1 de octubre de 2011

Santa Teresa del Niño Jesús



En aquel momento, lleno de la alegría del Espíritu Santo, exclamó: “Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a la gente sencilla".
                                                                                                                          Lc 10, 21

           Santa Teresa de Lisieux, Carmelita Descalza, conocida también por santa Teresita del Niño Jesús, es un ejemplo de cómo la humildad es el fundamento de la santidad. La vida espiritual verdadera y profunda comienza cuando uno asume su propia nulidad, porque se ha dado cuenta de que no es nada ante Dios.

          Aunque, fiel a su regla, nunca abandonó su convento, es la patrona de las misiones, por su afán de llevar a todos los hombres hasta Dios a través de la oración. Juan Pablo II la proclamó Doctora de Iglesia.

           Su "camino pequeño" de amor, humildad y sencillez atrae e inspira a todos, especialmente a los que nos hemos cansado de grandilocuencia, palabras huecas y vanidad.

          Los símbolos que con más frecuencia aparecen en sus escritos se refieren a las nupcias con Dios y a la infancia espiritual. Su único maestro en la tierra durante su corta y fructífera vida fue San Juan de la Cruz; ya antes de entrar en el Carmelo, leía a menudo el Cántico Espiritual y algunos pasajes de Subida al Monte Carmelo.  

       Comprendió como pocos el misterio de la Eucaristía: «Sigues viviendo en este valle de lágrimas, escondido bajo las apariencias de una blanca hostia... Jesús, déjame que te diga que tu amor llega hasta la locura. ¿Cómo quieres que, ante esa locura, mi corazón no se lance hasta ti ¿Cómo va a conocer límites mi confianza?».         

        La esencia de su oración contemplativa es la adoración silenciosa: «Muchas veces, sólo el silencio es capaz de expresar mi oración, pero el huésped divino del sagrario lo comprende todo».
            En carta a la madre María de Gonzaga, escribe:

            "'Dadme una palanca, un punto de apoyo y levantaré el mundo', dijo un sabio. Lo que Arquímedes no pudo lograr, porque su petición no se dirigía a Dios y porque la hacía desde un punto de vista material, lo alcanzaron en toda su plenitud los santos. El Todopoderoso les dio como punto de apoyo: Él mismo y solo Él; como palanca, la oración, que abrasa con fuego de amor, y así fue como levantaron el mundo; y así lo siguen levantando los santos que aún militan y lo levantarán también hasta el fin del mundo los santos que vendrán."

      Dos de sus poemas, en los que es evidente la influencia de San Juan de la Cruz:


SOLO JESÚS

Mi corazón ardiente quiere darse sin tregua,
siente necesidad de mostrar su ternura.
Mas ¿quién comprenderá
mi amor, qué corazón
querrá corresponderme?
En vano espero y pido
que nadie pague con amor mi amor.
Solo tú, mi Jesús,
eres capaz de contentar mi alma.
Nada puede encantarme aquí en la tierra,
no se halla aquí la verdadera dicha.
¡Mi única paz, mi amor, mi sola dicha
eres tú, mi Señor!

Tú supiste crear un corazón de madre,
por eso encuentro en ti
al más tierno y amable de los padres.
¡Oh, Jesús, mi único amor, Verbo eterno!,
tu corazón es para mí más dulce
que el corazón más dulce de una madre.
A cada instante y paso
me sigues en mis pasos y me guardas.
Cuando te llamo, acudes prontamente.
Y si, tal vez, parece que te escondes,
tú mismo vienes en mi ayuda luego
para poder buscarte.

En ti solo, Jesús, mi afición pongo,
corro a tus brazos, a esconderme en ellos.
Como un niño pequeño quiero amarte,
como un bravo soldado luchar quiero.
Como un niño, te colmo de caricias,
y de mi apostolado en la palestra
como un guerrero a combatir me lanzo...

Tu corazón divino,
que guarda y que devuelve la inocencia,
no es capaz de frustrar mis esperanzas.
En ti, Señor, reposan mis deseos:
después de este destierro,
al cielo a verte iré.
Cuando la tempestad se alza en mi alma,
levanto a ti mis ojos,
y en tu tierna mirada compasiva
yo leo tu respuesta:
«¡Hija mía, por ti creé los cielos!»

Yo sé que mis suspiros y mis lágrimas
ante ti están y te encantan, mi Señor.
Los serafines forman en el cielo
tu corte, y sin embargo
tú vienes a buscar mi pobre amor...
Quieres mi corazón, aquí lo tienes,
te entrego enteros todos mis deseos.
Y por ti, ¡oh mi Rey y Esposo mío!,
a los que amo seguiré yo amando.
  

EL ABANDONO ES EL FRUTO DELICIOSO DEL AMOR

Hay en la tierra un árbol, árbol maravilloso,
cuya raíz se encuentra,¡oh misterio!, en el cielo.

Acogido a su sombra, nada ni nadie te podrá alcanzar;
sin miedo a la tormenta, bajo él puedes descansar.

El árbol inefable lleva por nombre «amor».
Su fruto deleitable se llama «el abandono».

Ya en esta misma vida, este fruto me da felicidad,
mi alma se recrea con su divino aroma.

Al tocarlo mi mano, me parece un tesoro.
Al llevarlo a la boca, me parece más dulce todavía.

Un mar de paz me da ya en este mundo,
un océano de paz,
y en esta paz profunda descanso para siempre.

El abandono, solo el abandono
a tus brazos me entrega, ¡oh Jesús mío!,
y es el que me hace vivir con la vida de tus elegidos.

A ti, divino Esposo, me abandono, y no quiero
nada más en la vida que tu dulce mirada.

Quiero sonreír siempre, dormirme en tu regazo
y repetirte en él que te amo, mi Señor.

Como la margarita de amarilla corola,
yo, florecilla humilde, abro al sol mi capullo.

Mi dulce sol de vida, mi amadísimo Rey,
es tu divina hostia pequeña como yo...

El rayo luminoso de tu celeste llama
nacer hace en mi alma el perfecto abandono.

Todas las criaturas pueden abandonarme,
lo aceptaré sin queja y viviré a tu lado.

Y si tú me dejases, ¡oh divino tesoro!,
aun viéndome privada de tus dulces caricias,
seguiré sonriendo.

En paz yo esperaré, Jesús, tu vuelta,
no interrumpiendo nunca mis cánticos de amor.

Nada, nada me inquieta, nada puede turbarme,
más alto que la alondra sabe volar mi alma.

Encima de las nubes el cielo es siempre azul,
y se tocan las playas del reino de mi Dios.

Espero en paz la gloria de la celeste patria,
pues hallo en el copón el suave fruto
¡el dulcísimo fruto del amor!

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