30 de julio de 2022

Buscad los bienes de arriba

 

Evangelio según san Lucas 12,13-21

En aquel tiempo, dijo uno de entre la gente a Jesús: «Maestro, dije a mi hermano que reparta conmigo la herencia». Él le dijo: «Hombre, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre vosotros?». Y les dijo: «Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes». Y les propuso una parábola: «Las tierras de un hombre rico produjeron una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos, diciéndose: “¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha”. Y se dijo: “Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el trigo y mis bienes. Y entonces me diré a mí mismo: alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe, banquetea alegremente”. Pero Dios le dijo: “Necio, esta noche te van a reclamar el alma, y ¿de quién será lo que has preparado?”. Así es el que atesora para SÍ y no es rico ante Dios». 

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                            Parábola del rico necio, David Teniers

Si Jesús nos llama: “¡Levantaos, vayámonos de aquí!”, ¿quién será tan necio para consentir quedarse con los muertos en el sepulcro y permanecer entre los enterrados? Cada vez, pues, que el mundo quiera retenerte, acuérdate de la palabra de Cristo: “¡Levantaos, vayámonos de aquí!”. 

                                                                                      Filomeno de Mabboug


Necio: esta noche te van a reclamar el alma. Recuérdalo cada día. No vivas creyéndote eterno y dando importancia a lo transitorio, sino sabiendo que esto es una mala noche en una mala posada. diasdegracia.blogspot.com

Ayer estuve en una Hora Santa. Cuando adoro al Santísimo, busco a Jesús de Nazaret en Él y sé que ahí está, y el Verbo increado, y el Sol de justicia, y el Señor de la Parusía. Todo en Él. Es la joya, el tesoro de nuestra vida y del universo. Que otros se pongan joyas; yo me pongo en la Joya, con toda mi miseria, que Él transforma en oro. Que otros se intenten poner guapos o jóvenes, cuando Cronos se muestra despiadado; yo me pongo en la Belleza y la fuente de la verdadera juventud. Ya no me quiero poner nada; me pongo en Él. Que otros se enriquezcan y acumulen; yo escojo la Abundancia infinita que nos quiere dar el dueño de Todo. 

La actitud del rico insensato que debemos reconocer en cada uno, para desterrarla de nuestro corazón, no consiste solo en acumular riqueza y bienes materiales, sino, sobre todo, en acumular posibilidades aquí, en la representación del mundo que pasa, planes y proyectos que diseñamos con nuestra voluntad humana, contaminada de soberbia. Escojamos la única posibilidad: la vida en Cristo, Camino, Verdad y Vida. Entonces tendremos Todo, y podremos descansar en el gozo del Señor, mientras seguimos en esta vida terrena y en la eterna.

Dentro de muy poco viene el juicio particular de cada uno. Nos jugamos el alma y el grado de verdad, bondad, belleza y dicha que tendremos, porque hay muchas moradas. Vivamos ya para ese juicio, pero no solo como el gran negocio, como decía san Ignacio de Loyola, sino como una respuesta al amor, y como el mejor modo de amar a los que nos han sido confiados. Porque la única herencia que importa es la heredad eterna. 

Gánala para los tuyos con la gracia de Dios y para Su gloria. Vive ya para la Vida. El dueño de Todo quiere compartirlo contigo, pero, a cambio, pide tu corazón. Solo quiere que cumplas el mandamiento del amor y se cumple amando, pero, primero, escuchando. Ese es tu legado: escuchar para que escuchen. Cristo en ti y tú en Cristo, manifestándolo cada día, aunque los necios no lo vean. 

Que cuando llegue la hora, no escuches: “Necio, ¿para quién será?”, sino: “Hoy estarás conmigo en el paraíso.” Vive de tal modo que no lamentes haber perdido el tiempo que te dieron para amar, porque hayas logrado que todo en ti y en tu entorno sea amor. 


                           Hermano Rafael, Escritos Selectos, CD 2


Buscad los bienes de arriba. 

