3 de julio de 2021

No somos nada


Evangelio según san Marcos 6, 1-6

En aquel tiempo, Jesús se dirigió a su ciudad y lo seguían sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: “¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada? ¿Y esos milagros que realizan sus manos? ¿No es este el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?”. Y se escandalizaban a cuenta de él. Les decía: “No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa”. No pudo hacer allí ningún milagro, solo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se admiraba de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando. 


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Jesús en la SinagogaGerbrand van den Eeckhout

El dolor insiste en ser atendido. Dios nos susurra en nuestros placeres, nos habla en nuestra conciencia, pero grita en nuestro dolor; el dolor es su megáfono para despertar a un mundo sordo.

                                                                                              C. S. Lewis


En la segunda lectura (2 Corintios 7b-10), Pablo nos recuerda lo que le decía Jesús cuando el apóstol de los gentiles pedía ser librado de su “espina”, ese emisario de Satanás que le humillaba. “Te basta mi gracia, pues la fuerza se realiza en la debilidad”, le respondía el Señor, y nos lo dice a cada uno de nosotros, todos acosados por espinas diferentes, todos expuestos a desprecios y humillaciones por seguirle. 

Por eso, también como Pablo, nos gloriamos en nuestra debilidad, y no permitimos que nuestras carencias y mediocridades nos frenen. Nos ponemos en camino como si ya fuéramos libres y capaces de todo, sufriendo “el desprecio de los orgullosos” (Salmo 122), con la mirada puesta en el Señor, que lo sufrió antes, esperando Su misericordia, porque Él es la fuente de nuestra libertad y nuestra fuerza.  
diasdegracia.blogspot.com

Sin Él n
o somos nada..., nuestro único mérito es la adhesión a Cristo, que es, como dijo el anciano Simeón, bandera discutida, signo de contradicción. Seremos perseguidos, sufriremos desprecios, insultos, privaciones y dificultades, pero lo que cuenta es la criatura nueva llamada a ser como el Maestro, con Sus marcas de amor ilimitado en nuestro cuerpo, y el nuevo nombre con que Él nos une a Sí para siempre. 

En el Padrenuestro decimos hágase Tu voluntad. Pero cómo nos cuesta asumirlo en nuestros pequeños dramas cotidianos... Así nos forja, nos modela el divino alfarero. Amar la Pasión…, como exclama Rafael Arnaiz en el texto que cierra el post… Empiezo a saber lo que es conocer, meditar, amar la Pasión de Cristo, más allá de palabras y teorías. De Su costado, brota sangre y agua que purifica y transforma al que Le mira y acepta ser salvado por tan tremenda locura de amor. 

Nosotros predicamos a Cristo crucificado, fuerza de Dios y sabiduría de Dios, seguimos citando a San Pablo. Por eso aprendemos a aceptar nuestras cruces, viendo en ellas un instrumento de transformación y purificación. El sufrimiento, aceptado y vivido por amor, eleva, transforma y dignifica, pero no tiene nada que ver con lo que el mundo entiende por dignidad. 

La falsa dignidad del mundo consiste en competir, destacar, asegurar, acaparar honores vanos y efímeros, recibir el aplauso y el reconocimiento de muertos vivientes. Son esos estribillos absurdos que, aun sin ser pronunciados, flotan en el aire y marcan nuestras actitudes y nuestros modos: “¿quién te crees que eres?” o “¡usted no sabe con quién está hablando!”. 

Lo sabio, lo acertado sería decir, pensar, sentir que no somos nada y, en coherencia, no pretender sino ocupar el último puesto. Y como descubrió Charles de Foucauld, entonces, nueva paradoja de un Dios que se hace hombre y muere por amor, comprenderemos que ninguno de nosotros puede ser el último, porque en ese puesto siempre encontraremos a Jesucristo, enseñándonos a amar la cruz, el camino descendente. 

Por la cruz a la Luz...; los desprecios, humillaciones, abandonos, sufrimientos y traiciones forman parte del camino descendente que Él recorrió y hemos de seguir sus discípulos. Todas las adversidades tienen “peso de eternidad”; son  cruces dolorosas que, aceptadas, vividas con consciencia y mansedumbre, nos unen a la Cruz salvadora de Cristo y nos transforman, nos hacen libres, dignos de la vida eterna por ser Hijos de Dios, filiación divina que el Amor de Cristo nos devuelve. 

                               Himno de los Templarios - Non nobis Domine


Bendito Jesús, ¿qué me enseñarán los hombres, que no enseñes tú desde la Cruz? Ayer vi claramente que solamente acudiendo a ti se aprende; que solo tú das fuerzas en las pruebas y tentaciones y que solamente a los pies de tu cruz, viéndote clavado en ella, se aprende a perdonar, se aprende humildad, caridad y mansedumbre. No me olvides, Señor… Mírame postrado a tus pies y accede a lo que te pido. Vengan luego desprecios, vengan humillaciones, vengan azotes de parte de las criaturas. ¡Qué me importa! Contigo a mi lado lo puedo todo. La portentosa, la admirable, la inenarrable lección que tú me enseñas desde tu cruz, me da fuerzas para todo. A ti te escupieron, te insultaron, te azotaron, te clavaron en un madero, y siendo Dios, perdonabas humilde, callabas y aún te ofrecías… ¡Qué podré decir yo de tu pasión!… Más vale que nada diga y que allá dentro de mi corazón medite esas cosas que el hombre no puede llegar jamás a comprender. Conténteme con amar profundamente, apasionadamente el misterio de tu pasión. ¡Qué dulce es la cruz de Jesús! ¡Qué dulce sufrir perdonando! ¡Cómo no volverme loco! Me enseña su corazón abierto a los hombres, y despreciado… ¡Dónde se ha visto ni quién ha soñado dolor semejante! ¡Qué bien se vive en el corazón de Cristo!
                                                                                               San Rafael Arnaiz Barón

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