31 de diciembre de 2015

Bendecir con el Nombre sobre todo nombre


Lucas 2, 16-21

En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, les contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les decían los pastores. Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho. Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.
 

Bartolomé Esteban Murillo (Pérez) - La Adoración de los pastores
 
                                              Adoración de los pastores. Murillo

 
                                                       Bendecid, que para esto hemos sido llamados,
                                                       para ser herederos de la bendición.

                                                                                                           1 Pe 3, 9
            
Dice Henry Nouwen que dar una bendición crea aquello que pronuncia. La bendición tiene que ver con la afirmación de la bondad original del otro. Tal vez por eso me gusta tanto y me mueve por dentro la Bendición de El Libro de los Números, que la liturgia propone para recibir el nuevo año:

El Señor te bendiga y te proteja,
ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor.
El Señor se fije en ti y te conceda la paz.

                                            Números 6, 24-26


Entremos en 2016 con alegría y confianza, saliendo definitivamente de los sueños con que nos soñamos unos a otros y que nos impiden reconocer nuestro origen y nuestra bondad esencial ( www.diasdegracia.blogspot.com ). Acojamos con gratitud y buen ánimo la bendición que el Señor nos ofrece sin cesar, conscientes de que Él, fiel a su promesa, está con nosotros siempre (Mt 28, 20), en cada acontecimiento, cada encuentro, cada ausencia, cada palabra, cada silencio, cada alegría y cada tristeza, porque nada ni nadie nos puede separar de Su amor (Rom 8, 38-39).
 
Teniéndole a Él de nuestra parte, nada logrará abatirnos ni robarnos la paz. Entonces, como decía la optimista y audaz Juliana de Norwich, hace más de seiscientos años, todo irá bien, y todo irá bien, y toda clase de cosas irán bien (all shall be well, and all shall be well, and all manner of things shall be well).



                                               Gloria, El Nombre sobre todo nombre
 
 
La mejor, más efectiva y poderosa bendición que podemos dar y darnos tiene que ver con lo que hoy leemos en el Evangelio: y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción (Lc 2, 21).

Si dudamos de que todo irá bien, podemos recordar las palabras de San Bernardo y pronunciar, compartir, pensar y sentir este Nombre nuevo y antiguo, Nombre eterno, que no separa ni divide como el resto de los nombres, sino que ilumina, transforma y da la Vida:

El nombre de Jesús no es sólo luz, también es alimento. ¿No te sientes reconfortado siempre que lo recuerdas? ¿Hay algo que sacie tanto el espíritu del que lo medita? ¿O que pueda reparar tanto las fuerzas perdidas, fortalecer las virtudes, fomentar el amor?
Que el Nombre de Jesús nos bendiga cada día de nuestra vida y que seamos capaces de conservar la gracia y los dones recibidos, meditándolos en el corazón, como hacía María, Madre de Dios, misterio que hoy celebramos para iniciar el nuevo año a la luz misericordiosa de su mirada. Que ella nos guíe por el camino de la Misericordia en el jubileo, este Año Santo lleno de potenciales de paz, perdón, amor y dicha para todos.
  

23 de diciembre de 2015

Tregua de Navidad


Evangelio de Juan 1, 1-1

En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio junto a Dios. Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en la tinieblas, y la tiniebla no lo recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz. El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo. En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció. Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron. Pero a todos los que lo recibieron, les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios. Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo: «Este era de quien yo dije: el que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo». Pues de su plenitud todos hemos recibido gracia tras gracia. Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado.


Nacimiento de Jesús
                                              Nacimiento de Jesús, Giotto


Una vez más, un cruce de miradas de los dos blogs, que quieren fundirse en la mirada de ese otro "blog" que quiero escribir en el Vacío con el lenguaje de los pájaros o el idioma primordial, donde la Palabra, el Verbo, Es desde siempre y nos crea una y otra vez.
Nos despedimos aquí hasta el Año Nuevo, que será un comenzar definitivo desde ese Origen Santo que es inicio y es a la vez meta. Alfa y Omega, resignificación de todo a la luz de la Luz que nos transmite la Vida verdadera y hace nuevas todas las cosas.



                                    Silent night, Andrea Bocelli y Frank Sinatra

Silent night, dice la canción de Navidad… ¿Estamos preparando esa noche silenciosa y serena donde nacerá el Niño Divino en cada uno de nuestros corazones? Dice Anselm Grüm que un buen criterio para valorar la veracidad de una persona es su capacidad y su disposición a exponerse a la quietud y al silencio. Porque muchos, casi todos a veces, encubrimos la verdad con palabras. Ocultamos el silencio, lo arrinconamos en vidas llenas de cháchara, vanidad y mentiras. ¿Cómo salir en ese estado al encuentro de la Verdad y la Vida?

Noche silenciosa, Noche santa que viene para los que puedan vivirla… Hace falta callar, vaciarse, pacificarse por dentro para estar disponibles, preparados para recibir y acoger el Misterio.  

¿Estamos listos para callar? ¿Estamos receptivos para escuchar? ¿A los demás, al propio corazón, al Misterio? ¿O la Navidad pasará de largo, al ver las guerras interiores y exteriores, que son siempre eco, reflejo, consecuencia de las primeras?


