Aquella noche estarán dos juntos: a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán (...) Ellos le preguntaron: "¿Dónde, Señor?" Él les dijo: "Donde está el cadáver, allí se reunirán los buitres". Lc 17, 34-37
En Somalia se mueren de hambre, situación de emergencia extrema. ¿Quién es el culpable? ¿Quién, el responsable? Todos y cada uno de los que vivimos bien, mirando hacia otro lado.
- Todos
- Cada uno
¿Qué es vivir bien? ¿Vivimos realmente bien? ¿O malvivimos, adormecidos en la sobreabundancia material, indolente y hedonista, mientras descuidamos los tesoros que ni los ladrones ni la polilla ni la muerte pueden arrebatar?
Y el rey les dirá: "En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis". (Mt 25, 40)
Es hora de abrir el corazón de verdad, de una vez y para siempre. Es hora de tomarse la vida en serio. Y esa vida es la nuestra y la de nuestros hermanos, los del cuerno de África, los de la India y los que encontramos, cada día más, por nuestras calles, pidiendo unas monedas, buscando en la basura, durmiendo entre cartones o intentando vender algún ejemplar de La Farola.
Dejemos de jugar a las casitas de muñecas o al Monopoly; despertemos. El mundo sufre, la gente muere de hambre y miseria, personas ajenas solo en apariencia están suplicando ayuda, mientras nos dejamos hipnotizar por los gráficos de la Bolsa, las tendencias de la pasarela Cibeles o el último chisme de internet.
Que la vida iba en serio, uno lo empieza a comprender más tarde..., cantaba Jaime Gil de Biedma. Ojalá lo comprendamos a tiempo, y no lleguemos nunca a escuchar: apartaos de mí, malditos... (Mt, 25, 41).
Aunque atardece y el día va de caída (Lc 24, 29), aún es de día, y no estamos solos. Trabajemos, compartiendo y amando, mientras tengamos luz.
Es hora de abrir el corazón de verdad, de una vez y para siempre. Es hora de tomarse la vida en serio. Y esa vida es la nuestra y la de nuestros hermanos, los del cuerno de África, los de la India y los que encontramos, cada día más, por nuestras calles, pidiendo unas monedas, buscando en la basura, durmiendo entre cartones o intentando vender algún ejemplar de La Farola.
Dejemos de jugar a las casitas de muñecas o al Monopoly; despertemos. El mundo sufre, la gente muere de hambre y miseria, personas ajenas solo en apariencia están suplicando ayuda, mientras nos dejamos hipnotizar por los gráficos de la Bolsa, las tendencias de la pasarela Cibeles o el último chisme de internet.
Que la vida iba en serio, uno lo empieza a comprender más tarde..., cantaba Jaime Gil de Biedma. Ojalá lo comprendamos a tiempo, y no lleguemos nunca a escuchar: apartaos de mí, malditos... (Mt, 25, 41).
Aunque atardece y el día va de caída (Lc 24, 29), aún es de día, y no estamos solos. Trabajemos, compartiendo y amando, mientras tengamos luz.
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