"Si a un hombre le concede Dios bienes y riquezas y capacidad de comer de ellas, de llevarse su porción y disfrutar de sus trabajos, eso sí que es don de Dios. No pensará mucho en los años de su vida si Dios le concede alegría interior. Lo que se afirma aquí es que, en comparación de aquel que come de sus riquezas en la oscuridad de sus muchos cuidados y reúne con enorme cansancio bienes perecederos, es mejor la condición del que disfruta dé lo presente. Éste, en efecto, disfruta de un placer, aunque pequeño; aquél, en cambio, sólo experimenta grandes preocupaciones. Y explica el motivo por qué es un don de Dios el poder disfrutar de las riquezas: No pensará mucho en los años de su vida. Dios, en efecto, hace que se distraiga con alegría de corazón: no estará triste, sus pensamientos no lo molestarán, absorto como está por la alegría y el goce presente. Pero es mejor entender esto, según el Apóstol, de la comida y bebida espirituales que nos da Dios, y reconocer la bondad de todo aquel esfuerzo, porque se necesita gran trabajo y esfuerzo para llegar a la contemplación de los bienes verdaderos. Y ésta es la suerte que nos pertenece: alegrarnos de nuestros esfuerzos y fatigas. Lo cual, aunque es bueno, sin embargo no es aún la bondad total, hasta que aparezca Cristo, vida nuestra. Toda la fatiga del hombre es, para la boca, y el estómago no se llena. ¿Qué ventaja le saca el sabio al necio, o at pobre el que sabe manejarse en la vida? Todo aquello por lo cual se fatigan los hombres en este mundo se consume con la boca y, una vez triturado por los dientes, pasa al vientre para ser digerido. Y el pequeño placer que causa a nuestro paladar dura tan sólo el momento en que pasa por nuestra garganta. Y, después de todo esto, nunca se sacia el alma del que come: ya porque vuelve a desear lo que ha comido (y tanto el sabio como el necio no pueden vivir sin comer, y el pobre sólo se preocupa de cómo podrá sustentar su débil organismo para no morir de inanición), ya porque el alma ningún provecho saca de este alimento corporal, y la comida es igualmente necesaria para el sabio que para el necio, y allí se encamina el pobre donde adivina que hallará recursos. Es preferible entender estas afirmaciones como referidas al hombre eclesiástico, el cual, instruido en las Escrituras santas, se fatiga para la boca, y el estómago no se llena, porque siempre desea aprender más. Y en esto sí que el, sabio aventaja al necio; porque, sintiéndose pobre (aquel pobre que es proclamado dichoso en el Evangelio), trata de comprender aquello que pertenece a la vida, anda por el camino angosto y estrecho que lleva a la vida, es pobre en obras malas y sabe dónde habita Cristo, que es la vida.”
                                                                                                              San Jerónimo

23 de julio de 2022

Orar ahora

 

Evangelio según san Lucas 11,1-13

Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos». Él les dijo: «Cuando oréis, decid: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación”». Y les dijo: «Suponed que alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche y le dice: “Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle”; y, desde dentro, aquel le responde: “No me molestes; la puerta ya está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos”; os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por su importunidad se levantará y le dará cuanto necesite. Pues yo os digo a vosotros: pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abre. ¿Qué padre entre vosotros, si su hijo le pide un pez, le dará una serpiente en lugar del pez? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que le piden?».

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                                       La destrucción de Sodoma y Gomorra, John Martin

En la primera lectura de hoy (Génesis 18, 20-32), vemos cómo Abrahán intercede ante Dios para salvar a Sodoma y Gomorra del desastre. Va pidiendo clemencia por los pocos justos que pueda haber y no deberían morir por culpa de los depravados. Le faltó a Abrahán un paso más, un poco más de audacia o tal vez solo un poco más de confianza en la misericordia de Dios para hacer la última petición: que Dios perdonara a las ciudades contaminadas de lujuria, por la existencia de tan solo un hombre justo.

Como la viuda insistente de otro pasaje del Lucas (18, 1-8), que no se rinde ante el juez indiferente, y nos da una lección de perseverancia y confianza. Ella no carga con el lastre de falsas creencias, prejuicios o miedos. No se dispersa ni se distrae en su petición. “Solía ir a decirle”…; era constante, fiel. diasdegracia.blogspot.com

Así es también el amigo del pasaje de hoy, confiado y fiel en su petición. ¿Qué es ser fiel? ¿Cómo es el “fiel” de una balanza? Vertical, en su centro, preciso, infalible… Perseverancia, constancia, oración continua. San Pablo nos lo recuerda y tantos santos y padres de la Iglesia… 

Pero hay otra vía, que en el fondo es la misma, la Única, aunque no lo parezca. Existe una oración tan directa, tan contundente que va al centro de la diana. Y ¿cuál es la diana para nosotros los cristianos, sino el Sagrado Corazón de Jesús, del que brota la Divina Misericordia?

