Martín Martínez Pascual, 1910-1936. Sacerdote de Valdealgorfa, Teruel.
Segundos antes de ser fusilado por su fe, mirando a sus asesinos.
A los catorce que murieron junto a él, los ejecutaron de espaldas.
Él pidió morir de frente, y dijo:
"Yo no quiero sino daros mi bendición,
para que Dios no os tome en cuenta la locura que vais a cometer”.
Hans Gutmann, fotógrafo alemán, tomó la instantánea.
Esa serenidad, esa belleza, esa mirada valiente, libre y compasiva, son eternas.
Porque la muerte no es el final, sino el comienzo.
Dies natalis: para quien vive y muere bien, el día del verdadero nacimiento.
Las personas conscientes enfocan su vida a la luz de
la muerte.
A esa luz, las
cosas adquieren su auténtica dimensión.
Lo secundario
es secundario y nunca principal.
Lluis Serra
Llansana
Si el hombre llega a ser amo de su vida,
puede llegar
a ser amo de su muerte.
G.
I. Gurdjieff
Si
mueres despierto, mueres preparado. Ya has descubierto las tramoyas del sueño y
has experimentado que lo real es infinitamente mayor que lo que muestran los
sentidos.
Si
te has vivido como esfera inmensa, no te dolerá perder ese segmento plano,
círculo bidimensional del que habla C. S. Lewis en Una pena en observación. Porque sabes que no lo pierdes, que
seguirá siempre formando parte de ti y de tu existencia en ese otro mundo, que
ya está en este, el Reino lleno de maravillas que ni ojo vio ni oído oyó.
¿Por
qué queremos seguir viviéndonos planos, condicionados, aferrados a ese círculo,
que no es más que una ínfima parte de la esfera donde todo, incluso las
miserias que la limitación ilusoria del círculo bidimensional ha generado, se
transforma en perfección, pura luz creadora donde perdura lo esencial, donde
vibra lo real, lo que no puede dejar de existir?
Estos son los que
vienen de la gran tribulación, y lavaron sus túnicas y las blanquearon en la sangre del Cordero.
Apocalipsis 7, 14
Martín
Martínez Pascual,
nombre
premonitorio para un mártir;
cordero
tú también, sacrificado.
Lavado
ya en la sangre del Cordero,
tu
corazón pascual
nos
mira compasivo, en blanco y negro.
Pero
yo solo veo el azul
de
tus ojos valientes y libres;
azul
de mar y cielo,
de
fe tan firme y consecuente
que
miras con amor a tu asesino
y
en él a mí y a cuantos
se
asoman al abismo jubiloso
de
tu gloriosa muerte.
Dies
natalis de santo, porque tú,
Martín,
hermano,
mártir,
beato según el Vaticano,
eres
ya y por siempre
santo de mi devoción.
En ti me miro,
santo de mi devoción.
En ti me miro,
a
ti te pido una fe como la tuya,
fortaleza
y amor como los tuyos,
alter
Christus que atraviesas
las
guerras y los odios de este mundo
más
injusto sin ti, y más apagado.
Dónde
está, muerte, tu victoria,
dónde
tu aguijón,
si
Martín, mirándote de frente,
te sorprende y te derrota
con
la luz del perdón
encendida
en sus ojos.
Te
contemplo, sereno ante las balas,
y
sé que no estoy viendo
la
carne condenada
a
inminente cadáver,
que,
si miro tus rasgos, veo el reflejo
de
ese cuerpo glorioso que ya eres
en
el eco de tu fotografía.
Porque
es tu corazón el que resuena,
dibujando
con luz esa figura
ocho décadas
después,
en octava perfecta, consumándose,
iniciando otro Do en nuestras almas
si se dejan mirar y transformar.
El mismo corazón
que
ganó la partida aquella tarde
a
la muerte, enamorada de tus ojos
mansos,
valientes, de soldado de Dios,
de
ángel o de arcángel. San Martín,
mártir,
fiel y generoso,
sigue mirándonos.
Me encuentro en el centro cultural de mi barrio conectado a internet. Abro tu blog y la imagen de Martín me besa los ojos; es una sensación física, como de aire cálido. El corazón me dá un brinco y hago esfuerzo por no comenzar a llorar en mitad de toda esta gente que me rodea; se me escapan un par de lágrimas. Cuando pueda me decargaré la foto de Martín para hundirme en ella más intimamente, en su tanta luz. "No os pido sino que le miréis", aconsejaba Teresa de Jesús.
ResponderEliminarGracias Eugenia-Cordelia por toda la ternura que rescatas, que regalas y que nos haces brotar a los que te leemos-contemplamos.
Muchas gracias, Marco-Bartimeo. Que Martín te bendiga, te inspire y te ilumine todos los días de tu vida.
ResponderEliminar"Y no quiero llantos. La muerte hay que mirarla cara a cara. ¡Silencio! ¡A callar he dicho! ¿Me habéis oído? ¡Silencio, silencio he dicho! ¡Silencio!"
Federico García Lorca / La Casa de Bernarda Alba / 19 de Junio de 1936.
Dos días después de mi asombro ante la mirada de Martín y aún ando sumergido en sus aguas serenas, mecido y abrazado por esa "ternura ontológica" que late permanentemente en la fotografia.
Leo unos textos de Isaac el Sirio y Evagrio Póntico que cita Paul Evdokimov en uno de sus libros: "¿En qué consiste el corazón caritativo?. Se trata de un corazón inflamado de caridad por la totalidad de la creación, por los hombres, por los pájaros, por las bestias, por los demonios, por todas las criaturas... Movido por una piedad infinita que surge en el corazón de aquellos que se asimilan a Dios". "No condena ya ni a los pecadores ni a los hijos de este siglo... Desea amar y venerar sin distinción alguna".
Una pocas horas después, en la madrugada del 19 de Agosto, también se fusilaba (no sabemos si también se giró hacia sus verdugos) a un hombre de alma cristalina y manso corazón: Federico del Sagrado Corazón de Jesús García Lorca, que dejó escrito: "¡Qué eternidad de fuego en el corazón de mi cuerpo!"
Gracias, amigo, por esa mirada, como siempre profunda y oportuna; ayer fue el día de los "Mártires de España del siglo XX". Preciosas las citas.
ResponderEliminarMartín, Federico, Isaac, Evagrio, Marco... Siento los latidos de tantos corazones encendidos de Amor.
Ese rostro esplandeciente de luz matinal o crepuscular, habla por sí solo. La mirada limpia y clara está susurrando: Deja todo cuanto tienes y sígueme. El gran reto del hombre de fé, después el perdón a los verdugos y después el martirio. De tantas iconografías de Cristo como he visto, ésta es sin ninguna duda, la más real y auténtica. La más hermosa y resplandeciente, la que más me acerca a Él.
ResponderEliminarBienvenido, Vicente. Gracias por tu preciosa aportación.
ResponderEliminarCómo no ver a Cristo en Martín...
Esa imagen transfigurada es nuestra meta y nuestro destino.
Él, ellos, nos guían y nos animan a dejar todo y seguirles.