26 de septiembre de 2020

La obediencia en la Divina Voluntad


Evangelio de Mateo 21, 28-32

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: “¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar en la viña”. Él le contestó: “No quiero”. Pero después de arrepintió y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: “Voy, señor”. Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?” Contestaron: “El primero”. Jesús les dijo: “Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del Reino de los cielos. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas lo creyeron. Y aun después de ver esto vosotros no os arrepentisteis ni creísteis”. 


                                      Parábola de los dos hermanos, A. N. Mironov

Los reticentes suelen ser más seguros que los entusiastas, y quienes no prometen nada saben más de la promesa que los regaladores oficiales.

                                                                                                         Lo Iadúa

La parábola que contemplamos el Domingo pasado, sobre los trabajadores de la hora undécima, y la que el Evangelio nos presenta hoy, la parábola de los dos hijos: el que dice “no”, pero recapacita y cumple lo que el padre ha mandado, y el que se muestra obediente al principio, pero no obedece, tienen mucho que ver con el objetivo de la vida en Divina Voluntad: reparar, corresponder, rehacer, regenerar. 

Contar con estas enseñanzas que Jesús dictó a Luisa Piccarreta es un don inmenso y se nos da ahora que el tiempo se acaba, ahora, que aún estamos a tiempo, ahora, nuestra bendita hora undécima, para que volvamos al Plan Original y todo sea cumplido. www.diasdegracia.blogspot.com

Vemos en los hermanos de la parábola de hoy dos actitudes:  la del que dice “no quiero”, pero va y la del que dice “voy” y no va. Las dos están en cada uno de nosotros y se alternan, se van sucediendo en nuestra vida, y a veces podemos verlas simultáneamente. 

La única forma de escoger la única opción, que es cumplir la voluntad del Padre es unir esas dos actitudes, o esos dos personajes, integrarlos, porque en realidad son parte del mismo. 

Cuando, después de haber dicho “voy”, no va, es porque se dispersa, se distrae, se deja encandilar con los cantos de sirena del mundo. Cuando después de haber dicho “no quiero” con la voluntad humana egoísta, recapacita y va, ha vuelto a unificar su voluntad con la Voluntad Divina.

Podríamos, como en la parábola del hijo pródigo, buscar en nosotros ese tercer hijo que no espera a liberarse del falso obediente o del desobediente arrepentido, el que los abraza a los dos y obedece, no porque haya conseguido la virtud de la obediencia con esfuerzo, sino que tiene la obediencia, y el resto de las virtudes, como naturaleza, al tener la Voluntad Divina como Vida. Y  llevando en sí al que finge obedecer y se desdice y también al reticente, que dice no pero luego recapacita, integrándolos, sin dejar actuar a la voluntad humana separada de la Divina, salva a los dos en sí mismo y en todos. 

Y se hace realidad el estribillo del juego del escondite: “por mí y por todos mis compañeros”. Por mí y por toda la familia humana de todos los tiempos, porque en la Divina Voluntad todos somos Uno. Así lo hizo Jesús desde su Encarnación, vivir llevando a todos en Sí para que no se perdiera ninguno:

"No ruego solo por estos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí." Juan, 17, 21-23

Esta parábola y la del Domingo pasado me retratan bien; en aquella, pobre trabajadora de la última hora, rezagada, despistada, entretenida con cantos de sirenas del mundo que ya pasa;  en la de hoy, hija remolona que ha dicho al Padre "no quiero" muchas veces, por decir sí a padres falsos, ídolos con pies de barro que bloquean, confunden y amargan, hija arrepentida que, ahora, tras muchos des-engaños, dice sí, y quiere que ese sí sea definitivo. 

Y todo lo que suceda a partir de ahora será lo bueno, lo mejor, como bien sabía Juliana de Norwich: “Todo irá bien, y todo irá bien, y toda clase de cosas irán bien”. Esto es quizá de lo más difícil en el camino espiritual, y a la vez lo más fácil: confiar, dejar a Dios ser Dios, aceptar Su Voluntad, sosegarse y recordar que es Dios (Salmo 46). Entonces surge el milagro: no solo la aceptamos más o menos resignadamente; es un paso más: amamos Su Voluntad, renunciando a la nuestra separada de la Suya, viviendo el: “No soy yo, sino Cristo...” (Gálatas 2, 20).