                         Algunos de los soldados que vivieron la "Tregua de Navidad"
          
           El día 24 de Diciembre de 1914 transcurrió con una inédita calma en el frente occidental, la artillería no sonaba y no se produjo ninguna ofensiva importante. Por la noche las trincheras alemanas se iluminaron con todos los adornos navideños llegados al frente por orden del Kaiser, que quería elevar la moral de su ejército. Tras las luces llegaron los villancicos, y el inevitable, "Noche de paz". Los soldados británicos y franceses, sorprendidos, pronto se unieron a los cantos y las dos trincheras fueron turnándose, intercambiando villancicos y felicitaciones.
           A la mañana siguiente, 25 de Diciembre, Navidad, el espíritu de paz y armonía prosiguió. Los soldados alemanes salieron de sus trincheras ondeando banderas blancas. Los británicos salieron a su encuentro.
              Estamos unidos, aunque no seamos conscientes de ello y, como siempre sucede, lo que uno piensa, siente y hace tiene repercusiones en los demás y en esa Unidad que somos. Por eso, el espíritu navideño se extendió por buena parte del frente occidental. En algunos sectores, la tregua siguió hasta Año Nuevo e incluso hasta febrero.

La tregua de navidad de 1915 durante la 1ª Guerra Mundial
                                              Daily Mirror, 5 de enero de 2015

Hace un año encontraron la carta que Willie Loasby, el soldado británico, escribió a su madre en 1914, contándole cómo, venciendo el miedo, propuso a los soldados alemanes atrincherados a escasos metros de los británicos, una tregua de un día para celebrar juntos la Navidad. Su iniciativa detuvo la guerra. Sí, la paró un hombre solo, al menos la batalla en la que él combatía, que es lo que importa, y lo que podemos hacer cada uno de nosotros.

                              La carta que Willie Loasby escribió a lápiz a su madre

Todos podemos detener la guerra que sucede dentro y fuera de nosotros. Basta pensarlo, quererlo y actuar en consecuencia. Pactemos una tregua allí donde nacen las hostilidades que asolan el planeta: en tu corazón y mi corazón. Porque la Paz viene a nuestro encuentro en la figura de un Niño. Que no nos avergoncemos al sentir su mirada sobre nuestra locura. Aún estamos a tiempo de recuperar la calma. Preparemos el Silencio de la Noche Santa.


                           Feliz Navidad (2005). Escenas de la película de Christian Carion


              Que Jesús nazca en nuestros corazones y se quede para siempre. Él hará todo nuevo y habitaremos la nueva tierra de paz, amor, justicia y libertad que el Padre soñó antes de todos los tiempos.
              Digamos con Zacarías: Nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz (Lucas 1, 78-79).


                                             Adeste fideles, Juan Diego Flórez

19 de diciembre de 2015

Bendito el fruto de tu vientre

 
Evangelio de Lucas 1, 39-45
 
María se puso en camino y fue aprisa a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, la criatura saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: "¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá."
 

La Visitación, Van der Weyden 


COMUNIÓN DE LAS AGUAS
 
María e Isabel, dos senos llenos de Vida. 
Uno, virginal, de mujer muy joven, casi niña,
fecundado por el Espíritu.
El otro, de mujer cansada,
desierto de carne seca,
que el Espíritu empapa y hace fértil,
para que la semilla de hombre fructifique.
 
Manos que se cruzan en los vientres,
miradas que manan amor reverente,
éxtasis de asombro.
Cuerpos que se encuentran e intercambian
los latidos nuevos.
Signo de infinito, dar y recibir.
Fiat, hágase.
 
La obra entregada que,
aceptada y transformada,
se convierte en Obra.
Propósito y existencia,
materia iluminada por el Verbo increado,
que se hace carne para elevar y transmutar la carne.
 
Placenta primordial y placenta humana
agitándose de asombro.
Crisol atemporal, espiral eterna, 
lazo infinito que perpetúa la Salvación.
Mengüemos a lo que no somos,
para crecer a lo que Somos
por Él, con Él y en Él.
 
Jesús salva.
Preparemos Su Camino,
fundiéndonos con Él
en  abrazo sagrado,
entrelazando luz, con Luz,
agua de la experiencia con el agua de la Vida,
Comunión de las aguas para Ser.


 
 
Ave María, Schubert, María Callas
 

12 de diciembre de 2015

La Buena Noticia


Evangelio de Lucas 3, 10-18

En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan: “¿Entonces, qué hacemos?” Él contestó: “El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo”. Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron: “Maestro, ¿qué hacemos nosotros?” Él les contestó: “No exijáis más de lo establecido”. Unos militares le preguntaron: “¿Qué hacemos nosotros?” Él les contestó: “No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie, sino contentaos con la paga”. El pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: “Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego; tiene en la mano el bieldo para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga”. Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba la Buena Noticia.
 

Vídeo que muestra el encuentro con Jesús de Juan el Bautista, último profeta de la Antigua Alianza. Mi gratitud a Mosén José Aguilella, párroco de Sant Jaume, en Oropesa del Mar, siempre generoso, testigo fiel del Maestro.


El mundo puede cambiar si vosotros cambiáis. Si os convertís en el hombre nuevo, haréis posible al mundo nuevo; y en el Evangelio tenéis todas las luces y las fuerzas necesarias para crear, el uno por medio del otro, al hombre nuevo y al mundo nuevo.
Padre Gatry

 
En el Evangelio del domingo pasado, Lucas insistía en demostrar con nombres y geografía que Jesús nació aquí, en la tierra, en nuestro mundo de límites, para transformarlo y transformarnos, para conducirnos a la Unidad de lo Ilimitado. Se hace uno de nosotros, se mezcla con nosotros, el Infinito viene a lo finito por Amor.

El Incondicionado, el Verbo increado, decide nacer en este mundo de criaturas condicionadas. Nace entre nosotros y vive entre nosotros, con la gran diferencia: Él no se cree este escenario, tan hermoso y a la vez tan terrible, no se deja arrastrar por las múltiples posibilidades, sabe que es una representación con fecha de caducidad. Nos lleva al desierto una y otra vez, para que soltemos disfraces, proyecciones, fantasías y reencontremos la Esencia desnuda de lo que somos, imagen y semejanza Suya.

