Evangelio de Juan 15,
1-8
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Yo soy la verdadera vid y mi Padre
es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo poda para que dé más
fruto. Vosotros estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced
en mí y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no
permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la
vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto
abundante, porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí, lo
tiran fuera, como al sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al
fuego, y arden. Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros,
pediréis lo que deseéis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con
que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.
Comentario de Enrique Martínez Lozano al Evangelio:
En
el breve texto anterior, aparece siete veces uno de los verbos preferidos por
el autor del cuarto evangelio: menein,
que puede traducirse como “morar” o “permanecer”. Comporta la idea de un estar-en, de manera continuada y
estable, hasta el punto de llegar a ser “uno” con quien se permanece.
Jesús
tiene conciencia de permanecer en el
Padre y en los discípulos, y eso mismo es lo que desea que sus discípulos hagan
consciente. Todo permanece ya, y desde siempre, en la Unidad, porque no puede
existir nada al margen de nada. Lo que nos falta es tomar conciencia de ello,
salir del engaño al que nos induce la mente, para reconocerlo y vivirlo.
La
mente solo puede operar separando las cosas; es la condición del pensamiento,
porque pensar es delimitar, establecer fronteras entre los objetos pensados.
Este modo de hacer es eficaz en el campo de los objetos, y ha hecho posible el
progreso en muchas áreas.
La
trampa y el engaño surgen cuando, olvidando que se trata solo de de una
característica de la mente, lo que es una “forma de ver” se absolutiza, y se
termina creyendo que la realidad es tal como la mente la describe. Lo que se ha
producido es un deslizamiento insostenible del plano del “pensar” (separador y
dualista) al plano del “ser” (unido o adual).
No
escapar, no identificarse: es el camino de la sabiduría que nos permite
reconocernos en nuestra identidad más profunda, por detrás (o debajo) del yo
aparente, que es solo un “objeto” dentro de quienes realmente somos.
Permanecer en Jesús y en el Padre
equivale a experimentarnos en esa identidad profunda, que es no-dual y, por
tanto, compartida. No cabe intimidad mayor: más allá de los “mapas” que son las
creencias y las religiones –mapas valiosos en muchos casos– nos reconocemos en
el “Territorio” común. Más allá de pensarnos como “sarmientos” separados, nos
descubrimos ser “vid” unificada.
OLVIDO
No
se comienza por aprender,
sino por recordar.
Ismail Hakki
Cómo anhelas
la Luz,
pez boqueando,
a punto de
morir
fuera del
agua.
La Luz es tu
placenta,
el medio
necesario,
cálida vaina
que te protege
de tus
penumbras,
de la sombra
que eres
cuando olvidas
tu herencia
y tu destino.
O cuando, separado
sarmiento de
la vid,
te vas secando,
estéril,
y antes de ser
nada,
te miras en la
nada
y no ves nada.
MENEIN
En él vivimos, nos movemos y
existimos.
Hechos 17, 28
Este silencio
vivo,
aquí, a tu
lado,
más sabio y
preciso
que tantos
libros
aún por leer
o por escribir.
Este silencio
hondo,
lúcido y fiel,
nos contiene a
ti y a mí,
a nosotros que
vamos
reconociéndonos,
los dos en
uno.
El Uno en dos,
libres,
despiertos,
conscientes de
existir.
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