27 de junio de 2020

"El que pierda su vida por Mí, la encontrará"


Evangelio según san Mateo 10, 37-42

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará. El que os recibe a vosotros me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta tendrá paga de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo tendrá paga de justo. El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro.»

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Charles de Foucauld

                                                         Seguir desnudo a Cristo desnudo.
                                                                                                                                                                                                                                                       San Jerónimo

A finales de mayo, conocíamos la noticia de la futura canonización del beato Charles de Foucauld, uno de los más fieles seguidores de Cristo. Con su vida y su obra nos muestra que ser discípulo supone, además de escuchar la Palabra e imitar a Jesús, estar dispuesto a renunciar de tal modo a la personalidad, gustos, aversiones, proyectos, anhelos del hombre viejo (Romanos 6, 6-8), que acabas configurándote con el Maestro, hasta el punto de poder decir con San Pablo: “vivo, pero no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí” (Gálatas 2, 20). 

No se trata de una simple asimilación de la enseñanza de Jesús; asumir e integrar Su mensaje implica reconstruirnos, recrearnos por Él, para ser en Él y Él en nosotros www.diasdegracia.blogspot.com.

La meta es unirnos totalmente a Cristo para que Su vida sea la nuestra y nuestra pobre vida mortal quede clavada en Su cruz, integrada en Su Vida. Entonces la pérdida se transforma en una ganancia inimaginable; la negación de sí, en un hallazgo del verdadero Sí mismo; toda renuncia, en el Encuentro decisivo; la muerte del ego, en la Vida verdadera. 

El amor humano es un tesoro, verdadero don de Dios, pero es infinitamente más valioso si se subordina al amor divino. Es preciso abrirse a la Verdad para que el amor se vaya purificando, desnudando, liberando de lastre y ataduras hasta ser puro Amor, incondicionado, infinito y eterno. 

Entonces ya no amas a tu padre solo porque es “tu” padre  –eso sería un mero querer, aferrar, apropiarse–,  sino que amas a tu padre (o a tu madre o a tu amigo) por sí mismo, en ese Sí mismo que comparte con todos los padres, madres, amigos, con todos los hombres y mujeres, muchos y Uno, manifestaciones del Ser Único de Dios.

La multiplicidad, sublimada e integrada en la Unidad; la dualidad, transfigurada y ascendida a la no-dualidad. A eso hemos venido, a elevar con Él y por Él lo contingente, a trascender y eternizar lo perecedero, a unificarlo todo en Él. 

Cuando comprendes el sentido de tu existencia, lo aceptas y te pones manos a la obra con los ojos y el corazón fijos en Aquel que nos da el sentido y la misión, empiezas a reflejar en tu rostro la luz y los rasgos de Jesucristo, porque ya no eres un ego separado, que se afana, se defiende y acapara, sino Cristo, vida nuestra (Colosenses 3, 4).


Oración del abandono

Padre mío,
me abandono a Ti.
Haz de mí lo que quieras.

Lo que hagas de mí te lo agradezco,
estoy dispuesto a todo,
lo acepto todo.
Con tal que Tu voluntad se haga en mí
y en todas tus criaturas,
no deseo nada más, Dios mío.

Pongo mi vida en Tus manos.
Te la doy, Dios mío,
con todo el amor de mi corazón,
porque te amo,
y porque para mí amarte es darme,
entregarme en Tus manos sin medida,
con infinita confianza,
porque Tu eres mi Padre.

                                     Charles de Foucauld



                                     Pongo mi vida en tus manos, Luis Guitarra

24 de junio de 2020

Benedictus


Evangelio según san Lucas 1,57-66.80
A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella. A los ocho días, vinieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre dijo: "¡No! Se va a llamar Juan". Ellos le decían: "No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre". Entonces preguntaron por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: "Su nombre es Juan". Todos quedaron admirados. Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios. Los vecinos quedaron sobrecogidos, y se comentaban todos estos hechos por toda la montaña de Judea. Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían: "¿Qué llegará a ser este niño?". Porque la mano del Señor estaba con él. El niño iba creciendo y se fortalecía en el espíritu, y vivió en lugares desiertos hasta el día en que se manifestó a Israel. 

