madre estaban admirados por todo lo que se decía del niño. Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre: “Mira, este está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma”. Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel. Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret, El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.

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La Sagrada Familia del Cordero, Rafael
                                           
              Cuando se apague la lámpara de esta vida, brillará la luz de la vida que no se apagará jamás. Será para ti como la aparición del esplendor del mediodía en pleno atardecer. En el momento en que piensas que vas a extinguirte, te levantarás como la estrella de la mañana, y tus tinieblas se transformarán en luz de mediodía.

                                                                                                   Beato Guerrico de Igny

En el versículo que precede inmediatamente al Evangelio de hoy, leemos: y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción (Lucas 2, 21). Ese Nombre, que significa Salvador, es la mejor, más efectiva y poderosa bendición que podemos dar y darnos, la única certeza, el eje sobre el que ha de girar el nuevo año que pronto iniciaremos y toda nuestra vida. Jesús: Nombre nuevo y antiguo, Palabra que envió el Padre, Nombre eterno, que no separa ni divide como el resto de los nombres, sino que ilumina, transforma y da la Vida. 

Cuarenta días después de su nacimiento, como establecía la ley de Moisés, María y José llevan al Niño Jesús al templo, para ofrecérselo al Señor. Con este ritual, se llevaba a cabo la purificación de la madre y la ofrenda del primogénito a Dios. Cuando Jesús irrumpe en la Historia, no abole las leyes, sino que las completa y perfecciona, las trasciende dentro de ellas. diasdegracia.blogspot.com

Los dos pichones que llevan, la “tasa” de los pobres, son todo un símbolo, como su nacimiento en un establo, de la actitud que Jesús tendrá, y nos enseñará a tener, hacia las riquezas del mundo, y de quiénes son sus “preferidos”: los pobres, los últimos, los excluidos, los abandonados.

Cristo, el Consagrado del Padre, primogénito de la nueva humanidad, es presentado como uno más en el templo. Porque Lo hemos "visto", podemos, como Simeón, irnos en paz cuando llegue la hora, ya que no hay miedo a la muerte, lo ha conjurado Jesús, cuya existencia terrena es, desde el inicio, una purificación destinada a todos.

“Y a ti una espada te traspasará el alma”: es el anuncio del sufrimiento extremo de María que vaticina Simeón. Y ese dolor, que no sufrió en el parto del Hijo, y sí en el parto espiritual de nosotros, también sus hijos, la hizo corredentora. Todo sufrimiento consciente, asumido con la mirada en esa Meta de Amor y de Unidad, nos permite colaborar también en la obra de la Redención y ser luz del mundo, presencia de Dios.

En Ana de Fanuel, vemos la constancia, la esperanza, la didelidad, la coherencia, el servicio, la entrega generosa y entusiasta. Cuántas virtudes nos transmite Lucas, en apenas cinco líneas... Destacan la fe y la confianza, sin ellas no podemos avanzar en el Camino.

Simeón y Ana son nombres simbólicos: Simeón, “el Señor ha escuchado” y, Ana, “regalo”. Dos profetas ancianos, sencillos y fieles, que se han preparado para poder reconocer la Luz y recibirla, que esperan y confían. La trayectoria y la actitud de ambos nos recuerdan que por nosotros mismos podemos hacer muy poco, pero, si contamos con el apoyo de Dios, somos capaces de todo. 

Jesús, el Salvador, la Luz del mundo es bandera discutida, como dice Simeón, porque la entrega a Él no admite medias tintas o ambigüedades: lo aceptamos o lo rechazamos; estamos con él o contra él. 

José y María cumplen con la ley y regresan a su casa, su trabajo, su vida cotidiana, en la que el Niño irá “creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.” Jesús, como hombre, ha de desarrollarse. Es la gracia de Dios, Su propia gracia, la que acompaña al ser humano que también es, y le permite crecer en todos los sentidos hasta llegar a Su plenitud.


