28 de mayo de 2022

Ascensión

 

Evangelio según san Lucas 24, 46-53

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Así estaba escrito: El Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto”. Después los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía, se separó de ellos, subiendo hacia el cielo. Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.

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Ascensión, William Blake

Gozamos ya de la resurrección como seres de la nueva creación, habiendo pisoteado con y por Cristo la muerte y el pecado.
 Matta el Meskin

A veces necesitamos encontrar formas de explicar lo inexplicable, expresar los vislumbres que el corazón capta, aunque la mente se quede a las puertas. Gracias a las reflexiones sobre la Ascensión, van apareciendo ideas, figuras, intuiciones acerca del cuerpo interior, el que perdura, la carne glorificada, la vida eterna... Me atrevo a esparcirlas aquí,  , porque a veces es bueno soltar, jugar, soñar, recrearse con más libertad. Entonces el Misterio nos mira complacido, y de cuando en cuando, nos concede un relámpago de asombro, un hallazgo que se expande como ojal en la tiniebla de una noche oscura.

Dice el monje copto Matta el Meskin que Jesús, en el momento de su muerte, portaba en su carne a la humanidad entera. Confirma así las palabras de San Pablo en la Segunda Carta a los Corintios: “Nos apremia el amor de Cristo, al pensar que, si uno ha muerto por todos, todos por consiguiente han muerto.”

Él nos lleva consigo, en su muerte, en su resurrección, en su ascensión. Pero nosotros también lo llevamos dentro, porque Él ha querido quedarse con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Somos teóforos: portadores de Dios. www.diasdegracia.blogspot.com

Por lo que estamos intuyendo al contemplar la Ascensión, la muerte es realmente un paso a otra forma de existencia. Adquiere pleno sentido la metáfora de San Agustín sobre ese tránsito como paso a “la habitación de al lado”. La Comunión de los Santos no es así una esperanza lejana, sino una realidad viva, porque para Dios no hay tiempo. Lo que vemos está entretejido con lo que no vemos, y todo Es ya, aquí, luminoso y eterno, a pesar de la apariencia de entropía.

Porque Cristo ha vencido a la muerte y, unidos a Él, también la hemos vencido y vivimos las primicias de la eternidad. Esa es “la habitación de al lado”; todos los que parecieron irse están muy cerca, con nosotros, porque los planos de realidad se superponen y a veces, si estamos atentos, podemos sentirlo.

La muerte no nos separa de aquellos que amamos, al contrario, nos une de una forma más íntima y real, por fin duradera. Porque el Reino de los Cielos ya está aquí, y también, ay, el infierno y el purgatorio…Lo hemos escuchado y leído a menudo, pero no siempre lo hemos comprendido en profundidad. Un día lo percibí con una claridad inédita. Cuando pude asimilarlo, apunté esto en mi cuaderno asombrado:

“El Cielo, el infierno y el purgatorio están en la tierra, aquí, entre nosotros. Un hombre sin piernas en una silla de ruedas empujada por una anciana con ojos de ceniza. Un enfermo de sida escuálido, solo huesos y sonrisa transparente, que mendiga en la calle junto a un cartel de tinta temblorosa y mira a su perro con ternura. Bajar una escalera en penumbra para una gestión del implacable César. El Metro, esos otros tramos de escaleras que, multidimensionales, a veces conectan con lo Real. Subir y bajar y subir de nuevo, bucear taladrando los velos del sueño. Y mañana y ayer, siempre, escalar una montaña con los sentidos sutiles despiertos, porque nuestro destino es ascender, y elevar a cuantos han hecho posible que estemos, que seamos, en este mundo, diabólico y celestial, según lo mires o lo sueñes o lo imagines o lo recrees… El “más allá” no es “más allá”, porque se encuentra aquí.”

Voy comprendiendo también que se puede “rehacer” la propia vida si se vive en unión con Cristo. En Él podemos encontrar, actualizada, toda nuestra vida pasada. Jesucristo, ascendido y glorificado es el verdadero “Original” de los seres virtuales que somos cuando vivimos en la Matrix de inconsciencia. Él nos devolverá -nos devuelve ya- nuestra vida, para que la revivamos a la luz eterna del más allá–más acá, pero con una claridad distinta, con una densidad diferente, la materia glorificada.

