26 de septiembre de 2015

La Misericordia y la Verdad se han encontrado


Evangelio de Marcos 9, 38-48   
 
En aquel tiempo, dijo Juan a Jesús: “Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros”. Jesús respondió: “No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro. El que os dé a beber un vaso de agua, porque seguís al Mesías, os aseguro que no se quedará sin recompensa. Al que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. Si tu mano te hace caer, córtatela: más te vale entrar manco en la vida que ir con las dos manos al abismo, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te hace caer, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida que ser echado con los dos pies al abismo. Y si tu ojo te hace caer, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios que ser echado con los dos ojos al abismo, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga”.
 

                                         El Sermón de la Montaña, Cosimo Rosselli


Si la Ley de Dios está escrita en tu corazón, no produce miedo (como en el Sinaí), sino que inunda tu alma de una dulzura secreta.
 
                                                                                                            San Agustín

El Evangelio de hoy nos pone nuevamente frente a dos sabidurías, dos lógicas o paradigmas. La de aquellos que necesitan sentirse integrados en un grupo, separados del resto, para poder decir de otros si son o no son de “los nuestros”. Es la lógica mediocre y cobarde que se fundamenta en creencias, exclusividades, divisiones, la lógica divergente del dualismo. Frente a esta lógica tibia y ciega, está la lógica de Jesús, que se basa en la generosidad, la valentía, la libertad, y tiende a unir, integrar, abrir, confiar… La primera es fuente de miedo y confusión; la de Jesús es fuente de alegría y libertad, porque está fundamentada en la verdad que hace libres. Es el nuevo paradigma basado en el amor incondicional hacia todos, no solo hacia los que consideramos de “los nuestros”. Para amar y aceptar a todos, es necesario no temer, pues amor y temor nunca van unidos.

Ser valientes y libres, dejar atrás la falsa seguridad que da la pertenencia a  un grupo, supone haber conectado con ese nivel de nosotros mismos que no necesita referencias externas. Ese centro de gravedad permanente donde no hay miedo ni recelo, sino acogida y confianza. Recordemos que el imperativo que más a menudo aparece en los Evangelios en boca de Jesús es: "No tengáis miedo".

Si tu mano, si tu pie, si tu ojo… Me libero de todo lo que me impide ser buen discípulo, aunque me duela. Si tu mano, si tu pie, si tu ojo… Córtatela, córtatelo, sácatelo… Es un símbolo, claro está, una metáfora del sacrificio necesario para elegir un bien mayor. Porque el Reino vale tanto como para renunciar a todo lo que nos dificulta el camino hacia él. Así lo expresa Enrique Martínez Lozano: “Lo que se halla en juego reviste tal gravedad que exige modificar radicalmente el modo de ver y de actuar: cortarse la mano (modificar las acciones), cortarse el pie (cambiar de rumbo) o sacarse el ojo (transformar la visión).”

No queda tiempo para seguir dando vueltas como burros atados a la noria de las experiencias. Seguir girando en ese infinito horizontal, tratando solo de mejorar la “zanahoria” o la cuerda que nos ata a la noria, sería el camino fácil, pero que no lleva más que a repetir experiencias, mejorándolas si acaso.

Sólo hay una elección, volver a Casa, escoger el Reino, sin mirar atrás. Ojo de aguja, camino estrecho, esa “cosa” que le faltaba al joven rico para ser santo y no se atrevió a hacer… Es la decisión, de-ci-Sión, el regreso a Sión. Y para escoger algo, hay que renunciar a algo, y esa renuncia, ese sacrificio hace sagrado (sacer fare) lo que se escoge y también lo que se suelta, porque no hay separación y como la Obra es uno mismo, lo que cojo y lo que suelto se funden, se transfiguran, se completan en mí, por la gracia de Aquel que hace nuevas todas las cosas.

Como dice el general Lorens Loewenhielm de El Festín de Babette (ver www.diasdegracia.blogspot.com , post del 19-9-2015), en el discurso cuyo vídeo y texto están abajo, al final tendremos todo, lo que elegimos y a lo que renunciamos…

Renunciamos a bienes efímeros, por el Bien; a la riqueza que se apolilla, para la Riqueza imperecedera; a amores pequeños, para el Amor. Y lo maravilloso es que el Bien incluye todo bien, pues es la plenitud; la Riqueza, incluye la riqueza; y el Amor, incluye el amor. Ahora entiendo con más profundidad lo de: El que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, mujer, hijos o tierras, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna. Mt 19,29.

El que no está contra nosotros está a favor nuestro. Si renuncio a lo que parece que está contra mí, descubro que estaba conmigo, a favor mío, que siempre lo estuvo, y sólo estaba representando un papel para ayudarme a escoger lo bueno y de lo bueno, lo mejor, esto es, lo Bueno.

La Unidad se manifiesta en una aparente división. Es el cierre de la apertura temporal, la representación de este mundo que ya pasa y se disipa, para quien logra ver el Reino entre nosotros en un instante vertical que te hace ver la Unidad, donde todo surge y regresa a la vez.

Esa persona que te distrae (dis-tracción), te dispersa (dis- persión), a veces te divierte (di-versión) y otras te divide (di-visión) no está contra ti, al contrario, está a tu favor, te está ayudando a hacer la única elección legítima: el regreso a Casa, la apuesta por el Reino. Cuando renuncias a ella, descubres que no solo no estaba contra ti, sino contigo, y que ha sido impecable en su papel. Y la recuperas con una plenitud que no imaginabas, ya no te impide que percibas el Reino atemporal donde eres, es, soy, somos Uno.
 
 
 
Discurso del General Lorens Loewenheilm, inspirado en el Salmo 85,
en El Festín de Babette (1987), Gabriel Axel

La misericordia y la verdad se han encontrado. La justicia y la dicha se besarán. El hombre, en su debilidad y falta de visión cree que debe tomar decisiones en su vida. Tiembla ante los riesgos que corre. Conocemos el miedo…. Pero, no; nuestra decisión no tiene importancia. Llega el día en que nuestros ojos se abren, y descubrimos que la misericordia es infinita. Sólo es necesario esperarla con confianza y recibirla con gratitud. La gracia no impone condiciones. Y, he ahí que todo lo que hemos elegido nos es concedido, y todo lo que rechazamos también nos es concedido. Sí, también recibimos lo que rechazamos. Porque la misericordia y la verdad se han encontrado. Y la justicia y la dicha se besarán...

Porque cuando uno encuentra esa misericoria y esa verdad dentro, y la justicia y la dicha besándose en su corazón, se encuentra también consigo mismo, su auténtico Sí mismo, y con los demás, todos hermanos, aunque algunos se empeñen, en vano, en decir que no son de “los nuestros”.
 

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