"Nunc dimittis"Cántico de Simeón, Taizé

24 de diciembre de 2020

Navidad

 

Evangelio según san Juan 1, 1-18

En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio junto a Dios. Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz. El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo. En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció. Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron. Pero a todos los que lo recibieron, les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios. Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo: «Este era de quien yo dije: el que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo». Pues de su plenitud todos hemos recibido gracia tras gracia. Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado. 


    El nacimiento de Jesús, B. Murillo
                                      
      Aunque Cristo naciera mil veces en Belén
      y no dentro de ti, tu alma estará perdida.
     Mirarás en vano la Cruz del Gólgota 
     hasta que se eleve de nuevo en tu interior.

                                                                                    Angelus Silesius

Ya sabemos que la Navidad no es un tiempo de vacaciones, comidas familiares, regalos, luces y jolgorio. Los que la viven así no conocen su verdadero sentido, no viven la Navidad. Pero ¿la viven y la comprenden realmente los que parecen darle una dimensión cristiana? ¿La vivimos y comprendemos realmente, con lo más profundo del corazón? Si logramos soltar todo lo que no es la Navidad, podemos profundizar en el gran Misterio, el gran Milagro, que es el Nacimiento del Hijo de Dios como uno de nosotros.

Hace falta silencio, un gran silencio, real y fecundo, para experimentar la verdadera Navidad. El Verbo nace en el silencio de la noche. Si queremos que Él nazca en nosotros, hemos de hacer silencio y vaciarnos, liberarnos de ruido, palabras vanas, imágenes, distracciones, actividad innecesaria, todos esos ídolos, a veces aparentemente buenos, que se oponen al Nacimiento de Dios. Liberémonos de todo lo que amenaza ese silencio, lo que impide que encarne, se geste y nazca en nosotros la Palabra.diasdegracia.blogspot.com

Frithjof Schuon insiste en que la venida de Cristo es "el Absoluto hecho relatividad, a fin de que lo relativo se haga Absoluto". Bendita relatividad, bendita multiplicidad, entonces, contemplada desde la esencia que nuestra condición restaurada de Hijos nos otorga.

Celebramos el Amor; Él nos ama tanto que hace que su Hijo nazca hombre pasible. Si no fuera por el misterio del Amor, que solo en el silencio podemos experimentar y vislumbrar, el verdadero significado de la Navidad sería visto desde fuera como una locura. Que Cristo encarne en un niño, que Dios se haga hombre, esa locura maravillosa, nos da una dignidad que nada ni nadie puede quitarnos. Nos enseña a ser humildes, contemplando al mismo Dios, desvalido y envuelto en pañales, en un pesebre. 

Estamos conmemorando la segunda creación del hombre. Desde el nacimiento de Jesús, el hombre tiene libre acceso a las dimensiones más elevadas de sí mismo. No hay amor más grande, no hay alegría mayor; podemos entrar en comunión con el Amor a cada instante, en ese eterno presente donde ya somos uno con Él.

Ese Amor encarnado, el resplandor de la naturaleza humana divinizada, enciende una chispa en el corazón del que está atento y dispuesto a acoger al Niño. El destino de esa chispa es crecer hasta que se convierta en un fuego purificador que nos transforme y queme lo que queda de hombre viejo, de viejo mundo, en nosotros. He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo! (Lc 12, 49), nos dirá Jesús, treinta años después de su primera venida. ¿Cómo no reconocer que Él es nuestro amor, nuestra luz, nuestra alegría?

            En Belén se inicia el camino que nos permite recuperar la inocencia primordial, esa dimensión sin espacio ni tiempo ni coordenadas, en la que todas las cosas y todos los seres mueren para renacer en la Unidad, en un presente eterno, un único latido que trasciende las formas y los nombres, ante el único Nombre, que siempre está viniendo.  