Volvamos al desierto a escuchar la voz que anuncia la llegada de Jesús. Volvamos al silencio, a la esencia que no está en lo que el mundo valora, sino en lo humilde, lo sencillo. Como la Madre, María Inmaculada, que celebrábamos el martes, día 8, y no es por casualidad la fecha, nada es por casualidad, el Infinito vertical encarnado en una mujer, la única criatura verdaderamente libre, inocente, capaz de acoger el Misterio en su seno.

Juan Bautista anuncia la lógica del amor. Es el final de la lógica divergente, de la división y la comparación, de la lucha y la defensa. Juan es el puente entre ambas visiones, una para el mundo, la otra, para el Reino. Él ya sabe que el que viene a juzgar el universo viene, a la vez, a perdonarlo, integración de opuestos, que transforma y crea una nueva Realidad, haciendo nuevas todas las cosas. Es la maravillosa paradoja del amor, que da la vuelta a los criterios humanos. Acaban las posibilidades, esos futuribles que nos apartan del único Futuro posible ya, que es volver a Casa. Acaba el seréis como dioses y todas sus diabólicas versiones (dia-bólicas, separadoras), con las di-versas posibilidades que nos convierten en "expertos" en fantasear, en lugar de vivir. Llega el tiempo de la conversión, la vuelta a la única Versión, con todo el equipaje de miseria, error y confusión que El que vino, viene, vendrá transforma en combustible para ese viaje de retorno.

Como nos proponían las lecturas del segundo domingo de Adviento: allanemos lo escabroso, enderecemos lo torcido, torsionemos la dis-tor-sión para volver a Sión alegres y confiados, libres de los vestidos de luto y aflicción. Alegrándonos y gozando, libres, sin temor, como dice la primera lectura de hoy (Sofonías 3, 14-18a).

¿Cómo allanar, cómo enderezar, como transformar todo transformándonos? Convirtiéndonos (con–versión), para renacer, hombres y mujeres nuevos, resucitados, porque hemos muerto con Cristo y  hemos resucitado con Él.

Estemos alegres, que nada nos preocupe, nos recuerda la 2ª lectura (Filipenses 4, 4-7). Dice al respecto san Gregorio Magno, con palabras de plena actualidad: “¿Qué es esta vida mortal sino un camino? ¡Qué locura, hermanos míos, agotarse en el camino, no queriendo alcanzar el fin!... Así, hermanos míos, no améis las cosas de este mundo, que, como vemos según los acontecimientos que se producen alrededor nuestro, no podrá subsistir por mucho tiempo”.

Y Chesterton, también actual, siempre lúcido, con una afirmación  que hizo justo antes de morir y que deberíamos repetir hoy (siempre es hoy): "El asunto está claro ahora. Está entre la luz y las sombras, cada uno debe elegir de qué lado está." Y la Luz que viene es Jesucristo, que ilumina el camino regreso a la Esencia Original, al sueño de dicha y plenitud que Dios soñó para cada uno de nosotros. Él es la Luz del mundo y las sombras son el mundo, este laberinto a veces tan hermoso de posibilidades, algunas tan apetecibles y buenas. Pero ¿quién quiere lo bueno cuando tiene lo Bueno? Las sombras, las posibilidades, tan legítimas y plausibles a veces..., cantos de sirena que nos entretienen girando en círculo, como burros atados a la noria, para que no veamos la espiral que eleva, la única posibilidad, el regreso a Casa.

Alegría y confianza nos transmiten la primera y segunda lectura. Se acabó el recrearse en los remordimientos que nos anclan al pasado y solo crean más pasado. Es hora de crear futuros, o, mejor dicho, el mejor futuro, el único en realidad, que ya existe, ya Es, lo creó para todos Jesucristo, y Juan lo vio y lo anunció. Nosotros solo tenemos que aceptarlo y vivirlo.

Adviento, tiempo de espera llena de esperanza porque la promesa ya está cumplida. Espera en tensión, pero tensión buena, de estar alerta, despiertos, conscientes. TEN-SIÓN, que es un  querer que venga, sabiendo que ya viene, que ya está y regresamos con Él, apartando lo que nos dificulta la marcha.

Todos las instrucciones que da Juan para responder a la pregunta ¿qué tenemos que hacer?, están muy bien, pero ya no se trata de mal o bien… se trata de por qué lo hacemos y, sobre todo, desde dónde lo hacemos.

Compartir ropa y comida es muy bueno. Ser honesto es buenísimo. Dar limosna es bueno, pero puede ser Bueno. Depende de cómo y desde dónde lo hagas, podría llegar incluso a ser malo. ¿Quién da? ¿A quién ves cuando das? ¿Ves al mendigo al que tratas inconscientemente de mantener en su triste y mísera condición? ¿O ves su esencia original, y la honras compartiendo?  ¿Ves tu esencia  original en él pues es la misma? ¿Os veis unidos en el amor?

Las verdaderas buenas obras nacen de la asunción necesaria de uno mismo desde el Sí mismo donde ya somos. Superar las propias miserias de criaturas condicionadas, superar incluso el alma ya aquí, pues somos más, infinitamente más que el alma. Superar límites, condiciones, instrucciones para sobrevivir en el mundo, desvalidando, neutralizando, soltando, viendo, acogiendo al que ya viene, al que ya llega, al que nunca deja de venir, la Luz del mundo. Preparémonos para recibirle, apartémonos de las tinieblas que nos impiden verlo, reconocerlo y reconocernos en su mirada de amor. Jubileo de la Misericordia, tiempo de seguir e imitar a la Divina Misericordia que tanto amó al mundo como para hacerse uno de nosotros, en el mundo para vencerlo y trascenderlo, llevándonos a todos con Él de regreso a nuestro verdadero Hogar.
 


