4 de julio de 2020

Los pequeños y sencillos


Evangelio según san Mateo 11, 25-30

En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»




Dos amores fundaron, pues, dos ciudades, a saber: el amor de sí mismo hasta el desprecio de Dios, la terrena; y el amor de Dios hasta el desprecio de sí, la celestial.
La primera se gloría en sí misma; la segunda, se gloría en el Señor.    

                                                                                                        San Agustín                                                                      
Los sabios y entendidos del mundo no pueden pasar por la «puerta estrecha», ese umbral invisible, que da acceso al Reino. Los pequeños, los sencillos son capaces de encontrar el camino de retorno, desde el exilio a la tierra prometida, a nuestra esencia original, anterior a la caída que la soberbia provocó.

Los sabios y entendidos han olvidado que Dios les ama y que ellos han sido creados para corresponder a ese amor. Escogen la separación, el Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal y caen en la eterna tentación de Adán y Eva, alejándose de la Sabiduría. Los pequeños, los sencillos conocen la voz del Buen Pastor y la Puerta que lleva a los verdes pastos, en cuyo centro está el Árbol de la Vida. 

El pequeño, el humilde y sencillo, se ha liberado de las cadenas de la mente, que se disfrazan de conocimientos, saberes, ideologías…, ha soltado incluso la necesidad de hacer y de saber. Es la muerte del ego, el renunciar al mundo para ganar el alma, el perder la vida para ganar la Vida, el morir a uno mismo para nacer al Sí mismo. 

Ser como los pequeños que menciona Jesús en el Evangelio de hoy es recuperar la infancia espiritual, y hacerse como niños para entrar en el Reino. En este camino descendente de regreso a la inocencia, seguir al Maestro manso y humilde de corazón que nos guía.

Es hora de abrir los ojos, encontrarnos con la mirada amorosa de Jesús que nos ofrece alivio y descanso, Verdad y Vida. Ese es el Camino de santificación: unirnos al único Santo, el único Bueno, para encontrar en Él el verdadero nombre de cada uno, escrito por Dios antes de los tiempos. Porque la eternidad es más que tiempo infinito, mucho más que “sin tiempo”, es Conocimiento, pero no intelectual, sino Conocimiento que empieza por la intimidad y sigue por la unidad con la Fuente de toda Sabiduría, la Palabra viva y eficaz.

Los que quieran ser santos al modo humano que sigan preocupándose de hacer, lograr y acumular méritos. Los que solo anhelen Ser en Cristo, el único Bueno, que nos brinda paz y consuelo, que sean tan humildes, tan pequeños y tan sabios como el campesino analfabeto que admiró al cura de Ars, porque su grado de confianza e intimidad con el Señor en el Sagrario le permitía mirarle, ser mirado por Él y estar “contento”, es decir, adentrarse en la eternidad. 

Nosotros no somos tan sabios como aquel campesino de corazón de niño y alma translúcida. Por eso nuestra tarea consiste en soltar, dejar lo que no somos, abandonar con alegría lo que nos impide recibir lo que el Hijo quiere darnos: todo lo que le ha dado el Padre, esto es Todo.

El precio de la vida eterna es lo que creemos ser y la recompensa es unirnos a Jesús, que nos conduce a la verdadera Semejanza. Esto es, el premio es ser en Él, con Él y como él. www.diasdegracia.blogspot.com

Ante tal esperanza, ¿qué responder a la invitación que Jesús nos hace en el Evangelio de hoy? Los pequeños y sencillos, los pobres de espíritu saben que la única respuesta es el Fiat, el sí definitivo, la entrega total a la Voluntad de Dios. Los falsos sabios y entendidos del mundo ni siquiera escucharán al Maestro, seguirán inmersos en sus afanes y a los reclamos del mundo, atentos a esas luces de neón que les mantendrán para siempre alejados de la verdadera luz, sin darse cuenta de las tinieblas que ya se ciernen sobre el mundo.

                        226. Diálogos Divinos. La nada en la Divina Voluntad 

Cuando el hombre se humilla, Dios en su bondad, no puede menos que descender y verterse en ese hombre humilde, y al más modesto se le comunica más que a ningún otro y se le entrega por completo. Lo que da Dios es su esencia y su esencia es su bondad y su bondad es su amor. Toda la pena y toda la alegría provienen del amor.

                                                                                              Maestro Eckhart    
    

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