30 de abril de 2022

Juan se ha quedado

 

Evangelio según san Juan 21, 20-25

Pedro, volviéndose, vio que lo seguía el discípulo al que Jesús amaba, el mismo que durante la Cena se había reclinado sobre Jesús y le había preguntado: "Señor, ¿quién es el que te va a entregar?" Cuando Pedro lo vio, preguntó a Jesús: "Señor, ¿y qué será de éste?" Jesús le respondió: "Si yo quiero que él quede hasta mi venida, ¿qué te importa? Tú sígueme". Entonces se divulgó entre los hermanos el rumor de que aquel discípulo no moriría, pero Jesús no había dicho a Pedro: "Él no morirá", sino: "Si yo quiero que él quede hasta mi venida, ¿qué te importa?" Este mismo discípulo es el que da testimonio de estas cosas y el que las ha escrito, y sabemos que su testimonio es verdadero. Jesús hizo también muchas otras cosas. Si se las relatara detalladamente, pienso que no bastaría todo el mundo para contener los libros que se escribirían.


                           Aparición de Jesús en el lago de Tiberíades, Sebastiano Ricci

En el Evangelio que la Liturgia propone para hoy (Juan 21, 1-19), y que contemplamos en www.diasdegracia.blogspot.com, aparece la triple pregunta que Jesús le hace a Pedro para darle la oportunidad de transformar su triple negación, manifestando por tres veces su amor. Tres veces, totalidad, amor completo, necesario para recibir la Misión. A Juan no le hace esta pregunta; su unión con el Maestro es tan íntima como la que, una vez descubierta, hizo a San Agustín exclamar: intimior intimo meo (más íntimo a mí que yo mismo).

Estamos llamados a ser discípulos amados y vivir esa intimidad total con el Señor. Le reconocemos y damos testimonio para que todos se acerquen a Él. Nos avala la fe, la confianza, la fidelidad. El propio Juan nos invita a "escribir" en el alma lo que le falta a los Evangelios, al reconocer que no todo está escrito.

Unidos a Él, escuchando el latido de Su Corazón, somos capaces de continuar el Evangelio y vencer cualquier obstáculo de este mundo, de esta vida temporal que no es la definitiva, porque Él ya ha vencido al mundo. Cuando somos conscientes de ello, no solo con la mente, sino con el corazón, el alma y el espíritu, no nos defendemos, no nos revolvemos frente a las dificultades, porque tenemos una fe que es motor y guía, y, como recordábamos el domingo pasado, creyente es el que no teme y creer es ser valiente.

Juan es el discípulo amado, no porque Jesús ame más a unos que a otros, sino porque fue vaso vacío, disponible para ser llenado, le cabía más amor que a los demás. Por eso entendió como ninguno de los doce la profundidad del mensaje del Maestro, y se quedó, vivió para contárnoslo. Su Evangelio recoge el Discurso de la Cena, muy diferente del sermón del Monte. Dice Cabodevilla que, si pudiéramos compararlos, diríamos que este es "más compacto y más divagante, más íntimo y más oscuro, dicho en voz muy baja y con resonancia en el Reino de los Cielos.” Tiene este discurso sabor de despedida y de amor, hacia el Padre y hacia sus amigos, que están a punto de traicionarle, negarle y desertar.

Todos tenemos un vacío en el corazón que sólo Dios puede llenar. Hay quienes se acercan a la religión con miedo o aprensión, buscando salvarse, y hay quienes se acercan con amor, buscando la unión íntima con Él.

Cuántas veces somos como Pedro, que negó conocer al Maestro, como Tomás, incapaz de creer sin ver, como todos los que no se atrevieron a acompañarle hasta el Gólgota. Seamos como Juan, que abrió su corazón adolescente, virgen, es decir, disponible, al amor infinito del Dios hecho hombre.

El discípulo amado no es temeroso, mediocre o pusilánime. No busca salvarse por miedo al infierno, ni busca salvarse para gozar del paraíso. El discípulo amado ama con el Amor que recibe de la Fuente inagotable. Todo lo demás viene por añadidura, pero ni siquiera lo piensa, ni siquiera pierde, imaginando las venturas por venir, un instante de tiempo, ni una brizna de la energía que necesita para seguir amando.