                                           26. Diálogos divinos. Navidad

19 de diciembre de 2020

Virginidad y maternidad espirituales

 

Evangelio de Lucas 1, 26-38

A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú entre las mujeres”. Ella se turbó ante estas palabras, y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo: No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. Y María dijo al ángel: “¿Cómo será eso, pues no conozco varón?” El ángel le contestó: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios”. Ahí tienes a tu pariente Isabel que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible. María contestó: “Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”.


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La Inmaculada Concepción, G. B. Tiepolo


Virgen indica alguien que está vacío de toda imagen extraña, tan vacío como cuando todavía no era. (…) Si estuviera en el ahora, presente, libre y vacío, por amor de la voluntad divina, para cumplirla sin interrupción, entonces verdaderamente ninguna imagen se interpondría y yo sería, verdaderamente, virgen como lo era cuando todavía no era.
Maestro Eckhart

Oh tú, alma noble, noble criatura, ¿por qué buscas fuera de ti al que está en ti, todo entero, de la manera más real y manifiesta? Y puesto que tú participas de la naturaleza divina, ¿qué te importan las cosas creadas y qué tienes que hacer con ellas?
                                                                                                                   San Agustín

Estamos a punto de celebrar la Navidad, la venida de la Luz, el Sol invicto, imagen de nuestro propio comienzo. Conmemorando el nacimiento de Jesús, nos disponemos a alumbrar en nosotros el Niño Divino. La Navidad proclama: no estás fatalmente encadenado por tu pasado, por el recuento de tus heridas, ni eres el resumen de tus fracasos ni de los sucesivos quebrantos sufridos en tu vida. Dios mismo festeja con nosotros un nuevo comienzo, naciendo en nosotros para regenerarnos. Al nacer Dios en el corazón del ser humano, todo cambia y se transforma en Bien y en Bueno: el pesebre se ilumina, la pobreza es un tesoro, el abandonado se ve estrechado en un fuerte abrazo, el herido es sanado…

No es metáfora ni retórica, la Trinidad hace realmente morada en aquel que se ha desprendido de todo, ha renunciado a lo ilusorio y perecedero y está listo para experimentar el segundo nacimiento del que Jesús habló a Nicodemo. Nace así una nueva criatura, el antiguo “Adán” mortal se convierte en otro Cristo, resucitado e inmortal. Y todo, con el pecho inflamado en las llamas purificadoras de ese fuego sutil, el Amor, que nos transforma.

      Enmanuel, Dios con nosotros… La inmanencia es tan espiritual y profunda como la trascendencia. Dios no está más allá de nosotros, sino con nosotros, en nosotros. Ignorarlo es olvidar nuestra esencia, el Nombre que somos, que está en el fondo del alma y es trascendencia divina que se hace inmanente. diasdegracia.blogspot.com

Volver al Nombre, hacer realidad el Yo Soy, como Jesús nos enseñó, es regresar al Paraíso antes de la Caída, y vivir ya en el Reino. Es celebrar los esponsales espirituales que nos hacen semejantes a Dios. Dioses sois, nos recordó el Maestro. Según san Basilio, el hombre es una criatura que ha recibido la orden de convertirse en Dios. En el mismo sentido, san Cirilo de Alejandría dijo: si Dios se ha hecho hombre, el hombre se ha hecho Dios.

          Pero volver al Paraíso no es el Camino, es el sendero que nos lleva al inicio del Camino y nos pone en condiciones de emprenderlo. Es ahora cuando vamos hacia un estado en que ni ojo vio ni oído oyó. Porque la regeneración humana es una historia de amor inefable que el espíritu necesita expresar pero no puede, mientras siga confinado en este plano de límites y entropía. El Cantar de los Cantares expresa ese Amor divino, ese Dios con nosotros y en nosotros, que nos unifica y nos recrea, nuevos y libres.

No hay nada capaz de superar ese encuentro atemporal, no hay mayor tesoro, ni más digna ambición para el ser humano en su camino de regreso a Casa, mientras las sombras pasan, mientras las sombras siguen pasando.