                                     La Virgen sueña caminos, Carmelo Erdozain

5 de diciembre de 2015

Mujer, casa de Dios.


Evangelio de Lucas 1, 26-38

A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú entre las mujeres”. Ella se turbó ante estas palabras, y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo: "No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin". Y María dijo al ángel: “¿Cómo será eso, pues no conozco varón?” El ángel le contestó: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible". María contestó: “Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”.

 
                                                            La Inmaculada, Velázquez


La dicha de María ha sido mayor porque Dios nació espiritualmente en su alma que porque nació de ella según la carne.

       San Agustín


Mientras preparamos nuestro hogar interior para poder recibir y acoger a Aquel que viene, que siempre está viniendo, celebramos la fiesta de la Inmaculada Concepción.

María, la nueva Eva, como la vieron los Padres de la Iglesia, es inmaculada desde que fue concebida por Joaquín y Ana; no necesitó purificación ni transformación. Nació sin mancha para poder ser el receptáculo humano del Verbo, el seno virginal donde se gestó el Hijo de Dios.

Porque María era completa y absolutamente virgen. No solo no conocía varón, como dijo al ángel con transparencia, algo que está al alcance de cualquier criatura, sino que, además, y sobre todo, era esencialmente virgen, originalmente virgen, eternamente virgen.

Dios se había reservado una criatura incontaminada para que fuera la madre de Su Hijo. En palabras del Maestro Eckhart: “Virgen indica alguien que está vacío de toda imagen extraña, tan vacío como cuando todavía no era. Libre y vacío, por amor de la voluntad divina, para cumplirla sin interrupción.”

Llena de gracia, es el título que la otorga el arcángel Gabriel (Lucas 1, 28), lo que quiere decir que en ella todo había sido renovado desde el inicio de los tiempos. Su alma, diáfana para dejarse traspasar por la Luz, su espíritu, eternamente puro, hasta los átomos de su cuerpo, todo había sido preservado de cualquier mancha de egoísmo.

Ninguna otra criatura nació en ese estado de pureza primordial. Sin embargo, también nosotros estamos llamados a dar a luz a Cristo. Podemos y debemos lograr que Él nazca espiritualmente en nuestras almas. ¡Qué plenitud de sentido puede darnos tan maravillosa misión!

¿Cómo ha de ser una madre espiritual de Dios? ¿En qué debemos transformarnos para poder ser casa de Dios y dar a luz al Cristo interior? En vírgenes de alma o de espíritu, disponibles sin reserva, mental y emocionalmente liberados de las seducciones de lo material, de la figura, imagen o representación de este mundo que ha de pasar, que ya está pasando para quien puede percibirlo.

Y nacerán los cielos nuevos y la tierra nueva, porque esa virginidad del alma va unida a una fecundidad prodigiosa como la de María, mujer, virgen y madre. Una fecundidad que, si se alcanza, se desborda para ser compartida, se expande gozosa sin límite ni obstáculo.

María, la Inmaculada, es nuestro modelo por excelencia, la primera criatura en la que se produjo el misterio del “nacimiento interior del Cristo”. Si seguimos la estela de su Luz llegaremos a la meta. El camino pasa necesariamente por imitar sus virtudes y hacernos humildes, disponibles, vacíos de ego, libres del mundo y sus afanes, llenos de amor para poder entregarnos y servir. En www.diasdegracia.blogspot.com más claves para aprender esta disponibilidad que da libertad e inocencia.

Nada hay en la fiesta que celebramos hoy, o en el culto de hiperdulía que damos a la Virgen, de sensiblero o almibarado, como a veces parecen sugerir quienes aún no pueden abrirse al Misterio inefable que es Jesucristo, y que también es Su Madre, el rayo de lo Absoluto más cercano a la tierra y al ser humano.

A pesar de la confusión que pueda crear cierta iconografía, María está muy alejada del remilgo o la cursilería. Siempre atenta, audaz y coherente, ya lo dijo todo en los Evangelios. Basta con evocar sus contadas y fundamentales apariciones en los textos sagrados, o con recitar de vez en cuando esa oración alegre, entusiasta y revolucionaria que es el Magníficat (Lucas, 1, 46-55).

Si unimos ese maravilloso himno de alabanza, amor y subversión de lo injusto, a la valiente aceptación inicial: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra” (Lucas 1, 38), al imperativo “Haced lo que Él os diga” en Caná (Juan 2, 5), y a su presencia silenciosa ante la Cruz (Juan 19, 25) y en Pentecostés (Hechos 1, 14; 2, 1), tenemos el legado de nuestra Madre, la más sencilla y completa guía de Vida.


Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador;
porque ha mirado la humildad de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí;
su nombre es santo
y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos,
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Lucas 1, 46-55



Guardabas en tu corazón, Hermana Glenda

21 de noviembre de 2015

El reo es el Rey


Evangelio de Juan 18, 33b-37

En aquel tiempo, preguntó Pilato a Jesús: "¿Eres tú el rey de los judíos?" Jesús le contestó: "¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?" Pilato replicó: "¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí, ¿qué has hecho?" Jesús le contestó: "Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí." Pilato le dijo: "Entonces, ¿tú eres rey?" Jesús le contestó: "Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz."

 
                                                     Antonio Ciseri, Ecce Homo 
 

Cuando Jesús es llevado ante Pilato, dos mundos enfrentan de manera inmediata e inconciliable: el de los hechos y el de las verdades, y con una claridad tan terrible como nunca antes en la historia del mundo.
                                                                                              Spengler


Como dice la primera lectura de hoy, Daniel 7,13-14,  los pueblos reconocen el poder real y el dominio del Rey. Reconocemos que Su reino no tendrá fin; y si Él es el primogénito (segunda lectura, Apocalipsis 1,5-8), nosotros somos coherederos. Pero siendo hermanos del Rey, vivimos a veces como reyezuelos mezquinos y traidores en tronos de cartón piedra. Y todo porque hemos equivocado el enfoque, la dirección en la que mirar, la estrella que guía. Reconocerle como Rey, como la única referencia, Estrella Polar o Cruz del Sur en el camino de regreso, disipa los errores y nos orienta de nuevo.