Y todo es nuevo; la voz, las palabras, el sentido y la respuesta, que ya no nace del hombre viejo, sino del nuevo. Se invierte la locura del mundo, lleno de mentiras, traiciones, infidelidades, para empezar a vivir el Cielo en la tierra.




¿Tienes que seguir corriendo?
¿Seguir escribiendo,
hablando,
haciendo?
¿Seguir escapando
de lo que no Es?
Solo has de Ser.
Y lo eres parando,
callando, 
mirando,
escuchando el eco
de la Voz eterna.
Escucharla siempre,
seguir Sus mandatos,
fundirte con Ella, 
Ser en Ella
tu única misión.
Despierta o dormida,
muerta y viva,
Serviam.
Fiat.
Sí.

208. Diálogos Divinos. Obediencia desde la Divina Voluntad

19 de septiembre de 2020

Los trabajadores de la última hora


Evangelio de Mateo 20, 1-16 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: El Reino de los Cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: “Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido”. Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: “¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?” Le respondieron: “Nadie nos ha contratado”. Él les dijo: “Id también vosotros a mi viña”. Cuando oscureció, el dueño dijo al capataz: “Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros. Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: “Estos últimos han trabajado solo una hora y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno”. Él replicó a uno de ellos: “Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?” Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.



En las Sagradas escrituras aparecen personajes que han pasado toda su vida/jornada trabajando en la Viña de Dios y otros que son claramente trabajadores de la hora undécima. 

En el Libro de los Macabeos, Eleazar, fue toda su vida fiel hasta el final, sin mentir ni para evitar la muerte. Un ejemplo muy evidente del segundo grupo es Dimas, cuya “hora” en la cruz, compartiendo la muerte de Jesús, le valió para ser el primero en recibir el salario íntegro que todos esperamos, la vida eterna. 

Otro ejemplo de trabajador de la última hora es Zaqueo, tramposo y pecador, toda su vida fue errada, pero al final se convierte y se entrega al trabajo que Jesús le encomienda. Porque si es el Señor Quien sale a tu encuentro y le reconoces y “firmas el contrato”, en un minuto puedes rehacer toda una vida.

Casi todos arrastramos una vida con muchos errores y algún acierto. Podemos “jugar” con “nuestras cartas”, con ese pasado, bueno y malo. No pierdas el tiempo lamentando lo que dejaste de hacer, puedes hacer todo ahora. Como los trabajadores de la hora undécima Jesús quiere darte tanto como si tu vida fuera impecable. Más aún: la hace impecable. No llores tu mala suerte pasada. Aprovecha el día para llenar tu capazo de frutos. Aprovecha el negocio de la vida para la Vida, no te preocupes de otros negocios ni otras cuentas.

Trabajar en la viña es conocer el Amor de Dios y hacer que todos Le conozcan. Nuestra misión como trabajadores de la hora undécima es que todos vengan a la viña a trabajar, que es conocer el Amor de Dios. 

Al “firmar el contrato” y ponerte a trabajar en la Viña, te comprometes a ser fiel y dar vida a la Divina Voluntad en todo lo que haces. Es la verdadera y definitiva conversión que permite el gran don que da Dios a los trabajadores de la hora undécima: que los efectos de ese trabajo breve pero entregado se extiendan hacia atrás, borrando errores, fracasos, caminos desviados, rehaciendo toda su vida. Ríndete a Dios ahora, es tu última oportunidad; no la desperdicies. www.diasdegracia.blogspot.com

El asombro y agradecimiento al recibir la misma paga que los que llevan años, décadas de entrega esforzada y sacrificio, aumenta la eficacia del trabajo. Lo que da la fuerza a estos trabajadores del atardecer es la gratitud, la alegría, la responsabilidad, el amor. Porque se puede llegar al amor por el agradecimiento. Y no hace falta ser voluntarioso según lo que el mundo entiende por voluntarismo, al contrario; la voluntad humana separada de la divina genera desamor y división. Si trabaja fundida con la Voluntad Divina surge el amor y la unidad.