Dios no se conforma con un corazón dividido y condicionado, como solemos amar en el mundo. Él espera que le ofrezcamos nuestro corazón entero y de una vez. No se trata de vivir con la esperanza puesta en las moradas celestiales, sino de experimentar ya esa plenitud de amor e ir haciendo real esa morada aquí, porque, como afirma Baalschem: Si amo a Dios, ¿para qué necesito un mundo venidero? Pero es que, además, por la generosidad de Su gracia, el mundo venidero existe y nos espera, para seguir amando.

Porque el Amor con que Dios nos ama y nos enseña a amar nunca puede ser limitado, es un abrazo total, incondicionado, hasta el extremo, y aunque aún no seamos capaces de percibirlo, de sentirlo así siempre, nos miramos en Él, somos en Él un solo Amor, el único camino hacia la plenitud de la alegría, hacia la Vida.

No te preocupes de Juan, Pedro, no le preguntes más al Maestro por su destino, no envidies el dulce misterio que lo envuelve y lo protege, ni su victoria sobre la muerte, al poder quedarse hasta que Él venga.
Tú sigue al Señor y deja a Juan, Pedro. Para él no habrá cruz física, como tú la tendrás, porque compartió la de Jesucristo, uno ya con Él por el amor. Por eso fue el primero en compartir también a Su Madre.
No te incomode esa especial sintonía con Jesús de alguien que parece no esforzarse nada ni sufrir nada. Esa unión plena e indisoluble está también a tu alcance, porque es fruto de la entrega total, del amor rebosante. Es ese amor el que le hace comprender la verdad y escribirla con imágenes poéticas que pocos comprenderán. El amor, el que inspiró el cuarto Evangelio, el más profundo, y esa maravilla de lirismo revelador: el Apocalipsis, solo para iniciados en la ciencia del corazón, que siempre llega mucho más lejos que la mente. 
Juan se ha quedado, como quiso el Maestro; vive en todos y cada uno de los pobres de espíritu que se atreven, porque ya están preparados, a apoyar su cabeza en el pecho del Señor, para fundir su latido de criaturas amadas con el Suyo, divino y poderoso, capaz de rehacer, regenerar y renovarlo todo.


                   132 Diálogos Divinos. Resurrección en Divina Voluntad 2

23 de abril de 2022

"Dichosos los que crean sin haber visto"


Evangelio según san Juan 20, 19-31

Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa con las puertas cerradas, por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: “Paz a vosotros”. Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: “Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”. Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: “Hemos visto al Señor”. Pero él les contestó: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo”. A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: “Paz a vosotros”. Luego dijo a Tomás: “Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente”. Contestó Tomás: “¡Señor mío y Dios mío!” Jesús le dijo: “¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto”. Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

La incredulidad de Santo Tomás - Colección - Museo Nacional del Prado
     La incredulidad de Santo Tomás, Matthias Stom
            
En el blog hermano www.diasdegracia.blogspot.com, nos vuelve a hablar Santo Tomás, como otras veces nos habló aquí. Blogs que intercambian y comparten miradas, que van de la mano y se inspiran en ese Tercer Blog que no se lee con los ojos del cuerpo, ni se pronuncia con los labios y la lengua: el diálogo íntimo con el Maestro que a menudo nos pregunta: "¿por qué lloras?", "¿a quién buscas?", para que dejemos de creer que la vida es búsqueda, pérdida y duelo... Lo era, pero ya no. Jesucristo Resucitado hace que la vida sea encuentro y alegría, fuente continua de gracia y maravillas. El corazón humilde, sencillo, lleno de amor, hace de la gran pecadora una santa, del incrédulo, un creyente, audaz y libre.  Se trata de nuevo de aprender a mirar más allá de las apariencias, porque lo esencial, como dice el Principito, es invisible a los ojos.

Apariencia / Esencia…
Aparecer / Desaparecer
Ilusión / Realidad
Representación / Presencia
Sombra / Luz
Figura / Ausencia
Palabra / Silencio

En ocasiones, he intentado explicar y, sobre todo, explicarme, por qué escribo en dos blogs. ¿Insistente?, ¿indecisa?, ¿ambigua?, ¿contradictoria?

Dos blogs, uno aparentemente más ortodoxo y teológico (teología, el vano anhelo de llevar a Dios a la lógica o a la ciencia); el otro, aparentemente más literario, libre, abierto. Aparentemente…, apariencia de dos blogs, cuando es un único blog.