Los que proclamaban a Jesús como Rey en su entrada en Jerusalén, son los mismos que piden su condena a muerte días después. Vida y enseñanza del Maestro llenas de paradojas hasta el final. Porque en el juicio a Jesús interseccionan las dos lógicas, la divergente del mundo y la convergente del reino. Por eso desde el infinito vertical cuyo centro es la Cruz que salva, es Él quien nos da entrada al Reino, la vida eterna que es ya, los universos originales a los que regresamos, hijos pródigos todos. Y allí funciona otra lógica, la del Amor, que transforma todo y hace de lo débil, fuerte, de lo roto, perfección, de lo corrupto, pureza, del reo, Rey.

En el Reino que es ya, aquí y ahora, se acabó la lógica de sobrevivir, asegurar, competir, comparar, dividir, separar, mentir, y empieza la lógica de compartir, unir, ayudar, integrar, decir, ver y ser verdad. En el mundo hay lucha y división, hay falsedad  y muerte, en el reino hay perdón, amor reconciliación, verdad y vida…

Reconocerse en Jesús, es ser Verdad con Él, soltar disfraces e imposturas, no necesitar lavarse las manos manchadas de sangre porque ya no hay crimen ni mancha ni gestos teatrales. Reconocerse en Él es escuchar su voz, que es la voz de la verdad. Se acabó el aparentar, fingir, mentir, disimular… Llegó la hora de hablar, sí sí, o no no, y ser transparentes para ser como él luz de Luz.

En Juan 19, 8, leemos: Cuando Pilato oyó estas palabras se asustó aún más. Casi todos hemos sido–somos Pilato alguna vez, deseoso de salvar a Jesús, pero al final cobarde y pusilánime, queriendo librarse de “líos”, optando por lo más normal, lo más fácil… Qué elección tan cobarde y tan poco acertada, que se ha repetido con variantes a lo largo de nuestra vida, algunas tan sutiles que parecen decisiones loables, cada vez que nos hemos quedado en el “estar”, “bienestar”, renunciando al “ser”.

Pilato se ha asomado a los ojos de la Verdad pero no se ha atrevido a abismarse en ellos, ha mirado a otro lado, a lo seguro, a lo conocido, a su estado y no a su esencia. Y su estado es tan pobre, tan efímero… Pretor de mediana edad, casado, con responsabilidades políticas, todo por un breve tiempo lineal que pasa como un suspiro. Hombre dubitativo y con escrúpulos morales que ha de firmar la sentencia de Jesús. Condescendiente con los que ya sabe que son unos farsantes que fingen respetar al césar. Es el prototipo del hombre actual, dividido, dudando entre varias alternativas, tratando de contemporizar y ser políticamente correcto... Ese es su plato de lentejas, su elección miserable a cambio de un tesoro infinito.

¿Qué premio ridículo, qué bienestar, escogemos nosotros a cambio de un precio de valor incalculable? ¿Qué mentira escojo, pagando por ella la Verdad que soy?  

Pero aún podemos despertar del sueño de Pilato, escoger la Verdad y la Vida y pagar con la moneda de cambio de nuestra mentira, nuestra miseria, nuestra fragilidad, pobre carbón que el Rey transforma en diamante. Hoy, siempre es hoy, decido y lo escribo porque lo escrito, escrito está, ser testigo de la verdad, ser de la Verdad y escuchar Su voz.

Jesucristo, Rey del Universo, Uni-Verso, Uno, Único, la Esencia original, la Unidad, el Verbo encarnado, muerto y resucitado, para que todos seamos Uno en Él. Es lo que no vio Pilato, porque pensaba, sentía, miraba y escuchaba según la lógica divergente del mundo.

Jesús, cuyo reino no es de este mundo, habla con palabras no lineales, sino verticales, espiral de consciencia vertical que nos eleva y a la vez nos transforma en ciudadanos de ese reino. En el colmo de esa nueva lógica, un preso, un condenado a muerte se proclama rey. Un reino de siervos, sin poder del mundo. Un rey que ha querido pasar desapercibido, sin alabanzas ni prestigio… Qué autoridad tan diferente, tan original, eso es, original, de origen, y tan efectiva.

Los reinos del mundo muestran su poder, sus credenciales en los cuatro errores de la existencia virtual en la que nos desvivimos: supervivencia, seguridad, competencia, sustitución del faltante o idolatría. Los reinos de los universos originales desvalidan esos cuatro errores con sus paradojas lúcidas y su lenguaje vertical, nos abren ventanas a la confianza, la unidad, lo libre, lo verdadero.

Juicio, en griego crisis. El juicio a Jesús es uno de los momentos claves de la historia de la humanidad, intersección entre lo temporal y lo eterno, entre lo humano y lo divino, horizontal y vertical, prefiguración de la Cruz que se avecina. Momento cumbre que toma la forma de un juicio, un proceso, un reo y una condena. La eternidad y la historia se entrelazan  para siempre. 

Son dos juicios simultáneos: el humano y el divino, el terrenal y el celestial, el temporal y el eterno. Dos juicios y dos reinos. Por eso Pilato no llega a comprender. No es capaz de atravesar el ojo de aguja que permite ver las leyes de lo superior, no reconoce a Jesús, sigue viendo al reo y no al rey.