Esa otra vía es la oración que nos aconseja Santa Teresa: mirarle solo a Él. O la de Dimas, el buen ladrón, maestro de oración: Acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino. O San Agustín, que nos enseña que el Señor es más íntimo al corazón del hombre que uno mismo.

Basta una oración, un gesto, una mirada si se hace desde esa consciencia capaz de integrar todo y dar sentido a toda una vida… Basta una oración, como un rayo contundente y decisivo, un rayo tan luminoso que, aunque basta, podemos, queremos repetirlo cada día, cada instante.

Jesús oraba siempre, pero cada vez como si fuera la única. Y todo confluyó, con-venció, se cumplió en la oración final: En tus manos encomiendo mi espíritu. O ni siquiera fue esa…; la última acaso fue un gesto: inclinó la cabeza y entregó el espíritu. Jesús, que oraba siempre, hizo su última, total oración con ese gesto.

Las dos vías, orar siempre, orar ahora, se unen en la única Vía, Jesucristo, Camino único. Porque la oración constante y continua es sobre todo una actitud interior, un deseo constante de unirnos a Él que nos mueve, nos anima (de ánima), nos alienta y vivifica. Oración como un estado de conciencia que se expresa en toda una vida, y también en un gesto, una mirada, una elección valiente, que nos de-termina, nos de-fine, nos cumple. 

Porque ya no se trata de escoger entre cantidad o calidad. Ambas son necesarias, pero fuera de corsés, más allá de ritos que pueden fomentar la inercia, la rutina, el olvido de lo esencial, esa mejor parte que no nos será quitada: vivir siempre en la Presencia del Señor, y más aún: vivir fundidos en Jesucristo, vida nuestra, con ese intercambio de vidas que es la perfecta adoración.

                                            28 Diálogos Divinos, La Oración

Todas mis ansias están en tu presencia" (Sal. 37,10)... Tu deseo, es tu oración; si tu deseo es continuo, tu oración también es continua. Por eso el apóstol Pablo dijo: "orar sin cesar" (1Te 5,17). ¿Puede decirlo porque, sin tregua, doblamos la rodilla, prosternamos nuestro cuerpo, o elevamos las manos hacia Dios? Si decimos que rezamos sólo en estas condiciones, no creo que pudiéramos hacerlo sin tregua. Pero hay otra oración, interior, que es sin tregua: es el deseo. Aunque te encuentres en cualquier ocupación, si deseas este descanso del sábado, del que hablamos, rezas sin cesar. Si no quieres dejar de rogar, no dejes de desear. ¿Tu deseo es continuo? Entonces tu grito es continuo. Te callarás sólo si dejas de amar ¿Quiénes son los que se callaron? Son aquellos sobre los que se dijo: "al crecer la maldad, la caridad de muchos se enfriará" (Mt 24,12). La caridad que se enfría, es el corazón que se calla; la caridad que quema, es el corazón que grita. Si tu caridad subsiste sin cesar, gritas sin cesar; si gritas sin cesar, es porque deseas siempre; si estás repleto de este deseo, es porque piensas en el descanso eterno. 

                                                                                                               San Agustín 

Acuérdese, se lo ruego, de lo que le recomendé, que es pensar a menudo en Dios, de día, de noche, en todas sus ocupaciones, en sus ejercicios de piedad, incluso durante sus distracciones; Él está siempre junto a nosotros y con nosotros, no Lo deje solo: a usted le parecería una descortesía dejar solo a un amigo que la visitase. ¿Por qué abandonar a Dios y dejarlo solo? Así pues, ¡no Lo olvide! Piense en Él a menudo, adórelo sin cesar, viva y muera con Él, esa es la verdadera ocupación de un cristiano; en una palabra, es nuestro oficio; si no lo conocemos, hay que aprenderlo.
                            Fray Lorenzo de la Resurrección

16 de julio de 2022

"Tu don nos inflama, nos lleva hacia arriba."