Dos blogs, porque yo también, como todos, vivo en el mundo sin ser del mundo, en la representación de este mundo que está pasando, aunque no queramos verlo. En el mundo, sin ser del mundo, con el anhelo de unidad que nos anima y nos mueve a todos, lo sepamos o no.

Dos blogs, como los pares de aforismos del, también aparentemente, heterodoxo Louis Cattiaux, que quedan unificados y trascendidos por un tercer aforismo, "aparentemente" difícil de comprender, pero sencillo si se nos abre el entendimiento.

Dos blogs que son tres. El tercero no hace falta escribirlo ni leerlo, se escribe solo y está al alcance de todos, porque pertenece al Reino, y allí se expresa en el idioma de los pájaros o canta con la música callada al Nombre sobre todo nombre, al Verbo, la Palabra, anterior a todas las palabras.

Tercer blog,  que estos otros dos sueñan y en el que se miran. Tercer blog, tercer canto, tercer poema…, único Poema, que no se escribe con bolígrafo ni pluma ni teclado, no se escribe con neuronas ni memoria limitada, Poema que, como todo lo que es de la Verdad, está ya escrito, y lo escrito, escrito está en esa dimensión de eternidad de la que somos y a la que regresamos.

Ya lo intuía el anónimo poeta del Romance del Conde Arnaldos, y lo cantaba con estilo paradójico, como se suele expresar lo inexpresable: Yo no digo mi canción sino a quien conmigo va.

                             Romance del Conde Arnaldos, Amancio Prada

Seguiré escribiendo, "aparentemente" yo, en estos "aparentes" dos blogs, definitivamente locos para el mundo, o ajenos al mundo aunque sigan en el mundo. No podía ser de otra forma si su única referencia es ya, como la mía, un Dios que se hace Hombre por amor, un Rey que se deja humillar y asesinar como un delincuente y reina desde un patíbulo: nosotros predicamos a Cristo crucificado, fuerza de Dios y sabiduría de Dios.

Nosotros predicamos... Hoy -siempre es Hoy- se nos envía de nuevo -todo es Nuevo- a predicar, comenzando por Jerusalén, que eres tú y soy yo.

Todo empieza a desmoronarse en la representación de este mundo que pasa, está pasando, pero no queremos verlo. Hemos puesto un velo entre nosotros y esa realidad, un velo o telón que solo se levanta cuando el equilibrio ficticio y anestesiante es alterado por una enfermedad, una muerte o un magnífico desastre, que diría Zorba el griego, un acontecimiento aparentemente trágico que acaba revelando su centro de Luz, esa llama que encendió el primer Resucitado, alegría de los hombres, nuestro Camino de regreso a la Vida verdadera.

                                      Jesús, alegría de los hombres, Bach


                 ¿Quién es la Fe en el Reino de la Divina Voluntad? II
                    

17 de abril de 2022

La Gloria de la Resurrección


Evangelio según san Juan 20, 1-9

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien quería Jesús, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”. Salieron Pedro y el otro discípulo, camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: Vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

                        La Resurrección del Señor, Paraclesion de San Salvador en Chora

Pero aún no se dieron mucha cuenta de que el mundo había muerto en la noche. Lo que aquellos contemplaban era el primer día de una nueva creación, un cielo nuevo y una tierra nueva. Y con aspecto de labrador, Dios caminó otra vez por el huerto, no bajo el frío de la noche, sino del amanecer.
G. K. Chesterton

Pasó un Resucitador por el mundo y nació en el mundo una esperanza más grande que todos los siglos; la cual no morirá. Uno que ya no tenía esperanza ha escrito: "Jesús es simplemente la esperanza más grande que ha pasado por la Humanidad..."
Oh Renán, escucha: No ha pasado.
Leonardo Castellani

Vieron el sepulcro vacío y creyeron. Entonces comprendieron las Escrituras y las palabras de Jesús, que había anunciado su muerte y resurrección. Cristo ha vencido a la muerte por nosotros para que también resucitemos. Es la Buena Noticia para los que estábamos condenados a muerte. Morir ya no es morir, es solo un paso, el tránsito hacia la vida perdurable y dichosa. Así lo entendieron los apóstoles después de la resurrección del Maestro. Experimentaron que Jesús estaba vivo, y comprendieron que su promesa de vida eterna es una promesa que se cumple.