Nos sentimos a veces muy cansados, con una vida a la espalda llena de tonterías, apegos, manías, inercia. Y el Señor dice: “no mires tu miseria, mírame a Mí. No caigas en las reflexiones personales, no te encorves hacia ti mismo. Sí, eres una pura nada y te lo hago ver a veces, para que te abandones en mis brazos y te rindas a mí, que te amo tanto… Mira tu nada, pero no te quedes en ella, deja que te llene mi Todo.”

Entonces descubrimos que la Vida que Dios quiere darnos es nuestra verdadera vida y aunque vemos las mismas cosas, todo es nuevo. El ego dormido cree que envejece y va a morir, se siente víctima de todas las traiciones que ha sufrido, de las injusticias, de los sufrimientos. El ego dormido es incapaz de ver que todo dolor va unido al amor y es purificador, reparador, regenerador. El ego dormido no ve que el Alba de la Resurrección ya despunta, aunque es de noche todavía.

Un día vivido en unión con Dios, fieles a Su Voluntad, valen por siglos de vidas impecables según la voluntad humana. Puedes cumplir tu misión en una hora de entrega; puedes rehacer todo y ganar los méritos en un solo instante que lo eterniza todo.

Porque solo aquí podemos ganar los méritos, pero este aquí puede ser muy largo o muy breve. No importa, el Señor no dejará que se pierda nada de lo que debemos darle. Ni un solo cabello cae sin su voluntad y si estamos en su voluntad, todo se va rehaciendo; no hay nada que temer ni perder; todo es al final ganancia, por Su gracia. Es Él Quien te puede dar en el último momento de tu vida la perfección que viniste a conseguir. Solo has de aceptarlo.

Lo puedes aceptar durante toda la vida, y a la vez lo puedes aceptar de un modo definitivo en un solo instante, que se convierte en la conversión perfecta. Y lo que otros tardarían ochenta años en conseguir, y muchos no conseguirán, se te da en un instante, a cambio de esa entrega confiada y fiel.

En el momento en que pronuncias tu "sí", firmas el contrato con el "Dueño de la Viña", y en esa firma, que es el Fiat, va toda tu vida: obras, amor, palabras, pensamientos, sentimientos, todo queda unificado en ese acto cumplido y completo. 

El Señor nos da el inmenso don de darnos cuenta de que la voluntad humana actuando por su cuenta, separada de la voluntad divina, es egoísmo, indiferencia, ambición, búsqueda de ventaja, soberbia… Nos lo permite ver ahora que aún tenemos tiempo de apoyarnos solo en Él y trabajar para el Reino. Los trabajadores de la hora final pueden tener algo que vale mucho más que la jornada completa, con el esfuerzo y sudor de las horas anteriores; tienen el desengaño, el desencanto...; lo sufrido en el mundo mientras los otros trabajaban puede resultar muy valioso al final de la jornada que es la vida, para que esa última hora sea total, sincera, entusiasmada (llena de Dios), sin ningún interés personal, con el abandono total al trabajo que se nos ha encomendado. 

Los trabajadores de la hora undécima tienen casi siempre el corazón roto, cansado... Un corazón que ha aprendido a entregarse, reconocer el amor verdadero y a amar. Aquellos que aún esperaban ser contratados, saben que la viña de fuera es sólo un reflejo de esa viña interior que dio agrazones durante mucho tiempo y ahora está dispuesta a dar las uvas buenas y dulces que harán posible un vino delicioso, con el aroma de la esperanza que ha sobrevivido a muchos inviernos, con el poso de las lágrimas que sólo Dios y otros trabajadores de la última hora pueden apreciar, porque tienen el paladar purificado.


                                              En la Viña, Equipo "Quiero ver"

   Dios mío, si Te he adorado por miedo al Infierno,

quémame en su fuego.