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Madonna del Parto, Piero della Francesca
                               
       El Verbo encarnó; nosotros también hemos de encarnar en nuestro cuerpo, encontrando ese cuerpo profundo donde es posible el Misterio. Lo que nos conecta con el cuerpo sutil, llamado a perdurar cuando el polvo vuelva al polvo, es un mecanismo que a fuerza de no usarlo se nos ha oxidado y que tiene que ver con rendición y abandono con apertura y acogida, con dejarse hacer, con inocencia esencial y confianza. Hay que “aceitarlo” para que funcione de nuevo y podamos unificarnos con lo Real que somos. Y, al volver a la Fuente de la Vida, es posible el alumbramiento de uno mismo a sí mismo a otros niveles de consciencia.

          Es en lo cotidiano, en el discurrir de la historia, donde lo trascendente se hace inmanente. Imitemos a María en su sencillez y su inocencia, en esa audacia libre de prejuicios. Trabajemos para alcanzar la virginidad espiritual, que es apertura, disponibilidad de mente, corazón y cuerpo. Porque ser virgen significa ser nuevo, sin pasado, sin proyecciones, sin carga, sin lastre… Virginal es quien no se dispersa y aprende a conectar con una alegría que está más allá de los placeres mundanos, un gozo superior a cualquier goce, sin represión o rigidez, sin tristeza o cobardía, logrando ser cada vez más dueño de sí mismo para poder entregarse por entero (si no te tienes, no puedes darte) a Aquel que obra el gran milagro, Aquel que está viniendo si nosotros vamos hacia Él.

         La clave para vivir bien la Navidad es, además de la virginidad espiritual, la confianza. Somos conscientes de que solos no somos nada, nos abrimos y aceptamos que Su Voluntad sea nuestra vida. Aprendemos a callar y a escuchar, para que en el silencio del corazón, libre ya de ruidos, de palabras inútiles, del bullicio de los vanos deseos, pueda encarnar la Palabra.


                                   Anunciación, Encarnación y Nacimiento del Niño Jesús

12 de diciembre de 2020

Testimonio de la Luz

 

Evangelio según San Juan 1,6-8; 19-28 

Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz. Los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan, a que le preguntaran: “¿Tú quién eres?” Él confesó sin reservas: “Yo no soy el Mesías”. Le preguntaron: “Entonces ¿qué? ¿Eres tú Elías?” Él dijo: “No lo soy”. ¿Eres tú el Profeta? Respondió: No. Y le dijeron: ¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo? Él contestó: Yo soy “la voz que grita en el desierto: Allanad el camino del Señor” (como dijo el profeta Isaías). Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: Entonces, ¿por qué bautizas, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta? Juan les respondió: Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, que existía antes que yo y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia. Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando.

Michelangelo Merisi, called Caravaggio - Saint John the Baptist in the Wilderness - Google Art Project.jpg
Juan Bautista, Caravaggio

Es tiempo de cantar la alegría de la Salvación que está llegando. La alegría de Zacarías, que rezamos cada mañana en el Benedictus, y la de Isabel, los padres de Juan Bautista. La alegría de María, resumida  en el Magníficat que hoy leemos en lugar del salmo, la del propio Juan, que le llevó a saltar en el seno de su madre, la de David, el rey pecador, convertido en poeta y santo por la gracia, “padre” e hijo a la vez del Señor que esperaba, la nuestra, por sabernos ciudadanos del Reino de la alegría. Porque hoy es el Domingo Gaudete, tercer Domingo de Adviento, en el que el Evangelio de Juan, nos anuncia a través del Bautista el Reino que ya viene. Contemplamos la escena y, discípulos amados también nosotros, recostamos la cabeza en el pecho del Maestro, sabiendo que Él es la fuente de la alegría, la Luz que esperamos en Adviento.