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Natividad de San Juan Bautista, Ghirlandaio

Ciertamente, no era la Luz, pero permanecía por entero
en la luz, el que mereció dar testimonio de la Luz verdadera.
                                                                                             
San Máximo de Turín

Hoy celebramos, como Solemnidad, el nacimiento de San Juan Bautista, el único santo, a excepción de la Santísima Virgen María, del que la liturgia celebra el nacimiento, y lo hace por estar relacionado con el Nacimiento de Jesucristo. San Juan Bautista anuncia al Verbo encarnado que viene a dar cumplimiento a todas las promesas que anunciaron los profetas. Con Juan acaba el Antiguo Testamento y comienza la Buena Noticia. Así lo presenta el propio Jesús: “Yo envío a mi mensajero delante de ti, para que prepare tu camino ante ti. En verdad os digo que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él» (Mateo 11, 10-11).

La Natividad de Juan se celebra tres días después del solsticio de verano: lo que empieza a morir, aunque aparentemente está en la plenitud de la vida. En el calendario se sitúa en el polo opuesto del solsticio de invierno, en que celebramos la Navidad: el Sol invicto, la semilla de Vida para todos, en la aparente oscuridad del invierno y en la fragilidad de un recién nacido. Pero a partir de esa noche, la más larga del año, los días empiezan, muy despacio, a alargarse sin que tengamos que hacer nada, como la semilla que el sembrador esparció en tierra buena o el grano de mostaza de los que hablaba Marcos en el Evangelio del domingo pasado. 

Juan el Bautista marca la superación del Antiguo Testamento, del vino viejo, del ascetismo y la conversión en medio de sufrimientos, culpa y ceniza. Jesucristo es el Nuevo Testamento, el Camino, la Buena Nueva que libera, alegra y expande el corazón. Todo el que le sigue puede entrar en el reino y alcanzar la estatura, el tamaño, el nivel que su fe y su entrega le permitan. 

Juan llamaba al arrepentimiento y, enérgico y riguroso, sacudía las conciencias, pero se quedaba en la literalidad de la ley. Por eso Jesús dijo de Él que era el mayor de los nacidos de mujer, pero que el más pequeño del reino de los cielos era mayor que él. Juan hablaba de normas, cumplimientos, reglas externas, Jesús hablará de la transformación interior necesaria y previa para poder hacer. Juan les decía lo que tenían que hacer, Jesús les decía, nos dice, lo que hemos de ser.

Juan es la enseñanza literal, buen germen necesario, buena piedra donde cimentar. Pero hay más, mucho más que la piedra; los que quieran, además de la piedra, el agua y el vino han de transformarse en vasija vacía y en odre nuevo, y seguir a Aquel que es el Agua Viva y el Vino Nuevo, el mejor de las Bodas porque, con ser nuevo, conserva el sabor y el aroma de la Verdad, la Belleza y la Bondad eternas.

El sentido literal de la Enseñanza, que Juan predicaba y que tantos como él predican hoy, ha de ser respetado y conservado, como peldaño para acceder a niveles superiores de la Enseñanza de Cristo, viva porque brota del Verbo Creador y de la experiencia transformadora de Comunión con Él que cada uno de nosotros seamos capaces de vivir y compartir.
 
El que bendice es bendecido, es ley del nuevo orden que Jesús viene a instaura. Isabel, que bendijo a  su prima María con las palabras que recordamos cada día en el Avemaría, fue la bendecida madre del Precursor. Y el padre de la voz que clama en el desierto, fue bendecido recuperando la voz y el habla cuando acató el mandato del ángel e impuso a su hijo el nombre de Juan (www.diasdegracia.blogspot.com). Zacarías recupera la voz y alaba a Dios, que es la finalidad para la que tenemos voz y vida. De esta alabanza surge el Benedictus, la oración que la Liturgia de las Horas reza en Laudes para bendecir y alabar al Señor.
 
Bendito sea Juan, el mayor de los nacidos de mujer, por ser la Voz que anuncia al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Bendito sea por llamarnos a la conversión con claridad y contundencia, bendito, por su valentía y su humildad. Bendito sea por reconocer sus limitaciones y apartarse, por mostrarnos al Maestro para que, siguiéndole, aprendamos a ser ciudadanos del Reino. O a recordar que ya lo somos.

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La Visitación, Van der Weyden


AGUA Y ESPÍRITU

María e Isabel, dos senos llenos de Vida.
Uno, virginal, de mujer muy joven, casi niña,
fecundado por el Espíritu.
El otro, de mujer cansada,
desierto de carne seca,
que el Espíritu empapa y hace fértil,
para que la semilla de hombre fructifique.

Manos que se cruzan en los vientres,
miradas que manan amor reverente,
éxtasis de asombro.
Cuerpos que se encuentran
e intercambian los latidos nuevos.
Signo de infinito, dar y recibir.
Fiat, hágase.

La obra entregada que,
aceptada y transformada,
se convierte en Obra.
Propósito y existencia,
materia iluminada por el Verbo increado,
que se hace carne para elevar y transmutar la carne.

Placenta primordial y placenta humana
agitándose de asombro.
Crisol atemporal, espiral eterna,
lazo infinito que perpetúa la Salvación.
Mengüemos a lo que no somos,
para crecer a lo que Somos
por Él, con Él y en Él.

Jesús salva.
Preparemos Su Camino,
fundiéndonos con Él
en  abrazo sagrado,
entrelazando luz, con Luz,
agua de la experiencia con el agua de la Vida,
Comunión de las aguas para Ser.


¡Dichoso tú, Juan, elegido de Dios, tú, que has puesto la mano sobre tu Maestro, tú, que has cogido en tus manos la llama cuyo resplandor hace temblar a los ángeles! ¡Estrella de la mañana, has mostrado al mundo la Mañana verdadera; aurora gozosa, has manifestado el día de gloria; lámpara que brilla, has designado a la Luz sin igual! ¡Mensajero de la gran reconciliación con el Padre, el arcángel Gabriel ha sido enviado delante de ti para anunciarte a Zacarías, como un fruto fuera de tiempo… El más grande entre los hijos de los hombres (Mt 11,11) vienes delante del Emmanuel, de aquél que sobrepasa a toda criatura; primogénito de Elizabeth, tú precedes al Primogénito de toda la creación!      
                                                                                                           San Efrén                                                                                                                 

19 de junio de 2020

Sagrado Corazón de Jesús


Evangelio según san Mateo 11, 25-30

En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»

Jesucristo, Hoffmann

Hoy, Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, miramos ese Corazón traspasado por amor, como verdadera vacuna contra el virus de la mentira, el egoísmo, el olvido de Dios. En Él está la fuente de la Vida y del Amor-dolor-Amor, que es la única forma de amar para el discípulo de Cristo.

En estos tiempos de pandemia, confinamiento, pérdida de las libertades individuales, estamos asistiendo con perplejidad e inquietud a lo que algunos nos venían anunciando con lucidez desde hace tiempo. Los dirigentes, y los que están detrás de ellos, a la sombra, manejándolos como títeres, pretenden imponer una forma de vida, una “nueva normalidad” que recuerda sospechosamente a la distopía narrada por Aldous Huxley en “Un mundo feliz”.

Huxley describió una sumisión general, previa a la pérdida de libertades. Las masas serían controladas con un lavado de cerebro discreto y paulatino, que convertiría a los seres humanos en una especie de zombies que, en lugar de verse como esclavos, se dedicarían a disfrutar, preocuparse por lo inmediato, lo efímero, lo insignificante. Aclamarían a todos aquellos que no pusieran en cuestión esta sociedad de aparente bienestar. En lugar de verse manipulados y lobotomizados, se sentirían importantes, satisfechos, libres. ¿Aplaudirían cada tarde a las ocho con ese “palmas, palmitas...”, como dice Sánchez Dragó, cada vez más mecánico y virtual?