Y así lo proclaman a los cuatro vientos: “ha resucitado”. La muerte no es el final; Jesús abre el camino hacia una nueva humanidad; lo imposible ya es posible. Creer en la resurrección de Jesús, no solo es tener por cierta su resurrección, sino resucitar. Ya hemos resucitado con Él. “¡Despierta, tú que duermes; levántate de entre los muertos, y Cristo será tu luz!” (Efesios 5,14).

El Hombre Nuevo es la Resurrección, que se puede vivir ya, ahora, antes incluso de haber atravesado la puerta que es la muerte. Porque hemos muerto con Cristo y  hemos resucitado con Él. Dios se ha hecho hombre para salvarnos de la muerte eterna; ha pagado por nosotros; ha muerto en nuestro lugar para, resucitando, resucitarnos. Podemos darlo por seguro, porque Jesucristo lo ha prometido y Su Palabra no pasa porque es Palabra de Vida eterna. 
 
  Ave Verum Corpus, Mozart. L. Bernstein

         Aparente paradoja del cristiano: consciente de su cuerpo mortal, y, a la vez, convencido de la inmortalidad del alma. Sería contradictorio, si no hubiera venido Jesucristo a elevarnos con Él y llevarnos a un destino increíble: la resurrección total del individuo en cuerpo glorioso, alma y espíritu. El cuerpo, nacido del polvo, es elevado a una dignidad jamás pensada, un destino de Gloria eterna. Jesucristo lo ha glorificado, al encarnar como uno de nosotros.

Así lo explica San Pablo en la Primera Carta a los Corintios: “Se siembra un cuerpo corruptible, resucita incorruptible; se siembra un cuerpo sin gloria, resucita glorioso; se siembra un cuerpo débil, resucita lleno de fortaleza; se siembra un cuerpo animal, resucita espiritual”.

Por eso, no queremos ser inmortales, sino volver a casa, hijos pródigos, resucitados. El inmortal no muere, y necesitamos morir, porque el que no muere, no da fruto, el que no muere, no resucita, no vive para siempre con el Señor de la Vida. 

Si para la inmortalidad, según la concebían los filósofos griegos, no era necesario morir, para resucitar, es imprescindible. Y muriendo ya a nosotros mismos, podemos vivir como resucitados en este mundo de formas y apariencias, que es figura del otro, el verdadero. Inmanencia y trascendencia integradas, alineando en vertical al ser humano nuevo que ya somos, mientras esperamos la Resurrección definitiva

Jesucristo ha glorificado el cuerpo, ha iluminado la materia a través de Su Encarnación-Cruz-Resurrección. Ha tomado el sufrimiento, la entropía, lo efímero, la caducidad de la carne, consustanciales a nuestra condición. Ha tomado todo lo que nos separaba de Él y del sueño que Dios soñó para nosotros y lo ha transmutado, purificado, convertido en "combustible" para el mejor de los futuros. Y toma también el futuro, porque decidimos volver con Él a ese Presente intemporal en que ya somos. En www.diasdegracia.blogspot.comotra mirada sobre lo que hoy celebramos.

Solo con corazón de poeta podemos "asomarnos" al misterio de la Resurrección de la carne y la realidad del cuerpo glorioso, esa materia iluminada que Jesucristo, Luz del mundo, inaugura. Si además, el poeta es sacerdote y experimenta cada día, en sus propias manos, la dicha de "los que creen sin ver”, puede transmitir mejor lo que intuye y siente. Así lo hace José Miguel Ibáñez Langlois, con versos esenciales y asombrados, sin puntuación:


…los ángeles le restituyen la sagrada materia
que la pasión dispersó por los elementos del mundo
por los látigos los puños los harapos
el madero el velo de la Verónica a los cuatro vientos
esa materia debe ser difundida por los siete vientos
y al mismo tiempo serle restituida a su glorioso dueño
el mundo es ya una reliquia pero el cuerpo debe estar íntegro
porque dentro de unos segundos ese cuerpo
                                                                          oh Dios
cuatro segundos
                          tres
                                 oh Dios ese cuerpo oh
dos
       uno
              ese cuerpo oh Dios
                                             ya
resucitó.