Ascendemos a nuestro Yo real y eterno, el que Dios soñó para cada uno. ¿Quién asciende?, ¿cómo asciende?, ¿en qué se asciende? Esencia, centro, corazón, alma inmortal, suelto al fin lo viejo y lo caduco... Ascendemos con nuestra apariencia eterna, la de nuestra verdadera juventud, que es nuestro ser más profundo, el impulso de todo aquello que el Señor nos ha dado y hemos aceptado, incorporado y asumido….

Como dice Henri Boulad: “Quienes integran su pasado en el momento actual y lo concentran en él, están constituidos no sólo de la naturaleza humana que es visible en un momento concreto, sino de mucho más: encarnan al mismo tiempo todo el impulso interno de su pasado. Hay un arte de vivir en un estado de síntesis, en un estado de totalidad.” Dice también que solo hay una humanidad: “un único ser humano que se perpetúa a través de los milenios de la historia, y ese ser humano soy yo, ese ser humano somos nosotros. (…) En nuestro espíritu, nuestro cuerpo, nuestro corazón, nuestra conciencia y nuestro subconsciente, experimentamos el impulso irresistible de todas las generaciones pasadas, que esperan de nosotros el fruto que tienen derecho a esperar, que será la humanidad nueva que ha de nacer de nosotros algún día, cuando llegue la consumación de los tiempos, cuando el hombre haya alcanzado su pleno desarrollo, su estatura perfecta.” El “Cielo” sería así: “ese instante eterno de recuerdo reiterado de todo lo que hemos sido, de todo lo que hemos vivido en el presente de Dios.”

                                   Que así sea, porque Es. 


Luisa Piccarreta. Giro 24.
Jesús Después de la Resurrección y la Ascensión


Ha subido al cielo; pero el cielo no es únicamente la desierta convexidad donde aparecen y desaparecen, veloces y tumultuosas como los imperios, las nubes de los temporales, y resplandecen en silencio, como las almas de los santos, las estrellas. El Hijo del Hombre, que subió a las montañas para estar más próximo al cielo, que fue todo luz en la luz del cielo, que murió, levantado del suelo, en la oscuridad del cielo, y volvió para elevarse en la suavidad de la noche al cielo, y volverá de nuevo un día sobre las nubes del cielo, está todavía entre nosotros, presente en el mundo que ha querido libertar, atento a nuestras súplicas si verdaderamente proceden de lo hondo del alma; a nuestras lágrimas, si en verdad fueron lágrimas de sangre en el corazón antes de ser gotas saladas en los ojos; huésped invisible y benévolo que no nos desamparará nunca, porque la tierra, por voluntad suya, ha de ser como una anticipación del reino celestial, y, en cierto sentido, forma desde hoy parte del cielo. Esta rústica nodriza de los hombres que es la Tierra, esta esfera que es un punto en el infinito, y, con todo, contiene la esperanza del infinito, Cristo la ha tomado para sí, como perpetua propiedad suya, y hoy está más ligado a nosotros que cuando comía el pan de nuestros campos. Ninguna promesa divina puede ser cancelada; todos los átomos de la nube de mayo que lo escondió están todavía aquí abajo, y nosotros elevamos todos los días nuestros ojos cansados y mortales a aquel mismo cielo del que volverá a descender con el fulgor terrible de su gloria.

                                                                                                        Giovanni Papini

                                                            Holy, Avalon

21 de mayo de 2022

Somos templos

 

Evangelio según san Juan 14, 23-29

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “El que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió. Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado; pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho. La paz os dejo, mi paz es doy; no os la doy como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: “Me voy y vuelvo a vuestro lado”. Si me amarais os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo.”