Ese “mundo feliz” de Huxley consiste en una dictadura sin lágrimas, sin sufrimiento, sin dolor, porque las personas son “anestesiadas” de muchas formas para hacerlas sumisas y manipulables. Pero si quitamos el sufrimiento, quitamos el amor; porque el amor y el dolor van de la mano por Cristo, el eterno inmolado. Es la Pasión eterna, la Cruz que nos lleva a la luz, la alquimia de todas las alquimias que transforma nuestro plomo en oro, es el crisol de los crisoles, el fuego que arde sin consumir. Es el camino del amor, via amoris, que es a la vez via crucis y via lucis

Es el gran hallazgo: que la Cruz, no solo precede a la Gloria, sino que es ya Gloria en sí misma. Como la muerte, no solo precede a la resurrección para los que siguen a Cristo, cada muerte cotidiana a nosotros mismos, es ya una resurrección, una regeneración, una oportunidad de rehacer la propia vida y la de todos.

No queremos una sociedad sin lágrimas, sin dolor, sin sufrimiento purificador y transformador, queremos el Reino del hágase tu voluntad, como en el Cielo, en la tierra, escogemos el Reino de la Divina Voluntad en el mundo y en nuestros corazones, que anhelan ser un único corazón con el Sagrado Corazón de Jesús y con el Inmaculado Corazón de María. Y ese Reino, que será el triunfo de los Sagrados Corazones, se gana por el amor-dolor-amor.

Cuando decimos líbranos del mal no estamos diciendo “líbranos del sufrimiento”. El mal es todo lo que nos desvía del camino que lleva a ese Reino, lo que nos hace vivir la vida como si Dios no existiese. El bien, en cambio, es optar por la única decisión posible: por Cristo, con Él y en Él, con Su amor-dolor-amor, que es el amor misericordioso de Dios, el Sagrado Corazón atravesado por la lanza para devolvernos la Vida. 

Y recordamos que misericordia etimológicamente significa “pasar la miseria por el corazón”. Nuestra miseria ha sido transformada en la Preciosísima Sangre de Cristo, el precio de nuestro “rescate”.

Nos negamos a ser anestesiados, a vivir en una dictadura sin lágrimas ni sufrimiento. Lloramos y sufrimos por amor a Aquel que nos amó primero, nos ama eternamente y nos hace partícipes de Su Misma Vida, fuente de la verdadera felicidad.

El Sagrado Corazón de Jesús está siempre abierto, derramando su Divina Misericordia. Amor nuevo que eleva y transforma, enseña a amar mucho más allá de lo sensible, pero también en lo sensible, porque el Verbo eterno, la Segunda Persona de la Trinidad tiene en Jesús, además de la divina, naturaleza humana.

El Inmaculado Corazón de María www.diasdegracia.blogspot.com, humano y ensalzado, humano y divinizado, atravesado por la espada del sufrimiento, como anunció Simeón, nos lleva al Sagrado Corazón de Jesús y Este nos lleva al Padre, la Fuente del Amor que está más allá de las emociones, más allá de los sentimientos. Dios Padre no necesita amor..., no necesita siente..., ES Amor.


                               Sacred Heart,Ubi Caritas III , Cantatrix 


De Las Horas de la Pasión, de Luisa Piccarreta:

“Vida mía, crucificado Jesús mío, veo que sigues agonizando en la cruz sin que tu amor quede todavía satisfecho para darle cumplimiento a todo. ¡Yo también agonizo contigo! Quiero llamar a todos los ángeles y a los santos: ¡Vengan, vengan todos al monte Calvario a contemplar los excesos y las locuras de amor de un Dios! Besemos sus llagas ensangrentadas, adorémoslas; sostengamos esos miembros lacerados; démosle gracias a Jesús por haberle dado cumplimiento a nuestra redención. Démosle también una mirada a nuestra Madre Santísima traspasada por tantas penas y muertes que siente en su Corazón Inmaculado, tantas cuantas ve que su HijoDios está sufriendo; hasta sus mismos vestidos están cubiertos de sangre, como también por todo el monte Calvario se puede ver la sangre de Jesús. Así que, tomemos todos juntos esta sangre y pidámosle a nuestra dolorosa Madre que se una a nosotros; dividámonos por todo el mundo y ayudemos a todos; socorramos a quienes están en peligro para que no perezcan, a los que han caído para que se levanten de nuevo, a los que están a punto de caer para que no caigan. Démosles esta sangre a tantas pobres almas que están ciegas, para que resplandezca en ellas la luz de la verdad; vayamos a donde se encuentran quienes están combatiendo, seamos para ellos vigilantes centinelas, y si están por caer alcanzados por las balas, recibámoslos en nuestros brazos para confortarlos y si se ven abandonados por todos o están impacientes por su triste suerte, démosles esta sangre, para que se resignen y se mitigue la atrocidad de sus dolores. Y si vemos almas que están a punto de caer en el infierno, démosles esta sangre divina que contiene el precio de su redención, para arrebatárselas a Satanás. Y mientras tendré a Jesús abrazado a mi corazón para defenderlo y reparar por todo, abrazaré a todos a su Corazón, para que todos puedan obtener gracias eficaces de conversión, fortaleza y salvación. ¡Oh Jesús!, tu sangre diluvia de tus manos y de tus pies. Los ángeles haciéndote corona admiran los portentos de tu inmenso amor. Veo a tu Madre al pie de la Cruz traspasada por el dolor, a tu amada Magdalena y al predilecto Juan, y todos como petrificados en un éxtasis de estupor, de amor y de dolor. ¡Oh Jesús!, me uno a ti y me abrazo a tu cruz y hago mías todas las gotas de tu sangre para depositarlas en mi corazón. Y cuando vea irritada a tu divina justicia contra los pecadores, te mostraré esta sangre para aplacarte. Y cuando vea almas obstinadas en la culpa te mostraré esta sangre y en virtud de ella no rechazarás mi plegaria, porque en mis manos tengo la prenda con la que puedo obtenerlo todo. Por eso, ¡oh Jesús!, a nombre de todas las generaciones pasadas, presentes y futuras, junto a tu Madre Santísima y a todos los ángeles, me postro ante ti crucificado Bien mío y te digo: « Te adoramos, ¡oh Cristo!, y te bendecimos, porque por tu santa cruz has redimido al mundo ».”
                                                        

13 de junio de 2020

Corpus Christi


Evangelio según san Juan 6, 51-58

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: “Yo soy el pan que ha bajado del cielo: el que come de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.” Disputaban entonces los judíos entre sí: “¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?” Entonces Jesús les dijo: “Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo el que me come vivirá por mí. Este es el pan que ha bajado del cielo; no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron: el que come este pan vivirá para siempre.”


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La multiplicación de los panes y los peces, Tintoretto

Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo; celebramos la Vida que se nos ofrece cada día, el Cuerpo y la Sangre de Cristo, Su Alma y Su Divinidad, que entra en comunión con nosotros, si Le recibimos y Le acogemos. Dios que se da a Sí mismo tras el velo del pan y del vino, por amor. Como decía san Juan de la Cruz, a la tarde nos examinarán en el amor. Solo eso nos llevaremos, el amor, esa entrega total e incondicionada, de la que Jesucristo es modelo y maestro. Por eso hoy celebramos también el Día de la Caridad. 

En cada Eucaristía el Señor me sana. Digo: “No soy digna de que entres en mi casa, pero una palabra Tuya bastará para sanarme”. Y me doy cuenta de Cuál es la Palabra: la actualización del Sacrificio eterno y la Comunión con Él. Y, entonces, digo también: “ven a Tu casa, entra en Tu casa, y quédate”.

En la Consagración, ofrezco al Padre mi vida, mi ser, mi pasado, incluso mi futuro, junto a Jesucristo, el Cordero de Dios, el eterno inmolado, para que me transforme en Él. ¿Qué mejor sanación? Desaparezco; lo enfermo, lo roto, lo perdido, lo erróneo, lo fracasado desaparece. Y Él es en mí; la integridad, la perfección, la vida, la plenitud. Vivo en Cristo y Él vive en mí, sin tiempo ni espacio.