                       ***

Jesús
de ahora en adelante ya no te llamarás
tierra desolada
ni
el leproso se muere
ni
maldita en ti la luz del universo
no
sino que en adelante tu nombre será
casa del hombre
y
la otra cara del sol está naciendo
y
Amor mío amor mío eternidad.

                                       José Miguel Ibáñez Langlois


                                                    Diálogos Divinos. Resurrección

9 de abril de 2022

Subamos a Jerusalén


Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 22,14–23,56

En aquel tiempo, los ancianos del pueblo, con los jefes de los sacerdotes y los escribas llevaron a Jesús a presencia de Pilato.
No encuentro ninguna culpa en este hombre
C. Y se pusieron a acusarlo diciendo
S. «Hemos encontrado que este anda amotinando a nuestra nación, y oponiéndose a que se paguen tributos
al César, y diciendo que él es el Mesías rey».
C. Pilatos le preguntó:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?».
C. Él le responde:
+ «Tú lo dices».
C. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente:
S. «No encuentro ninguna culpa en este hombre».
C. Toda la muchedumbre que había concurrido a este espectáculo, al ver las cosas que habían ocurrido, se volvía dándose golpes de pecho.
Todos sus conocidos y las mujeres que lo habían seguido desde Galilea se mantenían a distancia, viendo todo esto.
C. Pero ellos insistían con más fuerza, diciendo:
S. «Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde que comenzó en Galilea hasta llegar aquí».
C. Pilato, al oírlo, preguntó si el hombre era galileo; y, al enterarse de que era de la jurisdicción de Herodes,
que estaba precisamente en Jerusalén por aquellos días, se lo remitió.
Herodes, con sus soldados, lo trató con desprecio
C. Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento, pues hacía bastante tiempo que deseaba verlo, porque oía hablar de él y esperaba verle hacer algún milagro. Le hacía muchas preguntas con abundante verborrea; pero él no le contestó nada.
Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándolo con ahínco.
Herodes, con sus soldados, lo trató con desprecio y, después de burlarse de él, poniéndole una vestidura blanca, se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos entre sí Herodes y Pilato, porque antes estaban enemistados entre si.
Pilato entregó a Jesús a su voluntad
C. Pilato, después de convocar a los sumos sacerdotes, a los magistrados y al pueblo, les dijo:
S. «Me habéis traído a este hombre como agitador del pueblo; y resulta que yo lo he interrogado delante de vosotros y no he encontrado en este hombre ninguna de las culpas de que lo acusáis; pero tampoco Herodes, porque nos lo ha devuelto: ya veis que no ha hecho nada digno de muerte. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré».
C. Ellos vociferaron en masa:
S. «¡Quita de en medio a ese! Suéltanos a Barrabás».
C. Este había sido metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio.
Pilato volvió a dirigirles la palabra queriendo soltar a Jesús, pero ellos seguían gritando:
S. «¡Crucifícalo, crucifícalo!».
C. Por tercera vez les dijo:
S. «Pues ¿qué mal ha hecho este? No he encontrado en él ninguna culpa que merezca la muerte. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré».
C. Pero ellos se le echaban encima, pidiendo a gritos que lo crucificara; e iba creciendo su griterío.
Pilato entonces sentenció que se realizara lo que pedían: soltó al que le reclamaban (al que había metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a su voluntad.
Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí.
C. Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz, para que la llevase detrás de Jesús.
Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se golpeaban el pecho y lanzaban lamentos por él.
Jesús se volvió hacia ellas y les dijo:
+ «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que vienen días en los que dirán: "Bienaventuradas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado". Entonces empezarán a decirles a los montes: "Caed sobre nosotros", y a las colinas: "Cubridnos"; porque, si esto hacen con el leño verde, ¿que harán con el seco?».
C. Conducían también a otros dos malhechores para ajusticiarlos con él.
Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen
C. Y cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.
Jesús decía:
+ «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen».
C. Hicieron lotes con sus ropas y los echaron a suerte.
Este es el rey de los judíos
C. El pueblo estaba mirando, pero los magistrados le hacían muecas diciendo:
S. «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido».
C. Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo:
S. «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo».
C. Había también por encima de él un letrero: «Este es el rey de los judíos».
Hoy estarás conmigo en el paraíso
C. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo:
S. «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros».
C. Pero el otro, respondiéndole e increpándolo, le decía:
S. «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, este no ha hecho nada».
C. Y decía:
S. «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino».
C. Jesús le dijo:
+ «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso».
Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu
C. Era ya como la hora sexta, y vinieron las tinieblas sobre toda la tierra, hasta la hora nona, porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. Y Jesús, clamando con voz potente, dijo:
+ «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu».
C. Y, dicho esto, expiró.
Todos se arrodillan, y se hace una pausa
C. El centurión, al ver lo ocurrido, daba gloria a Dios diciendo:
S. «Realmente, este hombre era justo».