Si es por deseo del Paraíso, prohíbemelo.

Pero si Te he adorado solo por Ti,

entonces no me prohíbas ver Tu rostro.

                                                                                             Rabi’a al’Adawiyya

 

Si cometo todos los pecados, Tú me bastas como mérito.

Como objetivo de esta desgraciada vida, Tú solo me bastas.

Yo sé bien cómo será mi partida.

Dirán: “¿Qué méritos ha hecho?

Tú me bastas como respuesta.

                                                                                Rumi

 

12 de septiembre de 2020

Salve, oh Cruz, nuestra única esperanza


Evangelio según san Juan 3, 14-21

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: “Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del Hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no será condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. Ésta es la causa de la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios”.
Cristo en la cruz, en un paisaje de Toledo (El Greco) - Wikipedia, la  enciclopedia libre
Cristo Crucificado, El Greco



¡Salve, oh Cruz, nuestra única esperanza,
En estos tiempos difíciles!
Damos gracias por tu piedad,
perdona nuestros pecados.

                                                            San Venancio Fortunato 

Hoy celebramos la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz y ponemos nuestra mirada en Aquel que traspasaron, para entender con más profundidad por qué a lo largo de los siglos los cristianos hemos dicho: 
O Crux ave, spes unica!, "¡Oh Cruz, nuestra única esperanza!"

Toda la historia cabe en ese instante. En esa cruz están todos los mundos posibles, y, en ese cuerpo que muere, cabe toda la humanidad: la muerta, la viva, la por nacer. En ese dolor supremo, están contenidos los dolores del universo de todas las épocas. En ese amor extremo y perfecto, cabe todo el amor imperfecto de todos los hombres que han esperado, muchas veces sin saber que lo esperaban, un salvador que les abriera las puertas de la Vida.

¿Nos atrevemos a morir con Él para poder resucitar y alumbrar nueva vida? Creemos en Jesucristo, le amamos como podemos o sabemos, queremos ser sus discípulos… Pero nos cuesta  comprender el mensaje del Maestro en toda su profundidad. Y la Cruz aceptada y vivida es maestra eficaz que hace posible el segundo nacimiento del que Jesús habló a Nicodemo, quitándonos todo aquello que estorba, que nos falsea y deforma, que endurece y cierra el corazón. 

Somos incapaces, por nosotros mismos de quitarnos las miserias que nos lastran y mantienen en las tinieblas de una voluntad humana obrando sin la Voluntad de Dios. Por eso la Cruz es nuestro bien más preciado porque es capaz de purificarnos  y liberarnos de lo que nos mantiene a ras de tierra. La Cruz, en sus infinitas versiones de sufrimiento que puede experimentar la criatura, es transformadora, quema lo que nos sobra, lo que no puede entrar en el cielo. El sufrimiento conscientemente vivido es así un don, un tesoro necesario para cruzar en vertical la Voluntad Divina a la voluntad humana, que se cruzó en horizontal, y restaurar el orden del Plan original de Dios, fundiendo nuevamente nuestra voluntad a la Suya. 

Jesús predica el Reino, los apóstoles predican a Jesús crucificado como puente para llegar al Reino. Las enseñanzas del Reino de la Divina Voluntad dictadas por Jesús a Luisa Piccarreta nos dicen que es hora de predicar al ser humano crucificado con Jesús, como camino directo hacia la santidad divina que Dios quiere que alcancemos. www.diasdegracia.blogspot.com

Si miramos el Misterio del Gólgota y la Resurrección con los ojos del corazón, descubrimos que el Reino de Dios es Jesucristo. Dice Ivo Le Loup que el único modo de poder imaginar lo que puede llegar a ser la vida en ese Reino es mirar lo que Él ha hecho aquí abajo. Si la Encarnación es ya un acto de amor infinito de Dios hacia el hombre, su Sacrificio y su Resurrección son la plenitud de ese amor, algo tan inconcebible que la mente se rinde y se retira.