Una autoridad del mundo terreno y temporal es quien ha de juzgar y sentenciar a la única Autoridad real. En la pregunta de Pilato a Jesús, que Nietzsche definió como la frase más sutil de todos los tiempos: ¿qué es la verdad? (ti estin alétheia?), se enfrentan dos concepciones diferentes de la verdad. Hay que esperar al verdadero desenlace del juicio, no el temporal, sino el eterno, que ya está contenido en esta escena para el que tiene ojos que ven y oídos que oyen. Con la Resurrección, triunfa definitivamente la Verdad que trasciende las verdades limitadas, concretas y subjetivas, de lo temporal.
 
 
 
                                           El sueño de Pilato, Jesucristo Superstar

14 de noviembre de 2015

Cielo y tierra pasarán


Evangelio de Marcos 13, 24-32

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “En aquellos días, después de una gran tribulación, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los ejércitos celestes temblarán. Entonces verán venir al Hijo del Hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, del extremo de la tierra al extremo del cielo. Aprended lo que os enseña la higuera: Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, sabéis que la primavera está cerca; pues cuando veáis vosotros suceder esto, sabed que él está cerca, a la puerta. Os aseguro que no pasará esta generación antes que todo se cumpla. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. El día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, solo el Padre”.

 
                                               La Virgen del Apocalipsis, Miguel Cabrera
 

Cuando quiero saber las últimas noticias, leo el Apocalipsis.

Léon Bloy
 

Y dijo el que estaba sentado en el trono: "Mira, todo lo hago nuevo".

Apocalipsis 21, 5

 
El domingo pasado nos mirábamos en la viuda que lo da todo y se da por entero. Aprendimos de ella que la verdadera ofrenda es darse uno mismo, esa continua muerte a lo falso para nacer a la Vida. Qué valiente y libre nos parecía esa mujer anónima, porque la verdadera libertad es vivir sin miedo. Qué sabia y lúcida al mostrarnos que el anonadamiento lleva a la plenitud,  y el desprendimiento a la verdadera abundancia.

Desde la más absoluta humildad, la entrega absoluta,  se llega a la meta, y en ese camino, raudo como un relámpago, todo se transmuta y todo se recibe, porque se es vaso vacío. De la nada al Todo, camino de retorno que, mientras recorremos, ya hemos recorrido. Miro la Eucaristía y me doy cuenta de que es más adorable que el Cristo triunfal que imaginamos al pensar en la Parusía. La canción de Daniel Drexler que escuchamos en www.diasdegracia.com , intenta asomarse al Misterio con el temblor del que se acerca a lo Inefable (si alguien cree ver al fantasma de la nueva era, puede volver a escucharla). 
 
Lo entendí de otro modo (lo mismo, siempre nuevo) hace unos días en la Misa con el Réquiem de Fauré que se celebró en la Parroquia de Nuestra Señora del Carmen y San Luis. Nosotros, embargados por la belleza de la música, y Él, el único Real, desde la humildad y el anonadamiento del Sagrario, atrayendo y adelgazando todas las músicas de todos los tiempos en la única Nota, la intemporal, Verbo Increado, Origen esencial al que volvemos, aunque muchos aún no lo sepan.

Desde ese trono invisible para los ojos, Él nos sigue diciendo: “Ánimo, soy Yo, no tengáis miedo”. Y contemplo la Jerusalén eterna en una iglesia llena de ancianos que me parecen hermosos como ángeles.

La viuda que da todo, desapego, valentía, confianza, símbolo de lo que somos y hemos olvidado. El final de la renuncia es soltar también la vida como experiencia lineal, las posibilidades que nos seducen. Proyectos, expectativas, futuros falsos que nunca son como imaginábamos y nos hacen perder la Vida que solo está en el presente, ventana a la eternidad. Creemos coleccionar proyectos, cosas, ideas, experiencias hermosas, éxitos, viajes, títulos, medallitas del mundo…, y coleccionamos muerte, porque están en un tiempo de entropía y destrucción, ese tiempo que como dice el Evangelio de hoy acabará con angustia para los que creen en el mundo y se creen del mundo. Pero no somos del mundo, ni del tiempo ni de la muerte… Cuando lo ves, sabes que solo ahora, en este “hoy” que nos presenta una y otra vez el Evangelio, puedes vivir y salvarte o darte cuenta de que ya estás a salvo.

El coraje de la viuda-espejo y del que con su desapego puede afrontar ese cataclismo aparente del tiempo que colapsa y los mundos que agonizan (masacre de París, Kyrie Eleison) consiste en saberse amado. El miedo no existe en quien se sabe amado. Es el fondo de la oración verdadera: dejarse mirar, sentirse amado, para escuchar te amo, en lugar de temo.

Libres, desapegados, pobres de espíritu en el camino de retorno, desde el exilio al Paraíso, a nuestra esencia original. Desprendimiento, abajamiento total, que es la condición necesaria para encontrar ese punto de conexión con la Verdad, la puerta estrecha, la Puerta.

Él se hace esencial y real en la Eucaristía, y yo me realizo cuando Le miro y me olvido de mí. Esa es la “cosa” que le faltaba al pobre rico y nos suele faltar a todos, la única opción ya: soltar todo, sotarse, ojo de aguja que atravesamos cuando morimos a nosotros mismos, a lo que no somos y accedemos al Sí mismo, Comunión.

Profecía es advertencia, no certeza, porque el profeta se sitúa más allá de las circunstancias o dimensiones espacio-temporales donde los soberbios no llegan. El Reino no es lo espectacular o grandioso; es la hora de los humildes, los sencillos, como la viuda pobre, los que viven su día a día con ojos despiertos, ven el milagro de lo cotidiano y sueltan lo falso, lo que pesa y detiene, esa nada de sombra, disfrazada de todo.