Entrada de Cristo en Jerusalén
La entrada de Jesús en Jerusalén, Pietro Lorenzeti

Domingo de Ramos. Hoy celebramos la entrada en Jerusalén de Jesús, aclamado y bendecido por hombres, mujeres y niños que agitan ramos de palmera, olivo, sauce y mirto.

Risas, cantos, olor a primavera, el sol en su apogeo, el cielo de un azul intenso, la vida esplendorosa, mientras Jesús avanza a lomos de un asno. En aquella época en Palestina, el asno era un animal hermoso y noble. Una montura nueva, a estrenar (Mc 11, 2; Lc 19,30), como símbolo sagrado, y en cumplimiento de la profecía de Zacarías (Zac 9, 9). Todo un signo mesiánico: el que entra en loor de multitudes es el Mesías, esperado durante siglos.

Le precede la fama de los milagros: ciegos que ven, sordos que oyen, paralíticos que andan, muertos que resucitan... Cómo no aclamarlo, cómo no esperar que sea el libertador, capaz de acabar con el yugo romano. Con ese entusiasmo popular y la belleza del día, debió de encenderse de nuevo la llama de la esperanza en el corazón de los discípulos que, aunque ya habían sido advertidos, por tres veces al menos, del fin dramático e inexorable que seguiría a tan efímero festejo, deseaban ver al Maestro convertido en un líder triunfante.

Que Jesús preparara el acontecimiento con tanto cuidado es una prueba más de su fortaleza moral. Cómo entrar alegre y prestarse a ser alabado, si camina hacia la muerte más infame, que será pedida a gritos por muchos de los que hoy le aclaman, agitando ramos y cantando “¡Hosanna! en las alturas”. Y Él lo sabía.

Vuelve a darnos un ejemplo de aceptación y serenidad. Si nos paramos a pensarlo, ¿cómo vivir un instante de paz y alegría cuando la muerte amenaza, si, en realidad, estamos muriendo desde que nacemos? Evocando la actitud de Jesucristo en su entrada en la Ciudad Santa, desenmascarando lo que hay detrás de la muerte, sabiendo que es un paso necesario, que Él también atravesó para abrirnos las puertas a la Vida.

Entrada triunfal y alabanzas en el mundo, traicionero y efímero. ¿Cómo lo viviría Jesús, sabiendo que esa alegre y festiva multitud va a exigir muy pronto su muerte? ¿Con qué ánimo sonreiría a las decenas o centenas de personas que agitaban sus ramos aclamándole, festejándole con sus “¡Hosanna!”, palabra hebrea que, más que su original “Libéranos, Señor”, significaba ya para los habitantes de la Palestina de entonces un sencillo y alegre “¡Viva!”.

El entusiasmo no logra evitar un presentimiento sombrío. Pronto oiremos su lamento: “¡Jerusalén, Jerusalén!, que matas a los profetas y apedreas a quienes te han sido enviados, cuántas veces intenté reunir a tus hijos, como la gallina reúne a los polluelos bajo sus alas, y no habéis querido”. (Mt 23, 37)

Jesús era consciente de la fragilidad de esa acogida, de lo inconstante y veleidoso de aquel júbilo; pero, aun así, hace callar a los fariseos, porque sabe también que es un preludio al inminente drama y, a la vez, una escenificación, pobre pero esencialmente verídica, de su triunfo definitivo. Su agridulce entrada en la ciudad fue otra forma de acatar la voluntad del Padre, sometiendo su voluntad humana a la divina. Más que obediencia, más que aceptación o sometimiento, la voluntad de Jesús era Una con la del Padre y es la meta a la que estamos llamados: ser en la Divina Voluntad, llegar a una comunión total de voluntades. 