                                                 De El Juicio final, Giotto

Vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo que habita en vosotros, y que habéis recibido de Dios. Glorificad, pues, a Dios con vuestro cuerpo.
                                                                       1 Corintios, 6, 19-20                                                    
Como nos dice el Libro de los Hechos de los Apóstoles en la primera lectura de hoy (Hechos 15, 1-2.22-29), la señal de los discípulos de Cristo no es la circuncisión, señal externa que identificaba a los judíos, sino el amor. Jesús es nuestra Tradición, no hay otra. Seguirle es aceptar una carga ligera(Mateo, 11, 30), que nos ayuda a sobrellevar las pesadas cargas del mundo, del que, como Él, no somos (Juan 17, 16). 

En el Salmo 66, recordamos que nuestra misión es alabar, dar gloria a Dios, cantar sus misericordias eternamente, pues la muerte ya ha sido vencida por Jesucristo, que nos ha convertido en morada Suya. ¿Cómo va a estar destinado a la muerte el que está habitado por el mismo Dios? Es el fruto de la Pascua, que seguimos celebrando, el amor del Padre y el Hijo, con el Espíritu Santo, en eterna Comunión, la inhabitación de la Santísima Trinidad en el alma que está en gracia. 

Lo que vemos, tocamos, percibimos…, todo es instrumento de alabanza por ese Triunfo total e indiscutible del Amor y de la Vida. Incluso la muerte, como supo ver San Francisco, ya no es enemiga, sino que es instrumento de alabanza. Nueva Creación en la que todo es transmutado y transformado, purificado y afinado, para entonar el Cántico de las Criaturas del santo de Asís, del profeta Daniel, de todos los humildes y sencillos a los que Dios se revela (Mateo 11, 25-30). Cada uno, una nota, cada uno, un instrumento en la perfecta sinfonía de belleza inefable que ha inaugurado el Cordero. Por eso, como dice el Apocalipsis –esa ráfaga de luz que se lee con el corazón– en la segunda lectura (Ap 21, 10-14.22-23), ya no hace falta sol ni luna que alumbre a la Jerusalén eterna, porque la gloria de Dios la ilumina y su lámpara es el Cordero.

Si asimilamos ese Mensaje eterno con todo nuestro ser, no solo con la mente limitada, podemos construir puentes de verdadera comprensión y unidad, que implican, no solo compasión, donde se detiene la lógica del mundo, sino, además, misericordia divina, que es verdad, justicia y dicha: La misericordia y la verdad se han encontrado. La justicia y la dicha se besan (Salmo 85, 11-12). El amor es la argamasa necesaria para construir esos puentes; amor consciente de aquellos que han renunciado a su identidad en el mundo, para identificarse con Cristo, nuestra verdadera identidad para la vida eterna. Pues la meta del discípulo es decir con San Pablo: Vivo, pero ya no soy yo, sino Cristo, que vive en mí (Gálatas 2, 20).

Cuando conoces el sentido de tu existencia y te pones en camino con los ojos y el corazón fijos en Aquel que nos guía, consciente de que habita en ti, empiezas a reflejar en tu rostro Su luz, porque ya no eres una voluntad humana separada de la divina, un pobre ego que se afana y se defiende, sino Cristo, vida nuestra (Colosenses 3, 4). 

Es hora de vivir conforme a los criterios de Jesús, Amor eterno, Vida nuestra, alejar los temores y poner nuestra confianza en Él, único apoyo firme y verdadero. No somos del mundo (Juan 15, 18-21). Estamos en el mundo para transformarlo y elevarlo, como Cristo nos transforma y eleva, pero nuestro hogar definitivo no está aquí, en este mundo exterior y transitorio, horizontal, sino en lo alto y profundo, en lo duradero. Vivamos en vertical, sigamos al Maestro hacia la Vida verdadera. Podemos abandonar ya, ahora, este erial de muerte, que no es el maravilloso mundo que Dios creó, sino el que hemos inventado al separarnos de Él. Lo abandonamos si vivimos ajenos a las obras de destrucción y mentira, de pie, avanzando hacia la meta que Él nos señaló cuando fue levantado en alto (Jn 8, 27). 