Por eso rechazar la cruz es signo de condenación y aceptarla y vivirla en unión con Jesucristo, con la Divina Voluntad como vida es signo de salvación y camino seguro para llegar a la Gloria. Luisa Piccarreta hace este elogio de la cruz en 1899, cuando Su Amado Jesús le pide que exprese lo que es para ella la cruz:

“Amado mío, ¿quién te puede decir qué cosa es la cruz?, sólo tu boca puede hablar dignamente de la sublimidad de la cruz, pero ya que quieres que hable yo, está bien, lo hago: La cruz sufrida por Ti me liberó de la esclavitud del demonio y me desposó con la Divinidad con nudo indisoluble; la cruz es fecunda y me pare la gracia; la cruz es luz y me desengaña de lo temporal, y me descubre lo eterno; la cruz es fuego, y todo lo que no es de Dios lo vuelve cenizas, hasta vaciarme el corazón del más mínimo hilo de hierba que pueda estar en él; la cruz es moneda de inestimable precio, y si yo tengo, Esposo Santo, la fortuna de poseerla, me enriqueceré de monedas eternas, hasta volverme la más rica del paraíso, porque la moneda que corre en el Cielo es la cruz sufrida en la tierra; la cruz me hace conocerme más a mí misma, y no sólo eso, sino me da el conocimiento de Dios; la cruz me injerta todas las virtudes; la cruz es la noble cátedra de la Sabiduría increada, que me enseña las doctrinas más altas, sutiles y sublimes; así que sólo la cruz me develará los misterios más escondidos, las cosas más recónditas, la perfección más perfecta escondida a los más doctos y sabios del mundo. La cruz es como agua benéfica que me purifica, no sólo eso, sino que me suministra el nutrimento a las virtudes, me las hace crecer y sólo me deja cuando me conduce a la vida eterna. La cruz es como rocío celeste que me conserva y me embellece el bello lirio de la pureza; la cruz es el alimento de la esperanza; la cruz es la antorcha de la fe obrante; la cruz es aquel leño sólido que conserva y mantiene siempre encendido el fuego de la caridad; la cruz es aquel leño seco que hace desvanecer y poner en fuga todos los humos de soberbia y de vanagloria, y produce en el alma la humilde violeta de la humildad; la cruz es el arma más potente que hiere a los demonios y me defiende de sus garras. Así que el alma que posee la cruz, es de envidia y admiración a los mismos ángeles y santos; de rabia y desdén a los demonios. La cruz es mi paraíso en la tierra, de modo que si el paraíso de allá, de los bienaventurados, son los gozos; el paraíso de acá son los sufrimientos. La cruz es la cadena de oro purísimo que me une Contigo, mi sumo Bien, y forma la unión más íntima que se pueda dar, hasta hacer desaparecer mi ser y me transforma en Ti, mi objeto amado, tanto de sentirme perdida en Ti y vivo de tu misma vida”. 


                                 222. Diálogos Divinos. Crucifixión Divina

7 de septiembre de 2020

Natividad de María


Evangelio según san Mateo 1, 18-23

El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: "José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su Pueblo de los pecados". Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por el Profeta: “Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que  significa: "Dios con nosotros".

[Nacimiento de la Virgen María de Giotto]
Nacimiento de la Virgen María. Giotto

María es icono de la Iglesia, símbolo y anticipación de la humanidad transfigurada por la gracia, modelo y esperanza segura para cuantos avanzan hacia la Jerusalén del cielo.

                                                                        San Juan Pablo II

Hoy celebramos el nacimiento de la más excelsa de las criaturas, la que hace posible el cumplimiento de la Historia de la Salvación, la segunda y definitiva creación. Hoy nace la Virgen María, en cuyo seno purísimo encarnará el Hijo, la "solución" más generosa a todos nuestros males. Porque si la causa de todos nuestros males es la ausencia de Dios, la fuente de todos los bienes y la razón de la esperanza, la paz y la alegría es la presencia de Dios, el Emmanuel, Dios con nosotros.