Cantata 159, Subimos a Jerusalén, J. S. Bach

Esa entrada triunfal era necesaria para Aquel que no era un líder político ni religioso, sino el Salvador, el auténtico Libertador. Con cuánta precisión, con qué plenitud de sentido decían “¡Hosanna!” los que le aclamaban, sin saber que en aquel momento, ante un hombre sentado en un pollino, la palabra estaba recuperando su verdadero significado. Pocos, muy pocos de los que participaban en la escena, sabían que ese hombre era el Hijo de Dios, el Mesías que esperaban, al que no fueron capaces de reconocer mientras vivió entre ellos.

¿Lo reconocemos nosotros? Si es así, debemos aceptar que seguirle supone cargar con la cruz, aprender de Él a desprendernos de todo, perder, fracasar para el mundo, ser traicionados y abandonados, atravesar noches oscuras de soledad y angustia, morir. Quien está preparado para morir, sabe vivir, y, quien vive de verdad, va muriendo a lo falso.

Sobre esta derrota aparente, tan estrepitosa  e inconcebible para el mundo, que es la pasión y muerte de Jesucristo, se reflexiona  hoy en el blog hermano: 
www.diasdegracia.blogspot.com. Un "fracaso" fecundo como ninguno, pues desemboca en la victoria definitiva sobre todo fracaso, toda pérdida, toda derrota: la Resurrección.

Tratemos de vernos hoy entre esas multitudes ávidas de milagros y algarabía y, dentro de muy poco, sedientas de tragedia y sangre. O veámonos entre los discípulos, queriendo aún aferrarnos a la gloria del mundo, de lo tangible, lo conocido.

Imágenes de Jesús, triunfales o ensangrentadas, hieráticas o dolientes, volverán a recorrer las calles en las procesiones y llenan la iconografía de los templos y de la memoria. Es una forma de devoción que brota de la piedad popular y ayuda a muchos, desde hace siglos, a conectar con los Misterios que nos disponemos a vivir.

Pero, más allá de las formas y expresiones que captan los sentidos y satisfacen a la mente, siempre ávida de conceptos, ¿somos capaces de sentir y de vivir al Jesús sereno y libre, discreto, humilde, Uno con el Padre, atento a su Misión y no a la mirada del mundo?

¿Buscamos a ese Cristo real, Verbo encarnado, Palabra viviente, que experimenta hasta lo más hondo el Misterio de la Redención, y quiere que lo vivamos con Él? En esa hondura, ese trasfondo de realidad, no hay jolgorio ni triunfalismo, pero tampoco hay morbo ni sensiblería. Todo se interioriza, ya no hay emociones externas, sino sentimientos, auténticos y transformadores. Hay angustia y soledad, sí, la tristeza hasta la muerte de la naturaleza humana de Jesús, nuestra naturaleza, asumida por amor; sombras que cubren momentáneamente la Luz. Un hombre que es Dios se prepara con un triunfo efímero para la muerte en cruz, la más absoluta derrota en el mundo, el preludio del triunfo verdadero, porque su reino no es de este mundo.

Vivamos en el mundo, sabiendo que no somos del mundo (Jn 17, 16), festejando y alegrándonos cuando es momento de alegría, sin olvidar las sombras que siempre acechan. Fijemos la mirada y el corazón en la Meta que trasciende este claroscuro efímero, tan familiar como frágil, escenario transitorio donde los dramas se suceden y donde, en cualquier momento, puede bajar el telón. Entonces seremos para siempre testigos de lo Real, súbditos del Reino en que la Luz no se apaga.

Me dijo una tarde
de la primavera:
Si buscas caminos
en flor en la tierra,
mata tus palabras
y oye tu alma vieja.
Que el mismo albo lino
que te vista, sea
tu traje de duelo,
tu traje de fiesta.
Ama tu alegría
y ama tu tristeza,
si buscas caminos
en flor en la tierra.
Respondí a la tarde
de la primavera:
Tú has dicho el secreto
que en mi alma reza:
yo odio la alegría
por odio a la pena.
Mas antes que pise
tu florida senda,
quisiera traerte
muerta mi alma vieja.

                                               Antonio Machado

          El poeta conoce bien la necesidad de morir para nacer de nuevo. Que, en la Semana Santa que comienza, seamos capaces de morir con Jesús, para poder resucitar con Él y alumbrar Vida; hombres y mujeres nuevos, despiertos y libres.  

                               275. Diálogos Divinos. Miserias