3 de octubre de 2015

"Lo escojo todo."


Evangelio de Marcos 10, 2-16   

En aquel tiempo, se acercaron unos fariseos y le preguntaron a Jesús para ponerlo a prueba: “¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?” Él les replicó: “¿Qué os ha mandado Moisés?” Contestaron: “Moisés permitió divorciarse dándole a la mujer un acta de repudio.” Jesús les dijo: “Por vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto. Al principio de la creación Dios los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.” En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo. Él les dijo: “Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio.” Le presentaron unos niños para que los tocara, pero los discípulos les regañaban. Al verlo, Jesús los miró con ira y les dijo: “Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos es el Reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el Reino de Dios como un niño, no entrará en él.” Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos.
 
 

Nos creaste, Señor, para Ti y nuestro corazón
está inquieto hasta que no descansa en Ti.

San Agustín
 

                                               En tu naturaleza, Deidad eterna, conoceré la mía.
                                               Y ¿cuál es mi naturaleza, Amor inestimable?
                                               Es fuego, porque tú no eres otra cosa que fuego de amor.
                                               A todas las cosas y criaturas, las hiciste por amor.

Santa Catalina de Siena
 

En vísperas del Sínodo de la Familia, como si no hubiera ya suficiente conflicto y confusión, creo que me va a salir un post políticamente incorrecto para casi todo el mundo, tal vez para muchos casados y también para muchos divorciados, para los aperturistas que aplauden y tantas veces tergiversan las aparentes novedades del papa en ciertos temas “espinosos” (no hay nada nuevo bajo el sol, desde que Jesús hizo nuevas todas las cosas), y también para los que temen que el sucesor de Pedro abra la boca sobre esos temas.

Me va a salir, ya lo veo, políticamente incorrecto para muchos de esos personajes que afianzan los egos, en uno mismo siempre primero… Sobre todo para esos que, en mí, en ti, en todos, quieren tener razón, y también para los que se dejan llevar por la inercia de las creencias, que no tienen nada que ver con la fe viva que nos hace valientes, libres y sinceros. Pero ¿quién quiere ser políticamente correcto para casi todo el mundo a estas alturas, cuando la representación de este mundo está pasando? Y sobre todo, ¿quién quiere contemporizar para quedar bien con todos y ser políticamente correcto, si el Maestro nunca lo fue y eso le llevó a la muerte?

En el pasaje de hoy, Jesús nos presenta el divorcio como una distorsión, que Moisés tuvo que aceptar por la terquedad de muchos. Pero Jesús, como tantas veces, habla desde un nivel que no coincide con el nivel desde el que escuchamos, y, sin duda, no coincide en absoluto con el nivel de escucha de los malintencionados fariseos, que buscan respuestas dogmáticas e inmóviles.

...y serán los dos una sola carne, ¡claro!; el matrimonio es figura en el mundo de la verdadera Unión a la que estamos llamados. Una sola carne aquí, en el mundo corruptible, símbolo y figura de la Unidad de los mundos incorruptibles. Para vivir ya aquí la armonía de allí, para los que no pueden ser eunucos por el Reino (el que pueda con esto que lo haga), existe la unidad indisoluble del matrimonio entre hombre y mujer.

Si para regresar a Casa, hijos pródigos que somos, y escoger la única opción posible, hace falta decisión, compromiso y coherencia, también para vivir aquí, optando por el matrimonio humano, imagen del matrimonio verdadero, las Nupcias interiores, hace falta ese compromiso, esa indisolubilidad que es coherencia con  la armonía y la unidad del Reino. No entro en casos concretos pues hablar de matrimonio humano ya es ir de lo abstracto a lo concreto, y no hace falta ir a casos individuales cuando se trata de trascender identidades para vivir desde la Esencia inmortal.

Aunque es figura, símbolo en lo cronológico y lineal de una Realidad atemporal y vertical, el matrimonio humano es paso adelante hacia el Retorno, vocación de Unión total y definitiva. Preparación en el mundo para morir al mundo, crucificarse en el mundo para la meta común que es el abandono de la identidad de quienes aún están en la experiencia en el mundo de los nombres y no intuyen siquiera lo que espera a quienes alcanzan el Nombre (en la piedra blanca que anuncia el Apocalipsis).

El encuentro promete más de lo que el abrazo puede cumplir, dice Hugo von Hofmannsthal en La Carta de Lord Chandos. Una sola carne es lo que promete el matrimonio, pero el ser humano integral que somos no se conforma con una sola carne, busca la unidad duradera de las almas en un solo espíritu, un solo ser. Si fuéramos capaces de conseguir esa unión, la real, la que buscan sin saberlo incluso los más lascivos, el sexo dejaría de ser la trampa que engancha, confunde y desgasta, que lastra y degenera cuando se abusa o cuando se convierte en una obsesión o en un sucedáneo del amor. Ese amor insustituible que no perderemos con la muerte física, sino que viviremos en plenitud porque es reflejo del amor de Dios.

Entonces seremos como ángeles, porque no habrá necesidad de reproducción para perpetuar la especie, como no habrá nutrición, porque los cuerpos gloriosos no estarán sometidos a la entropía. El hambre, la sed, el cansancio o el deseo sexual habrán desaparecido; así que no creo que nadie eche de menos satisfacer una necesidad o un deseo que ya no existe. Quedará ese anhelo de infinito, de unión completa, de Amor verdadero, continuamente colmado en plenitud.
 
Los eunucos para el Reino, aquellos que voluntaria y conscientemente renuncian al matrimonio, han de ser testigos más consecuentes del Amor, porque se encuentran en una situación privilegiada, unidos, en Lo Uno, no como prefiguración sino como realidad. Y no me refiero solo a los sacerdotes, religiosos y consagrados, ni mucho menos tampoco a los que conservan la virginidad física. Hay otra virginidad espiritual, o recuperada, que puede ser tan valiosa, a veces infinitamente más, como la virginidad física mantenida desde el nacimiento.

Siempre con Jesús todo es nuevo, y la paradoja es ventana a la Maravilla, porque el que renuncia lo hace en el nivel temporal y recibe mucho más de lo que ha dejado y, además, también lo que ha dejado, como veíamos el domingo pasado, y lo recibe perfeccionado, sublimado, multiplicado.
 
Con Jesús todo se integra. Con Él  renunciar en el mundo, lo virtual, es recibir en el Reino, lo real. Porque solo el que es como un niño tiene la suficiente disponibilidad e inocencia que permite decir como Santa Teresita “yo lo escojo todo”. El que acoge el Reino como un niño sabe que en él nada se pierde o se rompe o se separa porque lo que se da se recibe, a lo que se renuncia, se reencuentra, lo que se suelta, regresa, en una plenitud eternamente renovada donde se tiene Todo, porque se Es en el Todo.
 
 
 
My sweet Lord, George Harrison
 
Para terminar como empezamos, en lo "políticamente incorrecto", como el único Maestro al que George Harrison canta y anhela, aunque algunos lo nieguen....
Los que queremos acoger el Reino como niños, escogemos al Único y así tenemos Todo.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario