21 de diciembre de 2011

Un pesebre en cada alma



El Nacimiento de Jesús, Correggio



            El pueblo que andaba en tinieblas, vio una luz grande. Sobre los que habitaban en la tierra de sombras de muerte, resplandeció una brillante luz.
                                  
                                                                                              Isaías 9, 2
                                                                      

            Cristo es verdadero Dios y verdadero hombre. Cristo se eleva con el sol. Cristo, engendrado antes de los siglos y nacido en Belén, que significa la “Casa del Pan” es, como decía Fray Luis de León, “el niño ancianísimo” que nos alimenta y nos da la vida.

            Al celebrar la Navidad de Belén, evocamos también la Navidad en el seno del Padre, una Navidad cronológica y otra intemporal. Y hay también una Navidad que no acaba: el nacimiento de Jesús en cada una de nuestras almas. Dice San Pablo en Gálatas 4, 19: “Hijos míos, por quienes sufro de nuevo dolores de parto hasta ver a Cristo formado en vosotros”.

            Cristo sigue naciendo, no ha dejado de nacer desde aquel primer Nacimiento, hace más de dos mil años en Belén. Su Madre, que es la nuestra, nos ayuda a dar a luz a su hijo. Ella misma lo da a luz en nosotros. Por eso, ya lo dijo Cabodevilla, todo hombre se llama también “María”.

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