Evangelio según san Marcos 4, 35-41
Aquel día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: “Vamos a la otra orilla”. Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó un fuerte huracán y las olas rompían contra la barca, hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón. Lo despertaron diciéndole: “Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?” Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago: “¡Silencio, cállate!” El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo: “¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?” Se quedaron espantados y se decían unos a otros: “¿Pero, quién es este? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!”
Tormenta en el Mar de Galilea, Rembrandt
El asunto está claro ahora. Está entre la luz y las sombras, cada uno debe elegir de qué lado está.
Chesterton
La queja de los apóstoles, ante la calma y aparente indiferencia del Maestro, es, como tantas veces nuestras quejas, fruto de la ignorancia. Si supiéramos, con todo nuestro ser, no solo con el intelecto, Quién es Ese que hace callar a las fuerzas de la naturaleza, la queja se transformaría en calma, confianza y amor. Porque ya no se trata de saberlo, sino, además, de sentirlo.
No hay miedo ni sufrimiento si sabes que tu vida verdadera y la de aquellos que amas no peligra nunca. Por eso Jesús nos dice continuamente: “no temas”. Unidos a Él, estamos en la Vida, y somos capaces de vencer cualquier peligro de este mundo, esta vida tan breve, que no es la definitiva, porque Él ya ha vencido al mundo.
Cuando somos conscientes de ello, no solo con la mente, sino con el corazón, el alma y el espíritu, no nos defendemos, no nos revolvemos angustiados y quejumbrosos frente a las circunstancias adversas o las dificultades, porque tenemos una confianza genuina, una fe que es motor y guía, porque creyente es el que no teme y creer es ser valiente.
En cambio, qué débil nuestra fe, tan inconsistente y cobarde ante las pruebas, si nos falta Su Presencia. Pero qué fuertes y valientes podemos llegar a ser cuando somos conscientes de que es Él Quien nos sostiene y nos inspira.
"Te basta mi gracia, pues la fuerza se realiza en la debilidad" (2 Corintios 12, 9), le decía el Señor a Pablo cada vez que su voluntad flaqueaba. Nos basta su gracia también hoy. Aunque nuestras fuerzas vacilen y las dudas nos quebranten, confiamos en una Voluntad infinitamente superior, la de Jesucristo. Su Voluntad Divina, manifestada en Su Palabra, es refugio y fortaleza, el poder frente a las fuerzas de la oscuridad, que se nos muestran hoy como un huracán con fuerte oleaje. Y Es mucho más... Esa Divina Voluntad quiere ser Vida nuestra.
Rema mar adentro, nos dice Jesús en Lucas 5, 1-11, el pasaje de la pesca milagrosa. Rema mar adentro, intérnate en lo más profundo de tu ser, en esos espacios abisales de peligro y oscuridad, de inseguridad y desvalimiento. Rema mar adentro, adéntrate en tu alma, no te quedes junto a la orilla, donde todo resulta familiar y hacemos pie. La misión es para valientes, para los que se atreven a explorar sus propias profundidades, habitadas por monstruos y demonios, entidades malignas y sirenas perversas que siempre acechan, atrapan y esclavizan al que se deja engañar porque no está atento, en su centro, abrazado al mástil de la Verdad.
Y la Verdad es Jesucristo. Es la respuesta a la pregunta que en la escena de hoy se hacen los apóstoles, que aún no le han conocido realmente. ¿Quién es este?, se preguntan espantados. Jesús nos lleva a ahondar en nuestro propio corazón porque la experiencia del encuentro con Él es personal; de ahí que la pregunta que se hacen los apóstoles hemos de hacérnosla nosotros. Y la respuesta la vamos encontrando a lo largo del Evangelio de Marcos, en los otros Evangelios y, sobre todo, en nuestro corazón, en el encuentro de cada uno con “Este” que es el Hijo de Dios, el Verbo encarnado.
Solo Él tiene Palabras de Vida y una autoridad capaz de hacer callar al viento y calmar el lago. Que su Voluntad sea nuestro alimento y nuestra guía, nuestra confianza, el antídoto de nuestra cobardía. No olvidemos que el imperativo que más a menudo aparece en los Evangelios es: "No tengáis miedo". www.diasdegracia.blogspot.com
En otra escena en el lago de Tiberíades (Juan 6, 16-21), cuando Jesús caminó sobre las aguas, fue Él quien dio testimonio de Sí mismo: “Soy yo, no temáis”. Ahora nos toca a nosotros reconocer al Señor y manifestarlo sin miedo ni dudas. Nos toca ser testigos y dar testimonio, como hará toda criatura cuando llegue el momento, según anuncia el Apocalipsis (Ap 5, 11-14).
217 Diálogos Divinos. Tiempos de flagelos.
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