Juan el Bautista marca la transición del Antiguo Testamento al Nuevo Testamento, la Buena Nueva que libera, alegra, expande el corazón. Esperar a Jesús, anhelarle, querer unirnos definitivamente a Él pasa por reconocer nuestra miseria con la humildad de Juan Bautista, por eso la alegría del Salvador que se acerca nos embarga ya, pero no olvidamos el ascetismo y la sobriedad pues necesitamos velar para que a Su llegada nos encuentre despiertos.

Juan predicaba y bautizaba sabiendo que se acercaba un mensajero muy distinto, un hombre diferente a todos, el propio Mensaje, la Enseñanza viviente. Y el mensajero bautizó al Mensaje, el anunciador bautizó a la Buena Noticia, la voz bautizó a la Palabra, encarnada en Aquel hombre hermoso y austero que se sumergió en las aguas del Jordán. ¿Qué sentido tendría aquel gesto? ¿Qué tomó de las aguas, que le hizo emerger diferente, como más maduro o más cansado? Tendrían que pasar tres años para que el mundo entendiera cuánto lastre, siglos de pecado y olvido, había cargado con aquel simple gesto. Allí empezó su camino hacia la Cruz, aunque ninguno, ni siquiera Juan, la voz que clamaba en el desierto, lo pudo imaginar. En diasdegracia.blogspot.com, una reflexión sobre el camino del “no soy”, del que Juan el Bautista es modelo a imitar.
  
La Visitación, Van der Weyden


DEJA QUE MENGÜE

Temor y temblor en el regazo oscuro,
cuando la luz atraviesa
el útero como un rayo
para mostrarme el Camino.

Dos embriones se encuentran;
uno, de hombre,
otro, divino,
acostumbrándose a la sangre,
haciéndose carne para poder tocar,
acariciar, derribar mesas de cambistas,
bendecir, sanar, resucitar a muertos,
resucitar, Él Mismo, al tercer día.

 ¡Y ya lo veo!
Cómo no saltar en el seno de mi madre,
Isabel, Isha bethel, que significa:
mujer, casa de Dios;
cómo no agitarme 
viendo, presintiendo 
el drama consumándose
más allá del tiempo y del espacio…  

Gigantesco Jesús,
inmenso desde el seno virginal,
deja que mengüe,
que disminuya desde ahora,  
aunque mi cuerpo siga creciendo
para ser el asceta rudo
que se va formando desde el vientre
tan cercano al más puro
que te gestó, te gesta, 
te seguirá gestando eternamente.

Y mi madre Te alaba,
alabando a la Tuya. Isabel 
abraza a Isha Bethel, 
mujer, casa de Dios. 

Dioses sois, recordarás.
Yo lo seré, si Tú quieres,
pero en Ti, por Ti, contigo,
en ese Reino de Hijos 
que vienes a anunciar.

Deja que antes disminuya, mengüe,
que descienda, desande,
me desnude de formas y de ritos,
desaprenda los dulces pasatiempos,
renuncie a los goces de la carne 
que se forma en el seno de mi madre,
sorprendida al ver en la Bendita, 
inmensa María,
la Luz radiante, la belleza inefable,
eterna, de la madre de Dios.


23. Diálogos Divinos. Adviento

7 de diciembre de 2020

Virgen y Madre

 

Evangelio según San Lucas 1, 26-38

A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú entre las mujeres”. Ella se turbó ante estas palabras, y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo: "No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin". Y María dijo al ángel: “¿Cómo será eso, pues no conozco varón?” El ángel le contestó: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible". María contestó: “Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”.

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Inmaculada Concepción, Tiepolo

Cristo nace misteriosamente sin cesar, encarnándose a través de aquellos a los que salva, y hace del alma que le da a luz, una nueva madre virgen.
                                                                                   San Máximo el Confesor

Hoy miramos a María, la Virgen y Madre, símbolo del Adviento y de la humanidad que espera, que escucha y acoge la Palabra para guardarla en el corazón. Sólo ella es Inmaculada desde su concepción. Los demás, si no aprendemos a confiar, esperar y amar con su humildad y sencillez nos perderemos. 