Amor como el Suyo…, paz, como la Suya…, Dios cercano, Dios con nosotros, más íntimo a mí que yo mismo, decía San Agustín y hemos de sentir cada uno. Porque Dios mora en el corazón de quienes viven en gracia. ¿Se puede concebir mayor tesoro? www.diasdegracia.blogspot.com 

Nuestra misión es vivir desde Cristo, conscientes de esa Presencia misteriosa que nos ensalza y transforma, de ese amor que es comunión plena. No basta con decir que amamos a Cristo, para que haga morada en el alma. Él mismo lo dice: el que me ama guardará mi palabray mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada en él. Jesús es fiel a Sus promesas pero nos pide que lo seamos también. Amarle, guardar su palabra, supone coherencia y voluntad de ser como Él, de ser Él. Vivo pero no yosino Cristo que vive en mí…, que dulce consigna. Estamos en el mundo pero no somos del mundo

Amar como Él nos ha amado: hasta el extremo, sin condiciones, sin circunstancias, sin distinciones, ¡sin tiempo!, como Dios Padre ama al Hijo antes de la creación…, inconcebible para la mente. Por eso, el amor no se enseña, dice San Basilio. No se puede encajonar el Mensaje en los parámetros de la lógica del mundo, ni entender según criterios limitados, porque no es posible bajar lo Absoluto a lo horizontal. 

En la Cruz todo fue elevado, lo horizontal, lo temporal, lo inmediato, lo circunstancial… Todo se concentró en el instante infinito de la muerte del Hijo de Dios, dentro del Corazón de Su Divina Misericordia. Todo fue transformado en Amor infinito y eterno, como el del Padre y el Hijo. Porque el amor de Dios no consiste en amar lo inmediato y efímero, sino lo esencial y perdurable de cada uno. En Él, lo inmediato queda integrado y transformado, porque no nos ama para un tiempo, sino para la eternidad y desde la eternidad…

El amor no se enseña, ni se explica... Para amar hace falta ser humilde como la Santísima Virgen María, porque el amor es la asignatura esencial del programa del cristiano, ese programa, cuyo aprendizaje lleva toda la vida y que solo “aprueban” los sencillos, a los que el Señor les revela todo…

Los humildes y sencillos, los pobres de corazón saben que el verdadero amor no implica posesión, sino donación. Amor de Dios, tan diferente del amor del mundo. No lo confundimos con los afectos humanos, tan condicionados y tendentes a veces al apego, la sensiblería, el egoísmo. Dioses sois (Juan 10, 34), nos recuerda el Maestro, llamados a vivir y transmitir este amor divino.

Vivimos para la eternidad, no para el mundo. El cuerpo será glorificado, para la Vida eterna o para la condenación (Juan 5, 29; Mateo 25, 46; Daniel 12, 2). Si fuéramos conscientes de que Dios nos habita, daríamos vida a Su Voluntad en nosotros, que es mucho más que cumplir Su Voluntad. Hostias vivientes, templos indestructibles para alabar eternamente (Salmo 66), cuando no hagan falta más santuarios (Apocalipsis 21, 22-23).


  Hermano Sol, hermana Luna, Donovan, de la película de Zeffirelli (1972).

Entrando a la Iglesia durante el servicio divino, entráis en algo semejante a otro mundo; el templo parece desaparecer ante vosotros y la eternidad parece comenzar… Todo sobre la tierra es imagen y sombra de lo que se hace en el cielo. Así la forma litúrgica del servicio divino sobre la tierra es una imagen del servicio divino en el cielo; la belleza de las iglesias es una imagen de la belleza del templo celestial; la luz, una imagen de la inaccesible gloria de Dios en el cielo; el olor agradable del incienso, una imagen del inefable perfume de la santidad; el canto de aquí abajo, un eco del inefable canto de las alabanzas angélicas allí arriba.

                                                                                               San Juan de Cronstadt

14 de mayo de 2022

La alegría del Amor

 

Evangelio según san Juan 13, 31-33a.34-35

Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús: «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Hijitos, me queda poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros.