Evangelio según san Lucas 10, 38-42

En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Esta tenía una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Y Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio; hasta que se paró y dijo: “Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano”. Pero el Señor le contestó: “Marta, Marta: andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; solo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor y no se la quitarán”.

Corazon Universo fondo

                                               MARTA Y MARÍA

Aún pretendo arreglar desaguisados,
siempre queriendo hacer, corriendo siempre.
Si pudiera, al menos,
mantener la calma y escuchar...

Y contemplar, fiel testigo
del constante fluir que es centinela
de las claves que busco.

Aun creo que controlo, me inquieto, no consigo
encontrar mi atalaya o descubrir
que soy yo la atalaya y la ventana,
el cristal empañado y somnoliento
que ha venido a limpiarse o despertar.




DOS EN UNA

Marta  María,
María – Marta,
la misma mujer,
mirada y manos.

Hacer cuando hay que hacer,
hacer mirando.
Marta  María  Marta;
dos nombres, un latido.



Centro de gravedad permanente, Franco Battiato

Hace años en una despedida de los lectores del blog hasta septiembre, colgué esta canción de Franco Battiato. Recupero parte de aquel post, como ese dueño de casa que saca del arcón lo nuevo y lo viejo (Mateo 13, 52). Porque nada me atrae ni me distrae, nada me llena, ni me seduce ya, sino Aquel que me sosiega, Aquel que tiene palabras de Vida, y quienes caminan conmigo hacia la meta que Él señala. Como el poeta del Romance del Conde Arnaldos: yo no canto mi canción, sino a quien conmigo va.

El mundo nos arrastra, y si no queremos ser absorbidos por uno de sus remolinos letales, hemos de mirar a lo esencial, esa Ley grabada en el corazón que nos recordaba Moisés en la primera lectura del domingo pasado (Deuteronomio 30, 10-14).

No os pido más que Le miréis, decía Santa Teresa a sus hermanas. Si no Le miramos, si no hacemos de Él el centro de gravedad, el único Maestro, la Roca que sostiene el edificio de nuestra vida, todo es girar en círculos de entropía y olvido aquí abajo, repitiendo experiencias, a veces tan hermosas como efímeras, cautivadoras como cantos de sirena, pero aquí, a ras de tierra, donde todo, tarde o temprano, se rompe, se muere, se pierde, se separa...

Pero si, como María, escogemos la mejor parte, nadie nos la quitará. Y la mejor parte es mirarle y, sobre todo, dejar que nos mire y nos transforme, nos eleve hacia Sí en espiral de consciencia que lleva a la Vida. Mirarle y no necesitar ser mirados, sino por Él. Mirarle, derramando a Sus pies la fragancia de la esencia que somos. diasdegracia.blogspot.com


Como casi todos, yo también busqué durante muchos años un centro de gravedad permanente. La canción de Franco Battiato expresa lo surrealista e incongruente que puede llegar a ser la vida durante esa búsqueda, no siempre fructífera. Surrealista puede parecer también que se mezclen Marta y María, con el centro de gravedad de Battiato. Pero si miramos el mundo con ojos que ven y el corazón despierto, nos damos cuenta de que esta vieja e inspirada canción se queda corta, porque la locura y la cordura se han entrelazado de tal modo fuera y dentro de nosotros, que solo puede salvarnos de la catástrofe, que tantos anuncian, como si no la vieran, el Único Centro de gravedad permanente, el Amor verdadero, que mueve el sol y las otras estrellas (La Divina Comedia, Dante Alighieri).

Cuando Lo encuentras, dentro y fuera, es decir, cuando eres encontrado y felizmente atraído, las piezas del puzzle van encajando, y hasta las mayores locuras, incluso los tremendos errores que lamentas y las incoherencias que quisieras olvidar, empiezan a tener sentido, por haber hecho posible el gran Encuentro y la luz que enciende, iluminando, elevando, atrayendo todo hacia Sí.