El Verbo increado, el Niño del pesebre, el Maestro que enseña a amar, el Crucificado, el Resucitado, Cristo eterno, como un diamante de infinitas facetas en mí. Pues ya no soy yo quien conecta con lo infinito, sino, como siempre, es el infinito el que ha descendido. Prodigioso intercambio que se inició en Nazaret, cuando María dijo “hágase en mí”, y tiene lugar ahora que comulgo y acepto que Él me asimile a Sí.

Más íntimo a mí que yo mismo, dice San Agustín. Es la meta de Dios; la identificación total. Si fuéramos conscientes de que, al comulgar, Dios entra verdaderamente en cada uno, seríamos transformados hasta en lo físico. Si tuviéramos la firme convicción de que es Jesús, todo sería rehecho, recreado por Él. www.diasdegracia.blogspot.com

El Evangelio es la buena noticia de la intimidad del alma con Dios. El Reino es Él; no hace falta traerlo, esperarlo o proyectarlo. El Reino, la fuente de la vida que restaura la semejanza perdida, ya está aquí, ¡dentro de cada uno al comulgar! Vivamos de forma que pueda quedarse, más allá de lo que tardan las especies en desintegrarse. 

Déjale espacio; desaparece para que pueda quedarse, que no tenga que irse por no encontrar correspondencia en tu corazón, que nada te distraiga. Es Dios en ti, viene a demostrarte cuánto te ama, haciéndose Uno contigo. 

Viene encadenado, aprisionado en una Hostia, sin poder moverse ni hablar. Solo quiere que Le acojas, para no salir de ti cuando las especies de pan y vino han sido consumidas. Quiere encontrar la correspondencia para poder quedarse y vivir en ti. Quiere encontrarse a Sí mismo en ti.

No mires el reloj, pensando si la Misa ha sido larga o corta o qué vas a hacer ahora, ¡estás en la eternidad! No cantes por inercia esa cancioncita que te sabes y han empezado a entonar algunas voces… No la cantes, si no eres capaz de cantarla mientras mantienes la atención en Lo que ha entrado en ti, que es más grande que todo el universo, más importante que todos los siglos pasados y por venir. Más que inmenso, más que trascendente, más que infinito…, la Fuente inagotable del Amor que quiere saltar en ti hasta la vida eterna, para que ames, como Él, hasta el extremo.

Pero cantamos, charlamos, pasamos deprisa a la siguiente actividad del día, retomando nuestra distracción y dispersión habituales… Y Jesús no puede quedarse…, y has vuelto a perder la vida divina que estás llamado a vivir desde toda la eternidad. Esta tarde vuelve a actualizarse el Sacrificio nuevo y eterno de un Dios que no se cansa de esperar la Comunión verdadera y definitiva. Ponte nuevamente en el altar, con tus miserias y anhelos, sin reservarte nada, y, cuando comulgues, detente, calla, escucha. Es Dios que te abraza y que te habla. Es Dios en ti, deja que Sea. 



Ave Verum Corpus, Mozart, por Andrea Bocelli

Nos despertamos en el cuerpo de Cristo
cuando Cristo despierta en nuestros cuerpos.
Bajo la mirada y veo que mi pobre mano es Cristo;
él entra en mi pie y es infinitamente yo mismo.
Muevo la mano, y esta, por milagro,
se convierte en Cristo,
deviene todo él.
Muevo el pie y, de repente,
él aparece en el destello de un relámpago.
¿Te parecen blasfemas mis palabras?
En tal caso, ábrele el corazón.
Y recibe a quien de par en par
a ti se está abriendo.
Pues si lo amamos de verdad,
nos despertamos dentro de su cuerpo,
donde todo nuestro cuerpo,
hasta la parte más oculta,
se realiza en alegría como Cristo,
y este nos hace por completo reales.
Y todo lo que está herido, todo
lo que nos parece sombrío, áspero, vergonzoso,
lisiado, feo, irreparablemente dañado,
es transformado en él.
Y en él, reconocido como íntegro, como adorable,
como radiante en su luz,
nos despertamos amados,
hasta el último rincón de nuestro cuerpo.

                                                          Simeón, el Nuevo Teólogo



De La Misión, de Roland Joffé, 1986