                                                               La última cena, Rubens

           El amor no se enseña.
                    San Basilio Magno

    Amo porque amo. Amo para amar.
                                       San Bernardo

El Mandamiento del Amor te lleva a la Verdad, te sitúa en el mismo nivel del Amado y te concede su capacidad de hacer posible lo imposible, de crear y recrear, de hacer, con Él y en Él, nuevas todas las cosas (Ap 21, 5), porque ya has sido regenerado por la Palabra que vibra en ti, resuena en ti, se pronuncia en ti y te atrae hacia Sí.
Lo esencial es volver la mirada hacia Cristo, cada día, cada momento; porque su acción salvadora es incesante, y así han de ser nuestra atención, nuestra gratitud y nuestro reconocimiento, inagotables; pues la nueva creación se realiza desde aquel Sacrificio único, una y otra vez hacia el infinito.
Nunca tan perdidos en el mundo, nunca tan encontrados en el Reino, por Aquel que guía y conforta. Solo Él puede hablar con verdadera autoridad de la alegría del Amor, porque, para alcanzar esa alegría, atravesó el sufrimiento infinito por amor, en Su Sacrificio supremo. 

Para nosotros, pobres siervos, alcanzar la alegría del amor pasa por seguirle y aprender a amar como Él nos ha amado, hasta el extremo, sin condiciones. Con Él logramos, además, como vemos en www.diasdegracia.blogspot.com, eso tan difícil para este mundo de justificaciones, ambigüedades y matices: decir sí cuando es sí y no cuando es no (Mt 5, 37). Hay tanta palabrería vana, tanta dispersión dialéctica alrededor y dentro, que a veces parece incluso hacernos olvidar hacia dónde caminamos. Lo peligroso es cuando lo olvidan los que deberían guiarnos, o mejor, limitarse a indicar a Quién hemos de seguir.
Jesús, el nuevo Moisés, nos presenta un nuevo nivel de mandamientos y un nuevo nivel de cumplimiento, porque Él hace nuevas todas las cosas. Nada de medias tintas, perfección, pero no como la del mundo, sino como la del Reino, basada en la coherencia, la intención y la pureza de corazón. Porque es en el corazón donde nace todo: lo bueno, lo malo, lo que mancha, lo que limpia... Se acabaron las mediocridades y la hipocresía; la religión del amor no es menos exigente, es impecable, como Aquel que la inicia.
De ahí lo de no saltarse ni una letra ni una tilde. Se nos pide un cumplimiento total, pero no en la forma, vacía tantas veces de contenido, sino en el fondo, donde brota la fuente del amor. Por eso ya no son necesarias las justificaciones, y nos basta decir sí o no. Todo lo demás viene del maligno, del mentiroso, del separador…
El Verbo se encarnó por nosotros, pero ya antes era y, después de subir al Padre, siguió siendo. Somos llamados a esa vida de plenitud, pero si nos conformamos con lo inmediato y efímero, aunque sea bueno, si nos justificamos en lo mediocre, si no nos atrevemos a ir más allá, siguiendo Sus huellas, no llegaremos a lo más sutil, lo sublime, el Amor absoluto. 