            Contemplando el misterio de la Virgen-Madre, una con Su Hijo desde el Sí que hizo posible la Salvación, descubrimos que unidos a ella, nos unimos a Él. Por eso María es porta coeli y camino seguro hacia la vida eterna. Este era uno de los consejos de San Maximiliano María Kolbe: "Ámala como Madre, con toda generosidad; Ella te ama hasta sacrificar al Hijo de Dios; en la anunciación te acogió como Hijo, Ella te hará semejante a sí misma, te hará cada vez más inmaculado, te nutrirá con la leche de su gracia. Déjate sólo guiar por ella, déjate plasmar cada vez más libremente por ella".

            “¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?” (Lucas 2, 49). Es en el Templo donde María encontró a Su hijo a la edad de doce años, y en el Templo Le encontramos hoy. Por eso tenemos que convertirnos en Templo donde unirnos a Él, porque los verdaderos adoradores son los que Le adoran en Espíritu y en Verdad. María nos va transformando en una morada digna para Su Hijo.

La grandeza de María está en vivir la voluntad del Padre. Muriendo a su palabra humana, de humilde doncella de Nazaret, dio a la luz a la Palabra. Dejémonos modelar por ella, vacíos de nosotros mismos, abiertos y disponibles, para que el Verbo encarne y viva en nosotros.  

          Porque Dios quiere hacer maravillas en nosotros, como canta María en el Magnificat y, como ella, nosotros, pobres criaturas, podemos llevar a Cristo en el corazón e imitar a Su madre en la maternidad espiritual, mucho más importante que la física, como lo dijo el mismo Jesús: "bienaventurados, más bien, los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen" (Lucas 11, 28). 


                         24 Diálogos Divinos, Inmaculada Concepción

            "¡Oh almas criadas para estas grandezas, y para ellas llamadas!” Qué bien expresó San Juan de la Cruz la profundidad del Misterio. Estamos llamados a la eternidad, a la dicha y la plenitud perfectas, pero malvivimos, desperdiciando el sagrado y valioso tiempo que nos ha sido concedido, entreteniéndonos en cosas vanas. Vivamos ya el reino de los cielos en la tierra; hagamos realidad aquí esa dicha y plenitud perfectas. Recordemos siempre la dignidad de nuestra alma inmortal, el sentido de nuestra existencia: reconocer y aceptar nuestra esencia de Hijos de Dios y vivir como tales. Si somos conscientes de esa Verdad, nada nos robará la paz ni la alegría. Porque si muchas veces la vida se convierte en un campo de batalla y nos sentimos amenazados, indefensos, heridos, María es defensora y fortaleza, es sanadora y conciliadora. Nos enseña que la victoria definitiva pasa por aceptar y amar la voluntad de Dios. Y esa aceptación no es sumisión pasiva, sino el paso más digno y valiente que puede dar una criatura, el único, además, que lleva a la plenitud. Así lo expresa San Luis María Grignion de Montfort: "El espíritu de María es el espíritu de Dios, ya que Ella no se guió jamás por su propio espíritu, sino siempre por el espíritu divino, que de tal modo se hizo dueño de María, que vino a ser su propio espíritu. Qué dichosa es un alma cuando está del todo poseída y gobernada por el espíritu de María, que es un espíritu suave y fuerte, celoso y prudente, humilde e intrépido, puro y fecundo." diasdegracia.blogspot.com 

           Ahora comprendo la respuesta de María, ese fiat eterno que abrió las puertas a un mundo nuevo. Pronunciemos esas palabras con el corazón abierto y disponible. Aquí está la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra.
             Hágase en mí tu luz, tu verdad, tu vida.
            Cúmplase en mí y hazme como Tú quieras que sea.
            Hazme como Tú.
            Hazme Tú. 

                            O virtus sapientiae, Hildegard von Bingen