En tu don descansamos. Allí gozamos de ti. Nuestro descanso es nuestro lugar. El amor nos eleva hasta allí. Y tu Espíritu bueno eleva nuestra pequeñez desde las puertas de la muerte.
Nuestra paz está en tu buena voluntad. El cuerpo, por su propio peso, tiende a su lugar. El peso no solo tira hacia abajo, sino hacia el lugar que corresponde a cada cosa. El fuego va hacia arriba; la piedra cae hacia abajo. Cada cosa es movida por su peso y tiende hacia su lugar. El aceite puesto debajo del agua sube hasta ponerse encima; el agua derramada encima del aceite baja hasta ponerse debajo. Los dos actúan de acuerdo con su peso. Cada uno tiende hacia su lugar.
Las cosas menos ordenadas están inquietas. Se las pone en orden y encuentran reposo. El amor es mi peso. Él me lleva a dondequiera que voy. Tu don nos inflama, nos lleva hacia arriba, nos enfervorizamos y caminamos. Subimos con los cánticos de las subidas en el corazón. Cantamos los salmos graduales. Con tu fuego, con tu santo fuego nos enardecemos y caminamos, porque vamos hacia arriba, hacia la paz de Jerusalén.
                                                        San Agustín, Confesiones XIII, 9

            Tanto en el macrocosmos como en el microcosmos existe un centro único, que lo despliega todo en un acto creativo: "No hay Dios fuera de Dios".

                                                                                       Lluís Serra Llansana

14 de julio de 2022

Nuestra Señora del Carmen

 

Evangelio según san Juan 19, 25-27

Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Luego dijo al discípulo: “Ahí tienes a tu madre”. Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.


                                                  Ntra. Señora del Carmen, P. A. Gajardo

                                                                  Mira la Estrella. Llama a María.

                                                                                               San Bernardo

Hoy miramos a María, en la Advocación de Nuestra Señora del Monte Carmelo, la Virgen del Carmen. Una de las lecturas propias de la Festividad nos la muestra firme, sostenida por la Gracia, de la que es mediadora, en el Calvario, recibiéndonos por hijos.

Vemos a través de los ojos de María la imagen del Hijo en la Cruz. Porque Jesús nunca murió en su Madre, el mundo no se quedó definitivamente sin luz, dicen los padres de la Iglesia; Él siguió alumbrándonos a través de ella. Cuando nos damos cuenta de esa verdad, comprendemos lo que es María, su verdadera trascendencia y el sentido más profundo del “Hágase en mí según tu Palabra”. Ella renunció a su palabra, para vivir la Palabra. Por eso se convierte en palabra viva y testimonio vivo de Dios.

Contemplando ese misterio de la Virgen-Madre, una con Su Hijo, desde el Sí luminoso que hizo posible la Salvación, hasta el Sí amargo y fecundo como ninguno junto a la Cruz, me doy cuenta de que, si la Eucaristía es recibir realmente la sangre y el cuerpo de Jesús, ¡y lo es!, Su sangre y la mía se unen y, prodigio de Amor, es también la Sangre de María, madre nuestra, la que nos da vida nueva.


                                                        La Crucifixión, Rubens

“¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?” (Lc 2, 49). Es en el Templo donde María encontró a Su hijo a la edad de doce años, y en el Templo Le encontramos hoy. Por eso tenemos que convertirnos en Templo donde unirnos a Él, porque los verdaderos adoradores son los que Le adoran en Espíritu y en Verdad. Le encontramos en nosotros, donde está Su sangre, que es también la de María, mezclada con la nuestra. Pero aún no permitimos que la Suya circule por nosotros y por eso, a veces, volvemos a abandonarle. 

En cambio, para la Madre, su vida no importa ante la vida de Su Hijo. La grandeza de María está vivir la voluntad del Padre sin reserva, hasta el final. Muriendo a su palabra humana, de humilde doncella de Nazaret, dio a la luz a la Palabra. Soportando por obediencia y amor el sufrimiento de ver morir a su Hijo en la Cruz, nos da a luz a nosotros. Sigamos su ejemplo, seamos humildad y silencio, fidelidad y obediencia a la Voluntad de Dios.