                                        Caminos de la luz en la Divina Voluntad

"Este es el amor que nos renueva, y nos hace ser hombres nuevos, herederos del nuevo Testamento, intérpretes de un cántico nuevo. Este amor, hermanos queridos, renovó ya a los antiguos justos, a los patriarcas y a los profetas, y luego a los bienaventurados apóstoles; ahora renueva a los gentiles, y hace de todo el género humano, extendido por el universo entero, un único pueblo nuevo, el cuerpo de la nueva esposa del Hijo de Dios, de la que se dice en el Cantar de los cantares: ¿Quién es esa que sube del desierto vestida de blanco? Sí, vestida de blanco, porque ha sido renovada; ¿y qué es lo que la ha renovado sino el mandamiento nuevo?
Porque, en la Iglesia, los miembros se preocupan unos de otros; y si padece uno de ellos, se compadecen todos los demás, y si uno de ellos se ve glorificado, todos los otros se congratulan. La Iglesia, en verdad, escucha y guarda estas palabras: Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros. No como se aman quienes viven en la corrupción de la carne, ni como se aman los hombres simplemente porque son hombres; sino como se quieren todos los que se tienen por dioses e hijos del Altísimo, y llegan a ser hermanos de su único Hijo, amándose unos a otros con aquel mismo amor con que él los amó, para conducirlos a todos a aquel fin que les satisfaga, donde su anhelo de bienes encuentre su saciedad. Porque no quedará ningún anhelo por saciar cuando Dios lo sea todo en todos.
Este amor nos lo otorga el mismo que dijo: Como yo os he amado, amaos también entre vosotros. Pues para esto nos amó precisamente, para que nos amemos los unos a los otros; y con su amor hizo posible que nos ligáramos estrechamente, y como miembros unidos por tan dulce vínculo, formemos el cuerpo de tan espléndida cabeza."
                                                                                             San Agustín
                                                                     (del Tratado El mandamiento nuevo)

¡Ay de los que llaman al mal bien y al bien mal,

que tienen las tinieblas por luz y a la luz por tinieblas,

que tienen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo!


                                                                                              Isaías 5, 20

7 de mayo de 2022

Ser de los Suyos


Evangelio según san  Juan 10, 27-30

En aquel tiempo, dijo Jesús: “Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno.

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El Buen Pastor, Anónimo, s. III


Para que nosotros, seres relativos, podamos volver al Absoluto, es preciso que el Absoluto descienda y nos tome. Ese descenso es justamente la encarnación del Verbo; ese tomarnos es Jesucristo, el Hijo único de Dios. He aquí el evangelio.
Paul Sédir

Hoy celebramos el "Domingo del Buen Pastor". Jesucristo, el Cordero de Dios, es el Buen Pastor, otra luminosa paradoja con la que lo inefable se nos acerca, para que comprendamos que lo Absoluto se nos hace concreto por amor. Buen Pastor, Cordero, Piedra angular, Camino, Verdad y Vida, Resurrección y Vida…  Todos los nombres, todos los colores, todos los matices, todos los silencios están contenidos en el nombre de Jesús. En las Escrituras Sagradas vamos encontrando, si estamos atentos, esos nombres, esa plenitud de significados que solo es posible en Aquel que es verdadero Dios y verdadero hombre, en Aquel que es todo. 

Simeón, el Nuevo Teólogo, distingue entre el Hijo, que es la puerta (Jn 10, 7.9), el Espíritu Santo, la llave de la puerta (Jn 20, 22-23) y el Padre, la casa (Jn 14, 2). Pero estos son solo tres de los infinitos símbolos, de las innumerables metáforas que pueden ayudarnos a intuir el Misterio.

José María Cabodevilla hace una síntesis de todos los nombres, facetas y colores que están en Jesucristo y que se encuentran repartidos en el Antiguo y en el Nuevo Testamento. Entre decenas de apelativos y atributos, que leemos más abajo, se encuentran también los que hoy contemplamos a la luz de Evangelio: “Es pasto y pastor, y puerta del redil y cordero. Cordero pastor: "el Cordero, que está en medio del trono, los apacentará.” (Ap 7, 17)”.

Jesús es monte grande por su divinidad y monte pequeño por su humanidad desvalida; es piedrecilla que se hace monte (Dan 2, 44-45). Es estrella (Núm 24, 17) que se hace sol (Ap 21, 23). Es el fuerte (Is 9, 6) y el degollado (Ap 5, 9). Es un cedro frondoso (Ez 17, 23) y una humilde raíz de tierra seca (Is 53, 2). Es nuestro padre (Jn 13, 33), y nuestro hermano (Jn 20, 17), y nuestro esposo (Mt 9, 15). Es Padre del siglo futuro (Is 9, 6) y a la vez fue engendrado desde el principio (Miq 5, 2-4). Alfa y omega de la eternidad, alfa de un tiempo y omega de otro, circunferencia y centro. Vino, viene, vendrá y no se mueve. Es piedra de tropiezo (I Pe 2, 6) y piedra angular de la casa (Ef 2, 20). Es Señor de los ejércitos (Jer 2, 16) y es nuestra paz (Ef 2, 14). Es león (Is 31, 4) y cordero (Jn 1, 29). Es nuestro juez (Jn 5, 22) y nuestro abogado (1 Jn 2, 1).