La venida del Mesías fue promesa para las generaciones anteriores a Jesús. Sin María, la doncella de Nazaret, la profecía no se habría cumplido y no podríamos conmemorar el nacimiento de Aquel que nos abrió las puertas de la Vida. ¿Cómo no considerarla corredentora? www.diasdegracia.blogspot.com

Por ella fue posible que Dios naciera como hombre, para ser hermano nuestro y elevarnos por amor a la dignidad de hijos de Su mismo Padre. ¿Cómo no amar a María, madre de Dios y madre nuestra, y agradecerle infinitamente que haya hecho posible este asombroso Misterio?

Llena de gracia, es el título que la otorga el arcángel Gabriel (Lucas 1, 28), lo que quiere decir que en ella todo había sido renovado desde el inicio de los tiempos. Su alma, diáfana para dejarse traspasar por la Luz, su espíritu, eternamente puro, hasta los átomos de su cuerpo, todo había sido preservado de cualquier mancha de egoísmo.

María es nuestro modelo, la primera criatura en la que se produjo el misterio del “nacimiento interior del Cristo”, pues, como dice San Agustín, antes de que encarnara en su vientre, lo concibió en su corazón. Si seguimos la estela de su Luz, llegaremos a la meta. El camino pasa necesariamente por hacernos humildes, disponibles, vacíos de ego, libres del mundo y sus afanes, llenos de amor para poder entregarnos y servir.

Aunque ningún otro ser humano nació en el estado de pureza primordial que hizo de María la Inmaculada, también nosotros estamos llamados a dar a luz a Cristo. Él quiere ser concebido y nacer en nuestras almas.

¿Cómo ha de ser una madre espiritual de Dios? ¿En qué debemos transformarnos para poder dar a luz a Cristo? En vírgenes de alma, disponibles sin reserva, mental y emocionalmente liberados de las seducciones de lo material, de la figura, imagen o representación de este mundo que ha de pasar, que ya está pasando para quien puede percibirlo.

Otra clave para imitar a María es el abandono confiado, ser conscientes de que solos no podemos hacer nada, abrirnos y aceptar que se haga la Voluntad de Dios en nosotros. Y después, dar un paso más, el definitivo: que la Divina Voluntad sea nuestra vida. Y entonces, callar para que en el silencio del corazón, libre ya de ruidos, de palabras inútiles, del bullicio de los vanos deseos, pueda encarnar la Palabra.

                                197. Diálogos Divinos. María ¿Corredentora?

¿Quién es ésta, dice el Espíritu sobre María, que despunta como el alba, hermosa como la luna, refulgente como el sol? Ella surge como la aurora. En el esplendor del mediodía, nuestro primer padre fue hecho a imagen y semejanza de su Creador (Gn1,26). ¿Qué más glorioso para la criatura que parecerse al Creador? Le ha dado la imagen eterna; la semejanza era necesaria: es necesario que el hombre sea similar a su Creador. Sin embargo rechazó el honor de este privilegio..., estaba destinado a la muerte, con toda su descendencia, en las tinieblas. Las tinieblas cubrían toda la tierra, hasta que vino la Virgen. Nadie nos podía sacar de las tinieblas, nadie las podía disipar... Pero con la Virgen surge la Aurora: María anuncia la luz verdadera; por su Natividad hace brillar la más resplandeciente mañana. Es la estrella de la mañana... Es la Aurora que sigue -o bien de la cual nace- el sol de justicia (Ml 3,20), que es el único que la sobrepasa en esplendor. «A ti, Señor, el día» donde Adán ha sido creado; «a ti la noche» (Sal. 73,16) donde fue expulsado de la luz. Eres Tú el que ha creado la Aurora, es decir a la Virgen María, y al Sol, este Sol de justicia que se ha levantado de su seno virginal. Como la Aurora anuncia el final de la noche y marca el inicio del día, así la Virgen disipó la noche sin fin. Y día tras día, proporciona a la tierra al que ha germinado de su Virginidad.          
                                                                                                  San Pedro Damián     


                                   O virtus sapientiae, Hildegard von Bingen