1 de enero de 2013

Bendición. Todo irá bien.



   Bendecid, que para esto hemos sido llamados, para ser herederos de la bendición.
                                                      1 Pe 3,9

            Dice Henry Nouwen que dar una bendición crea aquello que pronuncia. La bendición tiene que ver con la afirmación de la bondad original del otro. Tal vez por eso me gusta tanto y me mueve por dentro la Bendición del Libro de los Números, que la liturgia propone para recibir el nuevo año:

El Señor te bendiga y te proteja,
ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor.
El Señor se fije en ti y te conceda la paz.
 

                                 Números 6, 24-26


            Entremos en 2013 con alegría y confianza, saliendo definitivamente del sueño que nos impide reconocer nuestra bondad esencial. Acojamos con gratitud y buen ánimo la bendición que el Señor nos ofrece sin cesar, conscientes de que Él, fiel a su promesa, está con nosotros siempre (Mt 28, 20), en cada acontecimiento, cada encuentro, cada ausencia, cada palabra, cada silencio, cada alegría y cada tristeza, porque nada ni nadie nos puede separar de Su amor (Rom 8, 38-39).
            Teniéndole a Él de nuestra parte, nada logrará abatirnos ni robarnos la paz. Entonces, como decía la optimista y audaz Juliana de Norwich, hace más de seiscientos años, todo irá bien, y todo irá bien, y toda clase de cosas irán bien (all shall be well, and all shall be well, and all manner of things shall be well).
 
 
                                            
                             Presentación de Jesús en el Templo, Fra Angélico


          Tu nombre es un perfume derramado.
                                                                                      Cantar de los Cantares 1, 3

            La mejor, más efectiva y poderosa bendición que podemos dar y darnos tiene que ver con lo que hoy leemos en el Evangelio: y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción (Lc 2, 21).
 Si dudamos de que todo irá bien, podemos recordar las palabras de San Bernardo y pronunciar, compartir, pensar y sentir este Nombre nuevo y antiguo, Nombre eterno, que no separa ni divide como el resto de los nombres, sino que ilumina, transforma y da la Vida:
El nombre de Jesús no es sólo luz, también es alimento. ¿No te sientes reconfortado siempre que lo recuerdas? ¿Hay algo que sacie tanto el espíritu del que lo medita? ¿O que pueda reparar tanto las fuerzas perdidas, fortalecer las virtudes, fomentar el amor?
           Que el Nombre de Jesús nos bendiga cada día de nuestra vida y que seamos capaces de conservar la gracia y los dones recibidos, meditándolos en el corazón, como hacía María, Madre de Dios, misterio que hoy celebramos para iniciar el nuevo año a la luz misericordiosa de su mirada.
 
 

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