Evangelio según san Mateo 5, 1-12a
En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos. Y él se puso a hablar enseñándoles: “Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán “los hijos de Dios”. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Dichosos vosotros cuando os insulten, y os persigan, y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo”.
Sólo tenemos una vida, hemos de ser santos.
San Maximiliano María Kolbe.
De acuerdo, Maximiliano, hombre generoso y valiente. Ser santo es imitar y seguir a Jesús desde la gran tribulación, este mundo de división, lucha, conflicto, separación, muerte y entropía que ya pasa. A Su presencia nos dirigimos, como el grupo que aparece en la primera lectura de hoy (Apocalipsis 7, 2-4.9-14), unidos, en este viaje de vuelta al Origen del que venimos. Con las vestiduras lavadas y blanqueadas en la Sangre del Cordero, habiendo renunciado al hombre viejo y habiendo optado por la Vida que somos en Cristo.
Las vestiduras blancas son la individualidad que conservaremos, después de que Él haya borrado de ellas toda mancha de egoísmo y falsedad. El agua y la Sangre que brotan del Corazón de la Divina Misericordia nos lavan hasta lograr un blanco deslumbrante (Marcos 9, 3). Es también el nombre que encontraremos en la piedrecita blanca que se nos dará (Apocalipsis 2, 17), nuestro nombre verdadero, el que hemos venido a reencontrar, para abandonar esta matrix de mentiras y sueño.
Aún no se ha manifestado lo que seremos, porque aún no somos conscientes de dónde venimos y adónde vamos, ni de la chispa divina que late dentro. Porque todo el que tiene esperanza en él, se purifica a sí mismo, como él es puro (1 Juan 3, 1-3).
Al Origen regresamos, y no podemos perdernos, porque tenemos las Bienaventuranzas, que nos recuerda el Evangelio de hoy, una verdadera guía para el cristiano, un canto al amor, la confianza y la unidad. Bienaventuranzas, sabiduría y fidelidad, camino de regreso para valientes, tras las huellas del Cordero-Pastor.
En la lógica del mundo, divergente, separadora, que valida el conflicto y la pérdida, el 1 de noviembre parece sombrío. Por eso nos hemos inventado un Halloween de t-error que subraya la distorsión, el miedo al miedo… En la lógica de Jesús, la lógica del amor y la unidad, es la Fiesta de las fiestas, la celebración de la unidad y de la alegría, la conmemoración de la Meta, del destino en el que ya somos, la Comunión de los Santos, la Unidad.
Ser santo es ser lo que eres realmente, más allá de los disfraces que te has ido poniendo a lo largo de tu vida. Recuerda el proyecto de Dios para ti y acógelo de nuevo con alegría y verdad, aquí y ahora, sin huidas ni excusas, sin imaginar ni ensoñar… Vuelve a ser lo que eras, serás, eres, pues para Dios no hay tiempo (1 Pedro 3, 8), recuérdate y verás cómo la angustia, la impaciencia, la dispersión de toda una vida en un sueño equivocado se convierte en combustible para el viaje de vuelta a Casa, donde nos esperan todos los santos, la Santa Compañía que convirtieron en algo espantoso, otro error de la distorsión, otro “te amo” convertido en “temo”, ese Halloween desquiciado que es una parodia, porque todos regresamos, libres y serenos.
Holy win, y no Halloween, los santos que somos por el Bautismo regresamos victoriosos al encuentro del Cordero cuya Sangre nos limpia y nos transforma. Comunión de los Santos, Vida verdadera que estalla en alborozo, dicha eterna. Un solo anhelo vertical nos une, una muerte para la Vida, un regreso de todos a la Casa del Padre, sin vuelta atrás.
95. Diálogos Divinos. La muerte desde la Divina Voluntad
Algunos aforismos sobre la muerte como Dies Natalis (día del nacimiento):
Lo difícil no es aceptar que un día vamos a morir. Lo realmente difícil es atreverse a morir cada vez que sea necesario.
Aprende a ver la muerte como comienzo, trampolín desde el que zambullirnos en la eternidad.
La muerte es un verdadero rito de iniciación para el que todos debemos prepararnos.
Si un hombre lograra pensar de verdad, sin estrategias de huida, en su propia muerte, sería capaz de despertar y emprender el camino que conduce hacia la libertad.
La muerte es la entrada en una vida más real, una vida que no se agota, sino que mana incesante y transparente.
Imagina que mueres ahora. ¿Sientes paz y aceptación? Si no es así, trata de descubrir qué debes cambiar para que cuando llegue el momento puedas afrontarlo con paz.
Las personas conscientes miran su vida sin dejar de mirar también a su muerte. Eso les da una perspectiva completa y todo cobra su verdadera dimensión.
Pensar en la muerte no es vivir menos, no es ir claudicando o rindiéndose, no es renunciar a la vida; al contrario, es vivir con coherencia y valentía.
Soltar, abandonar, disolver, deshacer, desatar... ¡Liberar! Y el tiempo que nos quede, que sea un paseo luminoso.
Ser consciente de nuestra mortalidad es una actitud lúcida y liberadora, un reloj de arena que lleva entre sus granos muchas piedras preciosas, diminutas e inmensas.
Gran tesoro es ser conscientes de que estamos muriéndonos desde que nacemos. Vivamos velando, despiertos, para no olvidarlo y así reconocer esa otra cara de la moneda: nuestra dimensión eterna.
Hemos sido esclavos del sueño y la ilusión demasiado tiempo; es hora de volver a lo Real, donde somos eternos y libres.
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