La profecía siempre señala hacia el Origen y hacia la única elección que puede llevarnos allí;  lo que vaticina es para aquellos que no escojan esa única opción. Solo nos toca interpretar esa parte de la obra, para no eternizarnos en ensayos agotadores. Si el final es perfecto y ya es, ¿por qué no representar el papel que nos ha tocado con el corazón y la mirada puestos en ese final que es el Inicio?

Le miramos a Él, soltamos todo y ese todo, que es nada ante el Todo, se transforma en "combustible" para el mejor de los futuros. Entonces, renunciamos incluso al futuro, porque decidimos volver al Origen, a ese Presente intemporal en que ya somos, la plenitud del Ser eterno.

Puede que esa sea la diferencia entre los llamados y los elegidos. Es elegido, y se elige a sí mismo, el que sin miedo ni reservas, mira al Ser y suelta todo lo demás, el que, como la viuda, se queda sin nada y por eso tiene Todo. El elegido sabe, además, que las profecías verdaderas, de ayer, de hoy, de siempre, tienen que ver con cada uno de nosotros, si sabemos verlo y vivirlo. El sol que se hace tinieblas, la luna que se apaga, las estrellas que caen del cielo, los ejércitos celestes que tiemblan…Todo dentro. Y llegarán los nuevos cielos y la nueva tierra, si volvemos a nacer, de agua y espíritu.

Vendrá, vino, viene cuando menos lo esperamos, como un relámpago, como un ladrón en la noche, como la muerte, siempre a destiempo, siempre de improviso. Vivimos como si el mundo fuera a durar para siempre. Si fuéramos realmente conscientes de la impermanencia de este mundo de formas y de nombres, no seguiríamos, como veíamos en el Evangelio del viernes 13 (viernes aciago en París, t-error en la representación de este mundo que ya pasa, porque no vemos las señales de los tiempos), comiendo, bebiendo, casándonos, fabricando, comprando, vendiendo, edificando sobre arenas movedizas (Lc 17, 26-37).

Entonces, ¿no hay que hacer nada? Sí y no, no y sí, camino convergente, pero, como dice San Pablo, sin apego, sin expectativas, sin poner el corazón en lo efímero: “que los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran, como si no lloraran; los que están alegres, como si no se alegraran; los que compran, como si no poseyeran, los que negocian en el mundo, como si no disfrutaran de él. Porque la representación de este mundo se termina” (1 Co 7, 29-31).

Apocalipsis significa revelación, es decir, luz, conocimiento, nada que inspire miedo o aprensión. El miedo se combate con la fe y la esperanza, pero podemos ir más allá, porque la fe y la esperanza dejan de ser necesarias cuando alcanzamos la Visión definitiva y solo queda el Amor. Apoyemos nuestra vigilia en Su Palabra, que no pasa aunque cielo y tierra pasen, y así nos liberaremos del miedo. “Ánimo, soy Yo, no tengáis miedo”, nos sigue diciendo ahora.

Estar despiertos, vivir ya en la Presencia, conscientes del Reino que palpita en el interior, realizando los nuevos cielos y la nueva tierra. Plenitud y libertad a nuestro alcance ya, ahora, porque Él siempre viene; Él siempre está. Elevarnos a lo trascendente pasando por lo inmanente; sigámosle hacia la Unidad, atravesando la ilusión de lo múltiple, apariencia de separación, símbolo de lo Real, figura de un mundo que ya pasa, se termina.


Requiem, Mozart 
 

7 de noviembre de 2015

Darse del todo al Todo


Evangelio de Marcos 12, 38-44

En aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a la gente dijo: “¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas con pretexto de largos rezos. Éstos recibirán una sentencia más rigurosa. Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos monedas de muy poco valor. Llamando a sus discípulos, les dijo: “Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir”.
 
 
Domingo XXXI de Cotidiano. ("El óbolo de la viuda" Anónimo, s. VI. Basílica de S. Apolinar Nuevo, Rávena)
                                      El óbolo de la viuda, San Apolinar Nuevo, Rávena
 

          Darse del todo al Todo, sin hacernos partes.

   Santa Teresa de Jesús


Ninguna acción surgida de un corazón renunciante es pequeña, y ninguna acción surgida de un corazón avaro es fructífera.  

                      Ibn ‘Atâ ‘illâh
 
La figura simbólica de la viuda se nos presenta como modelo de la desnudez, el desprendimiento total que, en lugar de cerrar el corazón, lo abre. De nuevo, no es cuestión de tener más o menos bienes materiales, sino de actitud, de no reservarse nada para uno, como María de Betania con el valioso frasco de perfume, del que derrama hasta la última gota sobre Jesús. Es lo que Él le pidió al joven rico, y lo que nos pide a cada uno: que no seamos tacaños, que no seamos tibios, sino fríos o calientes, según el momento. Es ese hablar claro que nos pide el Maestro: sí, sí, o no, no… (Mt 5, 37).

Hoy la reflexión va a ser anticipo de la del domingo próximo. Porque la liturgia es conducida por Mano sabia y, si los pasajes que leíamos esta semana nos iban preparando para comprender este darse total y sin reservas de la viuda pobre, que ya veo como una princesa del Reino, enjoyada con oro de Ofir (Salmo 45, 10), el pasaje de hoy enlaza sin discontinuidad, como todo lo verdadero, con las lecturas del próximo domingo, de contundencia apocalíptica, atemorizante según la lógica del mundo, de separación y juicio, luminosa y esperanzadora para la lógica del camino de regreso, que sueña con la plenitud del Origen.

Solo los humildes para el mundo pueden ser realmente generosos, porque solo se puede dar lo que no se tiene. Al que tiene se le dará (Mt 13, 12). En el lenguaje paradójico e integrador de Jesús, el tener de Dios es muy diferente del tener del mundo. El tener del mundo es apropiarse, identificarse, acumular para conservar, asegurar y competir, coleccionando posibilidades y alternativas, ese “por si” que nace del miedo. El tener de Dios, en cambio, es Ser.

La viuda renuncia a las posibilidades, porque ha comprendido en carne propia que son ilusiones inconsistentes de un mundo condenado a desaparecer. Por eso se da por entero y se somete a la única Voluntad, escoge la única opción, se mira en el único espejo.

Es nuestra lección pendiente: aprender a soltar lo que nos mantiene esclavos del mundo y sus seducciones. Cuando se sabe, más allá de la mente y sus teorías ramplonas, que no se es de este mundo, se renuncia a guardar ases en la manga.

En el Evangelio que leíamos el miércoles (Lc 14, 15-24) veíamos cómo los invitados que prefieren atender a sus minucias, tan importantes para el mundo, no tienen tiempo ni disponibilidad para el Gran Banquete. La viuda no tiene tierras, ni bueyes, ni esposo que atender, no tiene nada y por eso puede dar todo, es vaso vacío, preparado para ser llenado, la pura disponibilidad.

Si el ciego Bartimeo pedía, la viuda da; ella es de las verdaderas ricas del Evangelio, por eso da todo al templo que para ella es dárselo a Dios. Hoy celebramos el verdadero templo, que es el corazón, no como músculo que bombea sangre, sino como centro del Ser, el no lugar infinito donde adorar en espíritu y en verdad.

Viuda desvalida, así la ven los pobres fariseos, tan ignorantes. Nosotros vemos a la mujer poderosa y valiente que lo da todo porque apuesta fuerte, como los samuráis, como los héroes… Mucho más audaz y generosa que Zaqueo, que solo dio una parte de su riqueza, ella alcanza lo que no logró el joven rico, lo que no alcanza ningún discípulo varón en todo el Evangelio. Los apóstoles también acabarán dándolo todo, pero antes de la Pasión sólo encontramos esta generosidad incondicionada en las mujeres, y la viuda es hoy símbolo de esas mujeres que se dan por entero, Isa Bethel, mujer, casa de Dios corazón inmenso. En www.diasdegracia.blogspot.com, el post sobre estas mujeres en las que nos miramos.
 
La mujer enigmática que hoy contemplamos, no solo es metáfora de la entrega total, es símbolo y figura también de la virginidad espiritual hacia la que nos dirigimos. Una viuda ha vivido todo lo que una mujer vivía, experimentaba, en la Galilea de la época. Cuando uno siente que ya ha vivido todo, que la película le aburre, como decíamos el domingo pasado, que siempre pasa lo mismo, que es siempre el mismo drama repetido, aunque sea hermoso a los ojos del mundo. Siempre los mismos encuentros, pérdidas, conflictos, con distintos rostros y detalles… Y le cansa, y ya no quiere repetir una vez más la misma ronda de experiencias… Entonces uno da todo lo que tiene para vivir, pues ya no quiere vivir, sino Vivir; ya no quiere experimentar sino Ser. Esa es la única opción, el ojo de aguja, el camino estrecho. Qué sabia esta mujer despreciada por el mundo…; ella sabe que no hay alternativas entre las que elegir, mientras los demás siguen en la ilusión, desviviéndose con proyectos, actividades frenéticas y futuribles que son callejones sin salida. Ella lo ha visto, lo ha comprendido, y por eso ha escogido el único Camino, el que lleva de regreso a la Vida.

La viuda, con su última monedita, se está dando a sí misma, y esa es la demostración de su infinita riqueza. Porque para darse, hay que tenerse, y pocos se tienen, muy pocos son dueños de sí mismos… Al que tiene, se le dará… ¿Qué tiene?, ¿qué se le dará, realmente? La consciencia de ser, que es la verdadera abundancia.

Al que tiene (aquello que es consciente de ser) se le dará (Mateo, 13, 12; Lucas 19, 26; Marcos 4, 25). Qué importante ha de ser esta enseñanza para que aparezca, a veces por partida doble, en los tres sinópticos. Recibes, tienes, eres de acuerdo con lo que eres consciente de ser. Y para ser consciente, hay que despertar y mantenerse despierto en un mundo de dormidos, de muertos que se creen vivos, mientras se entierran unos a otros. Ser conscientes, fieles, “útiles” para el Reino y su Justicia…, apostando fuerte, yendo a por todas. Confianza y altura de miras es a lo que hoy nos llama, como tantas veces, el Evangelio, para que decidamos no ser tibios ni mediocres. Y para ello escoge una mujer que no tiene nada más que a sí misma y por eso lo tiene todo y se lo da al Todo, con la discreción de los sabios. Secretum meum mihi, dice el profeta Isaías (Is 24, 16). Porque el secreto, el Misterio, no se cuenta, se manifiesta, se hace Vida.

Los ricos de espíritu, los que tienen apegos en el mundo y están sometidos a sus alternativas, disyuntivas, múltiples posibilidades, no conocen ese secreto y por eso no pueden pasar por la puerta estrecha, el punto central, neutro, invisible, que da acceso al Reino y hoy se nos muestra como una mano discreta de mujer anónima que echa una monedita, la última que tiene para vivir, en las arcas del templo.

El pobre de espíritu no solo se ha desprendido de posesiones materiales; además, en escala ascendente, o descendente, se ha desapegado de su propia mente: conocimientos, saberes, creencias, proyectos …, se ha liberado incluso de la necesidad de saber y de hacer, y, por último, de la necesidad de ser como individuo separado. Es la muerte de la identidad, renunciar al mundo para ganar el alma, perder la vida para ganar la Vida, morir a uno mismo para nacer al Sí mismo.


                                               Levántate, amada mía, Hermana Glenda