23 de enero de 2021

Vocación


Evangelio según San Marcos 1, 14-20

Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: “Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios: Convertíos y creed la Buena Noticia”. Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago. Jesús les dijo: “Venid conmigo y os haré pescadores de hombres”. Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él. 


Vocación de los primeros apóstoles, Domenico Ghirlandaio

Cristiano, reconoce tu dignidad. Puesto que ahora participas de la naturaleza divina, no degeneres volviendo a la bajeza de tu vida pasada. Recuerda a qué Cabeza perteneces y de qué Cuerpo eres miembro. Acuérdate de que has sido arrancado del poder de las tinieblas para ser trasladado a la luz del Reino de Dios.

                                                                                                        San León Magno

Marcos inicia el relato de la actividad pública de Jesús con el tema del discipulado. En el pasaje de Juan que leíamos el domingo pasado, Andrés y Juan son los que se acercan a Jesús, siguiendo las indicaciones del Bautista y expresando su actitud de búsqueda. Marcos, en cambio, subraya el seguimiento, la respuesta a la llamada de Jesús, que es quien toma la iniciativa.

Nosotros también queremos ser sus discípulos, a veces creemos que lo somos de verdad, pero a casi todos nos falta un “empujón final”, una asignatura pendiente e imprescindible que nos permita comprender el mensaje del Maestro en toda su profundidad. La llamada fue total, nuestra vocación de bautizados nos hizo renacer como hijos de Dios, pero la respuesta a esa vocación a veces es tibia y ambigua. Tenemos que mirarnos por dentro y renunciar a todo aquello que sobra y deforma, que endurece y cierra el corazón. Solo así podemos llegar a ser verdaderos discípulos, dispuestos a seguirle hasta el final.

No se trata solo de renunciar a apegos concretos, sino de ir a la raíz de la entrega total, transformar las actitudes que nacen en el corazón e impiden ser fieles a la vocación esencial, la única, en realidad para un cristiano, que confiere el Bautismo.  diasdegracia.blogspot.com   

A veces nos sentimos más frágiles, las circunstancias nos zarandean y nos creemos incapaces de mantenernos fieles. Entonces recordamos que nos basta su gracia, que Él es nuestra luz y nuestra entereza, y nos sorprendemos de ver la abundancia que viene por añadidura cuando se pone el Reino en primer lugar (Mateo 6, 33), y descubrimos que siguiendo a Jesús no solo no perdemos nada, sino que recibimos cien veces más (Mateo 19, 29).

Hoy el Evangelio nos recuerda nuestra propia vocación y la segunda lectura (1 Corintios 7, 29-31) nos sacude y espabila para que seamos coherentes con ella. Todo habrá valido la pena si somos capaces de vivir, caminar, hacer todo con Cristo. Ya no es bien o mal; es con Él, en Él y por Él, sabiendo que, incluso cuando te olvidas de Él, Él nunca se olvida de ti y sigue a tu lado, esperando que vuelvas a prestarle atención.

Qué oportuno recordar hoy, en la cima del Octavario de Oración por la Unidad de los Cristianos, esa maravillosa vocación, que nos une e integra: caminar conscientes de Su presencia a nuestro lado y dentro de cada uno. Es hora de compartir esa llamada a estar con Él, a ser en Él.  El momento es apremiante, dice San Pablo, inexorable realmente, se acabó el malvivir, desconectados de lo que somos. Solo queda reconocernos como hijos de Dios, discípulos de Jesucristo y vivir ya la Vida eterna que Él nos ha dado, porque lo efímero se desmorona, la representación de este mundo se termina.

Vivimos en el mundo, sin ser del mundo, porque somos de Aquel que completa, restaura, perfecciona todo, toma las faltas, los errores e incoherencias del pasado y lo transforma todo en propósito lleno de sentido. Somos Suyos y somos en Él. De ahí el “programa” de San Pablo: “queda como solución que los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran como si no lloraran; los que están alegres, como si no lo estuvieran; los que compran, como si no poseyeran; los que negocian en el mundo, como si no disfrutaran de él”. 

Para seguir a Cristo no hay nada que hacer, según los valores del mundo, ningún sitio al que llegar, ningún bien que merecer. Sólo hay que vivir en Él, es lo que Nicolás Cabasilas y otros autores han llamado “la vida en Cristo”: el morir a uno mismo que hace posible el santo abandono en el que descubrimos que la única “tarea” verdaderamente importante es dejarnos mirar, amar y transformar por Él, para vivir fundidos con Él, con un verdadero intercambio de vida, con Su Voluntad Divina como motor.



245 Diálogos divinos. Trabajo de la Divina Voluntad y la voluntad humana

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