18 de enero de 2014

La Unidad de los cristianos


Evangelio de Juan 1, 29-34 

En aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: “Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije: “Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo”. Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel”. Y Juan dio testimonio diciendo: “He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que ha de bautizar con Espíritu Santo”. Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios”.



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        El Bautismo de Jesús, Verrocchio. (Algunas partes se atribuyen a Leonardo da Vinci)


Que sean uno, como nosotros somos uno. Yo en ellos y tú en mí, para que sean completamente uno.
                                                                                                Juan, 17, 22-23


Desde que conocí la Unicidad,
Me fundí en el fuego de la alegría.

                                                                                               Ansari
 

El domingo pasado nos experimentamos como Hijos amados, predilectos del Padre, llenos de su Espíritu para dar testimonio de la Buena Nueva: que Dios es Amor, unidad acogida para todos. Como dice el papa: “A menudo nos comportamos como controladores de la gracia y no como facilitadores. Pero la Iglesia no es una aduana, es la casa del Padre donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas”.

Qué oportunas las lecturas de hoy para iniciar la Semana de oración por la unidad de los cristianos. Todas hablan de escucha y llamada de acogida y disponibilidad de salvación universal, universalidad y unidad en el origen, el propósito y el retorno. Unidad en Alfa y Omega, que es Cristo.

Cada oración por esa unidad tan necesaria será un paso o un peldaño, pero hacen falta muchos pasos y peldaños, muchos corazones abiertos y sinceros, para que desaparezca la ilusión de ser diferentes y estar separados. Cuando los cristianos superemos prejuicios y fanatismos, rigidez e intolerancia, soberbia y fariseísmo, viviremos la Unidad esencial del Evangelio.

           Porque Jesús sumerge en las aguas al viejo Adán, y al salir del agua, eleva con él a todo el universo, divinizando al ser humano y abriendo el Reino de Dios para todos. Comienza la nueva creación, un mundo nuevo, no regido ya por la ley sino por el Amor. Pasamos así del Antiguo Testamento al Evangelio, de la antigua a la Nueva Alianza, del símbolo a lo Real. Por eso dice San Pablo: "...os habéis despojado del hombre viejo, con sus obras, y os habéis revestido de la nueva condición que, mediante el conocimiento, se va renovando a imagen de su Creador, donde no hay griego y judío, circunciso e incircunciso, bárbaro, escita, esclavo y libre, sino Cristo, que lo es todo y en todos." (Col 3, 9-11).
Pasamos de la separación y el egoísmo a la Unidad, mirándonos en Jesús, viéndonos en  Él, conociéndonos en Él. Cristo no está dividido, y los que decimos ser sus seguidores tampoco podemos estar divididos. El fuego que trae el Espíritu fundirá las diferencias para que seamos Uno, como El Hijo y el Padre son Uno. El Espíritu Santo y el fuego con que Cristo nos bautiza van transmutando en espíritu todo lo que es puramente material, en luz las sombras, en paz los conflictos, en gozo el sufrimiento.
 Ver, dar testimonio, conocer... Son las claves del Evangelio de hoy y del camino cristiano. El que ha visto puede dar testimonio. Pero ver con los ojos no es conocer, para conocer es necesario mirar más allá del sentido físico, mirar con el corazón, el único que, mirando, ve y conoce y vive la alegría y la confianza en plenitud. Solo así se puede cumplir la Voluntad del Padre, que es otra de las claves de las lecturas de hoy. 

Ponerse a tono con la Mente Infinita, sosegarse y saber que Él es Dios, como canta el Salmo 46, 10, que repito como un mantra desde este verano, vivir en la Presencia de Jesucristo, cumplir Su voluntad para que el Padre y Él hagan morada en nosotros..., son otras claves de las lecturas de hoy, y todas hacen referencia a la misma realidad, esa Comunión que nos libera de lo que no somos, y nos recuerda nuestra esencia de Hijos amados, predilectos.

           Un verdadero cristiano, que ha experimentado en su corazón la comunión con el Padre y con sus hermanos, no puede someterse al miedo ni dejarse amedrentar, sino que vive alegre y confiado, sin dejar de velar, pues no sabemos el día ni la hora.
Velar, vigilar, estar atentos para cumplir Su Voluntad y seguir amando hasta el final, porque la ley ha sido completada y perfeccionada por el amor y donde hay amor no hay miedo. El cristiano puede ver su rostro en el de Jesús, practica el “mira que te mira”, como exhortaba a sus hermanas Santa Teresa. Confluencia de miradas, fusión de propósitos y amores, fuente de dicha y semilla de la Unidad plena, por la que esta semana rezamos.



 
                                                    Salmo 39, Igor Stravinsky


                                                    LUZ DE LA MEMORIA

 
              Aún no se ha manifestado lo que hemos de ser. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a Él, porque lo veremos tal cual es.
                                                                                              1 Juan 3, 2

 
                                                                                            Mirad  que os  mira.

                                                                                                       Sta. Teresa de Jesús
 
          Como si del invierno nos quedara
la piel entumecida y la querencia
al cálido rincón, nos olvidamos
muy pronto de que somos primavera
que a veces se disfraza, juguetona,
para que las semillas cojan fuerzas
antes del resplandor que enciende mayo.
 
Parecemos ramas secas,
a punto de quebrarse, pero dentro
se renueva la savia,
sin creerse la muerte ni el cansancio.
 
Existir, sabiendo que existimos,
mirar, recordando que miramos
y nos mira,
sentir, con la conciencia de sentir,
vigías siempre atentos
a Lo que Es.
 
Descubrir dónde estamos
y estar ahí, solo ahí,
dejando que la luz de la memoria
enfoque la mirada,
nos guíe y nos alumbre hasta encontrar
el centro, el sentido de vivir,
para en él sumergirnos
y aparecer.
  

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