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                                El diario de María, Martín Valverde

9 de julio de 2022

La humanidad herida


Evangelio según san Lucas 10, 25-37

En aquel tiempo, se presentó un maestro de la Ley y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?” Él le dijo: “¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?” Él contestó: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo”. Él le dijo: “Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida.” Pero el maestro de la Ley, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: “¿Y quién es mi prójimo?” Jesús dijo: “Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje llegó adonde estaba él y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: “Cuida de él y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta.” ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?” Él contestó: “El que practicó la misericordia con él”. Jesús le dijo: “Anda, haz tú lo mismo”.

                                                     El buen samaritano, Giacomo Conti

Toda la humanidad yace herida en el borde del camino en la persona de ese hombre, a quien el diablo y sus ángeles han despojado.
                                                                            San Agustín


Por su cualidad misma, el amor es la semejanza con Dios, en la medida en que le es permitido a los mortales. Por su energía, el amor es la embriaguez del alma. Por su naturaleza, el amor es la fuente de la fe, abismo de paciencia, mar de humildad.

                                                               San Juan Clímaco

                                              El Buen Samaritano, Aimè Nicolas Morot

¿QUÍEN COMO ÉL?

La historia de mis desventuras comenzó un aciago día en que decidí, por capricho o por ceguera, bajar de Jerusalén, la ciudad de la gracia y la inocencia, a Jericó, la tierra del placer y del olvido.

Qué débil fue mi carne desde entonces, qué corto y despejado el descenso, qué amargo desengaño a cada paso. Soledad y soberbia, vanidad y pecado, tristeza y locura, siempre cerca del abismo, hasta dar con mis huesos en un valle de muerte. Caí en manos de oscuros malhechores sin rostro o con mil rostros. Ay, cómo se cebaron con mi cuerpo y mi alma.

No puede verlos bien; solo sé que sus sombras parecían la mía, y cada golpe recibido parecía a la vez asestado por mi propio brazo. Qué absurdo ser víctima y verdugo, hombre  herido y villano, inocente y agresor. ¿Quién, si no, inició ese combate de años entre mi lado bueno y mi lado perverso? ¿Quién decidió dejar Jerusalén, la bondad, la luz, la Vida, para caer en tierra de penumbra y confusión? Fui yo, no hay más culpable de mi tremendo descalabro. Fui yo, no hablemos más de culpa.

Luego vinieron ellos, levita y sacerdote, los encargados de unir y sanar, de velar y custodiar, y pasaron de largo, mientras me desangraba… Verían acaso la vergüenza reflejada en mi gesto de dolor. No les culpo tampoco a ellos, olvidemos la culpa de una vez. Yo hubiera hecho lo mismo; cualquiera pasaría, sin siquiera mirar a ese lado truculento y peligroso del camino. Cualquiera, sí, que nadie se compare con el Otro, el que vino después, cuando todo parecía perdido para siempre.

Nadie puede parecerse a Él hasta que logre mirar como aquel Hombre me miró, con los ojos anegados de misericordia. Nadie puede compararse a Él hasta que aprenda a tocar como Él, con esas manos que parecían alas, sin dejar de ser firmes y precisas. Que nadie se crea un buen discípulo Suyo hasta que levante con sus brazos a un despojo humano, un apaleado por la vida y por sí mismo, por el mundo, como era yo.

Nadie hubiera podido ser jamás como Él antes de Él. Pero ahora sí, podemos intentarlo, con todo el corazón, con toda el alma. Yo lo intento desde entonces, aunque a veces cuesta tanto que dan ganas de rendirse. Pero nunca me rindo, tengo el recuerdo demasiado vivo de aquel Hombre que salió a mi encuentro en el camino que baja de Jerusalén a Jericó, y no pasó de largo.

Me despertó de un sueño terrible, me curó, derramando vino y aceite, luz y vida, gracia y esperanza, amor, en mis heridas. Luego me levantó en sus brazos, como si mi cuerpo quebrantado fuera el cofre roto de un tesoro invisible, y me llevó a una posada para que me siguieran cuidando; Él debía partir.

Que luego volvería, le dijo al posadero, esa es mi esperanza y mi alegría: que Él va a volver, que ya se acerca. Curadas las heridas de mi cuerpo y de mi alma, sigo aguardando a mi Salvador. diasdegracia.blogspot.com