Cristo lo es todo. Es el nuevo Noé que sobrevivió al diluvio y ha sido constituido padre de una nueva humanidad; es el arca donde hallamos refugio, es el pez de los anagramas, es el agua que quita toda sed. Es agua y vino que engendra vírgenes. Es el vino que santamente embriaga, es la uva pisada en el lagar del Calvario, es la cepa que vivifica los sarmientos, es la viña fértil que nunca da agraces, es el viñador que arranca las ramas secas y poda las fecundas. Es pasto y pastor, y puerta del redil y cordero. Cordero pastor: "el Cordero, que está en medio del trono, los apacentará.” (Ap 7, 17) Es camino a recorrer, es nuestro guía para todo el camino, es el viático para el camino, es la patria adonde el camino conduce. Es la luz que veremos y la luz mediante la cual veremos la luz. Es el sembrador que arroja la simiente en nuestros pechos, y es la semilla que murió y produjo lozana espiga, y es la única tierra donde germina lo santo. Es el alimento y nuestro comensal. Es el templo y el que mora en el templo. Es el ungido y el óleo. Es el esposo y el vestido de bodas. Es el legislador y la ley. Es el que premia y el único premio que se goza. Es el que mide y es la medida de todo. Es el médico y la medicina. Es el maestro y la verdad. Es el rey y el reino. Es el sacerdote y la hostia.

Es la piedra preciosa que vale más que todas las haciendas y es la piedra blanca en que está escrito el nombre nuevo (Ap 2, 17). Y este nombre es Jesús. www.diasdegracia.blogspot.com

Bartolomé E. Murillo. el Buen Pastor (Madrid, Museo del Prado). 1660.
El Buen Pastor Niño, Murillo

El poeta José Miguel Ibáñez Langlois canta con precisión y belleza la esencia del camino del cristiano: que Jesucristo no es un maestro más ni un avatar, que Él es la Fuente de la Vida, el Camino, la Luz, el Hijo de Dios que viene a liberarnos y a restituirnos nuestra esencia original.

Él no es un iluminado porque Él es la Luz.
Él no ha buscado la verdad porque es la Verdad.
No es un héroe del verbo porque es el Verbo.
Él no se ha descubierto ni a sí mismo.
Jesús de Nazaret, qué diantres,
con la voz de la infinita humildad, simplemente susurra antes de morir:
yo soy la resurrección y la vida,
yo soy la luz del mundo,
Yo Soy El Que Soy,
Yo Soy.

No tenemos que hacer un duro trabajo interior, solos, con pocas esperanzas y una meta lejana e incierta… Cristo ha hecho el trabajo por nosotros. Solo nos queda reconocerlo, creyendo en Él, y aceptar agradecidos tan alto don. Entonces, el cristiano actúa en consecuencia y, si es sincero, no teme nada porque el Buen Pastor, fiel a Su promesa, está con él todos los días hasta el fin del mundo. El cristiano no tiene que lograr un alma porque Él nos la ha rescatado para la eternidad. El cristiano solo tiene que aceptar ese Amor y corresponder, glorificando a Dios con su vida.

Es el sentido de la pobreza de espíritu, la infancia espiritual consciente y libre. Hacerse como niños es ser capaces de lo que no logró el joven rico: renunciar a todo y seguir al Maestro, con la confianza del que se sabe guiado por el Buen Pastor, siempre atento y vigilante para que ninguno de los Suyos se pierda.

Domingo del Buen Pastor y Jornada de Oración por las Vocaciones. Nuestra vocación común como cristianos es ser fieles discípulos, de los Suyos, que nadie puede arrebatar de Su mano. ¿Somos de los Suyos? ¿Queremos serlo? 

                                             Permaneceremos en ti, Salomé Arricibita